Luchas e injusticias de fin de siglo
30/06/1997
- Opinión
"La mayoría de los prejuicios, aunque no todos, son producto de las clases
dominantes, incluso cuando éstas pretenden, en la esfera del para-si,
contar con una imagen del mundo relativamente exenta de prejuicios y
desarrollar las acciones correspondientes. El fundamento es obvio: "las
clases dominantes desean mantener la cohesión de una estructura social
beneficiosa para ellas y movilizar en su interés incluso a quienes
representan otros intereses", señala la socióloga Agnes Heller (1).
Todo prejuicio se caracteriza por una toma de posición moral, pero los
prejuicios y los juicios también son históricos y, en una sociedad dinámica
y mutable, siempre hay fuerzas conservadoras y fuerzas dinámicas, acota
Heller. Estas últimas, posibilitan eliminar la organización de los
prejuicios en el sistema, su rigidez y la discriminación.
En la lucha contra el SIDA una parte sustantiva de las movilizaciones
están encaminadas a cuestionar los prejuicios, que han conducido a la
segregación de las personas y colectividades afectadas. Los prejuicios y
sus efectos son considerados casi tan mortales como la enfermedad, en tanto
que socavan las posibilidades de autonomía de las personas, y disminuyen la
libertad y el ejercicio de los derechos ciudadanos.
En los últimos años, dos elementos claves han entrado a definir las
acciones de las organizaciones que luchan contra el SIDA. El primero tiene
que ver con el respeto de los derechos humanos de las personas que viven
con VIH-SIDA y el segundo es la participación democrática de estas personas
en las decisiones relativas a los programas y acciones desplegadas en
función de la pandemia.
Asimismo, se plantean diversos elementos de orden socio-económico, entre
ellos: el derecho a la salud, que comprende el acceso a atención y
medicamentos, el derecho a la educación e información; y otros de orden
ético, tales como el respeto a la dignidad y a la humanidad.
Estos enfoques y propuestas, interpelan al conjunto de prácticas sociales
vigentes, pero aún más a los sectores organizados, que proponen la
transformación de las relaciones sociales desiguales existentes en diversos
campos. Pues, como enfatiza Agnes Heller, "Un movimiento social que no se
base exclusivamente en la pura espontaneidad, sino que ofrezca a sus
miembros una teoría o ideología, y por lo tanto una perspectiva, un
movimiento que espere la entrega consciente de sus partidarios tiene que
tomar posición -positiva o negativa- respecto a la tradición ética".
En ese sentido, una de las interpelaciones que plantea la existencia de 15
millones de personas seropositivas, discriminadas en el mundo, de las
cuales más de un millón son niñas/os, es la de vincular esta problemática
al conjunto de causas sociales, interrelacionando vivencias y análisis
estructurales. Pero ¿cómo discriminar y crear segregaciones cuando
la mayoría de las propuestas sociales apuntan a la eliminación de estas
prácticas?
En ese sentido, la cuestión del SIDA ha comenzado a ser incluida entre las
preocupaciones de los procesos organizativos, principalmente de derechos
humanos. Ello, además de la multiplicación de problemáticas sociales y
económicas que acarrea la proliferación de la afección, ha llevado a
constituir una fuerza que condujo a la Comunidad de Naciones a crear el
ONUSIDA, instancia encargada de encarar esta situación.
No obstante, está pendiente que las propias organizaciones de la sociedad
civil y sus dirigencias consideren que 1.3 millones de personas adultas
(ONUSIDA) y cerca de medio millón de niñas/os, están ya afectadas por el
virus en América Latina y el Caribe; que las poblaciones pobres son las más
vulnerables, y que, por lo tanto, éste constituye un tema de interés
colectivo y no un problema marginal. Es indispensable que incluyan en sus
agendas, una participación activa en la búsqueda de soluciones.
Las agendas de ahora
La ética, la vigencia de la diversidad, la igualdad entre los géneros y la
libertad, como una categoría central de la ética, aparecen ahora como
elementos claves para la producción de una vida verdaderamente humana. Ello
implica una reformulación de agenda, más inclusiva, que se ubique en una
realidad heterogénea, conformada por culturas, valores, opciones personales
y enfoques.
En la época actual, como enfatiza Heller, "ya no se trata de crear los
presupuestos de la vida humana, sino que nuestra acción inmediata ha de ser
la producción de la vida verdaderamente humana". Pero ¿cómo hablar
de humanidad, cuando las personas afectadas por el SIDA ni siquiera pueden
acudir a los servicios de salud por temor al aislamiento y a la
estigmatización? Tal es el empobrecimiento y la exclusión.
Cómo hablar de ética, cuando muchas voces alternativas, por silencio u
omisión, se hacen eco de voces conservadoras, y levantando banderas de
viejos prejuicios, pretenden encaminar a la humanidad hacia procesos
regresivos, que afectan al conjunto?
Los límites del modelo
Además de la dimisión de los Estados en el área de la salud, ha surgido
otro combo mortal conformado por el incremento de la pobreza y la
progresión del virus de inmunodeficiencia humana. De la mano de la
pauperización surgen estrategias de sobrevivencia, tales como el incremento
del trabajo sexual infantil y adolescente, que exponen a la niñez y a la
juventud a ceder -más fácilmente que las adultas/os- a las presiones
masculinas de tener sexo sin protección.
También es conocido que el empobrecimiento y los procesos de exclusión
social, afectan particularmente a las mujeres, y que la mayoría de ellas
trabajan en promedio 18 horas diarias, lo que socava sus posibilidades de
acceso a la información sobre la incidencia del virus y la adopción de
comportamientos preventivos.
Mientras tanto los hombres, principales vectores de la transmisión del
virus, permanecen bajo la influencia de visiones machistas de la sexualidad
y aún mantienen el prejuicio de que el virus sólo afecta a ciertas
poblaciones, mal llamadas de riesgo. Por ello, también están lejos de
adoptar comportamientos preventivos.
La Organización Mundial de la Salud estima que, a finales de este siglo,
entre 30 y 40 millones de personas serán afectadas por el VIH y 10 millones
por el SIDA. Y aunque para el año 2000, se encontrara la "vacuna contra el
virus", éste habrá causado tantos estragos socio-económicos y humanitarios,
que es impensable una solución a corto plazo.
Así, el SIDA ya no es un problema tangencial, ni una problemática limitada
a las discusiones de expertos. Es el mal del siglo, que, a la vez, conduce
a la necesidad de encarar otros males humanos, tales como la injusticia, la
pobreza y la segregación. A estas alturas, se hace necesario enfocarlo como
un problema multidireccional, que visibiliza los sesgos del modelo
neoliberal, principalmente el principio privatizador de la salud y las
áreas sociales.
Geopolítica del SIDA y comunicación
El mapeo geopolítico del SIDA revela otras disparidades, como la
Norte/Sur, pues mientras los índices de progresión de la pandemia se
multiplican en el Sur, principalmente por causa de la pobreza y la falta de
información, apenas el 10% de recursos son encaminados hacia estas
regiones.
En América Latina, el mapa de la seropositividad tiene las siguientes
características: 46.8% de las personas afectadas son hombres (especialmente
homo-bisexuales), 20% son mujeres, alrededor del 30% son niñas y niños. Se
estima que cada minuto ocurren 5 nuevos contagios en el mundo.
Es por eso que las organizaciones que trabajan en este rubro están
enfatizando en la necesidad de incrementar los procesos educativos,
informativos y comunicacionales, como un elemento sustantivo para encarar
la prevención del SIDA, tanto para visibilizar la problemática como para
contribuir al desarrollo de articulaciones sociales y de enfoques
inclusivos y democráticos sobre el tema. La realización de esta publicación
es un primer gesto de solidaridad.
(1) Agnes Heller, Historia y vida cotidiana, aportación a la sociología
socialista, Ed Grijalvo, 1985, México, p. 85-91-160-16
(2) Declaración de la Cumbre de París sobre el SIDA, de la ONU/1994
* Este documento es parte de
La cara Socio-económica del Sida Serie Aportes para el Debate No. 5.
https://www.alainet.org/es/articulo/104809
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