Hacia el grito de las excluidas

10/03/1999
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La mayor perversión del neoliberalismo es su gran capacidad para producir, multiplicar y reproducir las desigualdades y polarizaciones. Así, si en un extremo se ubica la figura emblemática del hombre blanco, ganador, dotado de capital y bienes, gozador de derechos; en el otro se ubica la excluida, negra, indígena, campesina o urbana, que no tiene derecho a nada, ni capital, ni empleo formal, ni nada. Las excluidas son aquellas que, por estar al margen de todo vínculo con la economía formal y los recursos, no tienen acceso a nada ni derecho a nada; son aquellas que aún siendo documentadas se desenvuelven en la vida como si no lo fueran; son aquellas que se reproducen y paren en el fango, como si las políticas de salud sexual y reproductiva no existieran; son aquellas para quienes las puertas de las escuelas, públicas o privadas, no se abren; son aquellas para quienes los derechos ciudadanos o humanos son pura retórica. Al crear condiciones para masificar la pobreza y agudizar la pauperización, el actual modelo económico tiende a incrementar día a día el contingente de excluidas, su falta de derechos, su calidad de desechables. Según el economista peruano Oscar Ugarteche, "El dominado excluido no tiene derecho a nada y provoca la discriminación absoluta del resto de la sociedad. De este modo, por ejemplo, la mujer quechuahablante es dejada de lado, los niños y niñas quechuahablantes son dejados de lado, y más abajo están los ashaninca y las tribus de la selva. Y más abajo aún, los ashanica analfabetos, homosexuales, y así de manera escalonada se desciende hasta el último circulo del infierno".(1) Esos últimos círculos de infierno son los poblados por las excluidas, pues como toda mujer tiene socialmente la obligación genérica de atender y solventar las necesidades básicas de su familia y comunidad, las excluidas cargan con una multiplicación socio-económica de las consecuencias de esa polarización. La oquedad insolventable del mundo de los excluidos, se vuelve más profunda para las excluidas a medida que se afianza el proceso de mundialización neoliberal y sus políticas, así por ejemplo, si la gran fuerza de la mundialización reposa sobre la tecnología, las excluidas, que inventan instrumentos de producción con latas, palos y piedras, para garantizar algún ingreso, tienen pocas oportunidades de acceder al mercado, y menos aún a los beneficios de la globalización. El éxito económico y la progresión de la exclusión Afianzar el modelo económico actual, sólo es posible a través del abandono del sistema de bienestar; el desmantelamiento de la riqueza común; el debilitamiento de los vínculos sociales; la desvalorización del principio de solidaridad; la vulneración de los más elementales principios de ciudadanía; fundamentos que permitieron alguna posibilidad para que las mujeres pudieran tener un marco decoroso en la búsqueda de sobrevivencia colectiva e individual. Ricardo Petrella señala al respecto, que "La masividad de la pobreza representa no sólo una negación del Estado moderno, sino que se traduce en el hecho de que la economía actual se ubica como enemiga de la ciudadanía"(2). Actualmente, el bienestar financiero o el fortalecimiento de la economía de mercado no representan una garantía para la adquisición y vigencia de la ciudadanía, es más, en los países del Sur, por lo general, eso significa que los costos sociales de los buenos resultados macro-económicos se traduzcan en una mayor exclusión. Los recortes al gasto público o la eliminación de políticas distributivas o redistributivas, por lo general conducen a la eliminación de la seguridad social, de la educación y salud gratuitas, a la privatización de los servicios y, por lo tanto, tienen que ver con la sustantiva abreviación de la ciudadanía social y las posibilidades de sobrevivencia. La economía moderna, articulada en función del mercado, tiene como uno de sus principales pilares la optimización de la productividad, basada en las innovaciones tecnológicas. Por lo mismo, el éxito económico produce desempleo, en la medida en que el trabajo es reemplazado por tecnología. Entonces, la producción de bienes no requiere más de la multiplicación de empleos, sino, por lo general, todo lo contrario. Es más, con el afianzamiento de la cultura productivista, el concepto trabajad@r ha sido reemplazado por el de recursos humanos, reciclables y/o descartables, que deshumaniza y anula, en la práctica, los derechos de trabajadores y trabajadoras. Bajo esos criterios, el "reordenamiento" laboral genera exclusión, en la medida en que cada desempleado se ve obligado a buscar una plaza de sobrevivencia en un campo de inferiores condiciones laborales, hasta llegar a los círculos de la pobreza. Y eso si la suerte le acompaña, pues la pendiente del tobogán se ha extendido al mundo de los excluidos y excluidas con un segmento donde caen los desechables. Según Petrella, la tecnología es uno de los principales factores de las dinámicas de exclusión social, pues una vez que un empleado es reemplazado por tecnología, tiene pocas oportunidades de volver, salvo si adquiere nuevas competencias superiores, que le podrían garantizar, tal vez, un tiempo de sobrevivencia hasta ser alejado por nuevas tecnologías aún más eficientes. Lo curioso, insistimos, es que este empleado desplazado por la introducción de tecnología se vuelca a la calle a disputar los espacios informales de las mujeres, y las empuja hacia espacios cuya rentabilidad es casi nula, por lo que a la postre quedarán excluidas de la dinámica del sistema. Los círculos de la exclusión En un mundo donde la fortuna de las 385 personas más ricas es superior al ingreso anual del 45% de habitantes más pobres, donde la gente muere de enfermedades que podrían prevenirse fácilmente con una vacuna, las mujeres asumen cada día más responsabilidades vinculadas a la supervivencia colectiva y con menos recursos. Adicionalmente, las hambrunas, las catástrofes naturales, las epidemias, las violencias que se generan en ese contexto -además de la violencia de género-, proyectan al infinito los círculos de exclusión de las mujeres. De igual manera, bajo un modelo donde las mayores posibilidades de éxito están basadas en el acceso a la tecnología y al conocimiento, las posibilidades de salir de la exclusión se restringen cada día más. Pongamos lo dicho en un ejemplo: en el campo, donde predominan las políticas agrícolas orientadas a la exportación, el incremento de tecnologías elimina las posibilidades "competitivas" de la producción arcaica de las mujeres, basada principalmente en la energía humana. Ellas, afectadas, además, por el éxodo de los hombres a las ciudades, se ven obligadas a resolver solas su situación y la de los niños, niñas y ancianos que quedan bajo sus cuidados. Exclusión sin fronteras La exclusión no se circunscribe a la cuestión económica, ella se nutre de todas las formas y modalidades de discriminación, tales como la de género, el racismo y otras. Las consecuencias de los procesos migratorios, que resultan de la mundialización, dan cuenta de ello, pues hay quienes por su origen son siempre relegad@s, aún en situaciones de algún ingreso económico de por medio. Para ilustrar esto, basta evocar las movilizaciones de personas inmigrantes en Estados Unidos, que señalan al racismo como una de las principales causas de la exclusión de la que son objeto. Por esos mismos mecanismos, las mujeres son relegadas en el contexto de la inmigración sobre todo al trabajo doméstico o sexual, ambos sin posibilidades mayores de promoción social. Además, aunque, según datos del Fondo de Población de Naciones Unidas, las poblaciones migrantes apenas representan el 2% de la población mundial y la masa monetaria que transfieren a sus países de origen es tan sólo de 70 mil millones de dólares, las legislaciones se han endurecido en la mayoría de países, en algunos casos tanto para quienes tienen estatus legal como ilegal. Aún más, el peligro de la inmigración se ha convertido en un refugio discursivo para muchos políticos, quienes ganan votos fáciles avivando viejos anhelos nacionalistas y xenofóbicos y generando así contextos de mayor discriminación y exclusión. El grito de las excluidas Sin embargo, aunque la exclusión anula derechos y reduce a las personas a la supervivencia, la voz de las excluidas se hará oír, por eso mismo, cada vez más. Prueba de ello son los contundentes gritos contra la exclusión lanzados en este fin de siglo desde Chiapas (México) y las/os Sin Tierra (Brasil), que auguran el avenir de un nuevo milenio poblado de voces que no podrán silenciarse más. "El grito de los excluidos y excluidas", promovido por movimientos sociales y ecuménicos de Latinoamérica, cuya expresión mayor en este año se dará el 12 de octubre (ver ALAI No. 279, 26/08/98), en un mundo donde se calcula que l@s excluid@s superan los cinco mil millones, permitirá a las mujeres visibilizar sus anhelos de justicia económica, y visualizar un futuro donde el descenso al infierno de las excluidas cese para siempre. (1) Oscar Ugarteche, La arqueología de la modernidad: el Perú entre la globalización y la exclusión, Desco, Lima, diciembre 1998, pp.143-44. (2) Riccardo Petrella, Ecueils de la mondialisation, Urgence d'un nouveau contrat social, Les Grandes Conférences, Editions Fides, 1997, France, pp.26
https://www.alainet.org/es/articulo/104660
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