A 6,570 días del levantamiento armado del EZLN (XIV)
03/03/2012
- Opinión
IV. En la Selva Lacandona
En la ¡puta loma! Rumbo al campamento zapatista/I
Por fin llegó la hora de partir. Salimos del poblado y de inmediato nos vendaron los ojos y nos ayudaron a montar un caballo. Cabalgamos saber cuanto tiempo. Es de la chingada ir montado en un caballo sin ver. El sol quemaba. Por fin nos detenemos, nos dicen que nos podemos quitar el paliacate de los ojos y bajamos de la montura. ¡Chingá! No hacía falta que nos ocultaran el camino. Lo que no sabían los insurgentes es que nos caracteriza el gran sentido de la de-so-rien-ta-ción. ¡No sabemos ni por dónde sale el sol! Hubiera bastado que después de vendarnos los ojos nos dieran unas vueltas – como pa’ romper la piñata -, para quedar bien norteados. ¡Mentira!
Caminamos por una vereda que cruza un potrero. Por seguridad, íbamos a una distancia de 10 metros uno del otro. Al momento que asomó una avioneta que volaba rumbo al fondo de la cañada, los insurgentes nos dieron la orden de cubrirnos. Nos repegamos en un alto zacatal que estaba que flanqueaba la vereda. (Alejandro dice que eso pasó de regreso. Que era un avión militar y que hasta era un helicóptero. Ya ven como se hacen los chismes.) Llegamos al pie de la montaña. El jefe de la columna me revisó de pies a cabeza. Checó mis zapatos de calle y me miró con escepticismo: “Este no llega”. (Lo que no sabía el ezetaelenita era que estaba frente a un 5 mil + 452 y que Alejandro tenía un fuerte entrenamiento por correr, subir y bajar las escaleras de las estaciones del Metro de la Ciudad de México para escapar de la policía cada vez que entraba sin boleto).
Entramos a la montaña por una quebrada cubierta por un tupido bosque. Cobijo de los insurgentes. Bajo la sombra de los árboles que ha creando un ambiente de frescura y humedad, pronto desapareció el calor. Casi de inmediato iniciamos la escalda y… a pujar. Avanzamos por una sinuosa vereda y con el avance las cosas se ponen de la mera chingada. Hubiera sido peor si los insurgentes no hubiesen llevado nuestras cosas. La pequeña columna estaba formada por 2 insurgentas, 6 insurgentes, 2 nuevos insurgentes que habían sido promovidos al EZLN después de haber participado en la toma de Ocosingo y los civiles y pacíficos chiltakeros.
Parece que las novatadas no son la excepción el las filas del EZLN. Los nuevos insurgentes llevan en sus espaldas una pequeña carga de frijol - unos 10 kilogramos -, ayudados con el prehispánico mecapal. Como avanza el tiempo, el peso de la carga es, sin duda, más del doble. De cuando en cuando los jóvenes voltean a ver al mando en la retaguardia como pidiendo descanso. La pequeña columna empiezó a alargarse. Signos de la fatiga. La vanguardia va parando y espera a los rezagados… con eso provocamos cortos momentos de alivio. Por fin llegamos al punto de descanso, probablemente era la mitad de la escalada. Los insurgentes empiezan a hacer bromas a costa de nuestro inocultable cansancio: “A ver, saquen las cervezas, la coca cola”. Cerca teníamos a un insurgente que, saber de donde sacó un pedazo de cartón, lo colocó sobre una roca, se sentó, se quitó gorra y el paliacate. Después sacó de la bolsa de su camisola un pequeño espejito, su peine y empezó a acicalarse. Entre otros accesorios de limpieza asomaba su sepillo de dientes. Era un joven que cuidaba de su uniforme y de su imagen.
Cuando retomamos la marcha, la negra noche tendió su manto, las aves empezaron a guarecerse y, para la columna, mayores complicaciones. Cada vez es mayor la pendiente. No pocas veces vacilamos con nuestra pequeña carga y yo batallando con un afocador que, con un falso contacto, prendía y apagaba intermitentemente. Era una verdadera chinga subir la loma en esas condiciones.
La escalada parece interminable, se prolonga, nos castiga, nos parte la madre… los combatientes con su pequeña carga de frijol empezaron a maldecir: “¡Puta loma!” “¡Puta loma!” Yo me uno al coro con una ¡¡¡Putísima loma!!! Mientras avanzábamos con mucho esfuerzo… duro y dale pa’rriba y, las ¡Putas lomas! Se repetían sin cesar. Al fin llegamos a una planada. ¡¡Pero qué pinche alivio!! El jefe de la columna ordenó otro descanso. Nos tiramos sobre las hojas secas que se pudren acolchonando el lugar. Los combatientes se burlan nuevamente de nosotros:
.- Miren a esos de ECO (Sistema Informativo de Noticias de Televisa – 1993), qué condición física tienen.
.- Nada les gusta. Nosotros descansamos como se nos pega la gana. Les digo encabronado.
.- Ya mero llegamos. Dijo alguno como pa’suavizar el momento.
La verdad es que yo estaba, pa’decir lo menos, madreadito. Continuamos en una corta bajada y luego, otra vez pa’rriba. Y ahí vamos. Redepente, el jefe de la columna lampareó y a cierta distancia le contestaron con otros lamparazos. Después escuchamos un grito en la oscuridad:
.- ¡Alto! ¿Quién vive?
.- ¡La Patria!, contestó el jefe de la columna.
Silencio. La seña consigna parece ser la correcta pero como no obtuvimos más respuesta. Por seguridad, suavemente y sin marcialidad, el jefe de la columna preguntó:
.- ¿Podemos pasar?
.- Sí, pasen. Fue la respuesta.
¡¡¡Por fin, habíamos llegado!!! Puede que la caminata fue de 4 ó 5 horas. Estuvo soberana la chinga. Dicen que: el que por su gusto es güey…
Avanzamos unos 100 metros y nada. Cuando vine a ver tenía enfrente una edificación del campamento zapatista. Al primer lugar que entramos fue la intendencia. El piso de tierra estaba húmedo y en algunos lugares había pequeños charcos. ¿Dónde vamos a dormir?, pregunté. ¡Aquí! Contestaron. ¡Ah, puta! refunfuñé. Los insurgentes novateados pidieron agua: “¡No hay!” contestaron los veteranos. Eran buenos para gastar bromas a costa de nosotros y los novatos pues, de inmediato nos pasaron raciones abundantes de agua fresca y, para el que quisiera, café.
Ya más relajados, con una taza de café en la mano y en torno al fogón, los insurgentes rememoran para nosotros el enfrentamiento que sus fuerzas mantuvieron con el Ejército federal el 22 de mayo en el campamento Las Calabazas en la sierra de Corralchén. Las compañeras y compañeros zapatistas en esta posición de montaña también participaron en la toma de Ocosingo el 1 de enero. Dicen también que algunas/os se incorporación al EZLN a los 10 años de edad hace 7 años. A esta fecha estas/os jóvenes andarán en los 35 años.
Llegó la hora y la orden de dormir. A los chiltakeros nos llevan por una vereda a un lugar de la montaña. Debajo de un techo de plástico había un catre construido con palos rollizos, y diseñado para dos personas. El primero que nos mostraron era demasiado angosto y nos asignaron otro un poco más ancho. Por si acaso, con otro plástico cubrimos el lado por donde pegaba el aire, sin embargo, el clima del lugar es agradable. Ni frío ni calor. Saber cómo logramos acomodar nuestros cuerpos sobre los palos retorcidos. Mal dormimos con el cansancio de la jornada, los infames ronquidos de Alejandro, el arrullo de los insectos, el ruido de los animales nocturnos, el molesto zumbido de los zancudos y el ruuuuuuunnn del pinche avioncito militar de reconocimiento. Seguramente es uno de los que Marcos tanto mencionaba en los comunicados de enero y febrero de 1994.
(Es muy probable que se tratara de aviones North American Rockwell OV-10 Bronco, 1963. Un avión de observación y ataque ligero propulsado por turbohélices. El Bronco se convirtió en el avión contraguerrilla (COIN) más importante en los siguientes treinta años. Este avión no forma parte de la flota de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) y seguramente les fue suministrado por el Pentágono con todo y tripulación para hacer el reconocimiento militar en las zonas ocupadas por los rebeldes en Chiapas.)
Antes del amanecer nos despertó la bulla de las/os insurgentes que bregaban en la intendencia. En contraste, el amanecer fue fascinante: escuchamos el hermoso canto del cenzontle, vimos la silueta de altos ocotes mientras el sol rompía la neblina en un ambiente apacible y un clima tan confortable. Nos dimos cuenta que el lugar donde nos encontrábamos era el área de dormitorios bajo techos de nailon. Los techos protegen de la lluvia o del sereno.Los catres estaban dispersos en esa área y por norma dormían dos combatientes en cada uno. La dispersión de los catres y la norma de dormir en pareja son dispositivos militares para resguardarse de un ataque sorpresa. Es más fácil sorprender a un insurgente que a dos y más fácil atacar a un conjunto compacto de catres que a uno disperso. La sanidad es parte de la disciplina zapatista. Cerca del área de catres, en un pequeño claro, se construyó una fosa séptica. Nada de andar cagando por todos lados. La fosa tenía unos 2.50 metros de diámetro por unos 2 ó 3 de hondo. Estaba cubierta con troncos camuflajeados con pasto del lugar. Al centro había un corte en los troncos de unos .30 X .20 centímetros con su respectiva tapa de madera. A la letrina se puede llegar por una vereda que ha sido empedrada.
Nos concentramos en la intendencia y escuchamos el ruuuuuuunnn del avioncito que retornaba, con seguridad, al aeropuerto de Terán. En la cocina, conocimos a dos mascotas de los insurgentes. Una pareja de gatos destacados para el control de los roedores. La hembra esta grávida y pronto nacerán más gatitos zapatistas. Hombres y mujeres trabajan en la preparación del almuerzo, mientras que, otras mujeres peinan cuidadosamente su negra cabellera. Los hombres también cuidan de su uniforme, lo mantienen limpio al igual que sus armas. Recuerdo el cuidado que Marcos tenía de su imagen.
La infraestructura del campamento consta de: la intendencia, una bodega, el área de sanidad, un taller de armería, el depósito de municiones y, como vimos arriba, del área de dormir. La intendencia es un edificio de unos 8X5 metros construido con los materiales del lugar: troncos de madera maciza para los pilares y travesaños. Madera rolliza en morillos, culatas y en la estructura del techo a cuatro aguas que soportar, en este caso, los manojos de palma que cubren el recinto. El techo está camuflajeado con bromelias. En los lados construyeron muretes de rollizos de 1.20 metros de alto que sirven de respaldo a las bancas, también de madera rolliza, ubicadas en los 2 lados más largos. En uno de los lados más cortos, hay una especie de alacena con cubierta de tablas donde se preparan los alimentos y que soportan dos depósitos de agua con una capacidad de unos 120 a 150 litros. Uno es para la preparación de alimentos y el otro para el lavado de los utensilios de cocina. Seguramente se surten de algún manantial cercano. Al centro construyeron un gran fogón de adobe que a su vez sirve de mesa. De los morillos han amarrado alambres de los que cuelgan las ollas donde cocinan el arroz, frijol y calientan el agua para el café. Es la dieta básica de los guerrilleros. Junto a la intendencia está la bodega o almacén de alimentos. Ahí vimos varios costales de pinol (maíz tostado y molido). Más allá está la armería y el área de sanidad. A unos cinco metros de la intendencia hay una larga cuerda que cruza a través del monte y en sus extremos cuelgan varias latas vacías que sirven para tocar la alarma. Más lejos se ubica el depósito de municiones, mismas que se encuentran protegidas en depósitos de plástico. Sólo nos han restringido el paso al centro de mando y comunicación en esa posición de montaña del EZLN.
Es evidente que en el campamento guerrillero se vive otra cultura, es diferente a la que se vive en las comunidades. En las filas del EZLN, en el campamento rebelde se trabaja de forma disciplinada, organizada, colectiva. Las relaciones son fraternas sin importar el rango. Se respeta a los mandos. También tienen momentos para molestar, bromear, joder. Seguramente no han eliminado el machismo ni el mujerismo en el EZLN, sin embargo, las relaciones hombre/mujer han cambiado. Aquí se practica la igualdad de derechos y obligaciones que no existe en la comunidad indígena tradicional ni en las áreas suburbanas y urbanas de las ciudades de México. Aquí viven mujeres y hombres rebeldes que revolucionan.
Las insurgentas son mujeres conscientes: sienten, piensan y actúan con conocimiento de lo que hacen. Mujeres que saben y pueden decidir sobre su cuerpo y su vida. Uniformadas, armadas formando parte de un ejército del pueblo que le hablan a México y al mundo: “El EZLN es un lugar seguro para las mujeres – afirmó la subteniente Guadalupe – que porta, colgado al hombro derecho, un fusil SKS. Aquí aprendemos a defendernos y a luchar. Tenemos un trato diferente. Podemos participar, hablar, decidir. Aquí hemos aprendido el español, a leer y a escribir.” Para las mujeres indígenas de Chiapas esos aprendizajes tienen un enorme significado y puede explicar el enorme éxito del EZLN entre las jóvenes. Eran mujeres preparadas pues también aprendieron aritmética, historia de la lucha de los pueblos en el mundo y América Latina. Estudiaban, también, la filosofía marxista.
El cuerpo de esas compañeras denunciaba una buena alimentación y el cuidado de su imagen era el mismo de cualquier mujer joven: cuidadosas lucían su peinado, sus aretes y las flores bordadas en sus pantalones de campaña.
El EZLN era, quizás, una ruta de escape al yugo de la tradición…
Próxima entrega:
IV. En la Selva Lacandona
La ¡puta loma!.. Ahora en picada/II
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