Las primeras primarias
11/05/1999
- Opinión
La calma ha finalmente retornado a las calles montevideanas tras la
realización de las elecciones internas de los partidos políticos el pasado 25
de Abril (ver ALAI 286, 20/01/99). De esa manera los uruguayos hemos
estrenado la Constitución de 1996, la que dividió entre cuatro la instancia
de consulta a la población.
En efecto, hasta ahora se elegía todo en una única elección cada cinco años
(Autoridades de los partidos, Parlamentarios, Presidente e Intendentes). A
partir de la aprobación en plebiscito de la nueva Carta Magna, se debe
efectuar una elección para cada caso. En esta oportunidad se eligieron a los
integrantes de las Convenciones, y un candidato a la presidencia por cada uno
de los partidos.
A pesar de haber sido ésta la única ocasión de las cuatro en la que el acto
de votar no era obligatorio, un porcentaje superior al 50 por ciento de los
votantes habilitados concurrieron a las urnas. Como es usual en estas
tierras, no hubo ningún tipo de incidentes y la jornada transcurrió con total
normalidad. Incluso los festejos de las fracciones triunfantes en cada uno
de los partidos fueron compartidos democrática y civilizadamente a lo largo
de la avenida 18 de Julio.
Las preferencias de los votantes se distribuyeron una vez más en tercios,
logrando el gobernante Partido Colorado el 38 por ciento de las voluntades,
el opositor Encuentro Progresista el 32, y el co-gobernante Partido Nacional
(Blanco) un magro 29 por ciento.
Encuentro Progresista
En lo interno del Encuentro Progresista, el doctor en medicina Tabaré Vázquez
fue el candidato abrumadoramente más votado, con un porcentaje cercano al 83
por ciento. Del mismo modo, al igual que en las elecciones nacionales de
1994, volvió a ser el candidato más votado de todos, aunque su partido no lo
fuera ni lo sea ahora. Con 300 mil votos, superó al candidato triunfante del
Partido Colorado en 50 mil sufragios. Su competidor, el economista Danilo
Astori, siguió perdiendo adherentes, y apenas logró el restante 17 por ciento
de los votos de los encuentristas.
El Partido Socialista se alzó con el 30 por ciento de los convencionales,
seguido por la Asamblea Uruguay de Astori, la Vertiente Artiguista del
Intendente de Montevideo Mariano Arana y el Movimiento de Participación
Popular de los ex-guerrilleros tupamaros y sus aliados, todos ellos con
porcentajes entre el 15 y el 17 por ciento. Comunistas y ex-comunistas
apenas alcanzaron el 10 por ciento cada uno, y los partidos menores el 3 o 5
por ciento de diferencia.
El segundo puesto logrado en estas internas, contradice las encuestas de
opinión que ponen al Encuentro Progresista en primer lugar en cuanto a la
intención de voto para el gobierno nacional. Los analistas explican la
contradicción de dos maneras. Por un lado, era evidente en lo previo el
triunfo de Vázquez sobre Astori, quien nunca fue un serio competidor, por tal
razón muchos simpatizantes del Encuentro prefirieron incidir en las internas
de los partidos gobernantes para favorecer a los candidatos presumiblemente
más fáciles de vencer en el balotaje. Por otro lado, parecería que a muchos
encuentristas no les interesó el balance interno, o no fueron conscientes de
que la Convención elegida en este acto, entre otras cosas determinará el
programa de la coalición. De todas maneras, el Encuentro Progresista pasó a
ser la segunda fuerza del país.
Partido Nacional
En el Partido Nacional (Blanco), triunfó el ex-presidente Luis Lacalle con un
porcentaje cercano al 50 por ciento, seguido por su "enemigo íntimo" Juan
Ramírez con el 34 y por el co-gobernante preferido del Presidente
Sanguinetti, Alberto Volonté, con el 11 por ciento. El restante 5 por ciento
se repartió entre el exaliado de Volonté, Alvaro Ramos y el independiente
Alem García.
La campaña de los blancos se caracterizó por una durísima competencia interna
entre las dos fuerzas mayoritarias. El expresidente Lacalle seguramente debe
de haber recordado el proverbio de "No hay peor astilla que la del mismo
palo", cuando su exministro del Interior y anterior "delfín", Juan Ramírez,
le denunció públicamente por corrupción y enriquecimiento ilícito. Es que en
efecto, Luis Lacalle está siendo investigado por la justicia con referencia a
presuntas coimas en la privatización de un banco, y varios de sus asesores
(incluyendo a su Ministro de Economía José Braga) han sido procesados y
encarcelados por corrupciones varias. Incluso hasta su anterior secretaria
personal, Marta de Fuentes, ha denunciado ante la justicia el entorno de
corrupción que rodeaba a la presidencia del ahora candidato único del Partido
Nacional. A los votantes nacionalistas pareció no importarles estas
cuestiones.
Partido Colorado
En el partido de gobierno logró la preeminencia el veterano caudillo Jorge
Batlle con un 55 por ciento de los votos frente al escuálido 37 por ciento
del candidato sanguinettista, Luis Hierro. Los otros tres candidatos
(Vaillant, Bouza y Cabrera) se repartieron la diferencia del 8 por ciento.
Pese a la parafernalia propagandística desatada por el oficialismo, los
electores prefirieron la "oposición interna" del pragmático y carismático
Batlle, quién concurrió prácticamente sólo a la contienda. El 90 por ciento
de los parlamentarios colorados apoyó a Hierro.
Sin embargo, sólo fueron necesarios unos pocos minutos luego de conocida la
victoria de Batlle para confirmar que sólo se trataba de una falsa oposición.
A las nueve de la noche del mismo día de las elecciones ambos candidatos ya
se estaban abrazando y Batlle postuló a Hierro como su vicepresidenciable.
En horas de la mañana del día siguiente, se entrevistó apresuradamente con el
presidente Sanguinetti para sellar la alianza. Esto ha provocado un notorio
malestar entre los seguidores del novel candidato único del Partido Colorado,
pero ahora es demasiado tarde.
¿Otros partidos?
El fantasmagórico Partido de la Buena Voluntad logró 120 votos, los
trotskistas del Partido de los Trabajadores, 214, la cristiana Unión Cívica
un millar, y el Nuevo Espacio 15 mil. Dejando de lado a los "folclóricos"
PBV, PT y UC, es sí llamativa la muy baja votación del Nuevo Espacio de
Rafael Michelini, la que rondó el 2 por ciento del total. Ellos dicen que
fue por la falta de competencia, ya que Michelini era el único candidato, por
lo que a sus votantes les pareció innecesario concurrir a las urnas o votaron
por pre-candidatos de otros partidos, lo que no es más que una explicación
autocomplaciente.
Más sensato parece pensar que el "vaciamiento" del Nuevo Espacio se debió a
su práctica política inconsecuente. Es que, mientras el novel partido se
define como de "izquierda", en los hechos ha acompañado al gobierno
derechista de Julio Sanguinetti en todas las leyes fundamentales que se han
votado en este período (Reformas de la enseñanza y de la Constitución,
privatización de la Seguridad Social, etcétera).
Tampoco es lógico suponer que los simpatizantes del EN no se hayan dado
cuenta de que si bien estas fueron unas elecciones internas, la entidad de la
votación de cada uno de los partidos se transforma en un elemento
determinante al momento de fijar acuerdos y efectuar negociaciones. Más aún
cuando es ese el único sentido de la existencia de este partido, que sólo
aspira (y evidentemente sólo puede aspirar) a ser "el cuarto en discordia",
tratando de incidir en la escena política como un posible aliado del que
necesite determinada mayoría en determinado momento.
Si este escenario se mantiene, en noviembre de este año habrá segunda vuelta
presidencial entre Jorge Batlle y Tabaré Vázquez, aunque de aquí a entonces
muchas cosas pueden pasar. Habrá de verse cómo logra recomponer filas el
Partido Nacional luego de esta fratricida campaña, qué tipo de acuerdos
podrán lograr los partidos gobernantes para enfrentar a su enemigo común, y
-principalmente- si la gente quiere más de lo mismo o se anima a probar otro
remedio.
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