Símbolos de cambio o el cambio de los símbolos?: militarización y juventud
08/03/2012
- Opinión
Cómo olvidar aquellos años en los que jóvenes, especialmente mayas residentes en áreas rurales e incluso menores de dieciocho años, eran perseguidos y raptados en sus propias comunidades para ser incorporados a las filas del Ejército de Guatemala para ejecutar una guerra contrainsurgente diseñada por otros. Son las imágenes del reclutamiento militar forzoso. Una práctica contra la que lucharon y se pronunciaron los objetores de conciencia y la Coordinadora de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA) en la década de los ochenta.
Producto de estas luchas, de la atención prestada por la comunidad internacional a la situación de derechos humanos en el país, así como la nueva coyuntura abierta por la firma de los Acuerdos de Paz se respiraron nuevos aires y un cierto espíritu de democratización. En ese contexto se inscribe el acuerdo de Fortalecimiento del Poder Civil y Papel del Ejército en una Sociedad Democrática que entre otros aspectos aborda medidas claras para eliminar el reclutamiento militar forzoso. Asimismo vale mencionar que la Constitución Política de Guatemala establece en el artículo 135 la obligación de todo ciudadano y ciudadana mayor de dieciocho años de prestar servicio al país.
En este marco legal y político en el año 2003, como producto de la incidencia de un grupo de organizaciones de jóvenes, se aprobó la Ley del Servicio Cívico (Decreto 20-2003) que suma a esta figura los mecanismos para garantizar que las y los jóvenes no fuesen obligados como en el pasado a prestar el servicio militar si no tuvieran las opciones de elegir entre éste y el servicio cívico social. Sin embargo, y como en muchos otros procesos, la aprobación del respectivo reglamento que permitiese ejecutar y diseñar el sistema del Servicio Cívico ocurrió hasta el año 2010.
Es así como en el año 2011 nace la Secretaría de Servicio Cívico bajo el parangón del Ministerio de Gobernación, así lo mandaba la ley y los Acuerdos de Paz. El espíritu de este nuevo proceso era ofrecer oportunidades a las y los jóvenes para obtener experiencias y acercarse al conocimiento profundo de la realidad nacional, asimismo que se constituyera en una ventana de participación a partir de la cual la juventud guatemalteca se apropiase de los procesos y acciones de desarrollo en el país y finalmente a través de ello abonar al fortalecimiento y renovación de un Estado al servicio de toda la población y no de unos cuantos.
Con la llegada del nuevo gobierno, presidido por un militar, se observan cambios en muchos aspectos. Vale decir que muchas de las conquistas políticas de los últimos quince años y que favorecían el fortalecimiento del poder civil han sido anuladas o transformadas de tajo. Incluso la orientación de la figura del Servicio Cívico pues queda claro el énfasis que se le está dando a la variante del servicio militar por encima de la del servicio social
Así, se nos presenta el anuncio con bombos y platillos de la apertura del servicio cívico militar en febrero de 2012. Es evidente que hay una intencionalidad política profunda de calar en nuestras subjetividades, en nuestro pensar y en nuestro sentir cuando se promueve insistentemente lo militar por encima de lo civil.
Si bien es cierto el reclutamiento militar no es ya forzoso a la manera del período contrainsurgente, en un contexto de poco acceso a la educación y el empleo, en el que espacios como las Reservas Militares constituyen canteras de reclutamiento de agentes privados de seguridad, termina esta por ser una de las pocas salidas laborales para muchos jóvenes, hombres y mujeres, especialmente de áreas rurales. Esta vez es la fuerza de la falta de oportunidades.
No es casualidad, y quizá no deba sorprendernos, que este gobierno procure un desplazamiento de los símbolos de la democracia y el poder civil hacia un discurso que intenta legitimar nuevamente los símbolos militares. Sin embargo, es perverso que las y los jóvenes sean a quienes se convierte en los abanderados de la militarización, pues no debemos olvidar que en la historia reciente han sido estos mismos quienes lucharon contra el reclutamiento militar forzoso y además cuando en el presente no hay un esfuerzo real por ofrecerles oportunidades de participación, formación y realización plena e integral. No debemos caer en el engaño del incentivo laboral como una opción que al final pueda convertir a Guatemala de nuevo en un país militarizado.
Guatemala, 6 de marzo del 2012.
- Leslie Lemus, Área de Estudios Sociourbanos
La Opinión fue el Editorial del Noticiero Maya Ka`t de la FGER. el 6 de marzo del 2012.
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