Las niñas del año dos mil
28/01/1998
- Opinión
No son tantas las niñas que toman la palabra para hablar de ellas mismas y menos aún las que
conocen sus derechos humanos y tienen la posibilidad de defenderlos. Por lo general, su posición
en la sociedad es tal, que la opinión de las niñas no es considerada trascendente y sus derechos a la
participación, ciudadanía y autonomía personal son denegados, bajo el pretexto de costumbres y
tradiciones.
Aun así, un estudio reciente realizado por el Ministerio de Educación de Gran Bretaña, revela que
las niñas están a la cabeza de los índices de excelencia escolar, lo que nos permite deducir que tan
sólo el acceso al derecho elemental a la educación podría revertir uno de los preconceptos que
conducen a su discriminación.
No obstante, cerca de 100 millones de niñas en el mundo aún no tienen acceso a la educación, ellas
aprenden a calcular vendiendo chicles, flores y otras baratijas, lejanas a la posibilidad de ganar
puntos de excelencia en su escolaridad formal.
Asimismo, desde muy temprano, las niñas enfrentan diversos niveles de responsabilidad en el
trabajo doméstico, pero este no es el único, muchas de ellas se ven en la obligación de enrolarse en
actividades laborales a la par de las adultas/os, para su autosubsistencia o como apoyo familiar.
Más aún, se calcula que para el año 2.000 unos 400 millones de niñas (y niños) laborarán bajo la
modalidad del trabajo esclavo infantil.
En el año 2.000, muchas niñas despertarán enroladas en la prostitución y pornografía infantil,
conocerán el tráfico y venta de niñas con diversos fines, y hasta habrán sobrevivido a las campañas
de limpieza social, que se han desatado en diversos puntos.
Otras despertarán abrumadas por la violencia doméstica, social y sexual, impune aún en la mayoría
de los casos; o en el camino al refugio, huyendo de la guerra, o en medio del maltrato y la muerte
que infringen militares y paramilitares contra quienes luchan por derechos elementales como tierra,
vivienda, agua, etc.
Las niñas como sujetos de derechos
Por su universalidad, la Declaración de los Derechos Humanos engloba también a las niñas, pero en
la vida de la mayoría de ellas, los derechos son una abstracción. No obstante, en el año de las
celebraciones del 50 aniversario de dicha Declaración, la ciudadanía de las niñas (y niños) debería
ser promovida como condición indispensable para incentivar la práctica de dichos derechos.
Hay derechos como la participación ciudadana de las niñas a la toma de decisiones en los asuntos
que les conciernen, cuya aplicación es remota en la mayoría de contextos, sin embargo, sí es posible
plantear, aquí y ahora, la vigencia del derecho a la integridad corporal, que es uno de los más
vulnerados en todas partes.
La violencia sexual, el incesto y las múltiples formas de abuso físico y psicológico deberían ser
objeto prioritario de las diversas campañas y acciones urgentes, que plantean varios sectores.
De igual manera, debería considerarse el desarrollo de una ética encaminada a erradicar la violencia
y la utilización de las niñas en los productos culturales, mediáticos y de entretenimiento,
particularmente en aquellos dirigidos a la niñez.
El desajuste estructural
Para una vida sana y creativa, la niñez requiere jugar, hacer deporte, dormir 8 horas, ser sujeto de
afecto, etc. Ello implica la vigencia de derechos elementales como la alimentación, vivienda,
educación, aspectos que riñen con las prioridades de gestión económica y social del actual modelo,
cuyos efectos más bien redundan en una pauperización de la situación de las niñas.
En el campo laboral, por ejemplo, el Tribunal Internacional Independiente contra el Trabajo Infantil
"condena como culpables" a las multinacionales, bancos e instituciones financieras que negocian
con el trabajo infantil, a los gobiernos que burlan sus propias leyes, al Fondo Monetario
Internacional y al Banco Mundial, cuyos ajustes económicos están en el origen de estos abusos, a la
Unión Europea, a la Organización Mundial de Comercio, a la Naciones Unidas, entre otros.
Pero, aún así, nada impide que se desplieguen iniciativas ciudadanas para desarrollar una conciencia
diferente. La lucha real contra la desnutrición, que afecta particularmente a las niñas y mujeres,
implicaría una radical redistribución de bienes, lejana de realizarse bajo el actual modelo, sin
embargo, es posible pensar en una redistribución de los bienes alimentarios, con enfoque de género,
a nivel familiar o comunitario, pues, según datos de UNICEF, en muchos países, los hombres y
niños tienen mejor alimentación que las niñas y las mujeres.
También es factible que las Defensorías del Pueblo y las Comisarías de la Mujer, que ya existen en
diferentes países, los movimientos ciudadanos y asociaciones, atiendan, en los rubros que ya
trabajan, los requerimientos de las niñas. En otras palabras, para que los derechos de las niñas sean
realidad se requieren todas las voluntades, en todos los espacios. Para que las niñas crezcan en paz,
se requieren todas las transformaciones.
https://www.alainet.org/es/articulo/104370
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