Ese mundo vasto y ajeno
21/04/2003
- Opinión
Nunca la
humanidad tuvo tantos medios para transformar el mundo
según sus decisiones y nunca el mundo pareció escapar
tanto a su control. El mundo fue hecho por los hombres,
no conforme a su voluntad, a partir de las condiciones
que encuentra, es cierto, pero al final de cuentas
fueron las relaciones humanas que produjeron el mundo
tal cual es. Y sin embargo se mata, se invade, se
destruye en nombre de la humanidad, de la soberanía, de
la libertad, de la democracia, de la civilización –en
última instancia-, en nuestro nombre.
No importa que la opinión pública mundial esté
manifiestamente en contra. Tropas imperiales invaden un
país para –como decía Kissinger de Chile- salvar a los
iraquíes de sus propias locuras y es claro que no son
recibidos como libertadores, incluso porque libertad y
democracia no se entregan ni se exportan.
Democratizarse liberarse o son conjugados en la primera
persona del singular y del plural, o son su opuesto. El
mundo parece, más que nunca, vasto y ajeno –en la
palabras del escritor peruano Ciro Alegría-.
Pero si el mundo fue hecho por el hombre, ¿como
descifrarlo? El gran desafió del pensamiento humano es
descifrar esa contradicción para que el pensamiento y la
práctica humanas orienten esa reconciliación del hombre
con su mundo, con el mundo que creó y en el cual no se
reconoce.
Por eso los conceptos de explotación, de dominación y de
alienación siguen siendo centrales para comprender
nuestro mundo. "Ellos hacen, pero no saben" –escribía
Marx en el prefacio del "Capital", para referirse a ese
gigantesco proceso reiterado cotidianamente de los
hombres produciendo los bienes sin conciencia de
hacerlo, sin definir cómo, ni cuánto, ni para quién lo
hacen y siendo expropiados del valor que producen a
favor del capital. Ese mismo proceso, de otra forma, se
reproduce cotidianamente, cuando tejemos las relaciones
de un mundo que se nos escapa, que parece tener vida
propia, vivir por sí mismo, -en la TV, en los
noticieros, en las declaraciones de los que gobiernan en
nuestro nombre.
La dominación –que tantas veces asume la forma directa
de la discriminación- en sistemas políticos que incitan
la pasividad, que más nos despojan de nuestra voluntad
de lo que nos representan y la fortalecen, -es otro de
los ejes fundamentales para comprender este mundo en que
vivimos y que nos aflige tanto. Minorías que gobiernan
en nombre de la mayoría, blancos que gobiernan en países
de mayoría indígena, verdaderos dominadores legitimados
por los medios de comunicación y por mecanismos vacíos
de perpetuación política de las elites.
Alienar es entregar al otro lo que es nuestro, en
términos jurídicos, y tiene que ver directamente con la
forma como ese conjunto de procesos se reflejan en
nuestra situación, en un mundo que miramos como si lo
viésemos por la ventana, cuando en la realidad es
nuestro espejo, por más deformada que sea su imagen.
Nuestra alineación en el mundo de hoy está, ante todo,
en nuestra incapacidad de comprender el mundo en que
habitamos. Redescubrir los orígenes de esa alineación
es conseguir comprender las raíces de nuestra impotencia
ante de la guerra, de nuestra perplejidad ante la
violencia cotidiana que se extiende de forma
aparentemente irreversible, de la desesperación de tanta
gente que busca resolver su situación de forma
desesperada, por la violencia individual, en fin, del
mundo vasto y ajeno tal cual lo vivimos hoy.
Apropiarnos de nuestro destino es el humanismo de hoy.
El saber producido en nuestras escuelas, en nuestras
universidades, de nada vale si no ayuda al pueblo a
tomar conciencia de sí mismo, a saber quién es, o qué
hace, por qué lo hace, para ayudarle a tomar conciencia
de sí mismo y construirse como sujeto de su vida. Los
medios de comunicación, tienen sentido, si ayudan a las
grandes mayorías desvalidas a entenderse como seres
humanos, a fortalecer su voluntad de hacer de sus vidas
movimientos transparentes de sentido, de solidaridad,
que vuelvan a las personas más humanas.
Aprender de la guerra, de la victoria de la truculencia,
de la mentira, de la intolerancia, para aumentar nuestra
capacidad de indignarnos con todo eso, con todo el que
nos acostumbra al absurdo de un mundo que se basa en la
violencia, en la rapiña, en la expropiación –material y
espiritual- de gran parte de la humanidad. Que el mundo
vasto y ajeno se vuelva transparente, lleno de
significados, asumidos concientemente. Que el mundo sea
remodelado por los hombres, conciente y
democráticamente, para que nunca más vivamos en un mundo
ajeno a los valores humanistas como este en que vivimos.
Un mundo sin exploración, sin dominación y sin
alineación.
Traducción de ALAI
https://www.alainet.org/es/articulo/107366
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