Permiso para hacer televisión
02/05/2012
- Opinión
Para que se sepa quién es quién en México, las televisoras, en un alarde de poder y desdén por cualquier otra cosa que no sean sus sacros intereses pecuniarios –medidos por el rating–, dieron la espalda a la frágil democracia mexicana: Televisión Azteca, en un alarde de prepotencia, rechazó transmitir el debate entre los cuatro candidatos que contienden por la Presidencia de la República, porque televisará el partido de fútbol del Morelia, equipo del que es propietaria. Televisa, más astuta y cauta, emitirá el próximo 6 de mayo el debate por su Canal 5, y reserva el Canal 2, el estelar, para televisar un concurso de baile. Elegir ver entre un partido de fútbol o un show de baile y un debate político, aunque involucre a nuestro bienestar, sin duda tendrá más audiencia la primera oferta, pues las televisoras han moldeado a nuestros gustos.
En un memorable ensayo, llamado Permiso para hacer televisión, sobre la libertad de las televisoras para producir y emitir los programas y la información que les venga en gana, el filósofo liberal vienés Karl R. Popper escribe sobre la complejidad del tema, pues toca un asunto muy caro para las democracias, a saber, la libertad de expresión; pero también implica otro tema igualmente relevante: la libertad política. La solución que propone Popper para preservar la libertad de expresión y la autonomía de la esfera política sobre los poderes fácticos, es óptima: para garantizar la libertad de expresión de las televisoras propuso establecer un permiso para hacer televisión, condicionado a producir programas edificantes; y para salvaguardar la libertad política planteó que “todo poder, cualquiera que sea su origen, debe someterse al control y al escrutinio públicos”. El interés privado no debe subordinar al Estado.
¿Por qué la TV debe producir programas edificantes? Espectáculos de rating superior como Big Brother, La academia, El rival más débil, etc., promueven el arribismo (agandalle, se dice en lenguaje vernáculo), el individualismo feroz, la trampa, la deslealtad, la deshonestidad, la sospecha, la insolidaridad entre las personas. En una palabra, generan desconfianza. Empero, la confianza es un ingrediente fundamental para la integración social, así como para formar asociaciones públicas y privadas que promuevan, por un lado, la libertad política y, por otro, la conformación de negocios. Claro, son programas muy populares, porque se nos formó para gustar de ese tipo de cosas, pues la TV es la gran educadora de la sociedad moderna. ¿Debemos pagar tan alto costo social y político para proteger las ganancias de las televisoras? ¿Por qué no evaluamos y regulamos a las televisoras, igual que a los profesores?
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