La Negociación de la Deuda Externa Argentina: La voluntad Política
15/11/2004
- Opinión
Al día de hoy no está definido el resultado final del largo y
desgastante proceso de negociación por la deuda externa con los
acreedores privados, llevado adelante por el gobierno argentino,
porque aunque la oferta a los bonistas ya fue presentada, ésta
contiene diversos elementos que pueden significar cambios en los
números al término de los plazos estipulados. Sin embargo hay
importantes aspectos que se fueron desarrollando en el curso de
este año y medio de forcejeos, que pueden y deben ser valorados,
y permiten acercar, por lo menos, un balance parcial.
El discurso y la lógica
El discurso asumido por las administraciones -ya fueran
militares o civiles- que nos gobernaron en las últimas tres
décadas, invariablemente reafirmó antes que nada que el país
debía honrar la deuda contraída. Este gobierno desde que asumió
instaló otro discurso: no vamos a pagar la deuda con el hambre
del pueblo. Este planteo fue, y es, repetido por todos los
funcionarios nacionales desde el presidente para abajo, en todos
los escenarios nacionales e internacionales en los que se debate
sobre la deuda argentina. La consecuencia es que el planteo
actual respecto a la reestructuración en curso, es que primero
deben estar garantizados los recursos para sostener el
desarrollo económico del país, y en función de esto podemos
decidir que es lo que se puede pagar. Esto implica un cambio
cualitativo en la lógica con la que se aborda la política
económica:se piensa que no se van a producir inversiones a
través nuevo endeudamiento externo -como afirma el discurso
neoliberal- sino que la posibilidad de acceder a un ciclo de
inversiones está ligada a que el país garantice un proceso de
crecimiento sustentable en el tiempo. La defensa del actual
ciclo de crecimiento económico se convirtió entonces en el
elemento central que guía las propuestas de los negociadores
argentinos. Y desde la perspectiva del capital financiero,
representada descarnadamente por el FMI, el objetivo es
exactamente opuesto: recortar todo lo posible la magnitud del
excedente que quede en el país, y sobre todo, la porción de éste
que permanezca en manos del estado argentino. De ahí que en la
discusión con el FMI no están sólo presentes las cuotas y los
plazos de la propia deuda, sino otros aspectos esenciales de la
política económica: las tarifas de servicios que están en manos
de las empresas transnacionales, una reestructuración del
sistema financiero que liquide la porción que sigue manejando el
estado a través de la banca pública, la reforma del sistema
impositivo para hacerlo más regresivo aún, la instrumentación de
una nueva ley -que podría incluir hasta una reforma
constitucional- que ahogue las autonomías provinciales en las
decisiones del gasto, a lo que hay que agregar la participación
directa del Fondo en el debate sobre la magnitud de la oferta a
los bonistas. Todas estas exigencias fueron rechazadas por el
gobierno, y motivaron la suspensión transitoria del acuerdo con
el FMI, lo cual permitió sacar del medio esos temas por varios
meses, dándole continuidad al dinamismo del mercado interno.
Este sigue siendo la base del crecimiento actual, y su
sustentabilidad es la condición indispensable que permitirá
aprovechar la favorable perspectiva del sector externo, en la
perspectiva de impulsar un desarrollo nacional capaz de iniciar
la desconexión de la lógica neoliberal que predomina en el
escenario internacional. La suspensión del acuerdo con el FMI,
el crecimiento económico en tiempo de cesación de pagos, la
concreción final de una quita cercana al 70%, son elementos de
un enorme valor en un escenario internacional con dominio
excluyente de las políticas fondomonetaristas, difíciles de
desafiar por parte de los países dependientes, sin pagar enormes
costos de desestabilización económica y política.
Las perspectivas
La perspectiva para los próximos años en el mercado mundial
presenta aristas sumamente contradictorias. Por un lado, la
producción agropecuaria argentina vuelve, después de mucho
tiempo, a instalarse con posibilidades de ofrecer mercancías que
se valoricen fuertemente a partir de un extraordinario
crecimiento de la demanda, que es muy probable se mantenga
durante varios años. Por otro, la estructura económica nacional
heredada de varias décadas de aplicación salvaje del modelo
neoliberal, y su imbricación profunda con la estructura
internacional de igual signo, constituyen una madeja atada con
miles de nudos gordianos, que no se cortan con uno ni con dos ni
con tres tajos. En estas últimas semanas hemos asistido a todo
tipo de planteos aludiendo al mantenimiento de las estructuras
injustas y de la inconsistencia y/o incoherencia de las
políticas oficiales, acompañados en la mayoría de los casos, de
programas e indicaciones sobre lo que debería hacerse.
Programas, que según afirman los que los proponen, dependen de
la voluntad política de cambio, para su aplicación automática.
Como evidentemente no se aplican estos programas, la conclusión
es que éste gobierno no tiene voluntad política de cambio.
Nosotros preferimos evaluar la voluntad política del actual
gobierno, desde el análisis de la correlación de fuerzas que
tenemos desde el campo popular, a la hora de medirnos con las
poderosas empresas transnacionales que dominan el mercado
mundial y controlan gran parte de la estructura económica
nacional. Porque entendemos que cualquier medida que empiece a
redistribuir en favor de las mayorías nacionales las inmensas
riquezas que se siguen produciendo en nuestra patria, irá en
detrimento de los intereses estos poderosos monopolios y será
resistido por ellos con todos los medios a su alcance, que son
muchos.
La Argentina ha encarado varias reestructuraciones de la deuda
externa en los últimos años. Entre las más recientes podemos
mencionar la del plan Brady durante el menemismo, y la del
megacanje durante la administración De la Rua. Ambas contaron
con el aval y el apoyo irrestricto del FMI, y se desarrollaron
en contextos en que la relación con los gobiernos era de
coincidencias totales con las políticas de ajuste que se
implementaban y que el poder financiero exigía. Es exactamente
lo opuesto a lo que pasa por estos días. La relación con el FMI
-a pesar de que cobra puntualmente su parte de la deuda- no pasa
por su mejor momento. Las fricciones no son sólo de discurso,
sino porque el gobierno ha demostrado voluntad política
suficiente para resistir las recetas liberales que los
funcionarios del Fondo siguen recomendando. Es más, la palabra
ajuste ha sido desterrada del diccionario económico por este
gobierno. Hoy estamos discutiendo: cual es la magnitud de quita
de la deuda; si la empresa del estado que se crea va a funcionar
mejor o no con tal o cual figura jurídica; si a los aumentos
dados a los jubilados y empleados estatales se pueden y deben
sumar otros y de que magnitud; si lo planificado de obra pública
se viene ejecutando adecuadamente o no; por cuanto tiempo más
deben mantenerse las tarifas congeladas; si el crecimiento del
presupuesto social es suficiente; si el decrecimiento de la
desocupación será más o menos rápido en los próximos años; sobre
que bases debe desarrollarse el mercado regional, etc. Estamos
discutiendo si las medidas progresivas que ya viene tomando el
gobierno nacional, pueden ser mejoradas y como. No estamos
debatiendo como resistimos nuevos ajustes, como sucedió durante
las últimas tres décadas en la Argentina. Obviamente ninguno de
esos temas tienen nada que ver con la agenda neoliberal, ni con
los programas del FMI, ni con las propuestas del G 7. No es
casual que, a diferencia de los elogiosos comentarios que le
prodigaban al liderazgo menemista(aun hoy es rescatado con
nostalgia por el propio presidente del FMI) y a la "honestidad"
de De la Rua, desde sus principales voceros, tanto en el país
como en el exterior, surgen permanentemente duros ataques a las
políticas del gobierno, y a la figura del presidente Kirchner.
Los próximos pasos
Los pequeños pasos que se han dado en dirección contraria al
desarrollo neoliberal encuentran una fuerte oposición del poder
financiero, de las multinacionales, de la derecha política.
Avanzar más rápido y profundizar las huellas abiertas, requiere
no sólo de voluntad política, sino de la fuerza suficiente parta
sostener esa voluntad. Los ejemplos más cercanos que tenemos de
confrontación a las políticas imperialistas nos dejan claras
enseñanzas. Cuba y Venezuela en nuestro continente nos muestran
procesos de cambio que resisten los ataques del imperialismo,
con pueblos movilizados y comprometidos, resultado de años de
construcción y acumulación política, que permitió juntar la
fuerza suficiente para, hoy, impulsar programas económicos que
tienen mas de un punto de contacto con el que tenemos en la
Argentina. No hay ningún proceso de cambio desarrollado por
ningún gobierno revolucionario o progresista, que haya
solucionado por un golpe de su voluntad política las tremendas
injusticias que dejan décadas de aplicación de políticas
antipopulares. Hay que construir la voluntad política de las
mayorías, porque esa es la única garantía de cambios profundos y
duraderos.
La deuda es injusta, ilegal, e ilegítima. Los banqueros que nos
piden su pago le deben al pueblo argentino mucho más de lo que
nos reclaman. Pero de nada vale que nosotros lo sepamos y lo
repitamos, sino no somos capaces de construir la fuerza popular
suficiente para que seamos millones los que lo exijamos.
El gobierno de Néstor Kirchner abrió la posibilidad de sacar
este debate de los pequeños grupos para trasladarlo a millones.
No vamos a pagar la deuda con el hambre del pueblo, dice. Con
esa bandera vamos construyendo la voluntad política necesaria
para sostener en los hechos lo que decimos en los discursos.
A veces se puede avanzar más rápido, a veces hay que ir mas
despacio. De lo que se trata es saber si vamos en la dirección
correcta. De eso estamos convencidos.
Isaac Yuyo Rudnik
Movimiento Barrios de Pie
Argentina Noviembre de 2004
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