Dos caminos hacia la igualdad
07/11/2012
- Opinión
Cuando muchas personas escuchan hablar sobre igualdad los pelos se les ponen de punta y hasta se “paran de pestañas”. Para ellos igualdad es sinónimo de gasto público deficitario en seguridad social, y dicen que estas erogaciones son la causa de los males y las desgracias de las democracias occidentales, y no pocos aseguran que es el origen de la crisis financiera que padecemos. Los mitos no resisten el más somero análisis: Japón, por ejemplo, es el país más igualitario de la Tierra y es el que menos gasto público destina a seguridad social entre las naciones desarrolladas; pero desde hace una década lo asuela una debacle financiera, es decir, no hay relación entre crisis y gasto social.
Otro caso es el de los países del norte de Europa, sociedades igualitarias entre las que más, las cuales destinan una importante proporción de su presupuesto a seguridad social, pero a diferencia de Estados Unidos y Gran Bretaña (dos de los países ricos más desiguales), no están en bancarrota y sus cuentas públicas están en orden, todo lo que es posible en medio de esta crisis financiera que puede echar por la borda lo que hoy se encuentra bien. Sus gobiernos gravan fuertemente al ciudadano, en particular al pudiente, recursos que destinan a gasto social. A cambio reciben bienes y servicios públicos de la mayor calidad y sus sociedades se encuentran entre las que mejor viven: la igualdad ha abatido los índices delincuenciales y la salud física y mental de sus ciudadanos presenta elevados estándares.
¿Qué hace Japón para lograr una sociedad igualitaria? El gobierno de ese país no gasta significativamente en seguridad social pero su política salarial antes de impuestos es un instrumento igualador tan eficaz como el otro mecanismo. Así, la diferencia entre el que más gana respecto del que menos ingresos percibe tiene una relación de uno a 12, en oposición de uno a 45 en Gran Bretaña y uno a 50 en Estados Unidos o, si se prefiere, de uno a 22, promedio, entre los países nórdicos. En México la proporción entre lo que gana, por ejemplo, un ministro de la Suprema Corte contra el trabajador que percibe un salario promedio de $3,000.00 en la ciudad de México es de uno a 133. La diferencia es brutal.
Así, para quienes les causa prurito el gasto público como medio igualador, se puede alcanzar la igualdad disminuyendo las diferencias salariales. Además, los altos salarios no favorecen la eficiencia, como lo demuestran los banqueros. Por último, cabe precisar que la igualdad no afecta la creatividad ni la innovación como se aprecia en las distintas sociedades que son tomadas como ejemplos de modelo de igualdad.
Fuente: Forum en línea
https://www.alainet.org/es/articulo/162443
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