Hacia un entendimiento básico de la noción “Alternativas al Extractivismo”

13/10/2013
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Hace pocos días y, como sucede a veces, justamente cuando se amontonaron diversos compromisos, acepté la invitación de CDES para participar en este panel, ya que el extractivismo es un tema clave en la permanente preocupación de encontrar una articulación apropiada para una vida planetaria alternativa. Elaboré esta ponencia de un tirón anoche y espero poder aportar hacia un mejor entendimiento en el público de la problemática del extractivismo. Expongo desde mi condición de 40 años de participación en la resistencia popular estudiantil, obrera, campesina, comunera y actualmente comunitaria ambientalista-ecologista.
 
Por tanto, abordo el tema del evento desde la problemática de la intercomunicación, porque en lo académico existe una amplia bibliografía contemporánea que aún no ha llegado a una corriente de entendimiento mutuo. Más bien, nos encontramos ante una muralla de consumistas formados que entienden el consumismo como un derecho social y hasta socialista a despecho de todas la inequidades y la depredación ambiental que origina la industria productora, básicamente extractivista, de los bienes de consumo.
 
La intención de este evento es “pensar en una salida del modelo primario-exportador”, lo que no puede ser otro emprendimiento sino el de enrumbar un amplio proceso horizontal y vertical  de pensamientos que realice debates en todos los pueblos sobre la llamada “matriz productiva”. Considero, que la canalización de una comprensión masiva de la problemática básica es una condición previa para arraigar aspectos organizativos y propuestas de alternativas al extractivismo.
 
Propongo que, ante todo, debemos, a manera de premisas, plantear con suficiente claridad hacia dónde queremos llegar con tal proceso. ¿Debemos quedarnos con el componente económico en un debate que demuestre la inviabilidad del extractivismo o debemos ir más allá y delinear una sociedad sin extractivismo. Así, debe quedar en claro que la temática del extractivismo necesariamente implica pensar en un cambio estructural a gran escala. Hay críticas, como la de Atawallpa Oviedo (1), que las propuestas de cambio son predominantemente economicistas occidentalistas. Si estamos de acuerdo en plantear bajo el tema del extractivismo un cambio estructural de la sociedad tenemos que pensar paralelamente en otros componentes claves de tal cambio.
 
El concepto del ser humano racionalista, aunque se refleja en su comportamiento consumista, no es inalterable. En un reciente artículo de Tania Singer (2), experta mundial en empatía, en el diario Expreso, desde la academia escribe que “es tiempo de reemplazar el marco conceptual del homo economicus con un modelo que refleje…un comportamiento altruista prosocial”. Esto requiere pensar en un cambio profundo para “reordenar todo: otra arquitectura,…otro ordenamiento territorial, otra tecnología, otra ciencia, otra familia,… otra manera de pensar, de ser, de estar, de existir”, hasta “replantear y reformular la noción pobreza y riqueza” como plantea Oviedo.(1) Este segundo componente indica que alternativas al extractivismo, como el cambio del modo de producción extractivista, implican un cambio estructural del modo de vida social. A la vez, como la naturaleza pone raya a las ambiciones de crecimiento, alternativas al extractivismo implican un tercer componente clave, el cambio estructural al modo de interacción del ser humano con la naturaleza.
 
De ahí, deben mirarse las relaciones transversales, “al cambiar el tipo de concepción y de relación con la naturaleza cambia la medicina, agricultura, justicia, economía, política…cuando cambia las relaciones con la naturaleza cambia el ser humano y no al revés” citando nuevamente a Oviedo. (1) Es en este contexto que deben plantearse alternativas al extractivismo y sólo así son comprensibles. Una mera relación de distribución, por decir que en lugar de que una empresa extractivista tenga 1 millón de chanchos, 200.000 familias campesinas deben tener cada una 5 chanchos, no es comprensible si a este factor económico no se añade el social y cultural, como lo son la soberanía alimentaria, la calidad del producto, mecanismos de ahorro, el mantenimiento de expresiones culturales (costumbre de celebrar fritadas y bolones), plenos derechos humanos y, la protección, restauración y calidad ambiental. En otras palabras, toda alternativa al extractivismo tiene que ser integral e integrada.
 
Otro aspecto que debe quedar claro es el criticado denominado  “retroceso histórico”, de que, asumiendo el caso antes plasmado, las 200.000 familias campesinas regresen a un estado de represión gamonal y miseria. Aquí vienen en juego la tecnología y los estilos de vida, aspectos que tienen que experimentar toda una readecuación a las condiciones concretas de cada localidad. Tecnología, no para lograr ese falso “valor agregado”, ni para quitar mano de obra, ni para generar productos innecesarios y de mala calidad, sino aquella que enriquece las condiciones de vida y las culturas propias.
 
Otro aspecto que debe quedar claro es el llamado “interés estratégico”, que generalmente ha sido el interés de las grandes empresas extractivistas y de los políticos que gobiernan para estas empresas. Si bien hay necesidades conjuntas que rebasan la localidad, estas no deben responder a intereses que destruyen a las localidades, como lo es la migración sistemática del campo a la ciudad con el fin de que la industria extractivista se empodere de los recursos naturales. Estratégico solo lo puede ser aquello que los pueblos necesariamente necesitan compartir, como lo es la soberanía. La mejor garantía para la soberanía alimentaria pesquera es la defensa del mar con la presencia de miles y miles de unidades de pescadores que manejen sustentablemente sus recursos, por ejemplo con autovedas, y no de unas pocas empresas extractivistas a las cuales solo les interesa el lucro de los mercados. En el caso de la energía, se construyen sistemas proveedores locales que pueden satisfacer necesidades “estratégicas”.
 
En este contexto no abarco el aspecto del Poder político necesario para implantar territorialmente el cambio estructural, mismo que no puede ser meramente reformista sino que requiere una imposición revolucionaria de los pueblos que replantea el dominio sobre los medios de producción, medios sociales y las relaciones ecosistémicas de la sociedad con las naturalezas. Tal como algunos líderes de los cambios políticos estructurales lo plantearon 150 años atrás, hoy en día debe rediseñarse una utopía que actúe como una clara visión revolucionaria en las luchas de la resistencia popular.
 
También queda la cuestión del tiempo que se propone para ejecutar los cambios estructurales, lo que no puede definirse sino en el contexto dialéctico de los acontecimientos económicos, sociales y ambientales. Pueden acelerarse cambios con el advenimiento de las crisis del sistema capitalista global y, la capacidad de los pueblos para organizar la resistencia. Cuando pronósticos económicos y sociales se llenan de incertidumbres, los pronósticos ambientales demuestran claros límites de la capacidad de carga. Es, pues, desde el punto de vista ecológico que se puede y debe pensar en determinantes inequívocos. Así, Enrique Leff (3) plantea que “el ecologismo es el último intento por recuperar la unidad de ese mundo resquebrajado (por) la odisea del mundo occidental, aventura civilizatoria que llega a su límite con la crisis ambiental…”
 
A la final, todo redunda en un nuevo modelo de vida, que algunos lo llaman “Buen Vivir Comunitario”, otros socialismo X, otros Sumak Kawsay y por el estilo, lo que es legítimo, ya que cada pueblo, cada localidad, tiene su propia realidad y dinámica de cambio. Lo sustancial es que el poder esté en una democracia directa que plantea los procesos de los cambios claves. Bajo el entendimiento de tal exposición de premisas elementales puede lograrse la adhesión de los pueblos por alternativas en una resistencia permanente donde algunos cambios preestructurales ya se van dando en el camino desde lo local hacia lo regional y global y, viceversa.
 
Es obvio que estudios académicos pueden plantear esquemas científicos que, tal vez, aclaran algunos aspectos, pero la triste realidad del entreguismo académico al corporativismo global y del alejamiento de la academia de la comunidad y su grave renuncia a la transversalidad, en prácticamente todo el mundo, con excepción de algunos pensadores individuales y colectivos, no presta confianza en sus capacidades para entender lo intrínseco de las sociedades humanas y de la naturaleza. Pues, los pensamientos tienen que llegar de quienes integran la inteligencia en lucha de la resistencia popular.
 
Estos breves párrafos los quiero sustanciar con la aclaración de algunos términos, a saber:
 
Bajo extractivismo debemos entender todo emprendimiento de gran escala, que es aquel que explota insustentable o insosteniblemente recursos no renovables y renovables. Es la gran escala con la tecnología propicia la que genera la insustentabilidad o insostenibilidad. El extractivismo de pequeña escala no requiere necesariamente de la tecnología destructora y es “ajustable” en procesos de conversión hacia un manejo ecológico. No se trata, en última instancia, de que las ganancias extractivistas vayan para las transnacionales, o de que se explota abusivamente a los trabajadores, etc., características estas que son inherentes a la producción en gran escala. Esto incluye a grandes industrias bajo una sociedad de poder popular, por ejemplo, en el caso de grandes camaroneras o pesqueras que están acabando con los recursos naturales. Estas tendrían que ser desmanteladas progresivamente a medida que se facilita a los pequeños productores operar con criterios sustentables-sostenibles para no crear desabastecimientos. No se necesitará pescado enlatado, ni se exporta lo que afectaría a los recursos naturales, etc. Puede ser que ciertos grandes emprendimientos sean insustituibles, como algunas centrales hidroeléctricas, pero se reducirán sus impactos negativos en la población.
 
Matriz productiva no debe entenderse solo en términos de un modelo de destino, sino como un modo de producción societario, como lo es el modo de producción capitalista donde la sociedad es manejada por los intereses de la acumulación de capitales, contemporáneamente dominada por la acumulación global. Dentro del modo de producción capitalista pueden haber diversos modelos, como lo es el modelo primario-exportador. Cambiando lo “primario” y/o “exportador” no cambia su esencia capitalista, aunque en ciertas coyunturas políticas, como lo es la oportunidad desechada actual del Ecuador, países pequeños podrían renunciar al extractivismo de gran escala y a la tecnología depredadora declarando a su país como ecológico para convertirlo en exportador de productos ecológicos y turísticos de cultura y naturaleza. La Constitución de Montecristi plantea bases para una nueva matriz productiva solidaria no extractivista, con  pequeños y medianos emprendimientos, preferentemente comunitarios, asociativos o colectivos, según cada realidad concreta. Entre las alternativas aceptables al extractivismo de gran escala, como lo es la conversión de la matriz productiva sobre la base de la desacumulación o desconcentración, desmaterialización y renovabilidad en la construcción de emprendimientos sustentables y el desmantelamiento progresivo de la gran industria, pueden aplicarse diversos mecanismos, tales como los impositivos y presupuestarios que incentiven el uso de buenas  prácticas en dirección de remediación y restauración socioambiental sin caer en el falso etiqueteado de la llamada “economía verde”.
 
Se plantea erróneamente el concepto “primario” en el contexto del mundo dominado por la industria corporativista o transnacionalista, sacando como conclusión que lo primario es malo y lo industrial es bueno. Esta conclusión no es nada más que el sometimiento al concepto industrialista imperial. De hecho, a los inversionistas imperiales les conviene que se industrialicen los países no industrializados con tal de aumentar sus réditos. En cambio, la producción primaria es la existencia básica de la humanidad, hasta los mismos imperios guardan celosamente esa base con decenas de miles de millones de dólares en subsidios. Miren la enorme importancia que ellos dan a la producción primaria, que ha llegado a tal punto que los imperios tienen bajo su dominio a países que han dejado lindada su propia producción primaria. Consecuentemente, lo que más celosamente debemos cuidar es la producción primaria, no solo por las razones de soberanía alimentaria y otras antes indicadas sino también por la subsistencia soberana y digna de nuestros pueblos. Más aún, declarando “ecológica” a la matriz productiva no solo podemos alimentarnos como pueblos sanos, sino también sortear los mercados con productos de primera calidad con “valor agregado comunitario”. En conclusión, no debemos ser despectivos con el políticamente afectado membrete de modelo primario-exportador sino con el modelo tecnológico destructor industrial de las transnacionales.
 
Sostenibilidad o sustentabilidad deben ser denominaciones de integralidad e integridad, donde se toma a la comunidad y su territorio ecosistémico-cultural como base de todo accionar. Desde luego, la aplicación de modelos de pequeña y mediana producción ecológica, solidaria, con equidad, etc.etc. En ningún caso puede haber sostenibilidad con emprendimientos extractivistas de gran escala, como lo es también la agroindustria depredadora. En toda la línea de pensamiento sobre alternativas al extractivismo hay que tener presente la visión general de una sociedad no solo postpetrolera, sino postindustrial y postcapitalista, en donde lo económico es rebasado por lo social y cultural. Por ende, hay que reinventar a la teoría económica, ya no basada en la acumulación capitalista, pues tampoco en la división industrial del trabajo, ni en el consumismo, sino en la calidad natural y cultural de la vida. Es, pues, concomitante que el desmantelamiento de la industria extractivista de gran escala es equivalente a la construcción de una sociedad alternativa.
 
Impulsemos un “diálogo de saberes”, como lo plantea Enrique Leff (3), para desenmascarar el engaño del falso bienestar y posicionar en la población el llamado contra el sistema global de las transnacionales extractivistas y por el empoderamiento socioambiental o la “reapropiación de la naturaleza y desconstrucción de la globalidad totalitaria del mercado”.
 
Referencias:
 
(1)   La revolución educativa (p.246), Atawallpa Oviedo, El correísmo al desnudo, isbn 978-9942-13-205-5, Quito, Septiembre 2013
 
 
(2     ) Más allá del Homo Economicus, Tania Singer, Diario Expreso (p. 9), 18.09.2013, Guayaquil
 
 
(3)   Racionalidad ambiental y diálogo de saberes, Enrique Leff, Buenos Aires, Polis [En línea], 7 | 2004, Puesto en línea el 10 septiembre 2012, consultado el 14 agosto 2013. URL: http://polis.revues.org/6232  ; DOI : 10.4000/polis.6232 )
 
 
Octubre 2013
 
Ponencia en el Foro "En búsqueda de alternativas sostenibles al extractivismo"
organizado por el Centro de Derechos Económicos y Sociales (CDES) el 1º de Octubre del 2013, Guayaquil, Ecuador
https://www.alainet.org/es/active/68151
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