El fantasma de Vietnam
12/11/2001
- Opinión
"La mentalidad civil se deja seducir fácilmente por la idea
de la conquista 'fácil' mediante el poderío aéreo. Pero las
batallas decisivas las siguen ganando los soldados de a
pie...".
"Tengo la firme creencia de que no hay nada en la situación
actual ni en nuestro código de conducta que nos obligue a
bombardear una pequeña nación asiática -hasta hacerla volver a
la Edad de Piedra-....Debe haber algún limite moral para los
medios que usamos a fin de alcanzar la victoria".
General Matthew B. Ridway,; comandante de las fuerzas de las
Naciones Unidas en Corea. Párrafos de un artículo publicado
en la revista "Look" el 5 de abril de 1966.
El 4 de noviembre se cumplirá un mes de bombardeos
ininterrumpidos sobre Afganistán.
Desde la II Guerra y con mayor convencimiento desde que la TV
difunde "en directo" las espectaculares imágenes del disparos
de misiles o del despegue de bombarderos y de las aterradoras
explosiones que producen a lo lejos, el gobierno de Estados
Unidos y el "publico" de ese país identifican erróneamente ese
accionar con el fenómeno de la guerra.
Un fenómeno casi deportivo para los estadounidenses (mientras
no calculen cuánto les cuesta a sus bolsillos) desde que no
produce bajas propias. El único soldado reconocido
oficialmente como muerto hasta ahora fue el aplastado por un
elevador de carga. Algo así como un grandulón que se
atraganto con un "hot dog" mientras jugaba con la última
versión de "Close Combat".
Y, por lo visto, el Estado Mayor Conjunto desea que sea el
último, aunque para ello tenga que agotar todo el arsenal de
cohetes y bombas de Estados Unidos y la OTAN con la absurda
pretensión de aniquilar todos los afganos armados y los con
posibilidades de estarlo, antes de verlos de cerca.
Apenas dos días después del inicio de los ataques el
secretario de Defensa, Donald Rumsfeld (en 1999 era director
de la Gulfstream Aerospace cuando fue comprada por la General
Dynamics que tiene en marcha un proyecto de 4 mil millones de
dólares para desarrollar un nuevo modelo de tanque) corrigió a
los periodistas; "No es que nosotros no tengamos blancos; es
que Afganistán se quedo sin ellos".
Sin embargo, si de gastar miles de millones de dólares en
artefactos explosivos se trata siempre se pueden "descubrir" y
justificar blancos nuevos. De las instalaciones y equipos de
la defensa afgana, las bombas estadounidenses y británicas
pasaron a los vehículos militares y la miserable
infraestructura del país para terminar concentrándose sobre
presuntas posiciones de combatientes, destruyendo de paso un
edificio de la ONU, un hospital y un número no determinado de
aldeas y viviendas civiles.
¿Quién se acuerda del general Ridway?
¿Y de la inutilidad militar de los bombardeos de saturación
sobre Vietnam del Norte?
Por cierto Rumsfeld, quien acaba de explicar que decidieron
abortar el desembarco de una unidad de infantería "porque
había disparos en el área".
Aunque entre los mortales pasó desapercibida, sería
interesante saber si algún sismógrafo registro el alboroto que
esa declaración seguramente provoco dentro de las viejas
tumbas de Arlington.
¿Qué se espera entonces de los más de 50 mil efectivos de
infantería (marines, rangers, green berets, Seals, Delta
Force, SAS y SBS, entre otros) embarcados en la 7ta. Flota,
en el mar Arábigo, o acantonados en la región?
Un puñado -según Rumsfeld- actuando como observadores/radio-
operadores podría mejorar la puntería de los bombarderos.
¿Y el resto?
¿Se destinará a la cacería de Bin Laden una vez que haya
cesado el fuego en Afganistán?
Como nadie se ha preocupado por averiguarlo, el Pentágono deja
que corra el video-game.
Una perspectiva poco alentadora
Por ahora toda la iniciativa y toda la fuerza están del lado
de Estados Unidos.
La diferencia de potencial bélico es tan grande que,
teóricamente, de persistir en el intento, sus Fuerzas Armadas
deberían acabar con la enconada resistencia talibán para
permitir que las débiles unidades de la Alianza del Norte
(unos 15 mil hombres) se apoderen de las principales ciudades,
incluyendo Kabul.
Es cierto que para una exitosa defensa de posiciones, contra
los bombardeos "inteligentes" y de saturación; contra los
misiles de crucero "Tomahawk" y las bombas de racimos, hace
falta bastante más que unos cuantos miles de fusiles de asalto
AK-47 o ametralladoras PKM y RPK-74, algunos viejos misiles
antiaéreos Stinger y mucho coraje.
Después de una primera semana de continuos ataques
estadounidenses y británicos, la insignificante fuerza aérea y
la mayoría de las unidades blindadas de los afganos quedaron
convertidos en chatarra.
Pero también es cierto que para un ataque exitoso, además de
"ablandar" al máximo las defensas enemigas, se necesitan
fuerzas de asalto capaces de realizarlo.
Si los efectivos de la Alianza del Norte y sus comandantes
combatiesen a la altura de sus bravuconadas, Estados Unidos no
tendría de que preocuparse. Ellos reclamaron para si el honor
de la ofensiva y hasta hace algunas semanas Washington no
tenia ningún motivo -todo lo contrario- para negárselo.
Sin embargo, pese al constante incremento de la duración e
intensidad de los ataques aéreos contra las posiciones
talibán, los frentes de batalla no han sufrido grandes
cambios.
La Alianza del Norte reclama más bombas, de más poder. Las
tendrá. Pero si en un plazo prudencial -establecido, sobre
todo, por el "público" estadounidense- permanece fija en su
terreno, se aclarará la duda sobre la misión de los más de 50
mil infantes actualmente en "stand-by", que deberán hacerse
cargo de la tarea, a un costo imprevisible.
La verdadera guerra
Resulta casi imposible imaginar que, sin armamento pesado, con
escasas municiones y equipo, los Talibán consigan frenar una
embestida encabezada por la élite de los ejércitos
occidentales, apoyada por nubes de helicópteros de combate de
última generación.
Desgastarán al máximo a los atacantes y luego se retirarán.
El orden en que, una tras otra, caerán las ciudades es lo de
menos. En todo caso, es poco probable que se ajuste al
cronograma previsto por el Pentágono. Según este, la primera
seria la norteña Mazar -e- Sharif (con el mayor aeropuerto del
país), con lo cual quedaría libre la ruta entre Afganistán y
Uzbekistán y abierta la puerta para el avance hacia Herat, en
el oeste, y Kabul, en el sud-este.
Para sorpresa de la prensa internacional -la ultima en
enterarse- un comandante de la Alianza acaba de admitir el
fracaso de tres ofensivas sucesivas.
Pero, si finalmente el Alto Mando Conjunto se resigna a que el
aplastado por el elevador no sea la única baja propia de esta
guerra, la defensa de Mazar-e-Sharif se hará insostenible.
Y sobrevendrá una matanza como la perpetrada por los Talibán
cuando se apoderaron de la ciudad el 8 de agosto de 1998, pero
eso esta considerado como un componente de la antiquísima
cultura bélica de la región y a nadie le preocupa demasiado.
Recién entonces comenzará la verdadera guerra.
Igual que lo hicieron los "Mujahidin" (guerreros de Dios)
contra los soviéticos, los Talibán se replegaran hacia las
montañas y hacia sus antiguas posiciones y campamentos en
Pakistán, desde donde iniciarán una prolongada y sangrienta
guerra de guerrillas contra los nuevos invasores.
Para estos será como haber entrado en un callejón sin salida.
Y, salvo que la casualidad -más que la lamentable Inteligencia
o la sofisticada tecnología- los ayude a encontrar a Bin Laden
y sus lugartenientes -no tendrán otro pretexto para evitarlo y
regresar a casa antes de que sea tarde.
Los B-52 Stratofortress, B-1 Lancer, B-2 Sprint, F-14 Tomcat y
FA 18 Hornet no sirven para defenderse de ataques
guerrilleros, a no ser que a esas alturas la práctica de
soltar bombas se haya vuelto una manía incurable y la US Air
Force la emprenda contra los campamentos de refugiados en
Pakistán y los millones de simpatizantes de la resistencia
afgana en las calles de las principales ciudades del Medio
Oriente y Asia Central.
En Kabul la "Coalición" organizada por Washington deberá
establecer un gobierno títere, de transición o algo así, que
inmediatamente contara con el respaldo de los aliados de USA
en la región y fuera de ella y con el reconocimiento de la
ONU.
Aunque ni siquiera Mazar -e-Sharif ha caído, la composición de
ese gobierno ya está en la mesa de negociaciones de todos los
gobiernos involucrados y de la Secretaria General de la ONU.
Y, según "The Washington Post", hasta en la casa de Hamid
Karzai -jefe de la tribu sureña de los Popolazai y ex ministro
de Relaciones Exteriores del gobierno derrocado por los
talibán en 1996-, en la localidad pakistaní de Quetta, a donde
llegan representantes de las más diversas minorías étnicas,
políticas y militares de Afganistán -Tajiks, Uzbeks,
partidiarios del depuesto y decrépito rey Zahir Shah,
emisarios de Burbaniddin Rabbani, reconocido como presidente
por la ONU, entre otros - para discutir el reparto del pastel.
El problema es que aunque el Congreso estadounidense, Europa y
los estados del Golfo aprobasen miles de millones de dólares
en ayuda y los gobiernos de Pakistán, Irán, China y las ex
repúblicas soviéticas colindantes se comprometieran a rodearlo
de un cerco de seguridad, a cualquier administración impuesta
en las actuales circunstancias tal apoyo le sería de escasa
utilidad.
Si las tropas estadounidenses se retiraran no podría
sostenerse ni un mes y todo volvería a comenzar. ¿A esto se
refería el presidente George W. Bush cuando habló de una
guerra prolongada?
Un oasis envenenado en medio de un desierto hostil
El único factor de cohesión entre los señores feudales y
señores de la guerra ("warlords") aspirantes a integrar un
gobierno títere es el odio hacia el férreo poder central de
los Talibán y la hegemonía del pueblo Pashtum (40 por ciento
de la población).
Desaparecido este, los dólares estadounidenses y sauditas
podrían ser usados para intentar una nueva argamasa. Pero se
trata de un arma de doble filo: a los antiguos enfrentamientos
tribales y mafiosos por el control del narcotráfico, las
carreteras, el transporte de carga, las armas y el comercio en
general, se añadiría la disputa por el nuevo botín (los
dividendos del control de nuevos oleoductos y gasoductos?).
Un gobierno de todos contra todos en medio de una población
mayoritariamente hostil y de un teatro de operaciones enemigas
que, por lo menos, se extendería desde las naciones musulmanas
del sur-este de la ex URSS hasta el nor-occidente de la India
(Cachemira), incluyendo todo Pakistán, no tiene ninguna
posibilidad de sobrevivencia, no digamos de estabilidad.
El cerco de seguridad internacional al que nos referimos sería
una ficción.
Para las tribus Pashtum la línea limítrofe ("Durand Line") que
separa Afganistán de Pakistán es una imposición británica
carente de cualquier sentido histórico, geográfico y práctico.
Los Pashtum han vivido siempre de los dos lados de esa línea
y lo continuarán haciendo, máxime si el lado pakistaní debe
volver a ser la principal retaguardia en la lucha contra los
invasores.
Allí, decenas de miles de pakistaníes están listos para
unírseles y en el futuro podrían sumarse musulmanes radicales
llegados de todo el mundo. Brigadas internacionales, como en
la guerra civil española, pero movilizadas por la religión, no
por la ideología.
Adelantándose a los acontecimientos, Bin Laden ya las está
convocando.
Tampoco debe perderse de vista que los Talibán nacieron en los
campos de refugiados de Pakistán y que se educaron en las
"madrassas" pakistaníes. Y que conservan estrechas relaciones
con organismos del Estado de ese país -especialmente los todo-
poderosos servicios de Inteligencia (ISI) y sectores del
ejército- además de partidos políticos, grupos islámicos,
mafias del narcotráfico y del transporte.
Con relación a Cachemira, fueron los Talibán y, muy
especialmente Bin Laden, quienes -en coordinación con el ISI-
armaron, entrenaron y financiaron a los "Kashmir Mujaheddin"
que luchan por la independencia de esa región, actualmente en
poder de la India.
El gobierno estadounidense ya tiene a estos independentistas
en la mira. Si los combate estará socavando las relaciones
con su aliado más importante en esta guerra: el régimen
militar de Pakistán. Si los tolera, perderá la confianza de
la India. No es una decisión fácil porque los dos tienen
armas atómicas.
Así, con el correr de los días, algo que Estados Unidos
comenzó vendiendo (obligando a comprar) a propios y extraños
como una "guerra santa contra el terrorismo" puede convertirse
en una "endemoniada trampa" como Vietnam.
La gran diferencia: en los 60's. el movimiento anti-belicista
estadounidense regalaba flores; hoy, al parecer, distribuye
cartas con ántrax.
https://www.alainet.org/es/articulo/105431
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