Estados Unidos: El gendarme del mundo

01/04/2003
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Nadie sabe cuánto tiempo más los Estados Unidos serán una potencia hegemónica en el mundo, como antes de su caída no lo supo el Imperio Romano. El poder que ese imperio ha construido es tan fuerte que cualquiera le tiene miedo. Los gobiernos de países pequeños generalmente aceptan lo que el vecino del norte les manda, porque no quieren arriesgarse a sanciones económicas o políticas, o bloqueos comerciales. Si no, veamos qué ha estado pasando con las negociaciones del TLC. Pero el problema no es sólo ése, sino que el gobierno de Estados Unidos cree que tiene derecho a decidir por los demás, a invadir un país porque no comparte su régimen, a destruir una nación entera porque afecta sus intereses. Eso ha pasado innumerables veces en América Latina, el Caribe y Asia. Los Estados Unidos se han convertido en el gendarme del mundo, con el mayor ejército y la tecnología más avanzada, instalando bases militares a diestra y siniestra, en posiciones clave para "controlar" a sus enemigos. Desde ahí han promovido y financiado guerras criminales en donde las víctimas han sido mayoritariamente civiles. De algunos lugares, claro está, han salido "con la cola entre las patas", como en Viet Nam y Bahía Cochinos, pero generalmente han destruido ciudades enteras para capturar una persona (como en Panamá), han derrocado gobiernos masacrando poblaciones enteras (como en Guatemala, Chile y Grenada). Ahora el gobierno de Bush da orden de atacar a Irak porque se supone que tiene armas de destrucción masiva que atentan contra la seguridad del "mundo libre". Pero, ¿Quién fiscaliza a Estados Unidos? ¿Quién revisa las armas que ellos tienen? ¿Quién controla que no sean armas prohibidas y que no van a ser utilizadas en una guerra como la que hoy se libra? Si el fiscalizador internacional debía ser la ONU, Estados Unidos siempre lo ha evadido y ahora quedó claro que ni siquiera les interesa el esfuerzo internacional de una instancia que, mal que bien, ha permitido el equilibrio en las últimas décadas, así como no le importa que la voz de la ciudadanía del mundo entero se manifieste en contra de la política guerrerista. Si bien es cierto que, a través de algunas de sus representaciones, el gobierno de Estados Unidos pregona y apoya los derechos humanos en países que se reconstruyen después de las guerras, es evidente que su actuar es incongruente cuando en otros lados los está violando flagrantemente, cometiendo claramente crímenes de lesa humanidad. No es posible que el mundo entero permita impasible que quienes cometen genocidio queden impunes. Para eso se han creado tribunales internacionales que deben juzgar estos hechos y condenar a los responsables, así se trate del Presidente de la mayor potencia mundial. No podemos ser indiferentes "Ningún hombre es una isla, entera en su ser, Cada hombre es un trozo del continente, Una parte de la tierra firme. Si un terrón es arrastrado por el mar, Europa disminuye, Como si se tratara de un promontorio, Como si una cosa de tus amigos o tuya propia fuera. La muerte de cualquier hombre me disminuye, Porque yo soy parte de la humanidad. Y por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas: Doblan por ti." (John Donne, Por quién doblan las campanas) Las bombas no están cayendo en nuestro techo ni en el país vecino, ni siquiera escuchamos sus retumbos. Pero no por ello podemos seguir siendo indiferentes a esa guerra criminal que el gobierno de los Estados Unidos desató en los lejanos desiertos de Irak, donde la sociedad civil sigue poniendo los muertos. Desde el lejano oriente, los medios de comunicación nos traen las imágenes de los bombardeos a Bagdad y otras ciudades, como si estuviéramos viendo una celebración de navidad con fuegos artificiales, imágenes que borran la tragedia humana. No es porque la guerra nos afecte los bolsillos con el aumento del precio de la gasolina y los derivados del petróleo que nos oponemos a ella, sino porque se trata de una guerra que transgrede el orden internacional que tanto trabajo le ha costado a la humanidad y que fue erigido a raíz también de una confrontación mundial. Frente a la guerra hay que tener una postura ética, que defienda la vida, que condene el abuso contra otros pueblos, que rechace la imposición de un imperio sobre cualquier otro país del mundo. Pocos, muy pocos guatemaltecos y guatemaltecas hemos estado presentes en diversas protestas contra la guerra. Es tiempo ya de que tomemos conciencia de que la guerra contra Irak es muy semejante a la invasión de Estados Unidos contra Panamá, bajo el argumento de capturar a Noriega, o como 1954 en Guatemala con el pretexto de "parar el avance del comunismo", lo que nos sumió en crueles dictaduras militares. Los efectos de la guerra serán los mismos para miles de niños, mujeres y ancianos que hoy huyen despavoridos para protegerse de un agresor que no conocen ni entienden por qué los ataca (¿será que las víctimas de la tierra arrasada sabían por qué estaban siendo atacadas por el ejército?). Por eso es tiempo de que hagamos sentir al símbolo del imperio estadounidense, nuestro rechazo total a la guerra y a cualquier actitud belicista que violente el derecho de autodeterminación de los pueblos. Si los iraquíes tienen como gobernante a un dictador como Hussein, es problema que ellos tienen que resolver, como nosotros también tenemos que enfrentar las aspiraciones presidenciales de un criminal genocida que hoy es presidente del Congreso.
https://www.alainet.org/es/articulo/107240?language=en
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