Con frecuencia nos preguntamos por qué ahora, cuando hay en el continente gobiernos progresistas y de izquierda que están haciendo bien las cosas para beneficio de sus pueblos, hay sectores de la población que se resisten a darles su apoyo. Pero lo más desconcertante, que se trata de gente que han sufrido la marginación y la violencia de los gobiernos anteriores a estos nuevos gobernantes comprometidos con sus pueblos.
Afirmar que hay dos clases sociales en pugna, para muchos resulta ser radical, sin embargo esa afirmación es tan diáfana como el agua. Hay ahora una cruenta lucha entre dos grandes sectores de la sociedad. Por un lado está el sector que son los dueños de bancos, inversionistas, propietarios de grandes fortunas, prestamistas, especuladores, y dueños de fábricas y de los medios de comunicación. Del otro lado está el sector integrado por profesionales de escasos recursos que no pertenecen al primer sector, pequeños comerciantes, propietarios de pequeños talleres e industrias, empleados, vendedores, campesinos pobres y gente que vive de ejecutar un trabajo manual o con cierto grado de técnicas mecánicas, electrónicas y cibernéticas. Este último es el sector de la sociedad que constituye el grueso de la clase trabajadora. Es decir, que hay en la sociedad una clase rica y una clase que vive del pago que reciben por el trabajo que ejecuta.
Ahora bien, los pensadores y propagandistas del sector rico dividen la sociedad en clase alta, en clase media alta, en clase media, clase media baja, y clase baja, argumentando que la polarización no es buena pues cualquier persona, con trabajo y sacrificio puede ir escalando esas capas sociales. Argumentan que es importante que haya una clase adinerada porque son el motor económico que le da trabajo al resto de la sociedad. Por supuesto que no hablan del salario de un trabajador, que no le alcanza para darle educación y salud a sus hijos, que con su salario apenas paga la renta del cuarto donde vive y compra algo para el sustento. Y no hablan tampoco de las ganancias que ellos obtienen gracias al trabajo de los demás.
Y siguiendo esa manera deformada de pensar, resulta que ni el empleado público ni el privado se considera formando parte de la clase de la sociedad que vende su trabajo para poder mantener a su familia, sino un empleado cuadro, que trabaja sentado detrás de un escritorio, lejos de las fábricas a donde van los pobres a ganarse la vida. Ellos aducen tener una casa, dos coches y tarjetas de crédito, esquivando el hecho de que la casa está hipotecada, que las facturas se acumulan, que a las tarjetas de crédito sólo abonan intereses, y menos pensar en las angustias al fin de mes para cubrir lo mínimo. El campesino, se considera un pequeño terrateniente y no un labrador, mucho menos un jornalero. El peón o jornalero que trabaja en la ciudad como mozo de servicio, o de seguridad, no se considera un simple peón, sino un empleado de confianza del patrón. El vendedor, es un Gerente de Ventas.
Luego vienen las iglesias fabricadas en Estados Unidos para llevar un pensamiento de derecha y mantener dormida a la gente que logran captar. Les enseñan que hay un plan establecido por Dios en el que se puede escalar a fuerza de trabajo y de oración y los hacen sentirse muy importantes encomendándoles el trabajo de catequización los fines de semana. Así, después de una semana de duras labores salen vestidos elegantemente a los barrios populares y al campo para anunciar la palabra de Dios. Con esa tarea, bien vestidos, se sienten tomados en cuenta y útiles a la sociedad y ya no piensan en luchar para conquistar una sociedad con verdadera justicia social. De todas maneras, piensan ellos para sí, el reino de Dios es de los pobres.
Y a los jóvenes, que ahora gracias a estos nuevos gobiernos progresistas y de izquierda si pueden estudiar y asistir a la universidad, se les enseña que hay que luchar contra el gobierno, como lo han hecho siempre los jóvenes, sin explicarles la diferencia entre los viejos gobiernos corruptos y los nuevos gobiernos, y que estos últimos a pesar de estar maniatados por los viejos aparatos de Estado, hechos a la medida de una clase dominante, luchan por estar al servicio de la población y para que ellos pueden asistir a la universidad.
Cómo hacer comprender a este sector de la sociedad que gracias a que hay un nuevo gobierno progresista, lejos del pensamiento de derecha, es que tenemos ciertos espacios sociales, políticos y culturales; que hay ayuda económica a los viejos de la sociedad que no tienen quien por ellos; que los niños pueden tomarse un vaso de leche en las escuelas y que las mujeres reciben ayuda en centros diseñados para ellas. Es difícil, porque la sociedad de consumo y los medios de comunicación los forma para que piensen de manera egoísta, para que consuman todo cuanto la publicidad les ofrece.
Y después tenemos a quienes soñaron con que al votar por el partido de izquierda, por arte de magia todo quedaría solucionado. Que habría abundantes trabajos bien remunerados para todos. Estos gritan con el pecho erguido: « Me han traicionado ». No buscan o no se les ha puesto a su alcance el mínimo análisis de cómo funciona una economía nacional heredada de los anteriores gobiernos de derecha, de los neoliberales vendepatrias para decir las cosas como son; no piensan en los poco recursos que ahora tiene el Estado porque los anteriores gobiernos se robaron todo, sin pensar que el Estado lo constituye todo un andamiaje jurídico, y que ese andamiaje fue construido por los gobiernos de derecha que siempre han gobernado para ellos y las potencias extranjeras, desde la mal llamada independencia. Pero es así, a ellos también les han enseñado a leer la realidad social en la que viven con los mismos anteojos con los que se sientan a ver y digerir mentalmente toda la basura que les presenta la televisión.
Entonces, la pregunta que debemos responder con urgencia en El Salvador y en los países en donde ahora hay gobiernos progresistas o de izquierda es, cómo hacer para llegar hasta esa gente, y de la mano con ella aprender a leer correctamente la realidad social en que vivimos, y aprender también nuevos valores de solidaridad.
Ese es el reto histórico que ahora tienen la dirigencia del FMLN en El Salvador, si la intención sigue siendo cambiar el estado de cosas y no aceitar los engranajes del neoliberalismo; analizar la situación real, sin tapujos, y elaborar un discurso que sea capaz de desmontar esa manera errónea de pensar; comprender y hacer comprender al pueblo que debe liberarse del control que ejercen los medios de comunicación al servicio de quienes nos imponen cotidianamente una imagen distorsionada de la sociedad porque no quieren perder sus privilegios. Tenemos que liberarnos y liberar al pueblo para que vea la realidad que lo rodea, para que conjuntamente podamos pensar al revés de lo que esa máquina de control social que son los medios de comunicación nos quiere hacer pensar.
Ese es el reto, ese es el discurso que hay que elaborar para conseguir los votos que hacen falta si queremos profundizar los cambios. Pero este discurso no es solamente de palabras, es un discurso que debe escribirse y pronunciarse con gestos cotidianos, en la plaza pública, en las bases de la organización, en las relaciones con todos; al mismo tiempo que se depuran las filas de los oportunistas, de los aburguesados y de los que al haber lugar caerán en la corrupción.
Víctor Regalado
"El Independiente", El Salvador