Visión de fondo y comentarios sobre la quinta Conferencia ministerial de la OMC en Cancún

¿Comercio justo o mercantilismo?

28/08/2003
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En cuanto las tecnologías de información y comunicación son el vector, el "libre comercio" es el motor de la globalización. Ésta puede abrir las puertas a un mundo mejor, contribuir para ampliar y generalizar la solidaridad y el respeto de los derechos humanos y de los pueblos. El comercio puede significar el intercambio de bienes, conocimientos, tecnologías y metodologías. Pero en el contexto ideológico del neoliberalismo, las potencialidades de la globalización son desviadas. El comercio se tornó un fin en sí mismo. No apunta a satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones, sino el lucro y la competitividad máximos. La globalización actual no participa de la construcción de este mundo más justo, equitativo y solidario al cual aspiran las mayorías más pobres del mundo. Todo, hasta la vida humana misma, se transforma en mercancía. "Todo se vende, todo se compra; todo tiene precio, nada tiene valor". En todo el mundo existe una misma agenda de liberalización y desregulación promovida por las Empresas Transnacionales (ETNs) que quieren un mercado mundial para vender sus productos. Por todas partes se firman Tratados de Libre Comercio (TLCs) para derribar todas las restricciones a la libertad de mercado. La Organización Mundial de Comercio, OMC, todavía muy joven, ya se tornó el espacio simbólico y real de la elaboración del principio que en adelante debe orientar el comercio: dejar al mercado dinamizar los intercambios. Se supone que todos los actores son iguales. No se reconoce que hay diferencias, desigualdades y asimetrías. Los fuertes definen las reglas del juego y ejercen mucha presión sobre los pequeños. No existen las condiciones básicas para una verdadera negociación. Tratar de forma igual a actores totalmente desiguales es una gran injusticia. Las ETNs y de las principales instituciones internacionales se esfuerzan por deslegitimar a quienes se oponen al libre comercio. Como si los nuevos TLCs fueran la única manera de participar en la economía mundial. La salvación viene del ?libre mercado?: los ajustes económicos, las privatizaciones, la apertura incondicional a las inversiones extranjeras debían aseguran el desarrollo. Quince años son suficientes para mostrar que la realidad, fuera del discurso ideológico, no es como se había prometido. Centros de estudios e instituciones mundiales reconocen que no hay mejorías sociales. Algunos indicadores macro-económicos no dan cuenta del deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Los TLCs prometen la creación de riqueza y disminución de la pobreza, pero de hecho generan una exclusión mayor y amenazan la vida de muchos pobres. A menudo, los derechos humanos y sociales son sacrificados en función de la lógica del mercado. La economía funciona dejando a los pobres de lado. Los acuerdos defienden el libre mercado como un derecho, pero no defienden los derechos fundamentales de las personas. Hay libre circulación de los productos pero no de las personas. Las ETNs adquieren un poder desmesurado en detrimento de las pequeñas y medianas empresas. Detrás de una supuesta igualdad hay una profunda asimetría y desigualdad. Los acuerdos profundizan y perpetúan las relaciones de dependencia, sin consideración de los intereses nacionales y de los altos costos sociales y ambientales. La OMC fue creada en 1994 para multiplicar, profundizar y acelerar acuerdos de libre comercio, bilaterales o multilaterales. Temas sensibles, que sobrepasan en mucho el ámbito del comercio, como la propiedad intelectual, los servicios y el papel de los Estados en la regulación de la economía, ya fueron introducidos en la Conferencia ministerial de Doha. El acuerdo sobre los servicios incluye la transformación en mercancías de los servicios básicos, considerados derechos sociales, como el agua, la seguridad alimentaria, la vivienda, la salud y la educación,. Cuando se tornan mercancías, esos derechos ya no son más derechos, pues son reservados a quien puede comprarlos. En el campo de la agricultura, el acceso de los países pobres a los mercados de los países ricos no traerá todos los beneficios anunciados, incluso eliminando los subsidios a la producción o exportación, Las pocas ETNs de la alimentación controlarán las exportaciones, a base de precios bajos, que generarán ingresos reducidos para el desarrollo nacional. La soberanía y seguridad alimentaria son demasiado importantes para ser totalmente confiadas a las fuerzas del mercado. En este campo, más todavía que en otros, se necesita reconocer el principio y práctica del "tratamiento especial diferenciado", para limitar la vulnerabilidad de los países más débiles. Las negociaciones de Cancún La OMC va a decidir en Cancún si se inician negociaciones para incorporar a su mandato temas mucho más profundos que la liberalización del comercio de mercancías como las inversiones, la competición, las compras gubernamentales y el acceso al mercado. Estos cuatro temas, estrechamente articulados, cubren tantos intereses profundos y afectan de tal manera la autoridad y soberanía de los Estados, que la gran mayoría de los países en desarrollo, junto con las organizaciones de la sociedad civil, se oponen a que sean introducidos en Cancún en la agenda de los temas a negociar. Ya en 1998, el tema de las inversiones (el Acuerdo Multilateral de Inversiones, AMI) había sido vetado en el marco de la OCDE. Hoy, la propuesta de la OMC es todavía más radical que el AMI; propone a los inversionistas privilegios ilimitados como la prohibición por parte del país receptor de requisitos de desempeño, como el Trato nacional (un trato igual para todos los capitales, nacionales o extranjeros) o como la posibilidad para las ETNs de abrir procesos contra los estados nacionales si consideran que cualquier ley o reglamento disminuye las márgenes de ganancias. Esos privilegios impiden cualquier proyecto nacional de desarrollo y refuerzan las asimetrías en perjuicio de las economías débiles. Ampliar en el marco de la OMC el tratamiento de primacía absoluta ya dado a los inversionistas en el TLCAN (NAFTA) podría ser considerado como la creación de la "Constitución mundial de los derechos del capital contra los pueblos". El tema de las inversiones está articulado con los de las compras gubernamentales, la liberalización de los servicios, de la propiedad intelectual, de la competición y otros. Ninguno tema puede ser tratado aisladamente de los otros. La liberalización y desregulación se aplican al conjunto del sistema económico. Esa situación de "todo o nada" disminuye todavía más el margen de negociación de los débiles. Los responsables políticos multiplican las declaraciones en favor de la transparencia, pero las prácticas contradicen sus intenciones. Las sociedades civiles no tienen acceso a una información clara y completa que facilite la elaboración de propuestas alternativas concretas. Faltan diálogos sobre los efectos reales del libre comercio generalizado sobre las economías, las sociedades y el medio ambiente. En el procedimiento actual, los compromisos contraídos entre pocos negociadores carecen de la menor legitimidad. Hoy, la sociedad civil mundial emergente se moviliza en muchos eventos nacionales o internacionales (como los Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre), alrededor de temas fundamentales -en particular el comercio "libre" y las deudas- promoviendo la justicia y la dignidad humana. Un número creciente de ciudadanos/as se da cuenta que este modelo no les hace bien. Se van articulando luchas a favor del respecto de los derechos humanos y de la preservación de la vida, de la unidad de los pueblos y de la protección del medio ambiente. La visión alternativa de este nuevo actor social se fundamenta en algunos principios básicos para construir la paz, justicia y solidaridad: 1) No se puede dejar el futuro bajo el control del mercado. El mercado libre es la ley de la selva: sobrevive el más fuerte. Hace falta un mínimo de regulación internacional. 2) El Estado es responsable frente a los ciudadanos; tiene un mandato para la promoción del bien de todos, del bien común. 3) La apreciación de los efectos de la globalización no depende primero de resultados macro-económicos sino de resultados sociales. El crecimiento no produce automáticamente una mayor justicia y el bienestar de todos. 4) Frente a las fuerzas homogeneizadoras del mercado, es importante que cada país pueda construir un proyecto nacional y preservar sus valores sociales, políticos y culturales. 5) La participación democrática más directa, desde el nivel local hasta el nivel global, es urgente para preservar el tejido social y la integración de todos los ciudadanos. 6) La emergencia de la globalización democrática y solidaria es un proceso lento, pautado por las tradiciones socio-políticas y culturales. Su ritmo no puede no puede ser determinado por la prisa de los mercados de ampliar sus ganancias. Deudas y "libre" comercio Es importante percibir la articulación entre el "libre" comercio y las deudas. En los dos casos, es una cuestión de independencia y soberanía nacional. Libre comercio y deuda son dos caminos paralelos y simultáneos de traer el dinero del Sur para el Norte. Las deudas de la mayoría de los países emergentes o pobres han crecido aceleradamente en el contexto de la liberalización comercial multilateral. El sobre-endeudamiento de muchos países es un mecanismo de dominación política y explotación económico- financiera; somete los países periféricos a una hemorragia permanente de sus riquezas naturales y su pocos recursos económicos. En la mayoría de los casos, las deudas ya fueron pagadas varias veces. Los países endeudados son exportadores netos de capitales. Intereses sobre intereses e nuevas necesidades de financiación para pagar los costes de las deudas aumentan éstas continuamente. Parece que "cuanto más se paga, más se debe". Los acreedores colocan condicionalidades que aumentan la dominación sobre los endeudados. La contracción de los gastos públicos provoca el deterioro progresivo de la economía, de los servicios y condiciones de vida de los pueblos y de los ecosistemas. Grande parte de las deudas son ilegítimas dadas las condiciones y términos de los contratos, la ilegitimidad de los representantes y de los objetivos. El carácter impagable de éstas para muchos países arruinados debe ser considerado un elemento más de su ilegitimidad. El tamaño y la equidad de las deudas deben ser reconsiderados a través de auditorias públicas y ciudadanas a niveles nacional y global. En el fondo, el problema de las deudas es una cuestión de una relación de poder totalmente desigual, que va empeorando con la globalización. La crisis de las deudas continúa sin respuesta. La riqueza sigue siendo transferida del Sur hacia el Norte. Las inversiones extranjeras disminuyen y los términos del comercio van empeorando. Un círculo vicioso se consolida, privando a los países pobres de cualquier posibilidad de desarrollo. Aumentan el sufrimiento humano y la degradación ecológica. La situación actual de la deuda es inaceptable e inmoral. El rescate de la deuda histórica (las consecuencias de la colonización), social (el aumento de las desigualdades y condiciones de vida inhumanas para muchos) y ecológica (el saqueo de los recursos naturales) lanza un reto moral para todos los que rechazan cualquier fatalismo y la sumisión al totalitarismo del capital.

* Bernard Lestienne SJ es presidente de la Red Internacional Jesuita para el Desarrollo (IJND), Brasilia.
https://www.alainet.org/es/articulo/109248
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