Los restos del conflicto armado interno
¿Cómo que no hubo genocidio?
02/04/2013
- Opinión
Aunque el debate se resolverá de manera definitiva, o más bien, legal, en los tribunales con un juicio, el de Efraín Ríos Montt y José Mauricio Rodríguez, que ha comenzado hoy, hay quien aboga a favor de la idea de que el genocidio en Guatemala no existió, como la organización de cámaras empresariales conocida como Cacif, y hay quien argumenta lo contrario, como las organizaciones de indígenas y de derechos humanos. En este ensayo, Ricardo Falla, sacerdote jesuita y antropólogo especializado en las masacres del conflicto armado interno, defiende esta segunda posición.
Osamenta hallada en una fosa común en el destacamento militar de Cobán. Ilustración sobre fotografía de Sandra Sebastián
Hay mucho debate en Guatemala, si se cometió genocidio o no.
Es muy importante que primero analicemos lo que es genocidio según las Naciones Unidas y después los hechos en Guatemala, para concluir si la definición se ajusta a los hechos y podamos llegar a comprender en qué consiste el genocidio guatemalteco.
Puede ser una trampa ideológica equiparar el genocidio guatemalteco con el genocidio nazi y concluir que en Guatemala no hubo genocidio porque no fue igual al nazi. Ha habido genocidios en Yugoslavia, en Ruanda, Cambodia y otras naciones, y en cada país ha tenido sus rasgos propios. Sin embargo, todos ellos han sido calificados de genocidio.
El genocidio según Naciones Unidas
El genocidio se encuentra definido en la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio adoptada el 9 de diciembre de 1948 y en vigor desde el 12 de enero de 1951. Esta Convención fue firmada por Guatemala el 13 de enero de 1950, durante el gobierno de Juan José Arévalo. Según la Convención, el genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de derecho internacional. El Artículo 2 dice así:
En la presente Convención, se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
Para analizarlo, fijémonos en las dos partes del artículo, una es la enumeración de cinco actos y la otra la enumeración de las condiciones necesarias para que estos actos sean genocidio. Es decir, esos actos pueden darse sin ser genocidio, si esas condiciones no se cumplen.
De los cinco actos nos interesan dos, que son los que más claramente se dieron en Guatemala, “matanza de miembros del grupo” (a) y “sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial” (c). En Guatemala ambos –o más exactamente, la serie de ambos actos- estuvieron concatenados como dos fases de un mismo proceso. Primero se cometió la matanza (masacres de 1981 y 1982) y después se intentó controlar a la población dispersa mediante condiciones de existencia límite (de 1982 en adelante, según regiones). Pero ambos actos, aunque no hubieran estado relacionados, de por sí, independientemente uno del otro, cumplen con la definición: “se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados” (Cursiva mía).
Las condiciones para que esos actos se entiendan como genocidio son cuatro. Aquí es donde se agarran los que defienden que en Guatemala no hubo genocidio. Por eso, hay que comprenderlas bien, tratando de mantener un ánimo desapasionado, hasta donde sea posible.
La primera condición es la intencionalidad, es decir, que cualquiera de esos actos sean “perpetrados con la intenciónde destruir...”. Es decir, que no sean producto espontáneo de la ira o de la venganza. La intencionalidad se descubre en su planificación, ya sea con documentos escritos, ya sea con expresiones de los victimarios (palabras, gestos...), ya sea con la inspección de los hechos, por ejemplo, la sucesión de masacres semejantes que no pueden haber sucedido así, si no hubieran estado planificadas.
La segunda condición es el alcance de la destrucción. Dice la Convención, “destruir total o parcialmente a un grupo”. Según estas palabras hay dos tipos de genocidio, el que tiene la intención de destruir totalmente al grupo, como fue el genocidio que pretendía destruir a todos los judíos; y el que tiene la intención de destruirlo parcialmente.
Si se objeta en el caso de Guatemala que el ejército no tuvo la intención de matar a todos los indígenas y por eso no cometió el delito de genocidio, entonces no se comprende que hay un genocidio de destrucción parcial.
La tercera condición se refiere a la naturaleza del grupo. Pero antes de ver los distintos tipos de grupos, hay que adelantar que todos ellos son de población civil (no armada), aunque la Convención no lo diga expresamente. La Convención va a definir el genocidio que es un delito más allá de las matanzas de población civil organizada.
Para que haya genocidio el grupo debe ser de uno de estos cuatro tipos: “un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. Cuatro categorías definen al grupo objeto de la destrucción: la nacionalidad, la etnia, la raza y la religión. Estas categorías no son mutuamente excluyentes. Pueden darse varias a la vez. No están incluidas en la definición la categoría etárea (los jóvenes, por ejemplo), el género (las mujeres, por ejemplo), los grupos políticos (miembros de un partido) y otros.
La Convención tampoco define las categorías: qué es nacionalidad, qué es etnia, qué es raza, qué es religión. Eso lo deja abierto. Por ejemplo, la Comisión de Esclarecimiento Histórico trata a los kichés, a los ixiles, etc. como etnias de la población indígena. Consecuentes con este razonamiento, podemos decir que así como las etnias de los grupos lingüísticos se subsumen en la etnia indígena, así también hay otras etnias menores que se pueden subsumir en las etnias de los grupos lingüísticos y así sucesivamente hasta llegar a los microgrupos étnicos (las aldeas). Por ejemplo, Xek’echelaj (aldea) —de Santa María Chiquimula (municipio) — de los kichés — de la etnia indígena. Y esto no es sólo un proceso analítico de la mente del observador, sino que corresponde a identidades sociales que se dan. Las aldeas y los municipios en Guatemala no son sólo unidades políticas y territoriales, sino grupos con identidad étnica distinta. Así es como una aldea masacrada puede ser un microgrupo étnico destruido.[1]
La cuarta condición se refiere a la razón de la intencionalidad y la Convención utiliza para significarla el “como tal”. Dice, “la intención de destruir... a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”. Es decir, tener la intención de destruir al grupo nacional, como nacional, por ejemplo, a los judíos, como judíos (en cuanto judíos, porque son judíos). Tener la intención de destruir al grupo étnico, como étnico, por ejemplo, a los indígenas, como indígenas (porque son indígenas), a los nebajenses porque son nebajenses... Con esta condición se niega que la razón política constituya una razón suficiente para el acto de genocidio. Si el ejército, por ejemplo, tiene la intención de destruir a un grupo indígena, no porque es indígena, sino porque es un grupo políticamente enemigo, entonces el acto de destrucción no es considerado genocidio. Esto es lo que dice la Convención y mucha gente discute la justeza de esta definición, pero aquí estamos tratando de apegarnos a la Convención, no de reformarla, aunque debería reformarse.
Pero hay dos cosas muy importantes para el análisis de los hechos.
La primera es que según la Convención es posible destruir parcialmente un grupo nacional, étnico, racial y religioso como tal. El que la razón de la intención sea “como tal” no implica que la destrucción deba ser total. Por ejemplo, un Estado puede destruir sólo a algunos grupos indígenas, y destruirlos porque son indígenas. El que los destruya porque son indígenas, no implica que donde encuentre un indígena allí lo va a destruir. La planificación del acto depende de muchas circunstancias más, además de la razón de la intención. Así es como pudo utilizarse a soldados indígenas para matar a indígenas en cuanto indígenas. El entrenamiento los preparó para matar a su propia gente.
¿Cómo es eso posible?
Aquí está el otro punto importante que tenemos que tener en cuenta. Este es que las razones de las intenciones de los actos humanos (también de los sociales y políticos, como el genocidio) no son ni únicas, ni exclusivas. Es decir, cuando hacemos algo se mezclan muchas razones en la intención de nuestro acto. Por eso, las razones de la intencionalidad en la destrucción de un grupo pueden estar mezcladas. Puede destruirse al grupo en cuanto que es judío, pero también en cuanto que representa la oposición a un gran plan de conquista de Europa. En los genocidios suelen mezclarse y agregarse todas estas razones.
Entonces, y aquí viene el punto más importante, la razón racial o étnica, por ejemplo, se puede combinar con la razón política. La razón política no excluye a la razón étnica o racial. El que el ejército, por ejemplo, destruya un grupo indígena por ser enemigo políticamente (abastecía a la guerrilla), no excluye el que también lo destruya por ser indígena. Una razón no excluye a la otra. El argumento, entonces, de que no hubo genocidio en Guatemala porque el ejército cometió las masacres por razones políticas, no se sostiene, porque además de la razón política se descubre en esas masacres la razón étnica o racial[2].
Así como dijimos al hablar de la intencionalidad, las señales de la existencia de esas razones raciales o étnicas, no necesariamente deben encontrarse en afirmaciones explícitas de documentos escritos, al estilo del genocidio nazi, sustentado por toda una ideología públicamente defendida. Hay que descubrir las razones en los hechos mismos, por ejemplo, en la destrucción total de aldeas, en la matanza de niños, en las expresiones de tenientes que decían “hay que acabarlos hasta la semilla”, en la crueldad de las violaciones, en las torturas, etc. ¿Qué justificación política podrían tener esos excesos? A través de “los excesos irracionales” de los actos de destrucción se pueden leer las razones ocultas (y ocultadas ahora) del desprecio racial y de la discriminación étnica.
Los hechos en Guatemala
Ahora queremos fijarnos en dos cosas, en las masacres y en el control de la población. Ya dijimos que son dos fases del genocidio guatemalteco, entendido este como un proceso mayor, y que estas dos fases corresponden a dos actos de la definición del artículo 2, la primera a la “matanza de miembros del grupo” y la segunda al “sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”.
Pero antes de entrar en estos dos puntos, permítanme recordar con grandes pinceladas los antecedentes del genocidio. Es bueno recobrar los hechos del pasado reciente a la memoria para que nos ayuden a discernir el presente.
Antecedentes inmediatos del genocidio
Comencemos con el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua el 19 de julio de 1979. En ese momento estalló una esperanza para las revoluciones de toda Centroamérica. Se produjo una oleada de entusiasmo desde Nicaragua hacia los países al norte. Se cantaba: “si Nicaragua venció, El Salvador vencerá y Guatemala le seguirá”. Era como un dominó y los países irían cayendo uno tras otro. Los EE.UU. comprendieron esto y ocupó a Honduras como un portaviones de contrainsurgencia para apoyar a la Contra frente al gobierno sandinista y para apoyar al gobierno de El Salvador contra el FMLN.
En Guatemala, el ejército y la empresa privada dijeron NO al Comunismo, que así concebían esa oleada de entusiasmo. NO a cualquier precio para “salvar a la civilización occidental y cristiana”.
Entonces, el ejército diseñó una estrategia doble que era un espejo invertido de la estrategia revolucionaria. Si la guerrilla pretende comenzar la toma del poder desde la periferia al centro, vamos a seguir el camino opuesto, comenzar desde el centro hasta la periferia. Así se comprenden los golpes que sufrieron las organizaciones en la ciudad en 1980 y 1981 y luego la tierra arrasada que comenzó desde Chimaltenango y Chupol, al sur del Quiché en noviembre de 1981 y poco a poco llegaría hasta la frontera de Guatemala con México en el mes de julio, el julio negro, de 1982.
Era una sweep operation, es decir, una operación de barrida, como cuando una mujer saca la basura con la escoba hasta la puerta.
A la mitad de esta ofensiva se dio el golpe de Estado del General Ríos Montt el 23 de marzo de 1982. No la cambió. La fortaleció para que siguiera.
La otra estrategia pasaba por que si la guerrilla pretendía involucrar a la población civil –las bases– para desencadenar una incontenible guerra popular, entonces había seguir el camino opuesto, separar a la guerrilla de las bases, utilizando dos tácticas, la de fusiles y la de frijoles, combinadas, pero primero fusiles y luego frijoles.
Fusiles significaba:
a) concentrar la fuerza destructora en algunas comunidades consideradas de apoyo a la guerrilla para eliminarlas completamente sin dejar una persona viva (destrucción total del grupo), y
b) eliminar a algunos miembros más destacados en el apoyo a la guerrilla de comunidades vecinas (destrucción parcial del grupo) con el fin de separar por el terror a la población civil de la guerrilla. El alcance total y el alcance parcial iban combinados, porque la destrucción total de las comunidades señaladas como rojas debía irradiar el terror sobre las vecinas para que se doblegaran y pudieran ser controladas.
La colaboración de la población con la guerrilla era en forma de comida, información y tareas. Esa era la colaboración que se debía cortar mediante esta táctica. Así se le quitaba el agua al pez, como dicen. Pero no era agua, eran ríos de sangre.
Frijoles significaba concentrar la fuerza defensora del ejército en ciertas comunidades consideradas como fieles. Y si la guerrilla tenía milicias armadas, también el ejército entregaría armas a los civiles de esas comunidades y los organizaría en lo que se llamó Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). Dichas patrullas serían la columna vertebral de un nuevo mapa de comunidades, llamadas aldeas modelo, las cuales eran premiadas por su fidelidad con comida, recursos, vivienda, etc., pero sin aflojar el control que el ejército tenía, basado en el terror. Por eso, el complemento de “fusiles” nunca desaparecía.
En una primera fase, los operativos fueron de solamente “fusiles”. Es la fase que corresponde a “las matanzas de miembros del grupo, totales o parciales”. En una segunda fase, los operativos fueron de “fusiles” combinados con “frijoles”. Esta corresponde con “el sometimiento del grupo a condiciones de existencia que acarrearían destrucción física, total o parcial”. Esas condiciones eran el hambre, recursos destruidos, viviendas quemadas, persecución y terror, como veremos adelante.
Masacres
Matanzas de miembros del grupo
Describamos y analicemos ahora los hechos que corresponden al primer tipo de genocidio. Primero, oigamos de nuevo lo que ya se conoce, porque lo he publicado en un libro reciente, sobre la masacre de San Franciso, Nentón, y después haremos una enumeración de masacres, totales y parciales, para que quede claro que ese acto singular de genocidio cometido en la aldea de Nentón, no fue único, sino parte de toda una política.
Masacre de San Francisco, Nentón (17 de julio de 1982)
Matanza total de miembros del grupo
Esta masacre tuvo lugar en una aldea finca de cerca de 50 casas situada cerca de la frontera de México en el municipio de Nentón, Huehuetenango. La población era indígena de lengua chuj. Sucedió el 17 de julio de 1982, hace ya casi 30 años, después que el General Ríos Montt diera el golpe de estado. La estrategia de arrasamiento desde el centro hasta la periferia se había comenzado en el gobierno anterior del General Lucas García, pero no se había completado. En junio de 1982 Ríos Montt decretó, antes de proseguir con nuevos bríos el operativo de masacres, un mes de amnistía. Pero antes de que el mes se cumpliera, se reinició la estrategia de arrasamiento en Huehuetenango, precisamente en el municipio de Barillas. Se reinició con una serie de operativos de matanzas parciales en diversas aldeas, combinados con una matanza total en la comunidad de Puente Alto, el 7 de julio de 1982 (353 víctimas). Se trata de un reguero de sangre, como se puede comprobar en Nunca más, el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico, que el ejército dejó a su paso, con hechos que tenían relación entre sí: de matanzas parciales con esa matanza total del grupo.
Luego entró el ejército a San Mateo Ixtatán, municipio vecino, y cometió una masacre total en la aldea pequeña de Petanac el 14 de julio (89 víctimas) y entró por fin al municipio de Nentón, vecino a San Mateo, para cometer la masacre reina, también total, de San Francisco, el sábado 17 de julio, con 376 víctimas. Toda esta campaña seguía la táctica de fusiles para causar una ola de terror.
¿Cómo fue la masacre de San Francisco? Cerca de 400 soldados rodean la comunidad en la mañana, temprano, con el apoyo de un helicóptero que trae provisiones a los soldados. La presencia del helicóptero era señal inequívoca de que no eran guerrilleros vestidos de soldados. Encierran a los hombres y a las mujeres con sus niños en dos lugares separados: la alcaldía auxiliar y la iglesia. Esta separación de grupos debió de tener como objetivo el debilitamiento extremo, primero, de las mujeres y los niños, y luego a través de ellas, de los hombres.
Comienza la matanza: primero de las mujeres, no en la iglesia, sino en sus casas, donde las violan antes de matarlas. Probablemente pretendía el ejército obtener información de ellas. Segundo, de los niños y niñas que habían quedado solos en la iglesia. Los sacan y los matan fuera. Algunos son bebés. Les meten cuchillo y les sacan las tripas y como siguen gritando los estrellan contra piedras. Se cumple lo que los jefes les habían dicho en Huehuetenango: “acabarlos hasta la semilla”. Tercero, los hombres (los viejos y los trabajadores), algunos con machete (sin filo en el cuello y los viejos gritando), algunos con tiro. La masacre es total y cruel. No perdonan a nadie. Murieron, como ya dijimos, 376 personas, cuyo nombre y apellido guardamos.
A media masacre los soldados descansan y comen un toro de los comunitarios. Y al final hacen fiesta con marimba violando a mujeres jóvenes que habían reservado y luego las matan. Este descanso y fiesta son señal de planificación e intencionalidad. La masacre no surgió de una reacción espontánea. Es un esquema traído de antes que se repite en muchas otras.
Hubo varios sobrevivientes. Los más importantes fueron tres hombres que se escaparon del local donde estaban encerrados. Pero uno de ellos fue perseguido, porque su escapada fue notada, señal de que el ejército llevaba el plan de no dejar sobreviviente. Otros hubo que estaban fuera del centro de la aldea (trayendo leña) y o no fueron encerrados en el cerco del ejército o estaban dentro, pero en lugares más apartados. El cerco cubrió las casas que estaban dispersas. Toda la población dentro del cerco, según la intención del ejército, debía ser acabada. Destrucción total.
La noticia corrió como pólvora y salieron al refugio cerca de 9,000 personas que se encampamentaron en México. Los primeros que huyeron fueron los de una comunidad vecina formada por comunitarios de San Francisco (Yulaurel) que recibieron el aviso de los sobrevivientes de San Francisco.
Pero hubo algunas comunidades cercanas que no se refugiaron en México y fueron controladas por el ejército, el cual las forzó por el terror a organizarse en PAC, y luego entrarían en el programa combinado de fusiles y frijoles. Un componente de “frijoles” fue la tierra con que los premiaron, la tierra que abandonaron los refugiados. La tierra de San Francisco no entró como premio, porque era finca privada, de la que los masacrados eran rancheros.
En esta franja fronteriza ya no se dio la segunda fase de sometimiento de la población a condiciones extremas, porque o había huido a México o había sido rápidamente organizada en PAC.
Concluyendo, fue una masacre que tuvo
a) una intención de destrucción, no fue un acto espontáneo, sino planificado con anterioridad. Ni fue tampoco un acto aislado, se repitió.
b) La intención fue de destrucción total de los miembros del grupo. Hombres (viejos y trabajadores), mujeres y niños/as. Todo el grupo, sin dejar sobrevivientes.
c) El grupo fue de población civil.
d) Y fue un microgrupo étnico con identidad de ser de esa aldea, de ser chuj y de ser indígenas.
e) La razón de la intención (“en cuanto tal”) fue (por lo menos) doble: política (control de población) y étnica.
f) La presencia de una razón étnica (y racial) se descubre
- en la totalidad misma de destrucción del microgrupo étnico
- en las expresiones de esa intencionalidad (acabarlos hasta la semilla);
- en la crueldad y bestialidad del acto (sacar tripas de niños, matar viejos cortándoles el pescuezo con machete sin filo, violación y tortura de mujeres);
- en la combinación de fiesta y pasión (orgía al cerrar la masacre). Crueldad y orgía que son señales de un exceso que no se explica por la intencionalidad política.
Lista de masacres
Matanzas totales y parciales de miembros del grupo
A continuación copiamos una lista de 26 masacres. Les hemos puesto colores para distinguir el grupo lingüístico (o étnico) al que pertenecen sus miembros. Los muchos colores no deben distraernos de un hecho: que todas esas masacres, excepto una (en negro), son de población indígena (maya), pueden ser achíes, kichés, ixiles, kekchíes, chujes, kanjobales y miltilingües, pero todas son de indígenas.
Lo cual nos dice dos cosas.
Una, que hubo una intencionalidad étnica en las matanzas de los grupos, como se aprecia por la proporción de víctimas indígenas (83%), según la Comisión de Esclarecimiento Histórico, y la selección de zonas donde se aplicó esa política. Y dos, que el caso de la masacre de mestizos de Dos Erres, en Petén, fue una excepción, pero que entró dentro del plan de genocidio como era practicado contra los grupos de población indígena.
De esta lista hay algunas que fueron matanzas totales, como la de Cuarto Pueblo en Ixcán, la de La Estrella en Chajul, la de Piedras Blancas en Ixcán, la de Puente Alto en Barillas, la de Petanac en San Mateo Ixtatán, la de Plan de Sánchez en Rabinal. Otras, que fueron matanzas parciales, como la de Pichec en Rabinal, la de Arriquín y las de San Antonio Sinaché en Zacualpa , la de Xalbal en Ixcán. No tenemos datos de todas.
Sin embargo, atendiendo a la definición de la Convención de que una matanza puede ser destrucción parcial del grupo étnico o racial y a la vez ser en cuanto tal grupo étnico o en cuanto tal grupo racial, se puede concluir que en Guatemala el ejército cometió el delito de genocidio en cuanto que intentó destruir parcialmente al grupo indígena, en cuanto indígena.
Dado el terror de los operativos, la población indígena en muchos lugares interpretó los hechos como si tuvieran la intención de destrucción total de la población indígena de Guatemala. Pero eso no era posible para una sociedad, representada por el ejército, cuya mano de obra agrícola era mayoritariamente indígena, ni para un ejército cuyo soldado, si no mayoritariamente, en grandes cantidades era indígena. Esa percepción, aunque no era correcta, fue la razón para que la población indígena de muchos lugares se desplazara fuera del país, o fuera de las regiones indígenas, o para camuflarse en las fincas quitándose (las mujeres) su traje propio.
Esta percepción es la que se usa para ridiculizar a los que defienden que en Guatemala hubo genocidio, puesto que se dice que no pudo haberlo, si los soldados eran también indígenas.
Que la intención fuera destruir parcialmente a la población indígena “como tal” se deduce del racismo insertado en el entrenamiento militar, como lo ha demostrado Manolo Vela en su reciente tesis[3], Pelotones de la Muerte. Se desprende de la práctica de desprecio al ser humano (indígena) mostrado por las palabras y acciones crueles de la tropa en campaña. El racismo consiste en despreciar a una población como raza inferior que no tiene los mismos derechos que todo ser humano, uno de ellos el derecho a la vida. La población indígena fue considerada como “expendible”, con tal de salvar a la Patria del comunismo. Esta actitud es la que descubre la intención de destrucción del indígena en cuanto tal. No sólo que es lícito matarlo para tan necesaria causa, sino que es necesario.
Control de la población
Sometimiento a condiciones de existencia que acarreen destrucción física, total o parcial
Pasamos ahora al segundo tipo de genocidio, según la definición de la Convención: “sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”. Este tipo corresponde a la segunda fase de la estrategia militar, como ya dijimos.
Aunque no nos detendremos mucho, es importante tocar este punto, pues, a diferencia de la fase anterior, esta tuvo una prolongación en el tiempo más larga y afectó a muchos grupos de población con un enorme sufrimiento.
Yo mismo viví esta fase en las Comunidades de Población de Resistencia (CPR) del Ixcán después de las masacres de 1982. Yo la viví de 1983 a 1993, pero la fase duró más, desde mediados de 1982 hasta 1994, cuando los grupos que estaban escondidos en la montaña salieron al claro y el ejército los tuvo que respetar. La fase tuvo sus oscilaciones y sus momentos críticos. Comparada con las CPR de la zona ixil o con la zona kekchí, el genocidio no fue tan fuerte sobre nosotros. Nosotros estábamos más cerca de la frontera y el sometimiento que nos pretendía hacer a condiciones de existencia límite no pudo lograrse de la misma manera como en regiones que no podían recibir ayuda desde México.
Igualmente, hubo otras zonas más cercanas a la ciudad de Guatemala, como San Martín Jilotepeque, donde la población fue sometida a esas condiciones límites, pero por corto tiempo, pues fueron controladas por el ejército.
Después de las grandes masacres, los sobrevivientes eligieron tres opciones principales, o salir huyendo a la montaña a esconderse allí, o salir al refugio si la frontera estaba cerca, como hicieron los sobrevivientes y vecinos de San Francisco, o emigrar a los pueblos grandes y las ciudades, incluyendo la ciudad de Guatemala, para camuflarse entre mucha gente y gente desconocida.
La fase de destrucción a la que nos referimos se dio con la población que buscó la montaña. ¿En qué consistieron esos operativos de control de población y control de territorio? ¿Cómo se les puede entender como delito de genocidio?
Cuando se dio una gran masacre o pasaba el ejército generando terror con muertes de algunas personas, se producía una dispersión enorme de gente que se iba a esconder bajo los árboles lejos de sus casas. Iban desorganizados en pequeños grupos de familias. A veces buscaban barrancos, buscaban cuevas.
Entonces las patrullas del ejército (a veces combinadas con PAC) hacían lo siguiente, con lógica, como cumpliendo un protocolo que se adaptaba al terreno. Primero, impedían a la población fugitiva vivir en la montaña. Por eso, le quitaban las condiciones de sobreviviencia, es decir, le quemaban la casa y destruían todo cuanto estaba en la casa, como enseres domésticos y chamarras; le destruían la comida (mazorcas en trojes) o le cortaban la milpa en pie ya camada o le mataban o robaban los animales, desde gallinas hasta ganado mayor; le quemaban o robaban la ropa, para que muriera de frío o si se mojaba no se pudiera cambiar; le destruían los instrumentos de trabajo, como azadones y machetes. Era un operativo contra población civil. Pero si encontraban algún rifle de cacería, lo llevaban.
Segundo, perseguía a los grupitos de población dispersa en la montaña, la cual huía despavorida. Es decir, aterrorizada, porque veían al ejército como un enemigo total e incomprensible. “Los habitantes de esta región [Nebaj] están convencidos... que el Ejército es asesino del pueblo”, le informa el Cor. Frco. Angel Castellanos al Jefe del Estado Mayor en carta del 22 julio 1982 (Operación Sofía 1982: 99). Al perseguir a la gente, solía el ejército disparar a matar contra los que huían. Más, si la guerrilla lo había emboscado. Huir era señal de complicidad con la guerrilla. Y la que no huía, porque ya no podía o porque se rendía, era capturada viva. Allí se concretaba el control de la población.
A continuación, un extracto de la Operación Sofía (1982: 155). Se trata del informe de una patrulla al hacer contacto con el enemigo (“eno”), el cual es población civil indígena de la región de Nebaj. Los números indican las coordenadas del mapa. “Chocolates” es el seudónimo de niños.[4]
Tercero, se la sacaba de la montaña a una aldea de reeducación. Con lo cual, se iba ganando control de la población y del territorio, aunque al principio este se dejara vacío, mientras no se ubicaba una nueva comunidad fiel al ejército en ese lugar.
Cuarto, se pretendía quebrar la resistencia de los grupos que no se rendían, ya sea por miedo o por convicción o por ambas razones. Para quebrarla se utilizaban desde bombardeos con aviones de guerra y rafagueos con ametralladoras hasta el volanteo inofensivo pero insultante sobre los grupos escondidos desde los helicópteros
Estos volantes son una muestra develadora de las intenciones racistas y genocidas del ejército en campaña. Traían la figura de animales con cola y cachos. Eso éramos la población en resistencia. Y nos pedían que saliéramos a entregarnos al ejército. Querían decir que si no nos entregábamos, éramos como animales del monte y que si nos entregábamos nos convertíamos en personas. Por lo tanto, mientras no nos entregábamos debíamos ser tratados como animales (no sólo como guerrilleros) y podíamos ser baleados. No teníamos derechos como seres humanos.
Todo ello era “sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial”. Entonces, murieron muchas personas de hambre, desnutrición, desesperación y otras enfermedades. Las mujeres se hinchaban y se ponían amarillas y se les acababa la leche para dar de mamar a los bebés, algunos de los cuales habían nacido en la montaña. Murieron incontables en esos meses después de las masacres.
En su libro “Nos salvó la sagrada selva”, Alfonso Huet trae una estadística. Dice que de 61 comunidades kekchíes de Alta Verapaz que estuvieron bajo “la sagrada montaña”, 574 personas murieron por enfermedad y 619 murieron asesinadas.
Concluyendo, estos operativos tuvieron
a) Una intención de destrucción planificada en muchas regiones del país, donde se practicaron simultánea o sucesivamente.
b) La intención fue de destrucción parcial, aunque todos los miembros del grupo fueran sometidos a dichas condiciones, hombres, mujeres y niños.
c) El grupo era la suma de grupos indígenas de diversas lenguas y etnias que se encontraban al margen del control del Estado en la montaña.
d) La razón de la intención (“en cuanto tal”) fue (por lo menos) doble: política (controlar la población fuera del control del Estado y controlar su territorio) y étnica/racial.
e) La presencia de la razón étnica/racial se descubre en la apreciación del grupo como si fuera animal de monte: a) sin derecho a la vida mientras no se deje someter al Estado (domesticar), b) pero de difícil sumisión al Estado (domesticación), a no ser por la fuerza.
Conclusiones: el genocidio guatemalteco
El genocidio guatemalteco tuvo dos fases íntimamente vinculadas que corresponden a dos de los tipos de actos mencionados en la definición de lo que es el genocidio por la Convención.
a) Genocidio de “matanzas de miembros del grupo, como tal”
a. destrucción total: aldeas.
b. destrucción parcial: pueblo indígena (maya)
c. En cuanto a las condiciones:
i. Intencionalidad: fueron planificadas, no fueron espontáneas.
ii. El grupo fue étnico/racial en diversos niveles: pueblo indígena; pueblo kiché, chuj, kanjobal, ixil, kakchikel...; aldeas.[5]
iii. En cuanto tal: hay que distinguir dos razones en la intencionalidad para la destrucción, la razón político militar y también la razón étnica/racial (porque es del pueblo indígena, del kiché, de tal aldea). Esta última se comprueba:
1. Por la totalidad del acto (la matanza): todos, hombres y mujeres; ancianos y ancianas, adultos y adultas, jóvenes y niños y niñas.
2. Por la razón étnico racial expresada (“hasta la semilla”) en las matanzas totales y existente en las matanzas parciales por la conexión con las matanzas totales que le dan su especificidad.
3. Por la crueldad (sin sentido) del acto: violaciones, formas de matar y torturar aprendidas en el entrenamiento kaibil (Vela 2010: 195ss).
En conclusión, el genocidio guatemalteco fue un genocidio total de aldeas indígenas y parcial del pueblo indígena maya, habiendo sido combinados ambos tipos de actos.
b) Genocidio de “sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”.
a. La destrucción fue parcial: por ejecuciones y por efecto de las condiciones de existencia (enfermedad, hambres, frío...)
b. En cuanto a las condiciones para que el acto sea genocidio:
i. Intencionalidad: no fue casual. Hubo planificación. Como se analiza por los hechos y se confirma por documentos (Plan Sofía)
ii. El grupo fué étnico/racial: grupos dispersos de pueblos indígenas de diferentes idiomas.
iii. En cuanto tal: además de la razón político militar de la lucha por población y territorio, también la razón etnica/racial
1. Si la destrucción no es total, el sometimiento sí es total e indiscriminado al grupo contra niños, mujeres...
2. Mientras no se entregan merecen ser tratados como animales (expresión en volantes): no importa quién muera, niños, mujeres...
3. Crueldad del acto: lo que significa matar a niños de hambre y de frío.
En resumen, el genocidio guatemalteco se operacionalizó de dos formas distintas interconectadas como dos fases del mismo. Primera, como matanzas totales de aldeas indígenas, en cuanto aldeas indígenas, y como matanzas parciales del pueblo indígena, en cuanto tal, realizadas combinadamente. Y segunda, consecuencia de la anterior, como sometimiento intencional de grupos indígenas dispersos a condiciones de existencia (hambre, enfermedad, frío, lluvia...) que acarrearon su destrucción parcial, en cuanto tales grupos indígenas.
- Ricardo Falla es un antropólogo y sacerdote jesuita guatemalteco. Le ha dedicado varios libros a la descripción y el análisis de las masacres del conflicto armado de Guatemal. Este ensayo fue leído como conferencia en el CUNOC de Quetzaltenango en 2012.
Notas:
[1] La consideración como etnia de una aldea no es algo usual en el lenguaje sobre el genocidio en Guatemala. Por otro lado, se ve “el acierto” político del ejército –prescindiendo de consideraciones de DH- de apuntar a estos microgrupos étnicos donde se encuentran los nudos vitales de los pueblos. ¿A quién de los jefes se le ocurrió esto en su planificación? Probablemente, lo descubrieron al ver cómo la guerrilla, mejor conocedora de las bases de los pueblos, los organizaba entrando en el corazón de las aldeas. Destruir este microgrupo étnico era destruir el centro de su poder social, formado por linajes y familias emparentadas, siendo todo ese tejido la naturaleza original de la etnia.
[2] También el genocidio nazi tenía una intención política, no sólo racial. Por eso, se discute en el caso nazi, “si la guerra del Este tenía como motivación principal la conducta de este genocidio específicamente en dirección de los judíos o si se trataba de una guerra de conquista territorial y ‘colonial’ que implicaba la destrucción de los judíos pero también, a su vez, las poblaciones juzgadas como ‘sobrantes’ de los territorios conquistados”, escribe Philippe Breton en Les Refusants. Comment refuse –t-on de devenir un exécuteur?
[3] “El racismo en los mandos construyó entre los soldados, jóvenes indígenas, y sus víctimas, también indígenas, esa distinción necesaria y radical: los indígenas, que se habían dejado engañar por la subversión, debían morir. La transformación en su manera de percibir la realidad, a propósito del racismo se condensa y es expuesta en este párrafo por el soldado Martín Ramírez: “Uno mismo, siendo indio, le dice indio a otro indio.” Esto forma parte de un trato que viene de los oficiales, los eslabones (ladinos), que hacen funcionar a la gran masa (indígena) de tropas: “así es cómo uno lo mira de los oficiales: que aquel es indio, que aquel otro es indio, que indio aquí, que indio allá; se va haciendo una palabra común, como un virus, se va metiendo, metiendo y metiendo”, continúa diciendo Ramírez. Así, concluye: “Hasta el peor indio lo trata de indio a uno. Es una frase que le da risa a uno, porque dice uno: ¿por qué este me está tratando de indio y hasta es más indio que yo?” (Vela 2010: 295)
[4] En el documento de la Operación Sofía (p. 316) también aparecen los Mayores José Esteban Arango Barrios y Otto Fernando Pérez Molina como jefes de la patrulla “Escocia III”, compuesta por 32 paracaidistas de tropa especializada, informando a 15 de agosto de 1982 desde Nebaj del contacto con el enemigo con el resultado de 4 FIL (Fuerzas Irregulares Locales) muertos, 18 mayores de edad y 12 niños capturados.
[5] Dos Erres fue una excepción, como dijimos. Aldea mestiza que entró dentro del plan de genocidio como era practicado contra aldeas del pueblo indígena. En El Salvador, hubo actos genocidas contra comunidades, como El Mozote en San Miguel, pero esta no entró dentro de una planificación de genocidio de aldeas, porque no pertenecían a un grupo étnico. Es distinta la planificación genocida del 1932 contra todo “indio” asimilado como comunista, donde se superponen las dos razones, acabar con el comunista y acabar con el indio.
Martes 19 de Marzo de 2013
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