Nuevos actores sociales y proceso de liberación

23/04/2001
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Desde luego, los 'nuevos actores' no lo son en el tiempo largo de la cultura (la luchas de la mujer por plena participación política y cultural tienen en la sociedad moderna más de dos siglos) ni en el más corto de las luchas recientes (los ecologistas radicales levantaron pública y masivamente sus banderas en 1972). En este punto, los actores son 'nuevos' por el renovado carácter de sus luchas. Los nuevos actores tampoco lo son porque existan otros 'antiguos', como los obreros, de los cuales desearían distanciarse, enemistándose, de un modo frontal. Este último rasgo de 'lo nuevo' postula un sentido reconfigurador para lucha social. Los obreros y sus organizaciones de clase combatieron por el socialismo, pero este socialismo no incluía estratégicamente ni las reivindicaciones de género, ni las generacionales, ni las ambientales, ni las de los pueblos y culturas originarias de América Latina, ni las de los creyentes religiosos en su esfuerzo por denunciar y superar las idolatrías. Dicho esquemáticamente, el socialismo proletario era capaz de resolver todas las luchas y contenía en sí mismo todas las victorias. El punto anterior no se resuelve constatando que 'ese' socialismo, es decir algunas de las sociedades y movimientos más importantes del socialismo histórico durante el siglo XX, se colapsaron o suicidaron a finales de los ochenta y que las organizaciones (sindicatos, partidos, estructuras político/militares) que lo sostenían o prolongaban están o muertas o profundamente debilitadas. No se trata de que fallecido el 'antiguo' actor aparecen 'nuevos' protagonistas con mejor salud. Para el criterio popular, el fracaso del proyecto socialista, es decir el fracaso del programa obrero, se debe, en parte (sólo el análisis detallado puede resolver esto), a la ausencia estratégica en él de otras luchas radicalmente populares: indígenas, mujeres, derechos humanos, jóvenes, ecologistas, creyentes religiosos. Los nuevos actores no se enfrentan ?porque estaría muerto? al proyecto socialista proletario, sino que critican a un socialismo que ignoró (sin duda desde su propia historia) o mediatizó otras luchas particulares estratégicas sin las cuales la transformación efectivamente revolucionaria de la organización capitalista de la sociedad no puede llevarse a cabo. Así, desde el marco de resistencia y lucha de los 'nuevos actores', ni ellos son los 'pordioseros de la lucha de clases' (*) ni el socialismo de inspiración obrera, ni el marxismo que lo sostuvo, están definitivamente muertos. Dicho sumariamente: hay espacio dentro de los 'nuevos actores' para el movimiento obrero. Lo que no existe es lugar para ningún movimiento particular que se autoproclame como 'natural' o 'científicamente' eje único de la transformación social revolucionaria liberadora. Lucha social revolucionaria liberadora La expresión ?lucha social revolucionaria liberadora? no es casual. Durante la mayor parte del siglo XX el término ?revolución? tuvo principalmente el carácter de un asalto popular (a veces con conducción proletaria) al poder de Estado para destruir la dominación oligárquica y autárquica o colonial y neocolonial. Las tareas de la revolución eran también políticas, en el sentido reductivo de utilizar el poder del Estado conquistado para construir y defender la nación o el socialismo o ambas cosas. Conseguir la independencia nacional liberaba, sin duda, al destruir el sometimiento colonial o neocolonial y la estructura social interna que se beneficiaba con ese sometimiento antinacional. Pero la independencia nacional no cubría 'todas' las liberaciones revolucionarias. Un proyecto de 'liberación nacional' (no clasista) puede proponerse la constitución de un capitalismo nacional que prolongue, aunque con mayores beneficios internos, la explotación capitalista de los trabajadores y el relegamiento de indígenas y campesinos, por citar dos sectores que sufrirían distintos tipos de discriminación. Un proyecto de liberación nacional clasista, o sea socialista, no incluye forzosamente una crítica radical de la idolatría, ni la cuestión indígena, ni la sobrerrepresión sexual que afecta a jóvenes, mujeres y homosexuales, por citar también otros contingentes sociales que buscan sacudirse de las prácticas de sometimiento a que los someten estructuras, instituciones y lógicas de fetichización, racismo, etnocentrismo, patriarcalismo, adultismo y masculinismo. Las prácticas de sometimiento estructural en las sociedades modernas son múltiples y las guerras de liberación (militares y no militares), por tanto, admiten formas y expresiones variadas. La lucha social revolucionaria no acepta, por tanto, hegemonías doctrinariamente preestablecidas y se declara, en este sentido, plural. Exige, más que unidad de semejantes o idénticos, articulación de diversos. La articulación de diversos constituye, desde luego, un proceso complejo que no puede resolverse 'desde arriba' ni con una receta. ¿Qué tienen de común, por ejemplo, los trabajadores asalariados y las mujeres inferiorizadas socialmente? Indiquemos dos factores: ambos sectores sociales sufren una dominación estructural indispensable para la reproducción de la organización capitalista y patriarcal de las formaciones sociales. También ambos sectores se sienten incómodos e insatisfechos con los lugares sociales e identificaciones que les conceden sus respectivas lógicas de sometimiento. Podemos agregar factores comunes: los trabajadores insatisfechos con la identificación que les provee el capital (fuerza de trabajo asalariada) se dan una analítica obrera que contribuya a constituirlos en sujetos autónomos y, por ello, revolucionarios. Las mujeres, insatisfchas con las identificaciones que les asignan el patriarcado y la masculinidad (objeto sexual genital/maternidad), se dan una teoría de género que contribuye a constituirlas como sujetos autónomos y, por ello, revolucionarios. Nueva memoria, nueva esperanza El punto que más interesa destacar aquí es que tanto trabajadores asalariados como mujeres se sienten insatisfechas con las identificaciones (no identidades) que les provee el sistema. Su lucha pasa entonces no sólo por asaltar y destruir el poder o burgués o patriarcal, sino por liquidar identificaciones desde las que reproducen el sistema (aun contra su voluntad) construyendo, en el mismo movimiento, identidades liberadoras (éstas, por definición, son abiertas, sociohistóricas). Esta es una de las invitaciones actuales de los movimientos sociales. El asalto contra las estructuras, instituciones y lógicas de sometimiento incluye forzosamente la destrucción de las identificaciones provistas por el sistema de dominación y la construcción (autorrealización) de nuevas identidades liberadoras. Esta nuevas identidades sólo pueden aparecer en las luchas de oposición, resistencia y liberación que, más los mecanismos de acumulación y de lectura siempre renovada de raíces, constituyen a los movimientos sociales. La objetividad del proceso liberador contempla, por ello, diagnóstico y destrucción de lógicas de sometimiento, transformaciones personales radicales, gestación de nuevas tramas sociales y proyección de horizontes utópicos que confirman y renuevan la esperanza. 'Nuevos actores' quiere decir, nueva memoria, nueva esperanza. Es posible referirse a lo anterior desde otro ángulo, quizás provocativo. Las revoluciones sociales del siglo XX quizás no fueron liberadoras. O, al menos, radicalmente liberadoras. Permitieron que subsistieran, se reprodujeran y reforzaran en sus procesos de emancipación del salario o de la potencia imperial, otros sometimientos como el de género, el generacional y diversos fetichismos o idolatrías como la del Estado, el Partido el marxismo/leninismo o el mito del Progreso. Este enfoque no olvida ni obvia que los socialismos del siglo XX fueron sociohistórica y geopolíticamente carenciales. Pero enfatiza que contribuyó a su carencialidad el olvido de que un modo de producción clasista es un modo de explotación socioeconómica pero también un modo articulado y complejo de dominación. Este punto es el que no desea relegar el imaginario analítico de los 'nuevos actores sociales'. Por ello, más que nuevos, quizás convendría considerarlos 'novedosos', con su doble alcance de lo que provoca extrañeza y es noticia porque abandona su pretendida forma fija. Y que no nos asusten ni saturen los vocablos. 'Liberación' no es sinónimo de 'socialismo', pero tampoco existe una radical incompatibilidad entre ambos. (*) Me correspondió escuchar esta desagradable fórmula en la década de los noventa, en Chile, en una sesión que reunía a antiguos militantes de la izquierda partidaria y sindical y a activistas de derechos humanos. Aunque la expresión es cruda, amerita análisis para superar el dogmatismo que la sostiene y crecer. Bibliografía: Calderón, Fernando: Movimientos sociales y política. La década de los ochenta en Latinoamérica, Siglo XXI, México 1995. Gallardo, H:: Abisa a los compañeros, pronto, Perro Azul, San José de Costa Rica. 2000. Serrano, Vladimir y otros: Sociedad alternativa y luchas civiles, Abya Yala/CEDECO, Quito, Ecuador, 1988.
https://www.alainet.org/es/articulo/105136?language=en
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