Superman desconcertado
08/12/2003
- Opinión
Un sentimiento muy íntimo de impotencia y depresión golpea a los
invasores norteamericanos, desde sus oficiales hasta el último
soldado, cuando grupos comando derriban sus helicópteros como si
fuesen pajaritos (con diez o doce soldados dentro).
Superman volteaba "bandidos" de a cuatro hasta que se topaba con
algún negrito "malo" con un pedazo de kriptonita en la mano.
Repentinamente comenzaba a sentirse débil, desconcertado. Bajaba los
brazos y caía, presa de un mareo ingobernable, un enervamiento que
lo dejaba totalmente a merced de sus enemigos.
En una historieta es muy fácil salvar a Superman, un par de
cuadritos después. En las callejas de Bagdad, no. Un sentimiento muy
íntimo de impotencia y depresión golpea a los invasores
norteamericanos, desde sus oficiales hasta el último soldado, cuando
grupos comando derriban sus helicópteros como si fuesen pajaritos
(con diez o doce soldados dentro). O de pronto se detiene un carrito
tirado por mulas, alguien acciona un conmutador desde la distancia,
y salen cuatro misiles contra sus cuarteles, causándoles más
dolorosas víctimas.
Es innegable la amarga sensación de inseguridad constante que
padecen hoy los estadounidenses y sus aliados, no sólo en el frente
de batalla sino en cualquier lugar del mundo, incluyendo (y esto es
lo peor) su propio territorio nacional. La "kriptonita"
desencadenante de tan incómoda sensación fue, sin lugar a dudas, el
11 de septiembre. "Su" 11 de septiembre: pues en otro lugar del
mundo, fuerzas criminales vestidas con uniforme habían desencadenado
ya el terror social en esa misma fecha, pero 28 años antes. Santiago
ensangrentado sería si no el peor el más impresionante ejercicio de
impunidad imperial que mostraría el siglo XX. Allende era un
presidente inobjetable, desde las reglas democráticas que los
Estados Unidos dicen defender. Fue asesinado de la manera más vil
sin que a las Naciones Unidas ni la OEA se les moviese un pelo para
salir en su defensa.
Después del 11 de septiembre de 2003, en cambio, los norteamericanos
comenzaron a probar lo que sienten aquellos pueblos como los de
Vietnam, Nicaragua, Panamá, cuando son atacados por sus marines.
"En África, en la región del mundo en la que más saben de odios,
rencillas y conflictos -escribió un periodista poco después del
11/S03-, donde la prosperidad es un sueño lejano, saben, desde
tiempos inmemoriales, algo que en Estados Unidos no han aprendido
hasta esta semana. Que un escorpión puede derribar a un elefante.
El asombroso descubrimiento ha sacudido la sensación de mastodóntica
invulnerabilidad de los americanos, les ha mostrado que el mundo era
un lugar más peligroso y complejo de lo que imaginaban, ha
introducido en su psique colectiva una sensación de precariedad y un
elemento de miedo que antes no existían. Por eso no hace falta ser
historiador, ni astrólogo para predecir que los increíbles
acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 marcarán un antes y un
después en la vida americana. Ni la política estadounidense, ni la
visión que tienen del resto del mundo y cómo relacionarse con él, ni
sus actitudes y valores, volverán a ser jamás los mismos." (1)
Una red muy eficaz
Luego del terrible ataque a la delegación de la ONU en Bagdad los
jefes militares norteamericanos dijeron que no tenían
responsabilidad sobre la custodia del edificio. Según ellos, el área
donde lograron penetrar los combatientes de la resistencia iraquí
quedaba bajo el exclusivo control de la ONU, por expreso mandato de
sus autoridades. Intentaban restar magnitud a una acción guerrillera
de un valor estratégico extraordinario.
La capacidad de golpear en el corazón del Occidente Simbólico
(Naciones Unidas), en el mismísimo centro neurálgico de un país
ocupado, y abrumadoramente "controlado" por el mayor ejército
occidental (y del mundo entero) resultó demoledor, tanto para las
fuerzas de ocupación como para la política triunfalista de los
ocupantes. Un estremecimiento depresivo recorrió las venas de los
occidentales. No sólo de quienes están comprometidos directamente
con la invasión a Iraq, sino también los millones de televidentes
norteamericanos, españoles, australianos, ingleses, alemanes,
latinoamericanos, rusos, japoneses, italianos, que pudieron ver la
impresionante escena del edificio de la ONU en Bagdad cayendo
ominosamente sobre los diplomáticos internacionales (una clase a la
cual se consideraban asépticamente aislada de los peligros por las
tecnologizadas fuerzas militares que las custodian).
El hecho de que la segunda autoridad mundial de la ONU y sucesor de
Koffi Annan resultara muerto agigantó el éxito de la resistencia
iraquí. Pese a que los grandes monopolios mediáticos hicieron lo
imposible para difuminar su significado, inundando inmediatamente
las pantallas con semblanzas y todo tipo de información que mostraba
a esta especie de playboy brasileño en acción, como si todavía
anduviese recorriendo las naciones en conflicto con
"invulnerabilidad" asegurada por impresionantes efectivos
occidentales.
Para los pobladores de los países musulmanes fue, por el contrario,
un estímulo extraordinario y la confirmación de que la gran batalla
"contra satán" no ha hecho otra cosa que comenzar. Aunque no se
alude a esta circunstancia en los medios occidentales, la mayor
parte de los países orientales ve a la ONU "como uno de los esbirros
más implacables de Washington. Supervisó las sanciones que, según
las cifras de UNICEF, fueron directamente responsables de la muerte
de medio millón de niños iraquíes y de un terrible aumento en la
tasa de mortandad. Dos funcionarios superiores de la ONU, Denis
Halliday y Hans von Sponeck, renunciaron en señal de protesta contra
esa política, explicando que la ONU no había cumplido con su deber
hacia el pueblo de Irak" (2).
Los iraquíes, por su parte no podrán olvidar nunca que EE.UU. y Gran
Bretaña lanzaron a partir de 1992, con aprobación de la ONU, cientos
de toneladas de bombas y miles de misiles sobre Irak y, en 1999,
funcionarios de EE.UU. informaron tranquilamente al Wall Street
Journal que se les habían acabado los objetivos. En 2001, el
bombardeo de Irak había durado más que la invasión de Vietnam por
EE.UU. La reciente decisión del Consejo de Seguridad de aprobar
retrospectivamente la invasión, violando directamente la Carta de la
ONU, alentó una sensación de rechazo visceral hacia el organismo,
preparando un clima que los combatientes de la resistencia supieron
aprovechar.
Hoy es ya muy evidente que:
a) Los combatientes iraquíes contra la ocupación tienen una
conducción estratégica con refinadísima percepción política, y
comprenden perfectamente las concepciones ideológicas que deben
atacar para sembrar desmoralización entre sus enemigos.
b) Han logrado estructurar una red de contraespionaje temible, lo
cual les ha permitido detectar incluso a los agentes encubiertos del
enemigo -como ocurrió con los españoles, coreanos y japoneses
muertos- convirtiendo con esto a sus ataques en temibles armas de
propaganda subliminal. El mensaje que emana es "los tenemos a todos
vigilados: tarde o temprano caerán".
El portal del escorpión
Ya el 11 de Septiembre norteamericano creó una sensación tan
depresiva en la población estadounidense que los poderosos equipos
gubernamentales no podían ocultar su incertidumbre sobre los pasos a
seguir para revertir la derrota. Poco después de ocurridos los
sucesos, un intelectual mexicano describía con lucidez esta
sensación: "...lo que es irreversible por primera vez en la historia
de los Estados Unidos (desde la simbólica "invasión" del imperio por
Pancho Villa), es la pérdida de la presunta invulnerabilidad de ese
país, tal y como lo propagandizaban todos los días sus medios de
información y comunicación, así como todo el aparato de seguridad e
inteligencia y que tenían expresión mediática sobre todo en la TV y
en el marketing cinematográfico de Hollywood: los rambos venciendo a
las "fuerzas del mal", el héroe Bruce Willis (Duro de Matar, que
protagoniza al personaje John McLane "...dotado de una rara fuerza
física, una sonrisa serena, un corazón divorciado y testarudez que
roza la locura, éste es un hombre que puede enfrentar -mejor dicho:
tiene que enfrentar- verdaderos ejércitos de terroristas con puro
ingenio y resistencia...") alcanzando corriendo y trepando en pleno
vuelo a un Boeing para desactivar bombas y vencer a los terroristas
en un edificio sitiado por ellos. Personajes invencibles como el
Superman gringo o el Batman surcando los cielos de New York ("ciudad
gótica") y de los Estados Unidos para vigilar y castigar y vencer a
los "malosos", etcétera. Todas estas figuras mitológicas construidas
ad hoc por el imperio yanqui encaminadas a mostrar su
invulnerabilidad, que ni siquiera en las películas resultaba
violada." (3)
La invasiones a Afganistán e Iraq fueron orquestadas, entonces,
sobre la necesidad de recobrar esta invulnerabilidad perdida. Así,
las campañas fueron emprendidas no sólo con un descomunal despliegue
militar, sino con el agregado de un equivalente ejército mediático
"incrustado" en las fuerzas vengadoras, de tal manera que los
millones de televidentes del mundo fueran siguiendo paso a paso la
extraordinaria eficacia destructiva ("justiciera") del agresor.
Cuando se vio caer la estatua de Saddam Hussein en el centro de
Bagdad, y bastó una simple ráfaga de metralla para "escarmentar" a
los periodistas que se habían atrevido a informar de un modo
independiente (matando a un camarógrafo español), la talla del dios
americano parecía haber recuperado su carácter de inalcanzable.
Pero ahora que multitudinarias manifestaciones en Londres han
volteado la estatua de Bush frente a sus propias narices -a
semejanza simbólica de lo ocurrido con la de Saddam-, y en Iraq no
pasa día en que no muera alguno o varios miembros del ejército de
ocupación, otra vez un terror insidioso ha comenzado a recorrer las
venas de los norteamericanos. Y, como se sabe, el miedo es un portal
que, una vez abierto, resulta casi imposible de obturar. Por allí
suelen colarse, además, los escorpiones que con frecuencia terminan
derribando a los elefantes.
* Julio Carreras (h) , escritor y periodista, es Coordinador General
de SOLIDARIDAD, Asociación para la defensa de los Derechos Humanos,
el Consumidor y los Trabajadores.
(1) John Carlin, "El fin de una era", El País, Madrid, 20 de
septiembre de 2001.
(2) Tarik Ali, "Irak ocupado jamás conocerá la paz" CounterPunch
(Traducido para Rebelión por Germán Leyens) 30 de agosto del 2003.
(3) Adrián Sotelo Valencia. "Dos torres, un terrorismo: Crisis de
hegemonía del imperio norteamericano". Edición del autor en
Internet. México. UNAM. 26 de septiembre de 2001.
https://www.alainet.org/es/articulo/108929
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