Rebelión en la izquierda
06/11/2012
- Opinión
Lo que sabemos: hace un buen rato ya que la izquierda en el mundo desistió de un Programa de transformación radical de la sociedad. En su lugar hay una amplia gama de socialdemocracias con nombres y caracterizaciones muy diversas. Desde luego, hay grupos y tendencias con postulaciones radicales, pero en el mapa mundial de la izquierda oficial, no queda nada que recuerde el ímpetu transformador de los movimientos emancipatorios del siglo XX.
En América Latina el panorama luce más confuso porque la izquierda fue siempre muy débil y su chance de gobernar no estaba en ninguna agenda. En los últimos tiempos las cosas van cambiando: una onda progresista se anima en varios países creando condiciones para replantear viejas agendas. De momento las urgencias de gestión del Estado ocupa la energía de los grupos de izquierda que han ganado elecciones en la región. Ello quiere decir que el trabajo de recreación teórica tiene poco chanche de trascender (lo cual se refleja en la precariedad de la comprensión del mundo, de la interpretación del presente, del manejo de los procesos del Estado)
Al lado de estos vacíos se instalan unos convencionalismos políticos respecto a los partidos, a los aparatos de Estado, al “pueblo”, que limita severamente la tarea mayor de inventar la nueva plataforma para producir cambios verdaderos. Dos debilidades que condenan a los gobiernos progresistas a gestionar un capitalismo de Estado que tiene vuelo corto.
En paralelo, una constelación de movimientos irrumpen en la escena pública para hacer resonar su voz sin las viejas mediaciones del Estado, de la partidocracia, del paternalismo burocrático. Se trata de un torrente de rebelión que está en todo el mundo; adquiere formas diversas y se inserta complejamente en el mapa diverso de la crisis sistémica que aflora en todos lados.
En Venezuela hay posibilidades para experimentar la construcción de un tejido social que coloque a la gente en el centro, que traduzca efectivamente la vida comunitaria en fuerza, que haga de la autogestión (en cualquier sector de la sociedad) una palanca efectiva de contrapoder frente a las telarañas burocráticas de la institucionalidad imperante. Ello demanda sólo dos cosas: una recomprensión teórica de la realidad y una conexión política nueva con los movimientos sociales emergente.
¡Un ejemplo: todo el paquete de leyes alusivas al desarrollo del poder comunal es una palanca clave para ir abriendo brecha entre un poder popular—constituyente—y los aparatos del Estado. Haciéndose cargo de la tensión entre el direccionamiento de leyes, Ministerios, etc. Y el efectivo poder de la gente para intervenir en todos los asuntos (no solo en la anecdótica conserjería de su localidad)
¿Cómo se explica el lamentable espectáculo que vimos en estos días donde el Presidente increpó a sus Ministros sobre el conocimiento y manejo de las leyes del poder popular? Las caras y el silencio de tan numeroso “Consejo de Ministros”(en privado trataré de mostrarle al Presidente que con 7 Ministerios sería suficiente para gestionar bien los asuntos públicos)La explicación va por aquí: no hay comprensión de lo que cambiar quiere decir; no hay compromiso a fondo del papel del poder popular en el proceso; no hay claridad sobre males tan obvios: burocratismo, sectarismo, corrupción; no hay visión integral del país donde cada gestión entre en sinergia con el de al lado; no hay una visión nueva sobre lo “popular” que no sea puro asistencialismo de Estado; no hay músculo gerencial que le permita al Presidente chequear en tiempo real lo que pasa en cada Ministerio. En la práctica termina imponiéndose una odiosa jerarquía entre Ministerios de primera, de segunda y de tercera.
La preocupación por la eficiencia no es ajena a lo que vengo de describir. Si se inventa un “Ministerio de la Eficiencia” que daríamos en lo mismo porque los atascos están en otro lado. La firmeza del regaño del Presidente debería percolar hacia toda la estructura de un Estado que no está allí para auto-transformarse.
La izquierda tradicional no puede con estos inmensos retos. Hay que inventar otra izquierda.
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