El plan económico del presidente Mesa
11/02/2004
- Opinión
El pasado día 1º el Presidente Mesa comunicó a la nación su Plan
Económico, que inmediatamente fue objeto de las reacciones más
diversas, desde el ingenuo aplauso cerrado hasta el prejuicioso
rechazo terminante. Intentemos un análisis lo más objetivo posible.
El punto de partida
Para valorar el Plan presidencial es importante tener en cuenta, en
primer lugar, que se trata de la presentación de un plan económico,
y que por tanto no tenía por qué referirse a temas políticos (como
algunos han lamentado). En segundo lugar conviene tener claro que
cualquier plan económico debería responder a la crítica situación
que afecta a la mayor parte de las familias bolivianas y que tiene
su raíz última en el modelo neoliberal (con elementos agravantes
como la corrupción y el despilfarro de los dineros públicos). En
cuanto al modelo neoliberal, éste presenta dos contenidos básicos:
el más importante es la sistemática enajenación de nuestros recursos
naturales (que ha llegado a su máxima expresión con la
capitalización de las empresas nacionales); el segundo es el
principio del libre comercio (establecido con el D.S. 21060). Es
sobre este horizonte que se debe analizar el Plan Mesa.
Lo más positivo del Plan: un golpe al libre comercio
El mensaje presidencial ofrece varios elementos positivos, pero el
que merece destacarse en primer lugar, por afectar directamente la
estructura misma del modelo neoliberal, es el decreto que establece
la obligación estatal de adquirir productos bolivianos y de
contratar preferentemente empresas bolivianas. Es un decreto que
entra en directa contradicción con los principios del ALCA (y del
libre comercio en general), según los cuales el estado debería
licitar cualquier adquisición o contratación en igualdad de
condiciones ("igual trato") para todas las empresas del continente.
Este decreto –si se lo toma en serio podría incentivar seriamente la
producción interna, e incluso empezar a revertir algunas de las
nefastas consecuencias que tuvo en la economía nacional el D.S.
21060, que llevó a la quiebra a cientos de industrias y a miles de
familias campesinas.
Lo curioso del caso es que el propio Presidente no parece haberse
percatado del alcance de su decreto, ya que en el mismo mensaje
asegura que seguirá "trabajando por el libre comercio". ¿Es
concebible que don Carlos Mesa no sepa que la firma de cualquier
tratado de libre comercio –y peor si es con los Estados Unidos
anularía automáticamente esta medida? De todas maneras, ahí está el
decreto que puede convertirse en bandera nacional…
Las bondades simbólicas del Plan
A continuación hay otra serie de elementos positivos y destacables,
pero que no tienen una incidencia en la estructura misma del modelo
y que por tanto pueden calificarse de simbólicos. El primero es la
abrogación del odiado decreto 24806 (por el que Sánchez de Lozada
decretaba que los hidrocarburos sólo son propiedad del estado
mientras están guardados bajo tierra, pero dejan de serlo en cuanto
salen a la superficie de los pozos; una barbaridad inconstitucional
que sin embargo el Tribunal Constitucional había declarado válida).
Era necesaria esta abrogación, pero por sí misma no disminuye la
enajenación legal y fáctica de nuestros hidrocarburos.
Igualmente plausible es el decreto de "Austeridad" cuyo contenido
fundamental es la supresión de los "pluses" o bonificaciones a los
salarios de ministros, viceministros y directores nacionales,
"pluses" que superaban el monto del salario oficial y que
constituían un soborno permanente de las autoridades (fue instaurado
por Paz Estensoro al comienzo del modelo cosa que Mesa no quiso
mencionar con dineros que proporcionaba el Banco Mundial y que ahora
todos tenemos que pagar); cierto que la medida es incompleta (por
ejemplo no alcanza a los parlamentarios oficialistas) y que el
déficit fiscal causado por la misma durante 18 años lo seguiremos
pagando todos, en lugar de los beneficiados. Cierto también que la
disminución del 5 % del salario de dichos ejecutivos es ridícula.
Pero de todas maneras es una medida de importancia simbólica (además
de que no son despreciables los 35 millones que por lo visto
permitirá ahorrar).
A continuación hay que mencionar los impulsos a la exportación y los
planes gratuitos de instalación de gas domiciliario y de conversión
de vehículos a gas natural, como también las medidas que buscan la
"solidaridad" económica y la reactivación de un plan de vivienda.
Son medidas evidentemente positivas, pero que no cambian en lo
esencial la crítica situación del país ni la perversión del modelo
económico.
Las medidas polémicas
En esta línea se inscribe en primer lugar la propuesta (sujeta a
referéndum) de que las acciones que teóricamente tenemos los
bolivianos en las empresas Chaco, Andina y Transredes salgan del
control de las AFPs (Aseguradoras de Fondos de Pensiones,
controladas por la banca internacional) y sirvan para el
refortalecimiento de YPFB, la antigua empresa nacional del petróleo.
La polémica surge de dos factores que no están claros: por una parte
el que se refiere al destino del Bonosol (que hasta ahora es
financiado insuficientemente por las AFPs, precisamente con los
recursos que se planea quitarles); el otro, mucho más grave, es la
falta de claridad acerca del papel que puede jugar una YPFB
refortalecida cuando en realidad todos los yacimientos están en
manos extranjeras, y peor cuando YPFB está en manos de sujetos
totalmente vendidos a esas mismas manos…
Otras medidas polémicas son las reformas impositivas. El impuesto al
patrimonio personal es por lo menos tímido: en lugar de gravar con
un 4 % al patrimonio superior a 100 mil dólares (como había
anunciado informalmente el ministro Nogales) se grava con un 1,5 %
(sólo por un año) el patrimonio superior a los 50 mil; por tanto se
afecta a más sectores y se los afecta menos (justo lo que se había
prometido no hacer), además de que se sigue sin afectar a poderosos
sectores que siguen siendo informales, como los dueños de "flotas".
Y en todo caso queda pendiente el problema de cómo valorar el
patrimonio de cada persona.
El impuesto a las transacciones financieras (3 por mil, durante dos
años), que en principio podría considerarse también como una herida
al modelo globalizador (que se basa en la intocabilidad de las
transacciones financieras) en los hechos es muy poco claro: parece
que puede afectar incluso a la precaria economía familiar, y ya ha
habido advertencias de que puede provocar corridas bancarias (si me
van a gravar el depósito y el retiro de mis ahorros –que ya de por
sí cobran intereses ridículos, prefiero el viejo método del
colchón).
Finalmente es altamente polémico (cuando no directamente engañoso)
el decreto que no sube los precios de los combustibles sino que los
deja "libres", es decir que su precio "flotará" a medida que cambien
los precios internacionales y a medida que se devalúe el boliviano.
Lo menos que hay que notar al respecto es que se está dolarizando el
precio de los hidrocarburos, con consecuencias tanto más
imprevisibles cuanto que pueden complicarse con esos precios
internacionales que a nosotros –que tenemos nuestros propios
yacimientos y nuestras propias refinerías no deberían afectarnos. En
estos momentos ya se están acumulando nubes negras al respecto de
parte del sector del Transporte.
Lo directamente negativo del Plan
Para terminar hay que dejar claro que la anunciada reforma de la Ley
de Hidrocarburos es en el fondo una burla, tanto peor cuanto que el
Presidente intenta presentarla como la gran solución. No se trata de
plantear intransigentemente la anulación de dicha ley (como sigue
exigiendo la COB), que sería una bandera de más largo plazo. Pero sí
se trataba (y fue la exigencia principal de la movilización de
octubre) de recuperar parcialmente la propiedad de nuestros
hidrocarburos. No sólo el MAS, también el MIR y la NFR, habían
planteado una meta posible: elevar al 50 % las regalías que pagan
las transnacionales (en lugar del miserable 12 % que pagan ahora).
Sin embargo la reforma de la Ley (elaborada por una comisión
totalmente sospechosa, con la participación de varios tiburones
aliados de las transnacionales como p.ej. Juan Cariaga y Carlos
Miranda Pacheco) sólo plantea, según informaba el Presidente en su
mensaje, el incremento del impuesto a las utilidades a un 32 %. El
Presidente no dijo que dicho impuesto es ahora del 25 % (por tanto
el incremento es una miseria) e incluso intentó sumarlo a las
regalías para obtener como resultado el anhelado 50 %, una trampa
indigna de Carlos Mesa, pues él tiene que saber que sumar regalías e
impuestos es como sumar choclos y maizales; y también sabe que las
primeras son exigibles, mientras que las segundas son objeto de
permanente fraude contable por parte de las petroleras. Es decir que
precisamente en este punto, que es el que tiene que ver con el fondo
del modelo y de la crisis, apenas ha cambiado nada. El propio
Presidente espera obtener de esta reforma 100 millones de dólares
anuales (mucho menos de lo que el TGN pierde cada año con la
capitalización), mientras otros análisis publicados en la prensa
calculan que sólo serán 50 millones. ¿Para eso han muerto los héroes
de octubre? Nos tememos que no, y que se está sentando las bases
para nuevos y más sangrientos conflictos.
* Bolivia Press 2004, Nº 1 (5 de febrero)
Boletín electrónico quincenal del Centro de Documentación e
Información Bolivia (CEDIB)
https://www.alainet.org/es/active/5611?language=en
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