El qué, quién, cuánto, cuándo, dónde y por qué de los transgénicos
Los transgénicos en el mundo
25/02/2004
- Opinión
Qué
Los cultivos transgénicos están muy concentrados en apenas 6 países,
en unos pocos cultivos y en unas pocas características. Aunque hay
muchas plantas transgénicas, sólo unas pocas se cultivan. La soja
transgénica, con 41,4 millones de hectáreas en 2003, representó el
61% del área transgénica mundial; el maíz, con 15,5 millones de
hectáreas, el 23%. El resto corresponde al algodón, con 7,2 millones
de hectáreas y el 11% del total mundial, y a la colza, con 3,6
millones de hectáreas y el 5% del total mundial.
En el año 2003 el 55% de los 76 millones de hectáreas de soja
cultivadas en el mundo correspondió a la soja transgénica, el 21% de
los 34 millones de hectáreas cultivadas de algodón, el 16% de la
colza de los 22 millones de hectáreas cultivadas en el mundo, y el
11% de los 140 millones de hectáreas de maíz cultivadas en el mundo
correspondió al maíz transgénico. Si se suman los cuatro cultivos
citados, el 25% de los 272 millones de hectáreas correspondió a los
cultivos transgénicos.
Quién
Monsanto tiene el 80% del mercado de las plantas transgénicas,
seguida por Aventis con el 7%, Syngenta (antes Novartis) con el 5%,
BASF con el 5% y DuPont con el 3%. Estas empresas también producen
el 60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales.
Cómo
La práctica totalidad de los cultivos transgénicos han sido
manipulados para reemplazar a sustancias químicas de amplio uso,
sobre todo insecticidas (Bacillus thuringiensis) y herbicidas
(glifosato o glufosinato, fabricados también por las mismas empresas
que venden las semillas). La mayoría de las plantas transgénicas
incorporan un gen de resistencia a los antibióticos (gen marcador).
Cerca del 18% por ciento de los cultivos transgénicos mundiales son
variedades Bt (Bacillus thuringiensis), sobre todo de maíz (9,1
millones de hectáreas, 13% del total mundial en 2003), manipuladas
para producir una toxina contra los insectos (12,2 millones de
hectáreas en total), y el 73% son cultivos transgénicos de soja
(41,4 millones de hectáreas, 61%), maíz, colza y algodón diseñados
para resistir a herbicidas como el glifosato o el glufosinato (67,7
millones de hectáreas). El resto llevan ambas características, Bt y
resistencia al glifosato.
Dónde
Estados Unidos (63%), Argentina (21%), Canadá (6%), China (4%),
Brasil (4%) y Suráfrica (1%) representan el 99% de la superficie
plantada con transgénicos en 2003, aunque en el resto del mundo,
afortunadamente, no pasan de ocupar un lugar marginal. No obstante,
ha aumentado el número de países con cultivos transgénicos, 6 en
1996, 9 en 1998, 13 en 2001, y 18 en 2003. Los transgénicos se
cultivan en 7 países industrializados (Estados Unidos, Canadá,
Australia, España, Alemania, Rumania y Bulgaria) y en 11 países en
desarrollo (Argentina, China, Suráfrica, México, Indonesia, Brasil,
India, Uruguay, Colombia, Honduras y Filipinas).
El ISAAA prevé que en los próximos cinco años 10 millones de
agricultores de 25 países sembrarán 100 millones de hectáreas de
cultivos transgénicos, y el valor del mercado mundial de
transgénicos pasará de los actuales 4.500 millones de dólares de
este año a 5.000 millones en el año 2005.
Estados Unidos sembró 42,8 millones de hectáreas con cultivos
transgénicos, un 10% más que en 2002, representando el 63% del total
mundial (básicamente maíz Bt y soja tolerante a herbicidas).
Argentina plantó 13,9 millones de hectáreas, un 3% más que en 2002 y
un 21% del total mundial (maíz Bt, y casi el 100% de la superficie
de soja). Canadá cultivó 4,4 millones de hectáreas, el 6% del total
mundial y un 26% más que en 2002 (colza, maíz Bt y soja tolerante a
herbicidas).
Brasil, que en 2003 sembró soja transgénica legalmente por primera
vez (ya se importaban semillas de soja transgénica de contrabando,
procedentes de Argentina), a pesar de las promesas electorales del
presidente Lula y de la oposición de buena parte del PT, plantó 3
millones de hectáreas, un 4% del total mundial (en su totalidad soja
resistente al herbicida glifosato, que vende Monsanto, al igual que
las semillas transgénicas).
China plantó 2,8 millones de hectáreas de algodón transgénico (58%
del cultivo nacional de algodón), con un aumento del 33% respecto a
2002 y el 4% del total mundial. Suráfrica sembró 400.000 hectáreas,
un 33% más que en 2002 y un 1% del total mundial (maíz Bt, algodón y
soja). En Australia disminuyó la superficie cultivada, que fue de
sólo 100.000 hectáreas de algodón transgénico. India plantó algodón
Bt por segundo año, llegando a 100.000 hectáreas en 2003. Uruguay
plantó 60.000 hectáreas de soja y maíz Bt, y Rumania sembró 70.000
hectáreas de soja transgénica.
España siguió siendo el único país de la Unión Europea que sembró
una superficie importante con cultivos transgénicos, 32.000
hectáreas de maíz Bt, con un aumento del 33% respecto a 2002, aunque
deberá dejar de cultivarlo, por la utilización de antibióticos, que
inducen a resistencias, tras la resolución del Parlamento Europeo.
En el resto de Europa, Alemania sembró una pequeña superficie con
maíz Bt, y Bulgaria siguió cultivando unos pocos miles de hectáreas
de maíz tolerante a herbicidas.
Filipinas sembró por primera vez cultivos transgénicos en 2003, unas
20.000 hectáreas de maíz Bt. En Indonesia los agricultores sembraron
una pequeña superficie con algodón Bt en Sulawesi. Colombia aumentó
las plantaciones de maíz Bt hasta unas 5.000 hectáreas, y Honduras
plantó 2.000 hectáreas de maíz Bt en 2003 (500 hectáreas en 2002).
México cultivó 25.000 hectáreas de maíz Bt y 10.000 hectáreas de
soja tolerante al herbicida glifosato.
Cuándo
La progresión ha sido espectacular, desde el primer cultivo
transgénico de tabaco en 1992 en China, y las primeras plantaciones
comerciales en Estados Unidos en 1994. En 1995 se cultivaron apenas
200.000 hectáreas, en 1996 se pasó a 1,7 millones de hectáreas, en
1997 a 11 millones, en 1998 se cultivaron 27,8 millones, en 1999 se
plantaron 39,9 millones, 43 millones en 2000, 52,6 millones en 2001,
58,7 millones en 2002 y en el año 2003 se alcanzaron los 67,7
millones de hectáreas, con un crecimiento mundial del 15% (11% en
los países industrializados respecto a 2002 y un 28% de aumento en
los países en desarrollo).
Cuánto
En 1983 se creó la primera planta transgénica, y en 20 años los
cultivos transgénicos, impulsados por unas pocas multinacionales,
pasaron de la nada a más de 67,7 millones de hectáreas en el año
2003, sin que aún se conozcan sus consecuencias sobre la salud y el
medio ambiente, y en contradicción con el más elemental principio de
precaución. Según el Servicio Internacional para la Adquisición de
Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA), el área mundial de
cultivos transgénicos se multiplicó por 40 desde 1996.
Por qué
Las plantas transgénicas son mayoritariamente resistentes a los
herbicidas, y se venden formando parte de un "paquete de tecnología"
que incluye la semilla transgénica y el herbicida al que es
resistente. Los dos productos principales son actualmente el
"Roundup Ready" de Monsanto que tolera su herbicida "Roundup"
(glifosato), y el "Liberty Link" de AgrEvo que tolera su herbicida
"Liberty" (glufosinato).
Puede parecer contradictorio y demagógico, pero un objetivo
declarado de tales plantas transgénicas es reducir el uso de
herbicidas. Al diseñar cultivos tolerantes a niveles muy altos de
exposición a un herbicida (que es un producto químico tóxico para la
mayoría de las plantas), las empresas ofrecen a los agricultores la
opción de usar potentes aplicaciones de herbicidas en la estación de
crecimiento, en lugar de la práctica normal que requiere una serie
de aplicaciones de varios compuestos diferentes. A pesar de lo que
pregonan las empresas fabricantes, en la práctica aumenta la
cantidad de herbicidas aplicados, al no afectar a las plantas
cultivadas, pero su simplicidad facilita el trabajo de muchos
agricultores.
Otro beneficio potencial pregonado por Monsanto es que pueden
permitir "el mínimo laboreo", las técnicas de cultivo que reducen la
necesidad de arar o incluso lo eliminan completamente. Una de las
razones para arar es eliminar las malas hierbas, pero al dejar la
tierra desnuda, el arado agrava la erosión del suelo fértil.
Las plantas transgénicas resistentes a los herbicidas, al igual que
los cultivos Bt, son una extensión del modelo actual basado en los
plaguicidas. Pueden permitir una reducción del uso de los herbicidas
a corto plazo, pero su adopción generalizada promoverá la
dependencia de los herbicidas. En muchas partes del mundo en
desarrollo, donde hoy apenas se usan herbicidas, el hábito de su uso
podría agravar la crisis ambiental: los herbicidas son tóxicos para
muchos organismos del suelo, contaminan las aguas subterráneas y
pueden tener efectos a largo plazo en las personas y en la fauna. Y,
por supuesto, la resistencia aparecerá, pues se favorece la
dependencia de unos pocos herbicidas de amplio espectro (glifosato y
glufosinato), por lo que la resistencia se desarrollará más
rápidamente, y la agricultura será más vulnerable. En EE UU el uso
generalizado de Roundup (glifosato) en la soja Roundup Ready ha
promovido varias especies de malas hierbas resistentes a ese
herbicida.
El Bacillus thuringiensis (Bt) transgénico reemplaza a un
insecticida, que antes se rociaba sobre las plantas, por otro dentro
de la misma planta. La resistencia de las plagas al Bt podría
aparecer en pocos años, afectando no sólo a los cultivos
transgénicos, dado que el Bt también se usa en los cultivos
convencionales. Los agricultores verán cómo uno de los plaguicidas
más benigno ambientalmente dejará de ser útil. Los cultivos Bt son
un retroceso a los peores días del empleo masivo de plaguicidas
químicos, cuando se animaba a que los agricultores rociaran sus
campos con plaguicidas cuya toxicidad no tardó en aparecer. El Bt
está programado para atacar a la plaga durante todo el periodo de
crecimiento de la planta, aumentando la probabilidad de resistencia,
al aumentar al máximo la exposición.
En 1997, un año después de su primera plantación comercial en
Canadá, un agricultor informó, y las pruebas de ADN confirmaron, que
la colza Roundup Ready se había propagado, por polinización, a una
especie silvestre cercana, que crecía en los márgenes del sembrado,
produciendo una mala hierba con resistencia al herbicida. El gen con
resistencia al herbicida había "escapado." Había aparecido una grave
contaminación, la genética, al abrir la caja de Pandora transgénica.
Si un cultivo transgénico es capaz de reproducirse sexualmente (y
generalmente lo es), la fuga de "transgenes" es inevitable, lo que
puede tener graves consecuencias en las zonas de gran diversidad
agrícola. El algodón de Monsanto, mezcla de Roundup Ready y Bt, está
en el mercado desde hace varios años. En el futuro podría difundir
una amplia variedad de potentes genes en la naturaleza.
Todas las semillas transgénicas están patentadas. Hasta ahora los
agricultores podían comprar las semillas, incluso las patentadas, y
podían usarlas posteriormente en sus propios cultivos e incluso
cambiarlas por otras semillas. Pero con las nuevas leyes de
patentes, todas esas actividades son ilegales; el comprador paga por
usar una sola vez el germoplasma.
El derecho a poseer genes es un fenómeno nuevo en la historia
mundial y sus efectos en la agricultura, y en la vida en general,
todavía es muy incierto. Las multinacionales argumentan que la
propiedad intelectual es esencial para que prospere su industria.
Para otros se trata de un nuevo neofeudalismo, que convierte a los
agricultores en los nuevos siervos de las multinacionales, que les
venden semillas y plaguicidas y les compran la producción a muy
bajos precios, sin dejarles ni oficio ni beneficio, con el único
consuelo de la propiedad formal sobre la tierra que cultivan. En la
práctica, una especie de franquicia de Monsanto. Las multinacionales
de las semillas transgénicas han iniciado una nueva era, cuyo fin es
controlar la industria más importante y básica (todos comemos todos
los días, y la mayoría tres veces), una industria que factura más de
2 billones de dólares, la industria alimentaria.
Las patentes son un ingrediente importante en la expansión de la
industria. Las ventas globales de plantas transgénicas crecieron de
75 millones de dólares en 1995 a 4.500 millones en 2003. Se espera
que las ventas alcancen los 5.000 millones en 2005 y 25.000 millones
en el año 2010.
Las patentes dan a las multinacionales un enorme poder sobre los
agricultores. Para defender sus derechos sobre las patentes, las
cuatro o cinco multinacionales del sector exigen a los agricultores
que firmen "contratos de semillas", un fenómeno totalmente nuevo en
la agricultura. Los contratos pueden estipular qué marca de
plaguicidas debe usar el agricultor, una especie de mercado cautivo
para algunos herbicidas en estos "paquetes tecnológicos."
La lucha para reforzar las patentes no se detendrá con este tipo de
contratos. La llamada "tecnología de protección de los genes",
popularmente denominada "terminator", puede hacer que los contratos
sobre las semillas sean una realidad biológica, al igual que los
actuales desarrollos tecnológicos. La tecnología terminator o
similares (traitor) impiden que las semillas recolectadas vuelvan a
germinar. La tecnología terminator aumentará la uniformidad de los
cultivos al restringir la práctica de guardar y cruzar semillas de
un año para otro por los agricultores.
Y en cuanto al potencial de la biotecnología para alimentar a la
población mundial, las tendencias actuales no son muy alentadoras.
El problema del hambre, que afecta según la FAO a 842 millones de
personas, es un problema de distribución y de desigualdades, y no de
falta de alimentos, que sobran. Las plantas transgénicas están
hechas para dar beneficios a las 4 multinacionales que las fabrican,
y no para alimentar a los pobres del mundo. Pretender adornar con el
supuesto altruismo de alimentar a los hambrientos lo que es una
apropiación y un oligopolio sobre la alimentación, es uno de los
mayores escarnios contemporáneos.
La agricultura ecológica, con mezcla de cultivos, sin empleo de
herbicidas y otros plaguicidas ni abonos químicos, con mezcla de
ganado y cultivos de leguminosas, permite obtener mejores resultados
a largo plazo, y es el nuevo paradigma agrícola de la
sostenibilidad, muy diferente al enfoque tecnocrático que hoy domina
el pensamiento.
El rechazo de los consumidores y de los fabricantes y grandes
comercializadores de alimentos en Europa ha reducido el consumo de
los alimentos transgénicos. Las exportaciones estadounidenses de
soja y maíz a la Unión Europea han caído estrepitosamente.
Los consumidores podemos y debemos rechazar los transgénicos, por
razones de salud (alergias, resistencia a los antibióticos), de la
calidad de los alimentos, de los riesgos ambientales (contaminación
genética, pérdida de biodiversidad, resistencias) y de los riesgos
económicos y políticos que se derivarían de poner nuestra
alimentación en manos de cinco grandes multinacionales.
El rápido lanzamiento de los cultivos transgénicos es muy parecido
al del DDT y a las centrales nucleares, hoy en crisis. La
combinación de oposición pública y crisis financiera forzó a la
paralización del desarrollo de estas tecnologías, después de que sus
efectos en el medio ambiente y en la salud humana demostraran ser
más complejos, difusos y duraderos que las promesas que acompañaron
a su rápida comercialización. En un esfuerzo para evitar este mismo
ciclo con la introducción de cada nueva tecnología "revolucionaria",
se ha propuesto la adopción del principio de precaución, al que se
oponen las multinacionales citadas.
La transición a una agricultura y ganadería ecológica es una
necesidad imperiosa, y así empiezan a entenderlo los consumidores y
los propios agricultores. En 2002 la agricultura ecológica
certificada se extendió por 23 millones de hectáreas, aunque una
cantidad muy superior no etiquetada se cultivó sin agroquímicos ni
transgénicos.
Los transgénicos tendrán consecuencias mucho más graves y
prolongadas que los plaguicidas tóxicos, y suponen el último eslabón
de un modelo insostenible, que empobrece a los agricultores y
perjudica a los consumidores, beneficiando sólo a unas pocas
empresas multinacionales, con un enorme poder de manipulación e
influencia sobre algunos gobiernos, como el de Estados Unidos, que a
su vez presionan a la Unión Europea y a otros países donde el
rechazo a los transgénicos es cada vez mayor.
Referencias
www.isaaa.org
www.grain.org
www.biodiversidadla.org
www.etcgroup.org
www.ecoportal.net
www.tierra.org/transgenicos/transgenicos.htm
www.vidasana.org * José Santamarta es Director de World Watch
worlwatch@nodo50.org
www.nodo50.org/worldwatch
www.grain.org
www.biodiversidadla.org
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www.ecoportal.net
www.tierra.org/transgenicos/transgenicos.htm
www.vidasana.org * José Santamarta es Director de World Watch
worlwatch@nodo50.org
www.nodo50.org/worldwatch
https://www.alainet.org/es/articulo/109462
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