El candidato enmascarado

17/06/2004
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Díaz pasados, en una reunión con frentistas de base, un dirigente importante de uno de los grupos que lo componen trazó una cierta comparación con la trayectoria reciente y las realizaciones, que elogió, del Presidente Néstor Kirchner. Y concluyó "eso es lo que nosotros debemos hacer en nuestra campaña electoral, "decir lo menos posible antes de la elección y actuar con realizaciones correctas una vez en el gobierno". Dejemos de lado el hecho, a mi juicio verdadero, que Kirchner ha resultado un presidente inesperado y que muchas de sus realizaciones, sobre todo en el campo de la lucha contra la impunidad y la corrupción, son innegablemente buenas. También es compartible y obvia la necesidad de hacer un buen gobierno Me preocupa lo del no-decir, porque no es la primera vez que lo oigo de parte de algún dirigente sectorial. La repetición de la idea, a mi juicio candorosa, que se pueden ocultar o al menos almibarar las propuestas programáticas del Frente Amplio no es viable. No creo que se trate esto de un debate acerca de la propaganda o del contenido de los spots publicitarios. Se trata, más bien de una discusión política. Se supone que amortiguar los contenidos de nuestras propuestas de cambio resultaría una forma idónea para "no enemistarse con los sectores del centro". Aunque se trata de una tipificación escurridiza ¿qué significa políticamente el centro?, el razonamiento apunta a evitar los ataques de la prensa adversa al FA, ponerse una máscara anodina y avanzar camuflados entre discursos venturosos y genéricos. No me parece un buen camino. Kirchner accedió al gobierno en la Argentina después de la crisis institucional más larga y más profunda de su historia, con una rotación casi diaria de presidentes de la República, que empezando por de la Rúa (que no nos era lejano) sufrieron lo que Cafassi ha llamado la "revocación sonora", los echaron a cacerolazos y al grito "que se vayan todos" mientras formas nuevas de autoorganización popular se desarrollaban a ritmo de vértigo: piquetes, asambleas barriales, clubes del trueque con millones de participantes, ollas populares en todas las barriadas. Kirchner llegó después. Y llegó de la mano del discutible Eduardo Duhalde que operó para postergar las internas peronistas, donde Menem era invencible, y promover a su candidatura del virtualmente desconocido santacruceño. Desconocido, digamos de paso, hasta para el propio Duhalde que parece sentirse cada vez menos cómodo con la impetuosa gestión de un mandatario supuestamente subordinado a sus intereses. Y los rozamientos con Duhalde no son de los problemas más chicos que tiene la gestión de Kirchner en el intento de reconstrucción argentina. ¿Sería razonable en Uruguay aplicar para triunfar esta vía del candidato enmascarado con un "programa-sorpresa"? Creo que no. Ni la crisis del sistema ha derribado a los demás competidores ni el programa (resuelto en un congreso público) ni el candidato, son disimulables bajo la apariencia de buenas intenciones de vecinos solo preocupados por el planchado de sus pantalones domingueros. Es un programa netamente de izquierda y un candidato que ha tomado partido resueltamente por los pobres. Nuestro avance solo puede crecer desde lo que somos, de nuestra identidad actual e histórica, a partir de nuestros acuerdos programáticos y nuestros planes de gobierno. Esto es esencial no solo para interesar -y ganar- la opinión de vastos sectores que anhelan justicia social y los desinteresados de una campaña electoral de escasos contenidos. También como contribución a encaminar el debate con los demás partidos en torno a los temas que realmente le importan al país y a la gente de trabajo. "Trinchera de ideas" quería Martí. Las tenemos y son las mejores para el país. Hay que quererlas más, y que se note. Que se note sobre todo entre los que más necesitan del cambio que traerá nuestro gobierno. Obsérvese qué circunstancia excepcional: si se gana el 31 de octubre por más del 50% de los votos, se estará obteniendo no sólo la titularidad de un Poder Ejecutivo fuerte (así lo forjó la Constitución del 67) sino de la mayoría absoluta en ambas Cámaras Legislativas. Hay que admitir que desde el punto de vista institucional son posiciones de gobierno envidiables de las que carece, por ejemplo, nuestro vecino el Presidente Lula. Lo que hoy son letras de un programa aprobado en el Congreso Héctor Rodríguez, y aún no publicado, que nos mandata a todos, mañana serán proyectos de ley (sobre salud, vivienda, educación, creación de empleo, convenios colectivos y mejoras salariales) y, en pocos meses, leyes avanzadas y transformadoras con plena y legitima vigencia democrática. Poner el acento en eso es mi manera de ver la campaña. Bien distinta, por supuesto, a la idea -poco compatible además con el temperamento de Tabaré- del "candidato enmascarado", acicalado y anodino pero carente de un programa capaz de entusiasmar a la gente, a esa enorme y creciente columna de gente, que espera justicia. * Hugo Cores es Secretario General del PVP-UF- Frente Amplio. Publicado en La República 18-6-04
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