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El líder de la coalición Syriza, Alexis Tsipras. Foto: Telesur |
El proceso de integración europea tal como hoy lo conocemos data de 1950 con el inicio de la constitución de las comunidades europeas. La necesidad de poner en común la producción del carbón y del acero entre Francia y Alemania ofició como forma de acabar con la rivalidad entre ambos países. En 1951 se firma el Tratado de París por el que se crea la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero). Este Tratado rubricado por Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo e Italia abría las esperanzas para la futura cooperación política, económica y monetaria europea. En 1952 fracasa la propuesta de una Comunidad Europea de Defensa y en 1953 la de una Comunidad Política Europea. Luego se consolida la Comunidad Económica Europea como mercado común, en 1957 y la Unión Europea en 1993, con su unidad monetaria en la eurozona que en 1999 puso en vigencia el Euro y comenzó a disputar la hegemonía del dólar (en el 2006 desplazó al dólar como moneda más usada para pago en efectivo).
Hoy la UE representa en términos económicos el 14% del PBI global y su población representa el 7% del total mundial; hoy el proceso de integración se encuentra en una grave crisis.
La crisis política, económica y social que se vive en Europa es tal que los ex estados-naciones que conformaron la UE han desmantelado todas las políticas de seguridad social y su soberanía política y económica, sólo han podido mantener el aparato represivo, transformándose en veintiocho naciones subordinadas y reunidas en una gran corporación-estado de carácter continental, conducido por la troika (Comunidad Europea+ Banco Central Europeo+ FMI) en representación de los grandes bancos, fondos de inversión buitres y grandes corporaciones trasnacionales, principalmente germanos-franceses.
Por eso no sorprende la llegada al gobierno griego del partido político Syriza que nació en el año 2004 producto de la unión de diez partidos que se pronunciaban como socialistas y comunistas y que tomó forma de coalición de izquierda radical.
Esta coalición se fue fortaleciendo en Grecia producto de la grave crisis económica, donde su deuda equivale a un 175% del PBI y donde el 44% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Además, el 70% de los más de un millón trescientos mil desempleados se encuentra en esa situación, como confirman las estadísticas de la OIT.
Este panorama de exclusión no se revirtió, sino que se profundizó a partir del seguimiento de las políticas denominadas de rescate del FMI.
El objetivo de Syriza es derrotar a los poderes financieros representados por la troika, y para eso intenta implementar un programa reformista de gobierno que consiste en una auditoría sobre la deuda pública, la subida del impuesto a las ganancias a los grandes empresarios y el incremento del salario mínimo. Estas propuestas fueron las que lo fortalecieron y ampliaron su base de apoyo, contando además con el hecho de que las grandes mayorías están en contra de la intervención de la troika europea en los asuntos políticos y sociales y reclaman soberanía.
Su líder, Alexis Tsipras, junto a su organización tendrá que reunir al menos tres cualidades vitales para estos tiempos: 1) visión estratégica, 2) conducción política y 3) audacia geopolítica; en una coyuntura de grandes tensiones globales y en una correlación de fuerzas adversa al interior de Europa. Tiene a favor la gran expectativa y el deseo de muchos de otorgarle un papel preponderante e histórico: no tiene mucho por perder y tiene mucho por ganar por ser el primer gobierno que cuestione de raíz el orden preestablecido, intentando reformar y gobernar para las grandes mayorías.
De ahí el planteo de una Europa más inclusiva, social y de los trabajadores en contraposición al programa excluyente del capital financiero trasnacional. Por ahora la postura en materia de política exterior y geopolítica fue muy clara (por ejemplo ante las sanciones a Rusia planteó: son mecanismos erróneos, antipacíficos y desestabilizadores).Rusia es actualmente el principal exportador de Grecia. Además, Moscú ofreció ayuda con créditos blandos y préstamos a Grecia. La opinión pública ve con buenos ojos el acercamiento del nuevo gobierno a Rusia.
También China tiene fuertes inversiones en Grecia y aspira a aumentarlas sustantivamente.
Unas de las primeras medidas de Tsipras fue convocar a los embajadores de China y Rusia, en una clara señal de lo que está dispuesto a hacer y delimitando el territorio y las condiciones para las negociaciones con la troika.
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El líder de Podemos, Pablo Iglesias. |
Pero en Europa, no sólo en Grecia, hay alternativas a la troika: en España existe una organización con capacidad de movilización llamada Podemos. Partido de fuerte anclaje en sectores de clase media de España, que emergió del movimiento de protesta en contra de las políticas de ajuste, producto de la profunda crisis financiera neoliberal global, conocido como los indignados. El partido es liderado por Pablo Iglesias e intenta transformarse en una alternativa al bipartidismo tradicional (el Partido Popular que perdió ya cerca de 2,6 millones de votos y el PSOE casi igual número), lo que demuestra que se encuentran ambos partidos en una profunda crisis, con pérdida de confianza y de representación de los intereses de las grandes mayorías por haberse transformado en los personeros del neoliberalismo.
La llegada al gobierno del Syriza en Grecia y la perspectiva del Podemos en España, abren la posibilidad del armado de un frente poderoso de fracciones de trabajadores manuales y profesionales, pequeñas burguesías empresariales y burguesías empobrecidas, con capacidad de enfrentar y debilitar a la troika europea, especialmente a los grandes intereses financieros germanos-franceses. No obstante, estos sectores deben tener en claro que existen los intereses angloamericanos globalistas asentados en Londres y Wall Street, que también necesitan debilitar a la UE e imponer el feroz mega acuerdo de libre comercio Transatlántico, con el objetivo de prepararse para la gobernanza global.
Hoy, con el Syriza y Podemos, se abre un margen de esperanza y de posibilidades concretas para estos países y la oportunidad de irradiar a toda Europa una democracia más social y participativa, en busca de una política soberana y que -según como ordenen y tracen sus alianzas- podrá integrarse al naciente y creciente mundo multipolar complejo.