Victoria en las regionales ¿cual victoria?
08/11/2004
- Opinión
Los bolivarianos no podemos sentirnos satisfechos con la victoria
electoral del pasado 31 de octubre. Se trata de una victoria que
debe dejarnos un necesario sabor amargo. Lo cierto de esta
"victoria" es que se obtuvo gracias a los incontables disparates
de esa fábrica de infinitos desaciertos que ha sido, al menos
hasta ahora, la fragmentada, descocada, amorfa y acéfala oposición
venezolana.
El temor paraliza el triunfalismo ciega. Ambas actitudes conducen
inevitablemente al fracaso. No detenernos a reflexionar acerca de
la incomodidad y desencanto que en el corazón del pueblo
revolucionario causó la falta de participación y protagonismo, -
por lo demás un derecho consagrado en la Constitución y un
objetivo fundamental de las bases populares y su liderazgo
natural-, en la selección y escogencia de los candidatos en las
regiones, podría ser en poco tiempo, el río por donde se vayan al
mar del fracaso los objetivos de cambios revolucionarios del
proceso y el portal por donde arribar a futuros fracasos
electorales.
Si la oposición venezolana hubiese dispuesto de un mensaje
coherente, -algo por ahora impensable-, y hubiese respondido a
este mensaje con una concurrencia a las urnas medianamente
satisfactoria hoy estaríamos lamentando una derrota monumental.
Los números no engañan, salvo a quienes quieran vivir en el
engaño. El pasado 31 de octubre el despropósito aberrante de la
oposición, mezclando sin orden ni concierto una gama de desatinos
que fueron, desde proclamar tozuda e incansablemente la condición
fraudulenta del árbitro electoral hasta abiertos llamados a la
abstención y qué, naturalmente tuvo un efecto demoledor entre sus
desconcertados seguidores, -la abstención pasó en términos
generales del 50%-, pero, y he aquí el meollo del problema
bolivariano, ese mensaje abstencionista no estuvo dirigido al
pueblo chavista, la dirigencia revolucionaria convocó
incansablemente a votar, con el máximo líder a la cabeza, el cual
hizo un esfuerzo de campaña en respaldo a los candidatos si se
quiere mayor que el realizado cuando estuvo en juego su
permanencia en el gobierno en ocasión del referendo, el llamado al
pueblo bolivariano fue a votar masivamente en la denominada
segunda batalla de Santa Inés.
Lo cierto es qué, si sumamos la votación a favor de los candidatos
bolivarianos, la misma que permitió cosechar tan espléndida
"victoria", podemos comprobar que sólo tres millones
cuatrocientos cincuenta mil sufragios fueron consignados por el
pueblo revolucionario. Esto significa que, sólo tomando en
consideración los más de cinco millones ochocientos mil votos
obtenidos en el referendo, -digo sólo porque sabemos que muchos
bolivarianos no pudieron votar-, al menos dos millones trescientos
cincuenta mil bolivarianos se abstuvieron de votar, o lo que es
igual, que la abstención en las filas del chavismo superó el 40%.
Al menos cuatro de cada diez bolivarianos expresó su inconformidad
con los candidatos elegidos a dedo o, al menos, no se sintieron
motivados por estos liderazgos partidistas, (fueron los partidos y
no las bases quienes los impusieron).
Una victoria entonces, que ha podido devenir perfectamente en el
más contundente fracaso y colocado al proyecto revolucionario en
una delicadísima situación. Ignorar esto, engolosinarse con la
"contundente victoria" y no iniciar de inmediato severas jornadas
de reflexión y profunda autocrítica, no fortalecer la organización
popular, su participación real en la construcción y selección de
sus propios liderazgos naturales, podría ser el principio de un
fin que debemos evitar a cualquier costo. Llegó la hora de la
profundización del proceso, del protagonismo y la organización
popular, de potenciar al máximo la contraloría social sobre los
candidatos electos y su obra de gobierno, de la revolución en la
revolución, de la lucha a muerte contra el burocratismo y la
corrupción o habremos de sentarnos, más temprano que tarde, a
llorar como niños o niñas lo que no supimos defender como hombres
y mujeres.
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