La presidencia de Elías Antonio Saca es ilegal e ilegítima
23/05/2004
- Opinión
Lo sucedido en El Salvador en las recientes elecciones
presidenciales nos proporciona el más claro ejemplo de los
atentados a la legalidad de un proceso electoral y, por lo
mismo, de la ilegalidad e ilegitimidad de sus resultados. A lo
largo de la campaña, en la medida que el grupo hegemónico del
gran capital y los dirigentes de ARENA entendieron que la
probabilidad de perder las elecciones iba en aumento, entraron
en pánico y desesperación, y decidieron romper el marco legal
establecido para regular las campañas electorales y la votación.
Es así como recurrieron a las más impresionantes e inéditas
formas de terror psicológico y chantaje, para crear, por un
lado, una idea falsa y engañosa de lo que serían las
consecuencias de una victoria electoral del FMLN para diversos
grupos de ciudadanos, y con lo mismo presionarlos a votar por
ARENA, mientras por otro, forzaban a miles y miles de
trabajadores y empleados a votar por ese partido, bajo la
abierta y directa amenaza de ser despedidos si el Frente se
alzaba con el triunfo el 21 de marzo.
El grupo de la población más bombardeado con la propaganda sucia
y engañosa fue sin lugar a dudas el de los salvadoreños que
envían y reciben remesas. Las razones para semejante ofensiva
propagandística por parte de la derecha saltan a la vista. Se
estima que el 28% de los salvadoreños dependen en buena medida
de las remesas. Se considera que hay unas 337 mil familias que
viven esperando que cada mes llegue el dinero de las remesas,
con el cual logran a duras penas paliar sus necesidades de
alimento, salud, techo y educación. Si se corta el flujo de
remesas, se asfixia la posibilidad de que estas personas
sobrevivan. Un cálculo conservador indica que con 2 votantes por
familia, en promedio, la población votante sometida a la campaña
sucia de ARENA en torno al tema remesas pudo haber llegado a
unos 674 mil personas.
La presión psicológica fue alimentada por la perversa, incesante
e ilegal campaña publicitaria y los mensajes y noticias de los
grandes medios de comunicación aquí en El Salvador, mientras en
los Estados Unidos funcionarios del gobierno salvadoreño,
encabezados por su Embajador en Washington y los funcionarios
consulares, se dedicaban a propagar el terror entre los
inmigrantes salvadoreños, mediante llamadas telefónicas a los
hogares diciéndoles que el gobierno de Estados Unidos prohibiría
el envío de remesas a El Salvador y hasta podría deportar a los
salvadoreños residentes en aquel país, si el FMLN ganaba las
elecciones, y poniéndoles a disposición llamadas telefónicas
gratuitas a sus parientes en nuestro país para que les pidieran
votar por ARENA, como único recurso para salvar las remesas y su
permanencia en suelo estadounidense. También se difundió allá
mensajes publicitarios de similar contenido en los medios de
comunicación de habla hispana. Se produjeron así más de 80 mil
llamadas gratuitas desde Estados Unidos a sus familiares en El
Salvador indicándoles que votaran por ARENA. ¿Esas llamadas las
pagó el gobierno de Flores con nuestro impuestos? De no ser así,
quien las pagó?
La supuesta amenaza de que el gobierno de Estados Unidos
impediría el envío de remesas y deportaría a los salvadoreños,
era una total mentira, como pudo verse por el categórico
desmentido público del Embajador de ese país en El Salvador...
dos días después de las elecciones. Así pues, se cooperó con
ARENA manteniendo silencio sobre sus mentiras hasta que pasó la
votación.
Es cierto que no todos los salvadoreños que reciben remesas
cedieron ante el terror. Pero considerar una cifra de 350 mil
votantes a favor de ARENA inducidos por el miedo a perder las
remesas es perfectamente razonable.
El ingrediente del chantaje y la coacción sobre los trabajadores
y empleados no puede minimizarse tampoco. Amenazar a un
trabajador o trabajadora con cerrarle la fuente de empleo si se
produce un resultado político adverso a la patronal es una de
las formas más despreciables de extorsión. ¿Cuántos fueron los
amenazados? Será difícil establecer una cifra exacta, aunque
sólo sea por el hecho que las víctimas del chantaje se muestren
renuentes a dar su testimonio en público, por las mismas razones
que votaron por ARENA: tienen un miedo insuperable a ser
despedidos inmediatamente por sus patronos. Pero se puede
intentar un ejercicio de aproximación cuantitativa, a partir de
la cantidad de empleados y trabajadores que laboran para esos
empresarios areneros. En los bancos y aseguradoras laboran unos
20 mil empleados. Mas de 90 mil personas trabajan en las
maquilas. Las empresas de seguridad privada emplean a mas de 20
mil agentes. El conjunto de otras grandes empresas que
amenazaron a su personal, dentro de las que se figuran una línea
aérea, cadenas de almacenes y supermercados, compañías de
construcción, fábricas de alimentos y otras industrias, más
ciertos medios de comunicación, representa el empleo de unas 100
mil personas. En fin, puede afirmarse que no menos de 230 mil
personas que laboran para empresas privadas fueron sometidas a
la amenaza de perder su empleo. Similares presiones se
ejercieron en dependencias del gobierno.
Entre familiares de emigrantes y trabajadores chantajeados se
llega a la nada despreciable cifra de 580 mil votos, forzados
por el miedo a perder su fuente de subsistencia si ARENA perdía
la elección. Alguien podría señalar que esta es una cifra muy
abultada y que la campaña de miedo y extorsión no puede haber
calado tanto. Los dueños de ARENA habían contemplado
previsoramente esta posibilidad y por ello montaron,
paralelamente, un variado sistema de fraude, que incluyó la
compra de votos, la suplantación de votantes y la falsificación
de DUIs. A todo esto hay que agregar la votación de miles de
ciudadanos extranjeros, inscritos en el padrón a través de un
minucioso, pero fraudulento proceso de obtención de partidas de
nacimiento salvadoreñas falsas y su posterior aval por el RNPN.
Un dato curioso que la ciudadanía debe de conocer: el TSE le
adjudicó a una desconocida empresa de impresiones, propiedad
nada menos que del mayor empresario de televisión y radio de
este país y declarado enemigo del FMLN, el contrato para
imprimir las papeletas de votación, tras una extraña licitación
que se adjudicó sin que la empresa favorecida cumpliera con los
requisitos establecidos. ¡Eso equivale al dicho popular de poner
al ladrón a cuidar la casa! ¿Cuántas papeletas se imprimieron
finalmente? ¿Cuántas papeletas fueron duplicadas en esa
imprenta?
Hagamos cálculos:
ARENA alcanzó 1,314,436 votos. Si le restamos los 580,000 votos
sin libre decisión, bajo miedo y presión, le quedan 734,436.
Esta sería aproximadamente su votación legítima. El FMLN obtuvo
812,519 votos, que pasaron el filtro del miedo y la presión,
expresión de un elevado nivel de conciencia ciudadana, votos
totalmente legítimos. Estos números indican que puntos más,
puntos menos, el resultado legítimo habría con mucha
probabilidad conducido a una segunda vuelta.
El Tribunal Supremo Electoral faltó a su misión de asegurar
elecciones transparentes y limpias. ARENA y su candidato
necesitaban cobertura para su guerra sucia y el fraude contra el
FMLN, y sus dos Magistrados dentro de ese órgano se prestaron
para instrumentalizarlo y bloquearlo a conveniencia. No hubo
juez electoral que hiciera respetar la ley durante la campaña,
ni durante el período de 3 días de veda a la propaganda
electoral, ni durante el mismo día de la votación. Nuestras 26
demandas contra las persistentes violaciones al Código Electoral
por ARENA y sus prestanombres fueron totalmente ignoradas. En
realidad no hubo Tribunal durante todo el proceso de las
elecciones presidenciales.
Y si todo lo anterior no bastara, la derecha arenera y los
señores del gran capital, se dedicaron a construir una serie de
miedos hacia sectores específicos del electorado, como lo son
algunos grupos de evangélicos, que fueron directamente
influenciados y presionados por algunos de sus llamados
pastores, que pactaron con ARENA su apoyo electoral a cambio de
oscuros ofrecimientos. Se lanzaron campañas enfocadas hacia los
ancianos, los padres de familia, los propietarios de casas,
ganado y fincas, y otros grupos de la población, en las cuales
se anunciaban terribles consecuencias en caso de que el FMLN
ganase las elecciones: serían despojados de sus propiedades, de
sus hijos, de sus Biblias, etc.
El terrorismo electoral desatado por ARENA y su candidato
alcanzó tales proporciones que incluso partidos de larga
tradición en la vida política del país, como el PCN y el PDC,
fueron abandonados por sus tradicionales electores. Este es un
hecho clave para entender lo que pasó.
En su desesperación por mantenerse en el Gobierno, ARENA
propició y aplaudió la violación descarada de nuestra soberanía
nacional y del derecho a la autodeterminación del pueblo
salvadoreño, consagrados en nuestra Constitución. Recurrió a sus
padrinos ideológicos de la extrema derecha norteamericana para
apuntalar su campaña de terror. Las acciones y declaraciones de
algunos altos funcionarios del Departamento de Estado y de la
Casa Blanca, así como de algunos de los más viscerales
Congresistas de la ultra-derecha republicana, realizadas a
solicitud de ARENA, configuraron la más abierta y descarada
intervención en los asuntos que sólo a los salvadoreños y
salvadoreñas nos corresponde decidir. A solicitud también de
ARENA, peregrinaron por nuestro país representantes de la mafia
de origen cubano asentada en Miami y empresarios golpistas
venezolanos, a fin de alimentar el terror. El crecimiento
espectacular de la asistencia a las urnas fue el resultado de
algo más parecido a una estampida que a un progreso cualitativo
en la confianza ciudadana en los partidos y en el sistema
electoral.
Yo no quiero decir con todo esto que al interior del FMLN todo
fue perfecto en nuestra campaña. Claro que hubo deficiencias y
desaciertos. Nuestra XVIII Convención Nacional, celebrada el
pasado 16 de mayo aprobó un documento evaluativo de nuestros
aciertos y desaciertos. Pero sostengo que los factores
fundamentales que determinaron el crecimiento de la asistencia a
las urnas y los resultados electorales, fueron los que aquí
expongo.
Lo ocurrido en El Salvador en las pasadas elecciones no es ni
poco, ni irrelevante, ni superficial para los destinos de
nuestro país. Al contrario, representa la más grave amenaza a
las conquistas democráticas alcanzadas por nuestro pueblo a lo
largo de su historia, particularmente con los Acuerdos de Paz.
La transición hacia la democracia que se abrió con esos
acuerdos, ha sido frenada y puesta en retroceso peligrosamente.
La Constitución y las leyes se han violado de la manera más
abierta e impune. Instituciones como el TSE, que en algún
momento representaron la esperanza de que los grotescos fraudes
del pasado no volverían a repetirse, han sido, en la práctica,
anuladas. La Fiscalía General de la República se cruzó de brazos
ante las denuncias por los delitos relacionados al proceso
electoral que le fueron interpuestas. ¿Existe en nuestro país
alguna autoridad que garantice el Estado de Derecho, la
seguridad jurídica?
Como ciudadanos que queremos una sociedad en democracia, en paz,
segura y justa, donde prive la ley por encima de la
arbitrariedad y el abuso, no podemos aceptar sin inmutarnos que
todo esto haya pasado. Nada bueno puede salir de un proceso
electoral distorsionado por las calumnias, las violaciones a la
ley, el terror y la coacción hacia los ciudadanos. ¿Qué clase de
país estaríamos edificando si aceptamos como normal que las
instituciones no funcionen, que la Constitución y las leyes se
violen descaradamente, que se amenace abiertamente a las
personas, que se violente la soberanía nacional, que el fraude
determine los resultados de las elecciones? ¿Existe en nuestro
país alguna autoridad que garantice la vigencia del Estado de
Derecho? ¡Sin Estado de Derecho no hay democracia, hay marcha
hacia la dictadura!
Cuando el FMLN recurre en demanda de Amparo ante la Corte
Suprema de Justicia para que declare violados los derechos
constitucionales, es precisamente para que se siente un
precedente en este país, y no permitamos que se consolide una
dictadura de nuevo tipo, en la que desaparece el Estado de
Derecho y prevalecen la impunidad y la desvergüenza, producto
del consentimiento o de la inacción de las instituciones
públicas encargadas de aplicar y hacer respetar las leyes y
perseguir el delito.
Luchando contra la dictadura y por la democracia ofrendaron sus
vidas muchos miles de salvadoreños y salvadoreñas. Muchísimos
resultaron lisiados. No podemos olvidarlos ni permitir que su
sacrificio haya sido en vano,-aunque haya quienes argumenten que
"las irregularidades fraudulentas ocurren en muchos países
durante las elecciones, sin dejar éstas de ser aceptadas".
Tampoco aceptamos que "en las elecciones como en cualquier
guerra todo se vale"!
Los resultados de las elecciones del 21 de marzo son ilegales e
ilegítimos, porque surgieron de un proceso plagado de
ilegalidades y violación masiva al precepto constitucional de
que el voto debe ser libre. La presidencia de Elías Antonio Saca
es, por consecuencia, ilegal e ilegítima también. El 21 de marzo
no hubo victoria para ARENA, lo que hubo fue la más grande
imposición sobre el pueblo salvadoreño en su historia reciente.
Si a su ilegitimidad va a unirse su negativa como gobernante a
concertar soluciones a los cada vez más graves problemas
económicos, sociales, fiscales y políticos que sufre el pueblo
salvadoreño y se dedicara a sustituir el diálogo por la asfixia
de las libertades y el garrote, estará consumando el regreso a
la dictadura.
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