Es triste lo que pasa en la Francia que me apasiona
07/09/2014
- Opinión
Es triste lo que pasa en la Francia que me apasiona, en aquel pueblo que tiene el coraje de tomar el fortín de la Bastilla, que nos inflama con su Revolución, que crea la hermosa visión de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que defendió con su sangre a la Comuna de Paris[i]. O quizás en aquel mismo momento comenzaba su tragedia.
Porque el pueblo, encabezado por su burguesía, se lanzó a defender con su sangre la libertad, igualdad y fraternidad de todos los seres humanos. En aquella empresa estuvieron juntos proletarios y burgueses, porque la nueva economía industrial abría nuevas puertas hacia el progreso. Era una nueva base económica que separaba al consumidor del productor, dando a las personas nuevos aires de libertad individual, de desarrollo personal. Una nueva economía que dejaba atrás a la economía del autoconsumo, y lo remplazaba por la de los intercambios en base a precios expresados en unidades monetarias. Y las empresas comenzaron a florecer por doquier dentro de una economía de mercado.
Pero este sueño duró muy poco, hasta que la burguesía tomó el poder y continuara con el principio de la repartición individualista del resultado de la actividad económica, en donde el propietario de la empresa se apropia el 100% de las utilidades, y hace lo imposible para reducir el salario y aumentar las horas de trabajo, tan igual o peor que en los tiempos del feudalismo y del esclavismo. La economía y la sociedad siguieron siendo manejadas por aquellos que controlaban el elemento esencial de la actividad económica, los unos la tierra cultivable y los otros la máquina.
Son estos hechos que hacen nacer a los contestatarios, a los soñadores, a aquellos seres humanos dispuestos a entregar sus vidas en aras de la libertad individual y del bienestar general. Son ellos los que, consciente o inconscientemente, van creando lo que más tarde se conocerá como los ideales de socialismo y comunismo. Millones de personas han muerto en aras de estos ideales. Tantas veces se ha tomado el poder con el objetivo de instalarlos, y tantas veces se ha perdido. Cuántas revoluciones fracasadas, tantos gobiernos socialistas y comunistas errados en sus objetivos y en su práctica diaria. ¿Por qué?
Ahora, en esta Francia que me apasiona, vuelve con ironía a presentarse la figura de que los elegidos para instalar el socialismo practican sin vergüenza el capitalismo, y para colmo se burlan de los pobres, de la mayoría de la población, de aquellos que los eligieron para cambiar su destino. Extorsionan a los de abajo para llenar las arcas de los de arriba.
Triste, porque el Presidente del gobierno francés, François Hollande, “socialista de convicción” se burla de los pobres llamándolos, en privado, “los sin dientes”[ii]. Su Primer ministro, Manuel Valls, va al encuentro de los empresarios capitalistas a decirles: ¡La Francia no puede vivir sin ustedes señores empresarios capitalistas! [iii] Se descubre que su ministro de Presupuesto Público oculta una cuenta bancaria en Suiza[iv]. Su ministro de Comercio exterior, no ha declarado sus impuestos durante varios años, a pesar de haber increpado a todos los ciudadanos, en su discurso de apertura, diciéndoles: “Cada ciudadano francés debe contribuir al financiamiento del modelo social” [v]. Por ello, no es nada sorprendente que François Hollande, el socialista, sea “el presidente más impopular de la V República de Francia, con sólo un 13% de opinión favorable” [vi].
Pero lo grave no está ahí. Sucede que las promesas electorales de relanzar la economía y poner fin al crecimiento del desempleo no se cumplen. “Desde hace un año la economía francesa está en recesión… En los cuatro últimos trimestres la variación del PIB es del 0%”[vii]. La tasa del desempleo es del 10.3% [viii], el doble que en Alemania. Y el desempleo “para los de menos de 25 años es del 22.8%” [ix].
Los “socialistas” no encuentran la vía del gran cambio. Y esto sucedió igualmente con la figura célebre del socialismo francés: François Mitterrand. A partir del segundo año de su mandato presidencial (que duró 14 años), la masa de salarios descendió sin parar, mientras que la masa de utilidades de los empresarios capitalistas aumentó continuadamente[x]. La masa de desempleados pasó la barrera de los 3 millones por la primera vez en la historia de Francia. Muchas fábricas, y sobre todo las del carbón, acero y automóvil, se cerraron. Todo lo contrario de lo que se puede esperar del socialismo.
¿Y todo por qué? Simplemente porque no existe la idea clara de lo que es socialismo y, sobre todo, cómo ahí llegar. Todos, incluido Lenin y Mao Tse-tung, se refugian en las obras de Karl Marx como si él hubiera escrito la Teoría de la transformación. Lo que nos ha legado Marx, y formidablemente bien, es la Teoría de la explotación. En ninguno de sus escritos, menos en El Capital, nos habla sobre cómo realizar la gran transformación. En esas condiciones cualquier promesa es buena [xi].
Si muchos esfuerzos han caído en el fracaso es, simplemente, porque no existe una Teoría de la transformación. No sabemos reconocer los elementos de una actividad socio-económica y, cómo hacerlos jugar para pasar de una economía a repartición individualista hacia otra de repartición igualitaria. Nos falta, por ejemplo, estudiar y rescatar el legado de la civilización pre-inka e inka que gestionó su economía en plena cooperación entre los unos y los otros, dentro de un clima de hermandad y de bienestar general. Una economía que tenía por base a la propiedad colectiva y a una repartición más o menos igualitaria del resultado del esfuerzo de todo un pueblo.
Lima, sjl, 7 de setiembre del 2014
Dr. Hugo Salinas
Notas
[ii] TRIERWEILER Valérie, Merci pour ce moment, Les Arènes éditions, Paris, 2014
[iii] Université d’été du MEDEF, Mercredi 27 août 2014
[x] Piketty Thomas, Capital in the Twenty-First Century
https://www.alainet.org/es/articulo/103130?language=en
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