Monseñor Romero: Mirar desde el proceso del pueblo
02/05/2013
- Opinión
Entrevista de Monseñor Romero con Prensa Latina y la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), poco antes de su martirio.
Montreal, Canadá (PL-ALAI) El reciente anuncio del Obispo Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo de la Familia del Vaticano, de que el Papa Francisco había "desbloqueado" la causa de beatificación del asesinado Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, me llevó a buscar cómo revivir una entrevista que desde Montreal le habíamos hecho por teléfono en febrero de 1980, conjuntamente Prensa Latina y ALAI, y otra que tuvo lugar horas antes de que lo asesinaran, el 24 de marzo de 1980.
Los dos Papas anteriores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, habían bloqueado la causa para la beatificación pedida por la Iglesia salvadoreña.
El anuncio del Obispo Paglia llenó sin duda de alegría a los salvadoreños y a la mayoría de católicos latinoamericanos, y también a quienes sin ser creyentes participaron de una manera u otra hace más de 30 años en esa gran gesta de solidaridad con el pueblo salvadoreño.
Este artículo tiene tres partes: la presentación del contexto salvadoreño en los meses y semanas previos al asesinato del Arzobispo Oscar Romero, que escribe el periodista salvadoreño Víctor Regalado; la entrevista que Prensa Latina y ALAI hicieron a Monseñor Romero el 13 de febrero de 1980, que pudo ser recuperada en los archivos de ALAI; y, en tercer lugar, mi recuerdo -porque no pude recuperar la grabación ni la "copia dura"- de la segunda entrevista telefónica del 23 de marzo con Monseñor Romero, pocas horas antes de su asesinato e inmediatamente después del dramático llamamiento que hiciera a los militares y paramilitares para que cesaran inmediatamente la represión y las matanzas.
EL CONTEXTO SALVADOREÑO EN LOS MESES Y SEMANAS PREVIOS AL ASESINATO DEL ARZOBISPO OSCAR ROMERO
Era tiempo de guerra en El Salvador, año de 1980. Y en medio de esas injusticias que vivía cotidianamente el pueblo se alzaba la voz de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, que cada domingo en su homilía denunciaba las atrocidades que sufrían la juventud, los trabajadores y campesinos, los maestros, los curas y pastores progresistas.
Los militares en el gobierno con el apoyo de los Estados Unidos reprimían al pueblo. El mayor Roberto D´Aubuisson, fundador del partido político ARENA y formado en la Escuela de las Américas del Pentágono, había organizado los escuadrones de la muerte, que torturaban, desaparecían y asesinaban a los mejores hijos del pueblo en pleno día, en sus casas, en las calles y en los templos.
D´Aubuisson servía como enlace de inteligencia entre el Ejército de El Salvador y la Embajada de los Estados Unidos. El coronel estadounidense James Steele era el asesor de los escuadrones de la muerte, y el general José Guillermo García era el ministro de Defensa de El Salvador.
Los escuadrones de la muerte operaban a partir de las "secciones 2" de la Guardia Nacional, la Policía de Hacienda y la Policía Nacional, y también desde los cuarteles militares. A mediados de abril de este año de 2013, el general Carlos Eugenio Vides Casanova, para oponerse a su deportación de Estados Unidos hacia El Salvador, argumentó que había contado con "la asesoría y la asistencia militar y financiera del gobierno de Estados Unidos" y tenido pleno conocimiento "de la conducta de las unidades de la Guardia Nacional y de los militares salvadoreños".
En ese año de 1980, cuando Monseñor Romero denunciaba las cotidianas atrocidades, las religiosas estadounidenses Ita Ford, Dorothy Kazel, Jean Donovan y Maura Clarke fueron secuestradas por cinco guardias nacionales bajo el mando del general Vides Casanova, director de la Guardia Nacional, que las violaron y luego asesinaron.
Las religiosas fueron asesinadas el 2 de diciembre de 1980, después del asesinato de Monseñor Romero. Los escuadrones de la muerte se empeñaban en cometer esos crímenes atroces para atemorizar a la población civil. Tal era el asesoramiento de James Steele, como queda claro de acuerdo con información ahora pública.
Fue en uno de esos días grises de la historia salvadoreña que por medio de Adán Chicas -entonces secretario general de la Federación Unitaria Sindical Salvadoreña, FUSS-, recibí un mensaje diciendo que me comunicara con Alberto Rabilotta, entonces corresponsal de Prensa Latina en Montreal, Canadá, quien nos hacia llegar información sobre la solidaridad internacional con la lucha del pueblo salvadoreño.
Lo que me pedía Alberto desde Canadá, para Prensa Latina y la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), era que coordinara una entrevista telefónica con Monseñor Romero. También estaría presente en Montreal Gustavo Dans, de ALAI. Le respondí que sí y pasé a la acción.
Fui al Seminario San José de la Montaña, donde estaba el Arzobispado, y asistí a una rueda de Prensa de Monseñor Oscar Arnulfo Romero para periodistas nacionales y extranjeros. Fue en ese momento que conocí a Pierre Saint-Germain, gran reportero internacional del periódico canadiense La Presse de Montreal, y a la reverenda luterana Marta Benavides.
Terminada la rueda de prensa me acerqué a Monseñor, un hombre humilde y de muy fácil acceso, y le dije que Alberto Rabilotta, de la agencia de noticias Prensa Latina Canadá, filial de Prensa Latina de Cuba, quería hacerle una entrevista.
No pude dejar de pensar en la responsabilidad que eso significaba por la atmósfera que se respiraba por esos días en San Salvador. Estábamos a mediados de febrero y un mes y medio antes, el 3 de enero, las organizaciones "político-militares" Resistencia Nacional (RN), Partido Comunista de El Salvador (PCS) y Fuerzas Populares de Liberación (FPL) habían dado a conocer el acuerdo alcanzado en diciembre de 1979, de unir sus esfuerzos bajo una Coordinadora Político-Militar.
El 22 de enero se había llevado a cabo una manifestación con más de 300 mil participantes, la demostración popular más grande en la historia de El Salvador, para conmemorar la matanza de más de 30 mil campesinos e indígenas en 1932 y celebrar la unidad de las organizaciones populares y político-militares. La manifestación del 22 de enero fue salvajemente reprimida por el ejército salvadoreño, con un saldo de muchos muertos y heridos.
Pues bien, en este contexto de represión, atrocidades y de la naciente movilización popular, le expliqué a Monseñor Romero que el material serviría para el servicio informativo de Prensa Latina y de ALAI, y que la grabación probablemente la usarían en Radio-Habana Cuba. Y, seguidamente, le pregunté si no tenía inconveniente en recibir esa llamada para hacer la entrevista.
Recuerdo muy claramente que me miró, esbozó una sonrisa y casi tímidamente me respondió: "Que me llamen", y ahí mismo me dio el número de teléfono y me indicó el momento en que podían llamarlo.
Desgraciadamente no tuve el reflejo de pedirle que me dejara estar presente cuando recibiera la llamada. Eran días muy difíciles en San Salvador, se vivía casi de minuto a minuto. Lo que sí recuerdo es que Alberto me dijo luego que Monseñor Romero había manifestado telefónicamente que se sentía amenazado.
Y el fatídico 24 de marzo, mientras oficiaba una misa en la capilla del Hospital de La Divina Providencia, Monseñor Romero fue asesinado en un operativo de un escuadrón de la muerte bajo el mando de Roberto D´Aubuisson.
Ahora nos toca reconstruir la historia patria con los nuevos elementos que van saliendo a la luz, para fortalecer la memoria del pueblo salvadoreño y que tenga bien claro quienes son los responsables, y quienes son los asesinos de Oscar Arnulfo Romero.
Memoria obliga, estos son los nombres de otros implicados en los escuadrones de la muerte: general René Emilio Ponce (fallecido), el coronel Inocente Orlando Montano, viceministro de seguridad durante el gobierno del presidente Alfredo Cristiani (de ARENA), y el coronel Francisco Helena Fuentes, jefe de la Primera Brigada de Infantería.
LA ENTREVISTA DEL 13 DE FEBRERO DE 1980
Como bien reseña Víctor Regalado en la primera parte, y la introducción a la entrevista con Monseñor Oscar Romero del Boletín No. 7 de ALAI, en los primeros meses de 1980 el accionar represivo de los grupos paramilitares de derecha y de las fuerzas del Ejército salvadoreño estaba dejando un enorme saldo de muertes: En el mes de enero de 1980 habían sido asesinadas 186 personas, "otras 164 personas fueron dadas por desaparecidas, 85 detenidas y 87 cadáveres encontrados en diversos puntos del país". El gobierno de Estados Unidos estaba, en ese contexto, sopesando el envío de ayuda y efectivos militares.
En febrero y marzo se acentuó la represión y el accionar de los grupos paramilitares, con otro enorme saldo de victimas fatales, desaparecidos y detenidos, y en ese contexto las homilías de Monseñor Oscar Romero constituían la mayor denuncia, a nivel interior, de la intolerable situación que vivía el pueblo salvadoreño, y un acicate para ampliar el creciente movimiento internacional de solidaridad con las fuerzas políticas y organizaciones populares que luchaban en el país. Entrevistar a Monseñor Oscar Romero era, en ese momento histórico, hacer escuchar la voz de la mayoría del pueblo salvadoreño.
Esa voz fue silenciada con el asesinato del 24 de marzo de 1980.
Boletín No. 7 del 22 de febrero 1980 (ALAI)
Entrevista al Arzobispo de San Salvador, Monseñor Arnulfo Romero.
-¿Podría caracterizar el momento actual en El Salvador, y el rumor o la posibilidad de un golpe de la extrema derecha?
Monseñor Romero: Podemos caracterizarlo como un momento peligroso y ambiguo en el sentido que se están jugando tres proyectos: el del gobierno, el de la derecha y el de la izquierda. En el gobierno hay gente de muy buena voluntad, con deseos de cambios, pero al mismo tiempo hay una línea de represión espantosa, como nunca, que estorba todos los proyectos de buena voluntad que puedan surgir del mismo gobierno, por lo cual se neutraliza su capacidad y no encuentra arraigo en el pueblo, no tiene credibilidad.
A la derecha, pues, está el egoísmo de no querer ningún cambio y dispuestos a defender los privilegios a costa de cualquier cosa, incluso fomentar la masacre, la represión. Hay grupos armados de derecha, grupos clandestinos, que están haciendo mucho mal.
Y hacia la izquierda hay organizaciones políticas populares y los grupos clandestinos armados. Fijándonos en los grupos organizados, yo encuentro cierta esperanza en cuanto a un esfuerzo de unidad y de apertura democrática, todavía no muy evidente, pero sí creo que dada su lucha reivindicativa por el pueblo, son grupos que hay que estimarlos en lo que valen, y al mismo tiempo se les señala los peligros y se les exhorta a una apertura sincera en servicio del pueblo. Así caracterizaría yo la situación actual.
-¿Es qué la posibilidad de un golpe de la derecha se vería en relación con las últimas medidas que ha tomado el gobierno, de nacionalización de la banca, por ejemplo?
Monseñor Romero: Sí, por lo que decía antes. Un grupo muy cerrado que no quiere oír de cambios y bajo el pretexto de que todo es comunismo está provocando una insurrección que quisiera aplastar con una guerra civil, que sin duda tendría de parte de la derecha mucha fuerza, pero sería para el pueblo un retroceso tremendo. Existe la posibilidad, más por la derecha que por otros sectores. La izquierda creo que quiere menos ahora una guerra civil porque no se siente tan fuerte como para presentarse frente a la derecha y a las Fuerzas Armadas, si (estas últimas) entran en complicidad con la derecha.
-¿Cuál es su opinión sobre estas nuevas reformas promulgadas por la Junta?
Monseñor Romero: Las reformas que ha anunciado, que está tratando de promulgar la Junta son muy buenas, son las que el pueblo necesita. Pero, la viabilidad es la que está en cuestión, ¿verdad?, ¿cómo llevar a cabo esto?, cuando en el mismo gobierno hay una corriente represiva que parece estorbar estos proyectos y por tanto no encontrar un apoyo popular para llevar adelante estos proyectos.
Podíamos decir que los proyectos de reforma son magníficos, son los que necesitamos y tenemos que llegar hasta allí un día, pero por el momento no se ve evidentemente una viabilidad hacia ellos.
-¿En principio, la empresa privada mantendría su unidad en cuanto al rechazo de estas reformas o cree Ud. de que se puede ver, por primera vez al menos, divergencias entre los sectores productores y empresarios con respecto a la política económica del gobierno?
Monseñor Romero: No hay duda de que en el sector de la derecha hay gente que es sensible a los cambios y que estaría dispuesta a aceptarlos. Lamentablemente, creo que ha estorbado un poco la intransigencia de la izquierda de no haber querido apoyar lo bueno que pudo haber en el gobierno y está dando pretextos para que muchos de (los directivos de) las empresas privadas, que tal vez tenían simpatía por los cambios, se derechicen más.
-¿Esta situación se ha modificado en algo, o sigue siendo la misma?
Monseñor Romero: Es la misma. Ahora, de parte de la izquierda sí he notado un progreso, una maduración, que puede ser el camino para llegar a encontrar la realización de estos proyectos de cambios. Pero, por ahora lo que urge es el cese de la represión y sentir una fuerza de gobierno que siquiera logre controlar los cuerpos de seguridad, que son los que están haciendo ahora mucho estorbo a los proyectos del gobierno.
-¿Quiere decir que si hubiera condiciones para el cese de la represión, Ud. piensa de que habría también posibilidad de un diálogo entre la Junta de Gobierno y las organizaciones populares?
Monseñor Romero: Yo creo que estaría ahí el secreto, cabalmente. Ver cómo lograr ese diálogo. Las fuerzas de izquierda no lo quieren este diálogo porque desconfían plenamente de un sistema donde está siempre imperante la represión. Pero si se lograra, pues, desvirtuar esa especie, lo que lamentablemente es una verdad, pues si creo que están en la izquierda con verdadero amor al pueblo, ciertamente buscarían esa solución.
-Precisamente en ese terreno, ¿cuál es el papel que podría jugar la Iglesia, por ejemplo, para promover ese diálogo?
Monseñor Romero: La Iglesia está jugando su papel evangélico, pastoral. Ella no tiene que optar por uno u otro proyecto, o sistema, sino apoyar lo bueno que hay en cualquier proyecto y denunciar lo malo que hay en cualquier proyecto. En concreto, aquí hemos dicho que el proyecto de la derecha no tiene una autorización moral cuando se empeña en mantener privilegios que son la causa de una injusticia social. Eso lo denuncia la Iglesia.
Frente al proyecto del gobierno, la Iglesia está realizando su papel de apoyar lo bueno, pero al mismo tiempo reclamando contra la represión y diciendo que la parte sana que hay en el gobierno tiene que demostrar su capacidad de gobernar, precisamente quitándose de encima ese estorbo y dando muestras de que ordena el cese de la represión. Y en cuanto a la izquierda, también, al mismo tiempo que la Iglesia anuncia el derecho de organización y la necesidad de que un pueblo se organice, se concientice, le señala también los abusos de la organización cuando hacen violencias, venganzas, actitudes que de ningún modo la Iglesia puede aprobar. O sea, que la Iglesia mantiene pues una autonomía para poder ser como la conciencia dentro de la política.
-¿Cuáles son los elementos que permiten mantener la unidad de las Fuerzas Armadas?
Monseñor Romero: Bueno, yo no conozco el interior del ejército, ¿verdad? Pero sé que hay una conciencia de grupo muy grande en el ejército; que cabalmente desde la Iglesia hemos dicho que si de veras quieren ser servidores del pueblo, como lo proclamó el golpe militar del 15 de octubre, tienen que mirar no desde su propia institución, sino desde el proceso del pueblo.
Pero la formación militar creo que les hace ver desde su propia institución y esto hace que se conglutine y que no aparezca tal vez lo que pueda estar dividido. Pero no hay duda que dentro del ejército hay gente honesta que no está de acuerdo en seguir siendo servidores de la oligarquía, sino del pueblo, y que no estarán conformes con estos hechos de represión. Pero su sentido de cuerpo, su formación militar, les hace mantener, quizás, cierta unidad al menos en apariencia.
-¿Cuál es el papel que juega la solidaridad internacional en el caso de El Salvador?
Monseñor Romero: La solidaridad internacional juega un papel muy importante porque sin duda que hay en la conciencia de la gente que gobierna y de todos los elementos interesados en el proceso de El Salvador, el respeto a las corrientes internacionales, quizás más que a las cosas internas. Y por eso toda manifestación de solidaridad con la justicia social, con el esfuerzo reivindicativo de nuestro pueblo, todo llamado al camino de la racionalidad y no de la violencia, repudiar así públicamente, en sentido de solidaridad, todo aquello que no está en beneficio del pueblo, que no favorece el proceso, son corrientes y fuerzas muy grandes para nosotros. Por eso aprovecho ahora para agradecer a Uds. que, como voz del exterior, significan mucho para nosotros.
ENTREVISTA TELEFONICA REALIZADA EL 13 DE FEBRERO DE 1980 POR ALAI Y PRENSA LATINA. POSDATA DEL 3 DE MAYO DE 2013.
El 23 de marzo de 1980, el Arzobispo de San Salvador hizo el llamamiento para que el Ejército y las fuerzas policiales cesaran la salvaje represión: "Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión".
Sabiendo de ese llamamiento, con el antecedente de la entrevista conjunta PL-ALAI a mediados de febrero, y aprovechando que teníamos el número de teléfono de Monseñor Oscar Romero, recuerdo que desde Prensa Latina en Montreal inmediatamente llamamos al Arzobispado para entrevistarlo nuevamente, y con la generosidad y humildad que lo caracterizaba accedió a una breve entrevista para condenar las matanzas.
De esa entrevista no tengo la grabación -que fue difundida por Radio-Habana Cuba-, ni la copia "dura" del despacho de Prensa Latina, sino solamente el recuerdo que siempre me acompaña de la voz de Monseñor Oscar Romero, quien hablaba lentamente y con un tono grave sobre la tragedia que se abatía sobre el pueblo salvadoreño, y que cuando al final de la entrevista y antes de despedirme le pregunté si él mismo se sentía amenazado me respondió, después de lo que recuerdo como un silencio de algunos segundos, que así lo creía.
Alberto Rabilotta y Víctor Regalado (con apoyo de ALAI)
https://www.alainet.org/es/active/63770
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