Corrupción y mercantilización de la política

26/06/2005
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São Paulo Después de los escándalos de corrupción en Brasil envolviendo a Lula y el PT, entre los últimos símbolos (por el momento) de una todavía posible mudanza política y social a fondo por la vía pacífica y en pleno siglo XXI, los sectores más conservadores de todo el mundo, pero especialmente los de este país, pueden “comer en plato lleno”, como se dice por estas tierras. La eventual corrupción de miembros del PT, que los conservadores consideran ya demostrada, evidenciaría de entrada y como mínimo que el autoproclamado partido de la ética no es tal ni tampoco alternativa creíble para gobernar el país. El peligro de machacar mucho por ahí es que el personal acabe pensando aquello de que “todos son iguales”. Pero, como estarían liquidando la alternativa por la izquierda, pues a río revuelto… Por otra parte, está muy claro que la oposición a Lula, que estaba en frente y al lado, pues una parte era aliada de gobierno (véase PTB de Roberto Jefferson o PP, entre otros), pretende aprovechar al máximo el caso para conseguir el mayor desgaste del gobierno. La exasperación con que algunos de los diputados derechistas se han comportado estos días deja muy claro su disposición a llegar a donde pudieran considerar necesario. Eso, que algunos llaman “golpismo” en tono de excepcionalidad, sin embargo, no es más que una práctica habitual de quienes se creen dueños del poder. Está claro que si consiguieran un nivel suficiente de desgaste no iban a ahorrarse ni un cartucho. Por otra parte, con esta crisis, se pone nuevamente al descubierto algo que es parte estructural del funcionamiento del sistema político brasileño, del llamado “presidencialismo de coalición”, de la forma de trabajo del gobierno y sus relaciones con el Parlamento. Informando de la supuesta recepción de “mensualidades” extra (de hasta 10.000 euros) por parte de miembros de la base aliada y de la oposición a cambio de apoyo a leyes, el diputado Jefferson exhortó a las decenas de miembros del parlamento que asistían a su “interrogatorio” en la Comisión de Ética de la Cámara: ¿es que alguien aquí no sabe como funciona eso? Pero no es sólo el pago de “mensualidades” extras. Ni siquiera es eso lo más importante. La madre del cordero es la distribución de cargos al frente de ministerios, secretarías, instituciones y empresas estatales varias, que dan acceso a la contratación de unos 20.000 cargos de confianza y manejo de recursos en diversa cuantía. Así, por ejemplo, cuando el gobierno Lula, en este caso, quiere cerrar acuerdo de legislatura con algún otro partido, como fue el caso del PTB de Jefferson, pues lo fundamental no es el programa político a defender, sino la designación que media el acuerdo: para Correos, Petrobras, ministerios… Sin eso, no hay alianza que valga. Desde ahí saldrán, además, ingentes apoyos para campañas electorales millonarias. Como que el voto a los diputados y senadores es nominal y directo, las negociaciones del Ejecutivo se dan muchas veces no solamente con los partidos sino con las partes de los partidos y hasta directamente con miembros de forma aislada. Y eso se repite a nivel federal, estatal y municipal. La crisis desatada en este momento permitiría la presentación de una audaz reforma del sistema político, que no tiene ya ninguna credibilidad. Sin embargo, todo indica que nunca se aprobaría, pues quien tendría que aprobarla son aquellos que se verían directamente afectados por ella en sus intereses personales. Parece que consciente de eso o falto de audacia, el presidente Lula está animando la aprobación de una reforma que, por lo menos, acabe con el voto nominal y directo, estableciendo listas cerradas de partido y financiación pública de las campañas, además de límite mínimo de votos y otras medidas menores. Que la esfera de la política tiene dinámicas y contenidos propios, ajenos aunque a costa de lo público y social, es ya un lugar común. Y eso sirve no solamente para Brasil. Lula “el negociador”, según todos los indicios, pensó que ejerciendo su poder de consenso y seducción conseguiría atraer para la buena política a la mayoría del Parlamento y hasta de la sociedad. Seguro de eso o, tal vez, porque su pensamiento político no va mucho más allá de lo que el horizonte de lo “posible” permite, renunciando por tanto a la propia trayectoria de él junto al PT, se puso a trabajar a fondo “por dentro”. Junto con él, siempre y especialmente José Dirceu. Lo posible era, como se ha comentado, negociar recursos, cargos, empleos… y, quién sabe, más adelante, con una nueva correlación de fuerzas… Mientras tanto, los movimientos sociales se debaten entre lo menos malo y, en principio, el cambio todavía posible, o el desastre que podría conllevar o, seguramente, conllevaría la derrota de la experiencia del gobierno Lula, por más “floja” que ésta sea. Los primeros pasos efectivos para reorganizar el gobierno, sin embargo, se alejan de la propuesta que la semana pasada más de 40 organizaciones sociales, CUT y MST entre ellas, presentaron a Lula ofreciendo apoyo para una reorientación de la política del gobierno, la económica principalmente. El Presidente recibió a los movimientos en el palacio del Planalto con todo el ritual y protocolo, abrazos y palmas. Sustantiva, concreta y efectiva, ha sido la oferta al Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) del expresidente, viejo cacique, latifundista, derechista y populista, José Sarney, de dos ministerios más de los que ya tenía, para así recuperar y fortalecer la “gobernabilidad” en estos momentos difíciles y asentar firme alianza para las elecciones presidenciales de 2006 para las que, en principio, el PMDB no tendría candidato. La mercantilización de la esfera de la política como parte del proceso global de mercantilización de la vida toda, así como el primado del mercado sobre ella, no han hecho más que reforzar los aspectos más negativos y perversos de ésta. Hay que afirmar que el gobierno Lula ha trabajado en sentido contrario. Para evidenciarlo, hay casos suficientes de su actuación, especialmente en el área internacional; el Estado brasileño, vale decir, viene siendo reforzado como agente activo de la economía y la educación, por ejemplo. Sin embargo, no consigue escapar de las presiones y dictados de los mercados financieros. De hecho, la política del gobierno padece una cierta crisis de esquizofrenia en la que hoy por hoy se impone, sin duda, el lado criminal, de continuidad con los compromisos con el FMI y Consenso de Washington. Como afirmaba Emir Sader en una artículo publicado el día 14 de junio, en el sitio www.outrobrasil.net, el gobierno Lula “vive su momento más importante en la crisis actual”, y el PT “está al borde de sufrir la peor de las derrotas. Es la misma visión de la Carta al Pueblo Brasileño publicada por los movimientos sociales y la misma de gran parte de las tendencias y militancia del PT que, en estos momentos pretende aprovechar la campaña en curso del Proceso de Elecciones Directas (PED) de las direcciones del PT a todos los niveles, nacional, estatal y municipal. Las posibilidades de modificar el equilibrio interno del partido, claramente favorable a la opción más “gubernamentalista” eran muy pocas antes de la crisis. El debate, sin embargo, va a ser importante y el nivel de indignación y desolación es altísimo. Seguramente, es exagerado afirmar, como hace uno de los candidatos del llamado campo de izquierda, Valta Pomar, que la izquierda va a ganar la presidencia nacional del partido y mayoría en la dirección. Pero, no es exagerado afirmar que la situación actual es excepcional y que situaciones excepcionales pueden, en buena lógica, dar en opciones excepcionales. - Pep Valenzuela es periodista
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