Desastre agroindustrial ambiental
30/07/2012
- Opinión
Los técnicos agropecuarios y acuícolas de los llamados gobiernos “progresistas” tienen igual mentalidad que los técnicos de todos los gobiernos tradicionales de las últimas décadas: basarse ciegamente en la tecnología agropecuaria corporativa transnacional de la “revolución verde” (miren que la palabra “revolución” también la propagan globalmente las transnacionales) que se encuentra manipulada en todo el planeta por unos diez inmensos monopolios químicos y biotecnológicos occidentales. Cada uno de estos monopolios transnacionales tiene más dinero que cualquiera de los países latinoamericanos, tal vez con excepción de Brasil y México. Durante el neoliberal gobierno de Menem estas ya arrasaron con Argentina, fundando en su seno un nuevo país agroindustrial transgénico: Soyalandia.
Como los técnicos estudiaron en las mismas universidades, que copian las recetas de las transnacionales, todos tienen la misma mentalidad, sea que tengan visiones de “derecha” o “izquierda”. Sólo así se explica que solidariamente admiran a la fracasada “revolución verde” en su nueva generación biotecnológica. Aparte de los ambientalistas nadie plantea un modo de producción alternativo, ni hablar de todos esos políticos clientelares encantados con despreocuparse y dejar el “progreso” en manos de esta red global dominante “de tecnología de punta, altamente mecanizada” que destruye nuestra naturaleza y nuestras vidas.
Las transnacionales igualmente están encantadas; con la misma libertad que entran y salen de la Casa Blanca de Washington, lo hacen en los palacios de gobierno y ministerios agropecuarios y acuícolas de los países latinoamericanos. Los tibios rechazos a lo transgénico, como en la Constitución de Ecuador, lo toleran como puro membrete de autoengaño para que se hagan roncas las gargantas de los ambientalistas – lo transgénico está por todos lados, ya por contrabando, ya por el estímulo de nuestros ilusos técnicos.
Tal como los demás países, Ecuador se encuentra en una severa crisis agropecuaria por el permanente descuido gubernamental, hasta ausencia, en materia de política agraria. Las actual crisis de epidemia del caracol y derrumbe de la pequeña y mediana producción bananera en Ecuador, similar a cientos o miles de otras crisis agroindustriales en América Latina, son sólo un epílogo de una crisis anunciada hace muchos años atrás y que se agrava cada vez más. El problema de plagas, en la “revolución verde” es absolutamente ninguna novedad, está recontra investigado desde hace muchos años atrás sus causas, lo mismo ocurre con el problema de la pequeña y mediana producción. Que nadie venga con efectos de cambio climático y otras novelerías igualmente ya conocidas desde hace mucho tiempo.
El desastre agroindustrial, que históricamente nos hacen ver las fulminantes obras “Uvas de la ira” de Steinbeck y “La resurrección” de Tolstoi, es predeterminadamente concebidos por la banca y agroindustria transnacionales, cuya estrategia global claramente tiende a negar a la naturaleza y destruir a la pequeña y mediana producción, y promover la fuga del campo a la ciudad con el fin de agarrarse de los recursos naturales para abrir paso a la empresa industrial compradora de los insumos monopolistas tecnológicos.
La “revolución verde”, peor aún la de nuevo género transgénico, significa la destrucción final de la soberanía alimentaria. En el Suplemento Especial de El Universo (28.07.2012), el mayor diario de Ecuador, titulado “Innovación en el agro”, sarcásticamente, los mismos técnicos receteros y vendedores de agroquímicos, echan la culpa de la plaga del caracol a “malas prácticas agrícolas”, siendo ellos mismos los culpables. Es como los médicos - de las mismas universidades, quienes echan la culpa de la diabetes a la mala nutrición, cuando nunca levantaron su voz en contra de la industria que elabora la chatarra de alimentos.
Menciona este suplemento, como si fuera una novedad, bajo el subtítulo “Ecosistemas enfermos” que los monocultivos depredan la naturaleza, lo que los ambientalistas ya lo advirtieron hace más de veinte años. Y raz, ya se ofrecen nuevas semillas, insumos, así como bacterias que supuestamente son la solución para restaurar los ecosistemas. Acaso la restauración de un ecosistema es obra de magia, obra de algún insumo. Ni siquiera se han molestado en estudiar las funciones ecosistémicas de las áreas vulnerables, única manera de conocer sus enfermedades.
Aún si las transnacionales manipulan destructivamente la naturaleza, nunca y jamás la podrán reemplazar. Únicamente la naturaleza sabrá restaurar sus ecosistemas, si es que estos no han sido destruidos ya totalmente, entonces nadie levanta al muerto sino en cientos o miles de años. Prevenir la destrucción sí se puede, pero eso no es negocio para las transnacionales que solo se entienden en destruir y atender con su mercadotecnia demagógicamente las enfermedades consecuentes, realizando con ello enormes negociados.
Entonces, toda verbosidad politiquera de apoyo a los campesinos y de reforma agraria es demagogia, salvo si se trata de apoyar a que los campesinos vayan a las ciudades (miren como el gobierno ecuatoriano construye decenas de miles de viviendas en las ciudades) y reformar a favor de grandes empresas. Las transnacionales se llenan espectacularmente de ganancias financieras, a costas de la creciente miseria rural-urbana y la destrucción de la naturaleza. Todo esto no es ninguna novedad, hay miles de estudios editados en millones de ejemplares que advierten el desastre, pero los técnicos, si no alegres con el festín de la destrucción y supuestas soluciones tecnológicas mágicas, se hacen como los tres monos: no ver, no oír, no hablar. Ojalá que el artículo sobre la transnacional Monsanto les haga pensar diferente.
El Ecuador es un país pequeño pero megadiverso; aún tiene muchos recursos naturales en diversos pisos altitudinales, con cientos de ríos que aún no están tan contaminados como en otros países. Potencial este, que le permite desarrollar una pequeña y mediana producción – columna vertebral de toda economía nacional - de producción de calidad, no de cantidad. Los productos de calidad agroecológica (tecnología contraria a la “revolución verde”) tienen una creciente demanda nacional, latinoamericana y mundial. Pues, si los mercados están saturados de banano de cantidad no así de calidad y ahí está el nicho de mercado que debe aprovechar un país como Ecuador para su futuro. Lo mismo ocurre con el ecoturismo.
Entregándose a las transnacionales agroindustriales y mineras, toda esta perspectiva se echa a perder para siempre. Cuando ya han chupado todas las riquezas las transnacionales se largan entre gallos y medianoche, dejando a nuestros países esqueletados, a nuestros hijos y nietos sin trabajo. A la mayoría de los miserables políticos de turno esto nada les importa con tal de saciarse a corto plazo y echarse a vivir en sus palacios, eso sí, rodeados de machetes filudos.
- Federico Koelle D. es Ambientalista-ecologista, Guayaquil, Ecuador, julio2012
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