A cambiar los pañales y a los políticos tradicionales
21/11/2013
- Opinión
Casi a finales del siglo XIX en Inglaterra apareció una línea socialista conocida como fabianismo que intentó introducir reformas políticas para humanizar al sistema capitalista; esas reformas y los cambios graduales se expresaron como sistemas públicos educativos, de salud, protecciones laborales y una economía mixta con la idea de aminorar las desigualdades sociales provocadas por el capitalismo. Tal propuesta se convirtió en el sustento ideológico del partido laborista inglés y de otras formas socialdemócratas de Europa. Esa es la esencia del llamado Estado de Bienestar que se puso en práctica después de la segunda guerra mundial para restarle exigencias a los sindicatos y a los partidos obreros.
Como bien se sabe de buenas intenciones está empedrado el camino al cielo y al infierno y tales aspiraciones no alteraron el contenido del sistema económico. Más bien se convirtió en el más sólido cimiento del neoliberalismo inglés, el de la derecha ortodoxa de Margaret Tatcher, que desmontó el sistema de protecciones sociales. Y después la historia dio lugar al papel de Ronald Reagan y al de George Bush, a los halcones del imperio con sus prácticas de guerra preventiva y de achicamiento del Estado para darle más lugar al mercado. Esto hizo aumentar el desempleo, las hipotecas, el trabajo temporal, la reducción del movimiento sindical y la concentración del capital especulativo.
La historia política de algunos países europeos manifiesta este hecho: a los reformistas en el gobierno siguen los conservadores que se encargan de desmontar el bienestar social para imponer ajustes económicos que afectan los fondos de pensiones y quiebran el ahorro interno. Aunque aquí nunca hemos tenido un Estado de Bienestar, en nuestra Honduras los asuntos sociales tienen una cadencia novedosa, un ritmo diferente, en la silvestre versión catracha del neoliberalismo hay varios ejemplos de intentos neoliberales muy claros: los gobiernos nacionalistas de Rafael Callejas y del panameño Ricardo Maduro, en apariencia modernizantes. En el otro bando tradicional padecimos al español José Azcona y al único mandatario en el mundo existente que en su interior agradeció que el país fuera destruido por un huracán, ya que eso evitó que el descalabro político exhibiera su ineptitud en el poder ejecutivo, ese fue Carlos Flores. Estos últimos en apariencia liberales, pero muy conservadores. Idénticos a sus rivales de siempre.
Esos actores y sus asistentes provenientes de estamentos militares y, claros, con el respaldo norteamericano, fueron sembrando elementos legales, formales, que marcan el rumbo de la vida política. Y ahora, en pleno proceso electoral, están mostrando que entre ellos hay algunas fricciones, pequeños desacuerdos sobre cuál sector oligárquico puede seguir encabezando la continuidad del golpe de Estado; quién va a decidir el repartimiento del pastel y la porción correspondiente. Aunque parezca que están fuera del poder, como ocurre con Mauricio Villeda y su pandilla, no pueden estar fuera de ese ámbito por un tiempo más. Fuera del presupuesto nacional, no respiran ni se mueven.
Esa indudable necesidad de figurar y de encabezar el poder político se manifiesta también entre los diputados, entre los jerarcas del ministerio público y los que integran la corte suprema de injusticia, esos encantadores de serpientes que representan grandes intereses económicos pero nunca han representado al pueblo. A todos los de ese poder a veces se les olvida que son simples mandaderos de los que tienen el poder económico, cuando intentan erigirse en poder sin el permiso de sus patrones, por ejemplo, de los Faraj, los Kafie, Facusse, Nasser, Canahuati. En ningún momento se les ocurre que son servidores públicos. Y abusan, atropellan, violentan sus mismas normas, aunque la tradición política que los fundamenta sugiera respeto al ciudadano. Esa es una de las razones por las que deben ser sustituidos y por lo que debe transformarse todo el sistema político y económico, es por lo que hay que edificar una sociedad solidaria, justa, democrática. Un genial escritor irlandés como fue George Bernard Shaw afirmó de forma muy gráfica lo que han hecho y siguen haciendo los políticos tradicionales sea en el poder como cuando buscan dirigir un país, decía: “Los pañales y los políticos han de cambiarse a menudo… y por los mismos motivos”.
En ocasiones, algunas tan brutales como el golpe de Estado contra Manuel Zelaya o por medio del fraude electoral, parece que la situación de crisis va a durar un poco más o se pretende que todo permanezca sin cambios gracias a los ajustes estructurales y a gobiernos tan “humanistas” como el de Pepe Lobo; no quieren ver y ocultan, agreden, satanizan ideas como la refundaciòn y la transformación social; ideas que han prendido en buena parte del pueblo. A su pesar y contra la opinión de sus “analistas”
Pero por ahí anda lo que va a provocar algunos cambios en el sistema y la posible modificación de ese Estado que han degradado con sus medidas corruptas y entreguistas y, sobre todo, ahí está la presencia firme y resuelta de la organización social y política que va sentar las bases de una sociedad más justa y democrática. Esa misma oligarquía con sus paquetazos, su injusticia y los golpes de Estado es la que genera su propia descomposición y ésta podrá acelerarse con la movilización popular y el triunfo electoral de Xiomara Castro.
Los últimos cuatro años han sido de fuerte actividad legislativa, económica, policial, represiva, demagógica, para hacer posible el sueño perfecto de los neoliberales catrachos, de los herederos de Tatcher, Pinochet y Reagan, la instalación de un país sin huelgas, arrendado al mejor postor, sin legislación laboral a favor de los trabajadores, sin protestas públicas y con miles de desempleados. Pusieron a la orden de empresas británicas todas las explotaciones petroleras y sus derivaciones que no sólo consiste en extraer y comercializar el crudo sino la entrega de 30 mil quilómetros de la Mosquitia a la British Group. Y el show debe continuar, sigue con la aprobación de la ley de minería hecha al gusto de empresas canadienses y la colocación de 20 mil millones de lempiras en bonos soberanos en el exterior. Desde el congrezoo y el ejecutivo le doblaron la mano al sistema de justicia y no dejan de insistir en el proyecto de las Ciudades Chárter que podrá ser financiado por inversionistas de cualquier nacionalidad ; y frente a las exigencias internacionales apenas han podido maquillar el tema de las exenciones fiscales y del respeto a los derechos humanos. Y se están relamiendo de gusto porque se mantiene intacto el sistema de tenencia de la tierra y evitan mencionar la necesidad de una reforma agraria integral. Ese problema de la tierra es fundamental y tendrá que ser enfrentado por el futuro gobierno de Libertad y Refundación.
Dentro de esta tragedia escrita con símbolos mucho más macabros después del golpe de estado de 2009, aparecen personajes casi cómicos, los saltimbanquis locales y foráneos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, aceptando y diciendo que hay un problema con el déficit fiscal y con los atrasos en los pagos del gobierno, pero eso no significa que el gobierno esté quebrado, sólo es que hay un poco de insolvencia; que aunque la deuda del Estado ascienda a más de 150 mil millones de lempiras que se traduce en un módico 41% del producto interno bruto, no es tan grave el asunto, es manejable. Apenas es ese problemita mientras que miles de hambrientos hondureños siguen a la espera de sus miserables salarios o de un empleo.
Igualmente, otros destacados economistas y financieros del patio, haciendo de corifeos de los organismos financieros internacionales, incluso desde una supuesta oposición al sistema, incluso, desde dentro del partido Libertad y Refundación, proponen que el asunto es simple pero complejo, sólo es un problema fiscal, apenitas, que se resuelve con medidas fiscales. Se pretende resolver el problema de la obscura noche del neoliberalismo con fórmulas neoliberales. Sin plantear algo distinto al lenguaje y a la práctica del Fondo y sin tener la más mínima idea de una alternativa al sistema económico que no sea sólo por la vía de los temas fiscales y los ajustes estructurales. Esos estudiosos y aplicados economistas parece que no han desarrollado un sistema óptico adecuado que les permita ver y aprender de la experiencia ecuatoriana y boliviana. Tienen la visión de la rana, ven hasta donde se puede, hasta ahí pueden ver.
En ningún momento de la historia nacional hemos podido cambiar a los políticos que han dirigido el desorden social en que vivimos ni a la suciedad que hay en sus pañales. La deuda interna crece en cada momento y esto no impide que aumente el despilfarro y el saqueo de los fondos públicos, más bien se hace más burda la corrupción y la impunidad. Mientras tanto, el escenario nos muestra que en la escena política hay una discusión sobre la inseguridad y las pruebas de confianza a los operadores de justicia y su ilegalidad y otro acto expresa la apariencia de la sustitución que el congrezoo efectuó de unos magistrados por otros. Y tienen la capacidad de presentar un nuevo acto, el de la consulta popular por medio del voto libre y directo en donde sea el soberano el que ordene la reforma completa del sistema judicial y de seguridad. Pero se trata no solamente de la reforma de algunas instituciones sino su transformación total.
Y se cierra el telón. En esencia parece que nada cambia, sólo ofrecen más y más circo pero nada de pan y vino, por lo menos más vino. Tal vez nos den más diversión y uno que otro asesinato en las vías públicas, uno que otro cateo en las propiedades de los mafiosos en donde no hay nada importante ni rastros de sus fortunas, pero todo bien publicitado y respaldado por la estadística de Arturo Corrales; aunque los capos económicos, políticos y de la droga, valga la redundancia, por un tiempo seguirán tranquilos, taimados, urdiendo y forjando cadenas más pesadas para el pueblo. No hay que olvidar en ningún momento que hoy, en el momento presente, estamos a las puertas de nuevos tiempos para Honduras, que tendrán que inaugurarse el 24 de noviembre de 2013 con el triunfo electoral de Xiomara Castro.
21 de noviembre de 2013.
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