Una “Summa” imprescindible y urgente

29/05/2005
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En estos días la Editorial Banda Oriental acaba de difundir el libro de Virginia Martínez “Tiempos de dictadura 1973-1985. Hechos voces y documentos. La represión y la resistencia día a día”. La obra sorprende en más de un sentido: en primer lugar, es un trabajo realizado con absoluta precisión: datos, fechas, nombres, decretos, testimonios. Quiero decir, que cada afirmación está avalada por una referencia a documentos o artículos de periódicos publicados y accesibles. VM, se podría decir, que “hace hablar” a la dictadura, y, a diferencia de ellos lo hace “sin apremios físicos”, devolviéndonos sus decires, sus amenazas, los protocolos escritos en sus cabezas reaccionarias y su pensamiento totalitario… Este trabajo contrasta con un verdadero festival de “bolazos” que desde la derecha se ha publicado recientemente sobre ese período, muchos de ellos con gran apoyo mediático y premios y promociones laborales para sus autores. En segundo lugar, un lector como uno, que siente que, a lo largo de los años sobre los hechos de la dictadura ha adquirido un bagaje importante de conocimientos, (durante años leí casi sin interrupción El País y El Día, a veces con cierto atraso pero siempre con mucha atención. También los semanarios y periódicos que circulaban legal o clandestinamente. En 1974 y 75, estando en Argentina, además, se oían las emisoras uruguayas y muchas veces a viva voz los discursos de los matones civiles y militares que estaban al frente del Estado. Viviendo en San Pablo, con un buen aparato de radio y el tendido artesanal de un cable que oficiaba como antena, oí durante los últimos siete años de dictadura la mayor parte de los informativos y de las pocas audiciones donde se debatían temas políticos. Cuando volví al Uruguay leí, si no toda, buena parte de la literatura histórica existente sobre el período anterior y recibí innumerables testimonios, sobre la vida cotidiana bajo la dictadura, de compañeros que habían estado en la cárcel o en libertad. O sea que, durante un tiempo, pensé que sobre ese período sabía lo principal. Sucede que leyendo el libro de Virginia Martínez constaté primero todo lo que no sabía. Segundo, todo lo que, habiéndolo sabido en su momento, ahora había olvidado. Y eso que propongo ser un tenaz militante por la memoria… El registro preciso que VM ahora nos entrega importa, porque son tantos los episodios y tan graves las infamias que nadie tendría derecho a olvidarlas. No sería ni culturalmente ni psiquiátricamente saludable. En tercer lugar, al restablecer la línea de tiempo, al darle a los acontecimientos el hilo conductor temporal que los vincula con otros, sus antecedentes y sus consecuencias “Tiempos de dictadura”, reconstruye la unidad sustancial que tiene, para una comunidad, o para un individuo, cada momento histórico. Una cosa es leer listas de muertos en prisión o de ciudadanos desaparecidos, o testimonios fragmentarios. Y otra, muy distinta, es aproximarse a la realidad compleja de lo simultáneo. Al construir el relato sobre el hilo conductor del tiempo, VM nos devuelve el carácter orgánico de la historia, la coherencia interna de cada momento. A esto contribuye otro aspecto del relato que examinamos. No se trata solo del país oficial y sus avatares políticos sino también los hechos de resistencia, las realidades de lucha “de abajo” protagonizada por organizaciones sociales, políticas y culturales. La recuperación de ese corte en el tiempo nos aproxima a la lógica interna del Terrorismo de Estado, los meticulosos e infinitos mecanismos de control estatal sobre la vida de las personas y al cúmulo de atropellos autoritarios, que todos los uruguayos vivieron bajo la dictadura. En otro aspecto, el libro comentado no se limita a una crónica de los hechos o los dichos de los dirigentes de los partidos políticos. En su libro Virginia Martínez pone en evidencia el apoyo social efectivo de una parte del empresariado uruguayo (Cámara de Industrias, Cámara de Comercio) con las acciones represivas de la dictadura. Muchos de los dirigentes patronales que después de la transición engolarán su voz para dictarle a los gremios lecciones de democracia, durante la dictadura azuzaban a las Fuerzas Conjuntas contra los sindicalistas que impulsaban la reorganización de sus organizaciones de clase. Se cumplía así un círculo vicioso particularmente perverso: si un trabajador, sospechado de simpatías con el Partido Comunista o con el PVP, o con el MLN, era detenido por las FFCC. La empresa actuaba de acuerdo al principio de “si fue preso por algo será” y procedía de inmediato a despedirlo, amparada en el decreto de 4 de agosto de 1973 que habilitaba el despido sin indemnización. A la vez si, como consecuencia de un intento de reorganización gremial, un trabajador era despedido por la firma, las FFCC. actuaban de acuerdo al principio “si fue despedido por algo será” por los cual, el flamante desocupado, era de inmediato detenido e indagado en las mazmorras de la dictadura. A esta forma de represión VM agrega todas las otras. Las exigencias impuestas a todas las personas, familias o clubes, para la realización de reuniones, así fueran casamientos, cumpleaños o cualquier tipo de celebración familiar. La censura impuesta al Canto Popular, al teatro y el cine, a los tangos y canciones y a las murgas y otros conjuntos de carnaval, a las que se les pedía el libreto con anterioridad e incluso se controlaba la versión que se emitiría después de los ensayos. Los controles ejercidos en la Educación Pública sobre las bibliotecas liceales que, según orden dirigida a los directores, “debían ser pugnadas de todo tipo de texto marxista, no sólo en el área de Ciencias Sociales sino también en la de Física, Química y Matemática, porque nunca se sabe dónde puede anidar el germen de un pensamiento subversivo. Una vez depuradas las bibliotecas, el Directores del liceo debía solicitar permiso a las autoridades superiores del Estado para aceptar cualquier donación de libros. A partir de esta descripción detallada no solo de los rasgos más salientes sino de la “letra chica” del Terrorismo de Estado, que no por chica dejó de regir la vida de millones de uruguayos, VM nos pone, finalmente, ante una realidad que es hoy políticamente esencial: la actualidad de la dictadura. Tema que ha sido objeto de un estudio reciente en una obra de gran valor realizada por Aldo Marchesi, Vania Markarian, Alvaro Rico y Jaime Yaffé, publicada por Trilce. Todo el esté pensando en las perspectivas del cambio en Uruguay debiera conocer y discutir estos trabajos, creo. Finalmente me permito una recomendación: los nuevos gobernantes deben tener presente y a mano esta guía particular de la infamia. Los legisladores, cuando a la Cámara llega el diluvio de los homenajes, a menudo indiscriminados y con información incompleta. Los Senadores y en particular los integrantes de la Comisión de Defensa, para evitar venias para ascensos a torturadores tapados. A los Ministros en general y los integrantes de todas las Comisiones de nomenclátor, de aquí y de allá. Para los periodistas recién iniciados… El libro tiene otro gran mérito. Recobra para la memoria pública la secuencia de las muertes en prisión, la segunda masacre de los comunistas, a fines de diciembre y principios de enero de 1976. Esos mártires, casi olvidados. A los que no se nombre con la suficiente frecuencia. Y habría que empezara nombrarlos, a todos. Ahora que se están cumpliendo los 30 años de aquellos infames asesinatos a obreros luchadores de toda una vida. Nombrarlos, una y otra vez. En cada acto. Y gritarles, presente: con toda la fuerza de nuestro corazón. Y así como no olvidamos al Toba y a Zelmar, ni a Gatti ni a Cuesta, ni a Tassino, ni a Félix Bentín, tampoco olvidamos a los comunistas Oscar Silveira Rossano, Nicanor Aldabalde, Lorenzo Escudero Matos, Eduardo Mondello, Eduardo Bleier, Fernando Miranda, Carlos Arévalo, Julio Correa, Laureano Montes de Oca. Y el inaudito asesinato de Horacio Gelós Bonilla, del Sunca de Maldonado. No olvidaremos los “ataúdes tapados” de los que habla con indignación el gran Carlos Martínez Moreno. Así se entregaban, con prohibición de abrirlos, los féretros de los muertos por torturas, que salían de las unidades militares por decenas. No olvidaremos a Julián López, también comunista, obrero del taxi. En esta reseña pueden faltar nombres, cuestión de espacio. No faltan en el libro urgente e imprescindible que comentamos. - Hugo Cores es dirigente del PVP-Frente Amplio. La República, Montevideo, 30 de mayo de 2005
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