Se le ve pasta de líder

13/03/2013
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La muerte del presidente Hugo Chávez es un golpe muy duro para el proceso revolucionario venezolano. El fallecimiento del comandante acrecienta y revitaliza los peligros y asechanzas que enfrenta interior y exteriormente la revolución encabezada por Chávez hasta la desaparición física del venerado comandante.
 
En una primera y apresurada revisión, son dos las principales asechanzas. En primer lugar, y como siempre, una intervención militar estadounidense para poner fin al proceso revolucionario y democrático chavista y colocar en el Palacio de Miraflores un peón de los designios del imperio. Un Pinochet o un Micheletti venezolano.
 
El segundo gran riesgo es un golpe de Estado, como el organizado y ejecutado en 2002 que fracasó en unas cuantas horas gracias a la movilización popular que lo condenó y se le opuso decididamente.
 
Por ahora y desde luego, esas dos asechanzas tienen carácter abstracto. Impedir su concreción depende del mantenimiento de la unidad de las fuerzas revolucionarias, democráticas y patrióticas. Ahí está la clave para impedir un aborto inducido del proceso.
Y por ahora y durante algunos meses, el mantenimiento de esa unidad revolucionaria, democrática y patriótica depende del seguimiento de las líneas trazadas por Chávez frente a la eventualidad (y quizás) certeza de su próximo e inevitable fin.
 
Chávez dejó bien establecido que dejaba las riendas de la revolución en su hombre de mayor confianza, el actual vicepresidente, Nicolás Maduro. Y para dirigir el proceso es necesario que Maduro gane las elecciones presidenciales que en breves días habrán de celebrarse.
 
Por supuesto, no hay dudas de que Nicolás Maduro vencerá ampliamente en esos comicios. Pero Maduro en la Presidencia no es más que el primer paso para el mantenimiento y la consolidación de la unidad de las fuerzas revolucionarias en las nuevas condiciones creadas por la muerte de Chávez.
 
Maduro presidente tendrá que lidiar con los afanes criollos y de Estados Unidos por meter baza en la unidad de las fuerzas chavistas, por fomentar el divisionismo, las ambiciones personales, las deslealtades, los oportunismos, las apostasías de los miembros de la cúpula dirigente menos comprometidos con el legado chavista.
 
Nicolás Maduro y el núcleo más acendradamente chavista saben de esos peligros y, por ello mismo, llaman a la unidad de las fuerzas revolucionarias, presentes sobre todo en el pueblo venezolano. Éste tenía inmensa e inconmensurable confianza en Chávez. Y no cabe duda que la misma confianza ya ha depositado en el nuevo líder, Nicolás Maduro.
 
Con base en esa enorme confianza popular, Maduro tendrá que lidiar con provocaciones, sabotajes, actos desestabilizadores, propaganda negra y guerra sucia que indudablemente pondrán en acción la derecha criolla y las agencias estadounidenses especializadas en estas tareas.
 
Ya todo eso se sufrió en vida de Chávez. Maduro, por tanto, tiene experiencia. Tanto en los embates como en la forma de neutralizarlos. Y lo mismo cabe decir del núcleo chavista dirigente y del pueblo llano.
 
Tarea titánica le espera a Maduro. Pero puede decirse que, objetivamente, se encuentra en mejores condiciones que las que enfrentó Hugo Chávez al inicio de la revolución bolivariana. Entre esos invaluables activos están el legado de confianza de Chávez, mucha experiencia, juventud y madurez al mismo tiempo, inteligencia personal, bravura, mejores condiciones económicas e internacionales que en los primeros años en el poder del presidente fallecido y la confianza del pueblo.
 
Con ese bagaje, nada despreciable, deberá Maduro dar la pelea. Los adversarios internos y fundamentalmente externos son poderosos y nunca descansan. Pero se le ve pasta de líder. Y de líder victorioso. Que la suerte lo acompañe.
 
 
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