A propósito de la democracia
30/09/2004
- Opinión
La revista América Latina en movimiento incluyó en una de
sus ediciones del año 2004 un cuadro con siete mandamientos
sobre la democracia, firmados por Fernando Mires. Esta nueva
tabla de la ley amerita una discusión latinoamericana. El
propósito más obvio de esta discusión consiste en procurar
entender de qué se está hablando, no para inferir
comportamientos morales, sino para ser más eficaces en la acción
política en que se empeñan diversos sectores de nuestros
pueblos, desde el Frente Zapatista de Liberación Nacional en
México, hasta el movimiento indígena mapuche chileno y su
Consejo de Todas las Tierras, pasando por el Pachakutik
ecuatoriano, lugar de edición de la revista, en esta transición
entre siglos. Como es posible que no todo el mundo, en especial
los actores empeñados en configurar un poder popular local, haya
reparado en el texto de Mires, lo reproducimos íntegramente y
sin falsearle un signo en nota al pie (1).
Cuestiones elementales sobre el tema
Debe recordarse, antes de examinar los mandamientos de
Mires, que 'la' democracia no existe, excepto como concepto-
valor en formas discursivas o discursos. Así, por ejemplo, no es
lo mismo poliarquía, o democracia procedimental, en la
conceptuación y presentación de Robert Dahl, que en la
exposición más roussoniana de J. Habermas, quien la estima
proceso discursivo y argumentativo orientado a la formación de
una voluntad común. En la primera, gobierna la 'clase política'.
La segunda idea apunta hacia la comunicación y la soberanía
popular, aunque ambas reflexiones puedan coincidir en la
igualdad ante la ley. Esto, si consideramos autores modernos,
todavía vivos. Si retrocedemos en el tiempo, para Platón y
Aristóteles, con diferencias entre ellos, 'la' democracia era
una forma de gobierno corrupto porque potenciaba el libertinaje
o daba poder a los pobres. Si nos acercamos al siglo XIX, el
liberal B. Constant (1767-1830) refiere la democracia moderna a
la libertad individual ante el Estado, por oposición a la
democracia antigua en la que la libertad consistía en la
participación directa y asamblearia en la formación de leyes. De
aquí que se pueda entender hoy 'la' democracia o como la forma
de gobierno de una sociedad capitalista de mercado o como una
formación social en la cual todos sus miembros tienen igual
libertad para realizar sus capacidades (J. Stuart Mill). Por
supuesto, se trata de variedades liberales acerca de 'la'
democracia.
No intentamos aquí, sin embargo, hacer la historia de las
diversas formas en que ha sido pensada y valorada 'la'
democracia. Solo insistir en que este concepto-valor posee
existencia solo dentro de un determinado discurso, discurso que
no puede ser mejorado sin tocar el marco conceptual y valorativo
que lo sostiene aunque, desde luego, puede ser criticado y
adversado desde otras racionalidades y criterios. Como último
ejemplo de esta realidad, indiquemos que, para efectos de
formaciones sociales modernas, C. B. Macpherson distingue, en su
La democracia liberal y su época, entre la democracia pensada
sin clases o con una sola clase social (Jefferson, Rousseau) y
la democracia como forma de gobierno en relación con la
existencia de clases (utilitaristas, siglo XIX).
Que 'la' democracia únicamente exista como concepto-valor
en un específico discurso no quiere decir que ese discurso no
surja en contextos determinados o que no pueda alcanzar
incidencia en las fuerzas sociales y en las instituciones de su
tiempo u otros. Pero no surge de esos contextos ni incide en
ellos como 'la' democracia, sino como un discurso democrático
comparado con otros y, por ello, rebatible, y, también,
enfrentado por discursos no democráticos y antidemocráticos. En
la transición entre siglos, y al calor de la experiencia
venezolana, se ha discutido en América Latina, por ejemplo,
sobre el carácter o representativo o participativo de 'la'
democracia y los adversarios más férreos de esta última la
consideran fascista o comunista. Un segundo alcance en relación
con esta forma discursiva de existencia de 'la' democracia es
que ella no puede ser perfeccionada significativamente desde su
propio marco categorial que, para estos efectos, funciona como
invariante.
Si 'la' democracia no existe sino al interior de un
discurso determinado, ¿qué existe entonces en la existencia
diaria y material y no puramente como discurso? Lo que existe
son instituciones democráticas que condensan y expresan, mejor o
peor, lógicas democráticas. Estas instituciones resultan del
juego de diversas fuerzas sociales en el marco de un Estado de
derecho (o por su constitución si es que este dispositivo no
existe), o sea de una convivencia regulada y sancionada por
leyes de aplicación universal (general), y que funcionan de un
modo tal que nadie pueda ser perseguido y hostilizado, excepto
por la comisión o sospecha de comisión de algún delito. En este
Estado, nadie, tampoco, es una ciudadano "por encima de toda
sospecha". Lo que vale para los individuos vale asimismo para
los sectores sociales. A este decantamiento de instituciones
que funcionan de acuerdo a una lógica democrática las englobamos
bajo la expresión o concepto "procesos de democratización". Los
procesos de democratización son, obviamente, sociohistóricos y,
entre otras diferencias en relación con 'la' democracia, admiten
perfeccionamiento, y también retrocesos, al interior de su
propio despliegue. Es una discusión, en cambio, que puedan ser
'mejorados' desde otros marcos, es decir mediante la incidencia
de fuerzas sociales alternativas a las social y políticamente
reinantes.
Los procesos de democratización no se concentran por fuerza
en las instituciones reductivamente políticas, o sea en el
ámbito que tiene como referente el dispositivo estatal, sino que
pueden materializarse también en instituciones de la
sociabilidad fundamental: la familia puede democratizarse, el
lugar de trabajo admite democratización, la iglesia puede
asumir, quizás, prácticas democráticas, etc. Para ello, éstas (y
otras instituciones) deben organizarse con lógica, o
sensibilidad o espiritualidad, democrática.
¿En que consiste esta lógica o espiritualidad que debe
animar a las instituciones democráticas? Modernamente,
'democrático' se opone a autocrático, es decir a Estados y
gobiernos cuyo poder se gesta y reproduce por sí mismo, como el
poder del padre en la familia patriarcal o el del amo (despotés)
sobre el esclavo. El poder autocrático despótico exige súbditos
obedientes e incapaces de gobernarse por sí mismos, ya se trate
de hijos, mujeres, esclavos o ancianos. 'Democracia' hace por
ello referencia a un poder no natural, gestado no por súbditos
sino por ciudadanos activos que se interesan por la cosa común o
pública (república) y participan en su administración y control.
Un ciudadano posee, por tanto, autonomía (que se deriva y
materializa de su información y capacidad para actuar), consigue
autoestima con su participación en la vida pública, e irradia
esta autoestima (colectiva) a otros. Por tanto las instituciones
con lógica democrática se dan condiciones (gestación,
organización) que potencian la autonomía, la autoestima y la
irradiación o testimonio de la cosa pública en el ciudadano y,
como debería ser obvio, en el ser humano como experiencia
genérica, o sea universal. Para quienes extrañen el sufragio en
esta sumaria indicación, digamos que él está contenido en la
noción de 'participación'.
Lo anterior quiere decir que los procesos de
democratización deben intentar configurarse mediante una lógica
democrática. No basta decir que un golpe de Estado busca
restablecer 'la' democracia, sino que el 'golpe de Estado', o
interrupción de las instituciones políticas, debe estar animado
por una lógica democrática (participación de la mayoría
ciudadana, generación de identidades y autoestima humanas,
sociales y ciudadanas, irradiación colectiva de ellas, etc.).
Por ello un golpe de Estado de Seguridad Nacional, por ejemplo,
no puede (tampoco lo intenta) "recobrar" o constituir la
'democracia' y, en cambio, en las condiciones latinoamericanas
una revolución social sí podría constituir y generar procesos de
democratización. Con lo que no se afirma aquí que históricamente
lo haya hecho entre nosotros. Se realiza la indicación solo para
indicar que los procesos de democratización no son
conceptualmente incompatibles con el empleo de la violencia
política, incluso la más extrema. La Revolución Francesa puede
entenderse como fase de un proceso de democratización, por
ejemplo.
Por ello, es conveniente diferenciar analíticamente entre
'la' democracia y procesos de democratización. Los seres
humanos, como fuerzas sociales, son protagonistas de los
procesos de democratización. Si no asumen este protagonismo las
instituciones que resulten de su pasividad o inercia resultarán
magra o nominalmente democráticas. Los valores democráticos
constituyen experiencias de vida. 'La' democracia, en cambio, es
un tipo de discurso que puede ser o más analítico o más
ideológico (en el sentido de políticamente manipulador). La
administración Bush, por ejemplo, lleva 'la' democracia a los
pueblos de Irak, mediante la invasión, la guerra, el
etnocentrismo y la imposición de gobernantes títeres. Las
resistencias nacionales irakíes, en cambio, son valoradas por
esta misma administración y la prensa masiva como parte de una
conjura terrorista. Aquí señalamos que las probabilidades de
conformar procesos de democratización son más altas para estas
últimas que para los esfuerzos estadounidenses, aunque regalemos
a ellos la sinceridad y la buena voluntad. Que, por supuesto, es
un regalo excesivo.
Una última cautela: esquemáticamente, 'democracia' puede
remitir a una forma de gobierno, a una manera de elegir
gobiernos o a un estilo de existencia (cultura democrática). La
última es la más vigorosa. La reducción del concepto a los dos
primeros alcances es una forma de desviación politicista, muy
común en el imaginario moderno. Esta reducción forma parte de
los mandamientos de Mires.
Examinemos, sin embargo, estos mandamientos que, por
supuesto, no hacen ninguna distinción entre 'la' democracia y
procesos sociohistóricos de democratización.
1.- La tolerancia política ha de terminar justo allí donde
comienza una dictadura.
Este mandamiento posee todos los inconvenientes de un
precepto moral absoluto. El principal es que un precepto moral
objetivo universal demanda un Intérprete o Vicario privilegiado,
como Moisés, o el Papa. En efecto, según el mandamiento, el
orden debido de las cosas es 'la' democracia, ¿definida o
determinada cómo? ¿Por las elecciones? La familia Somoza siempre
fue electa. Igual Fujimori. ¿Por la concentración de poder y
desprecio por el Estado de derecho? La administración Bush hace
ambas cosas con entusiasmo (con el voto favorable del senador
Kerry, por cierto) y eso no impide que Estados Unidos sea la
principal 'democracia' del planeta. Dicho sea, de paso, la
ciudadanía estadounidense parece estar feliz con una
administración que viola sus derechos ciudadanos. Y el demócrata
Putin es aclamado por su guerra criminal contra el terrorismo
chechenio. La razón para que en su momento Somoza, Fujimori, y
hoy Bush y Putin sean protagonistas democráticos es que el
Intérprete privilegiado, quienquiera sea, deposita en ellos la
suerte (local o cósmica) de 'la' democracia. Somoza mantenía a
raya a los comunistas. Fujimori secaba la inflación y a Sendero
Luminoso. Bush y Putin protagonizan brutal y patéticamente su
imprescindible guerra global preventiva contra el terrorismo.
El mandato moral hace referencia, además, a la tolerancia y
a lo intolerable. Una dictadura es absolutamente intolerable y,
suponemos, se debe luchar contra ella por todos los medios. El
problema es si se poseen esos medios y la capacidad para
usarlos. Por ejemplo, los nacionalistas chechenios estiman que
la subordinación a Rusia es intolerable. Así, luchan por la
independencia, pero carecen de la fuerza para lograrla. La
tolerancia y la declaratoria de intolerancia y su práctica
tienen que ver, por tanto, con relaciones de fuerza y, por ello,
con conveniencia propia, no siempre moral. Fuerza e intereses
deciden finalmente lo que es tolerable. Algunos judíos presos en
campos nazis cooperaban con ellos y acosaban a otros judíos. La
fuerza eclesial decidió, en la Europa de los siglos XVI y XVII,
que mujeres humildes fueran perseguidas y quemadas como brujas
para fragmentar y desviar la desesperación e indignación
populares. Es siempre la fuerza, una relación social, la que
resuelve en qué momento desatar una indignada furia asesina
contra lo intolerable, una cosificación, hasta borrarlo de la
faz del planeta. No pareciera necesario dar ejemplos, pero por
si alguien carece de imaginación, las Fuerzas Armadas chilenas y
los empresarios de ese país decidieron que les resultaba
intolerable el régimen constitucional que había hecho posible el
gobierno de Unidad Popular (humanoides comunistas) y se
recetaron un golpe de Estado. Los 'demócratas' callaron o
aplaudieron. Más de cuarenta años después, todos (¿todos?)
aplauden porque la brutalidad del régimen domesticó a los
trabajadores y abrió paso al actual 'éxito' económico y
'democrático' de Chile.
Esto último, éxito y democracia, pensamos, nadie lo
declararía "intolerable". ¿Quizás los familiares de los
desaparecidos, torturados, asesinados? ¿Y los empobrecidos? Pero
ellos carecen de fuerza para determinar cosa alguna como
intolerable, que es otra manera de pronunciar 'obsceno'. Deben
tolerarlo todo. Lo más que pueden hacer es negarse a morir, como
los personajes de Rulfo.
2.- La peor de las democracias es mil veces preferible a la
mejor de las dictaduras.
¿Por qué solo mil veces? ¿Por qué no siete mil seiscientas
doce? ¿A quiénes se tomará en cuenta para que manifiesten su
preferencia? ¿A Silvio Rodríguez? ¿Le impondremos la 'peor de
las democracias' a Silvio Rodríguez para que no pueda "morir
como vivió"? ¿Y también a los negros cubanos mayores de 45 años?
¿Cómo sería la peor de las democracias? Una, por ejemplo,
en que autárquica y monopólicamente la clase política y sus
intereses resuelven las candidaturas en países que producen
fragmentación social y múltiples empobrecimientos y en la que el
Estado se administra como una máquina clientelar para hacer
buenos negocios. Obviamente, no se respetan en estas democracias
sino aleatoriamente derechos humanos. Y los partidos son
pragmáticos, o sea maquinarias electorales y de administración
pública, es decir saqueadores. El saque, 'naturalmente', tiende
a quedar impune. Estoy en la introducción de la tipología de
las democracias restrictivas latinoamericanas actuales. Podría
agregar que en ellas la mayor parte de la ciudadanía es pasiva y
lleva su indiferencia (que es socialmente producida), en algunos
casos, como Colombia, a una abstención electoral superior al
50%. ¿Esta sería la peor? Desde luego, siempre es posible
imaginar, y vivir, algo peor. ¿Habría que soportar esta
democracia peor o tornarse indiferente ante ella para no caer en
la temida dictadura?
¿Y cómo será la mejor dictadura? ¿Una que llega mediante
una masiva movilización popular al poder y que, una vez fugada
la antigua dirigencia, se da normas de excepción para poder
realizar, por ejemplo, la reforma agraria e integrar económica y
socialmente la nación? ¿Una que se compromete a respetar la
legislación internacional? ¿Y que redistribuye el excedente
social para que las posibilidades de realización personal sean
universales? ¿Y que prioriza la educación de calidad, la salud y
el empleo? ¿Y que potencia la organización de la población para
que controle directa e indirectamente a la dirigencia política
de modo de no permitirle modorra, corrupción, culto ni
burocratización?
Una dictadura de este tipo seguramente, por lo del mal
ejemplo, atraerá odios y conspiraciones en su contra. Y tal vez
quiera asegurar por tanto la sobrevivencia de su dirección
política mediante el dispositivo de un partido único. Las
elecciones, por tanto, no resultan democráticas porque la
ciudadanía no puede cambiar a los dirigentes de ese partido.
Por supuesto, no describimos nada que exista. Pero esta
'mejor' dictadura, ¿resultará mil veces detestable en relación
con la peor democracia?
¿Por qué lo sería? ¿Porque en ella no existe libertad? En
las plutocracias de mercado tampoco, como nos lo dice el
estadounidense R. Dahl, para nada sospechoso de comunista u otra
aberración semejante. ¿Porque en la dictadura no se respetan
derechos humanos? Que se sepa, no se respetan en ninguna parte
ni nacional ni globalmente. ¿Por qué no existe seguridad? ¿Pero
no es que las democracias latinoamericanas multiplican las
vulnerabilidades?
Tal vez en la peor de las democracias, algunos, no todos,
puedan ir cómodamente en bicicleta los sábados al mercado,
dejando segura a la familia en casa,
y una vez en el negocio elegir los rabanitos y las lechugas
preferidas, y una carne para el asado que se disfrutará después
del mediodía, tal como estaba previsto. Es probable que esto
pueda hacerse en muchos países europeos ¿Ésta es la libertad y
seguridad a la que se refiere el mandamiento y por las que
habría que preferir la peor democracia a la mejor dictadura? Esa
seguridad y libertad elementales, y si solo existen ellas,
también paupérrimas, no existen para nadie en América Latina.
¿Y por qué el mandamiento obliga a elegir maniqueamente
entre democracia y dictadura y no a seleccionar entre tipos de
instituciones democráticas cuyo carácter podría derivarse de
diversas fuerzas sociales? ¿O, más perversamente, entre tipos de
instituciones dictatoriales cuyo carácter se seguiría también de
la diversidad conflictiva de fuerzas? Jeane J. Kirkpatrick, en
su momento de gloria, distinguió entre gobiernos autoritarios
(las dictaduras de Seguridad Nacional, por ejemplo) y gobiernos
totalitarios. Podía amar, o sea asociarse, con los primeros,
pero detestaba a los segundos. La señora representaba entonces
en Naciones Unidas a la más formidable, vigorosa y completa (se
puede agregar aquí cualquier elogio superlativo) 'democracia'
occidental, la de Mickey Mouse. ¿Por qué el mandamiento deja por
fuera el exquisito talento político de esta señora?
3.- Nunca justifiques ni defiendas una dictadura para los
demás si tú mismo (misma) no quisieras vivir bajo ella.
Este mandamiento se las trae, aunque acepta la objeción
planteada más arriba por el discernimiento de la señora
Kirkpatrick. Se las trae porque más que agotarse en las
impreferibles e indefendibles dictaduras, trae a escena el tema
de la relación entre teoría y práctica. E. Galeano escribió
alguna vez algo simpático sobre esta relación. Dice que el
abismo entre decir y hacer es tanto en la política moderna, que
cuando ambos se topan en una esquina no se saludan porque no se
reconocen. Su texto era un homenaje al Che. Pero, abandonando a
los emboinados famosos y admirados, pero seguramente también
injustificables, recordemos que Kirkpatrick justificaba y
defendía dictaduras porque ello servía a los intereses
(democráticos) de Estados Unidos. Estoy casi seguro que Jeane no
deseaba vivir bajo la dictadura (mestiza, india, sudorosa, café,
'latina') de los militares y terratenientes y comerciantes
guatemaltecos. Pero a la distancia hallaba simpáticos a sus
socios. Y si no los hallaba simpáticos, al menos los valoraba
útiles.
¿Será que el mandamiento no se aplica a gobernantes y
funcionarios de los países centrales y es solo para consumo de
las masas 'ciudadanas' periféricas?
¿Y qué pasa si mi personalidad me dice que no quiero vivir
en 'la mejor' democracia y que solo seré feliz en un régimen
autoritario? ¿Cómo se castigará a este individuo aberrado?
4.- Nunca defiendas una dictadura porque sea de izquierda,
de centro o de derecha. Toda dictadura significa la abolición de
la izquierda, del centro y de la derecha.
Es cierto que los mandamientos morales metafísicos o
iluminados por el Espíritu no tienen para qué preocuparse por la
historia, pero los romanos antiguamente veían en la dictadura
constitucional un instrumento efectivo para lidiar con problemas
determinados, como una guerra, por ejemplo. En algo parecido
debe estar pensando la administración Bush cuando liquida el
derecho internacional y torna azarosa la legislación interna de
su país para llevar a cabo su guerra preventiva contra el
terrorismo. Pero, bueno, son cosas de la historia.
El mandamiento nos dice que una dictadura borra la política
y que en ellas ya no existe más izquierda ni derecha ni centro.
Sin embargo, habrá que conceder que existirá al menos un
individuo o un sector antidictadura. De modo que la dictadura no
anula el juego político. Por fuerza, tampoco anula la política
que, vista así, no se reduce a izquierda, derecha y centro
ideológicos. En el Chile de las Fuerzas Armadas y de los
empresarios, por ejemplo, los opositores, víctimas y otros, se
reunían a jugar ajedrez. También aplaudían fervorosamente las
homilías en las iglesias, cualesquiera fuesen sus contenidos.
Otros practicaban jogging en grupo. Eran formas humildes y
dramáticas de expresar socialmente que se estaba contra la
dictadura. Dar jaque, aplaudir desaforadamente y caminar o
trotar en comunidad eran manifestaciones antimilitares,
antirrepresivas y antiempresariales de la lucha política. Si se
desea, formas de solidarizar con derechos humanos. ¿Derechos
humanos está a la izquierda, al centro o a la derecha? ¿O por
todas partes? ¿No es cierto que se trata de un tema complejo y
que, por ello, excede el esquematismo del mandamiento?
En América Latina, además, lo usual es que las dictaduras
tengan inclinaciones u oligárquicas, neoligárquicas o populares.
Así, quienes quieren la integración económica y social de su
país, la defensa de sus riquezas naturales y del hábitat, una
mejor distribución de la riqueza producida, el reconocimiento
del pluralismo cultural, la defensa del ambiente y la
diversificación del comercio exterior, el ahorro interno, etc.…
podrían, si las instituciones democráticas no se ocupan de esos
asuntos o se mal ocupan, preferir alguna forma de
institucionalidad o constitucionalidad dictatorial temporal
(considerando que todas las instituciones humanas son
temporales). Nuevamente estamos ante opciones complejas que
vuelven a exceder el esquematismo abstracto del mandamiento.
¿Será esta inadecuación entre el mandamiento y lo que
pretende normar signo de una existencia social compleja,
incluyendo la subjetividad humana, o del simplismo de un
mandamiento moral absoluto y fácil de proferir, pero que niega
la historia o flota 'cómodamente' por encima de ella?
5.- En un conflicto entre una nación democrática y una
dictadura nunca tomes partido a favor de una dictadura. Eso
siempre se paga muy caro.
A este mandamiento se le anduvo cayendo algo, quizás el
estilo, que aquí es chato. No tomes partido por una dictadura
porque no te conviene ("se paga muy caro"). El criterio es
utilitario, no moral. Es del tipo, 'nunca te cases con la hija
de campesinos pobres', porque eso se paga muy caro. No comas
solamente las ofertas de MacDonald's porque eso se paga muy
caro. La gente sabe que casarse con un hijo o hija de campesinos
no es conveniente, pero sigue haciéndolo. Igual que los
fanáticos de MacDonald's continúan deleitándose con sus
hamburguesas, papas fritas y Coca Cola. Los seres humanos no
solo se mueven por razones utilitarias. Hay otras.
Por ejemplo, en el enfrentamiento boxístico entre el equipo
de Estados Unidos (o Suiza, si es que los suizos boxean) y el de
Cuba, ¿pide el mandamiento que los cubanos deseen que sus
campeones salgan noqueados? Porque se reconocerá que en esas
pugnas deportivas se juegan también prestigios políticos y
geopolíticos. El conflicto entre proyectos de nación y entre
gobiernos también está allí presente. Cuando los cubanos ganan
el oro olímpico en béisbol (pese a la deserción de muchas de sus
estrellas que pasan a jugar a las ligas comerciales
estadounidenses), ¿el mandamiento le ordena a la población
cubana abuchear y maldecir a sus lanzadores, paracortos y
jardineros? Si hasta los que se han exiliado, usualmente por
razones económicas, desean que gane Cuba. Cierto: en Miami deben
existir individuos y grupos minoritarios de cubanos que ven en
esos triunfos derrotas personales.
Y hablo de las afecciones nacionales sin tomar en cuenta
las adhesiones de clase o grupo social, ni tampoco las raíces
culturales. Los seres humanos no somos 'en el aire'. Incluso
bajo el dominio de Moisés, existían judíos que deseaban retornar
a Egipto. Y tenían razones y afecciones para esa preferencia.
Como se recordará, Moisés resolvió ejecutarlos.
Es decir que el mandamiento no toma en cuenta, al menos, el
tema nacional, que es más que una inclinación ideológica
politicista. Y tampoco repara en la complejidad inherente a la
capacidad para optar que tienen los seres humanos respecto de
entornos natural-sociales o sociales. Esta complejidad hace que
algunos, muchos o pocos, puedan optar racional y emocionalmente,
estimándolo bueno o menos malo, o solo digno, en circunstancias
específicas, por nstituciones dictatoriales.
Y se regala en esta parte del comentario que los
mandamientos no aclaran para nada a cuáles instituciones
democráticas remite el mandamiento. Se supone, me imagino, que
son intuibles, previa lectura del Miami Herald o de la revista
Nueva Sociedad.
Digamos todavía que este mandamiento, aunque en versión
menos grosera, ya había sido enunciado por Jorge G. Castañeda en
un libro de inicios de la década de los noventa: La utopía
desarmada. En su capítulo quince, y dando por sentada la muerte
de la izquierda socialista, convoca a 'la' izquierda "ajustar
cuentas con su pasado". La primera medida de este ajuste de
cuentas consiste en asumir una posición intransigente sobre la
falta de democracia representativa y la existencia de
violaciones a los derechos humanos "allí donde tengan lugar".
Este 'allí' tiene nombre y apellido: es la Revolución Cubana
(así la escribe Castañeda).
En esta última tarea, que ya vemos es política, no moral,
Castañeda tiene la delicadeza de escribir "democracia
representativa", no solamente 'la' democracia. Menos fino es
para referirse a 'derechos humanos'. ¿Se refiere a todos, puesto
que se los supone integrales, aunque luego se los clasifique en
absolutos, relativos y progresivos? Porque derechos humanos
económicos y sociales se violan sistemáticamente en todo el
universo capitalista, por decir algo. ¿Y la demanda
intransigente de 'democracia representativa' incluirá el Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas donde el mandato de los Estados
campeones de esta democracia es fieramente antidemocrático?
La coincidencia entre los mandamientos que examinamos y la
propuesta de Castañeda para ser intransigentes constituyen seña,
sin duda, de la omnipresencia, en la fase de transición entre
siglos, del Espíritu democrático o de su metafísica.
Oportunismo, se llamaba antes. O, en lenguaje moral, "hacer leña
del árbol caído".
6.- Nunca justifiques una dictadura por algunos de sus
"éxitos" económicos o sociales. Recuerda siempre que Hitler
terminó con la desocupación en Alemania, que Stalin
industrializó a la URSS en pocos años y que Pinochet detuvo la
inflación en Chile.
Este mandamiento parece ajustarse al criterio metodológico
de totalidad o sistémico. No mires el detalle, sino el conjunto
y la tendencia o tendencias dentro de él. Si no es así, habría
que recordar que Estados Unidos construyó su democracia sobre
trabajo esclavo y la expropiación asesina de las comunidades
indígenas. Y que Inglaterra lo hizo robando o destruyendo la
riqueza de sus colonias, como India. Pareciera que siempre es
posible encontrarle 'el detalle' (Cantinflas dixit) a las
empresas humanas. Los académicos hablan aquí de falacia de
énfasis.
Ahora, la mirada sistémica no consiste en la observación
abstracta de un bloque. Es más fina. Por ejemplo, la dictadura
empresarial-militar encabezada por A. Pinochet en Chile detuvo
la inflación mediante la práctica de castigar a la fuerza de
trabajo, fragmentarla y hacer de cada trabajador un individuo
inerme ante el terror de Estado. Hizo esto para lograr una
inserción más fluida del polo transnacionalizado chileno en la
economía capitalista mundial y, de paso, para enriquecer a
personas y familias específicas.
Como se advierte, por la descripción anterior, existen
muchas razones para 'aplaudir' a la dictadura chilena (pueden
hacerlo muchos o pocos, según el caso, más en silencio o
ruidosamente, etc.) y también muchas razones para abuchearla,
adversaria y denunciarla.
Además, ¿por qué los seres humanos tendrían solo que
justificar o acusar? También pueden constatar o ignorar, adherir
o rechazar, por ejemplo. En realidad, para ninguna de esas
acciones necesitan justificar nada. Están en eso, es todo.
El mandamiento, además de metafísico, es también
estrechamente racionalista.
7.- La frase de Churchill: "La democracia es la peor forma
de gobierno con excepción de todas las demás", no solo es juego
de palabras. "La peor" significa que no es perfecta, es decir,
es siempre mejorable. "De todas las demás" significa que es la
mejor hasta ahora posible.
Un semichiste generacional: "¿Y quién es Churchill?" ¿Forma
parte del equipo del Gran Intérprete? Porque el Churchill
histórico, un aristócrata, no respetaba los siete mandamientos
recetados. De hecho, sentía gran admiración por Stalin y su
experiencia en la Unión Soviética y estableció con él y
Roosevelt lo que llamó la Gran Alianza. Por supuesto eran
tiempos de guerra y Churchill necesitaba a la URSS. ¡Siempre esa
maldita historia que impide practicar los mandamientos! También
es cierto que se debe a Winston Churchill la expresión "telón de
acero" para cercar a la Unión Soviética e impedir su expansión,
pero esos fueron otros tiempos (1946) y signo de que los
políticos suelen cambiar de opinión, de acuerdo a los contextos.
Ahora, la frase de Churchill, que en el Reino Unido se
considera una de sus humoradas y no una sentencia (el hombre
era, además, escritor), se inscribe en una constatación empírica
selectiva. Quiere decir, por ejemplo, que Estados Unidos ha
tenido más éxito en producir beneficios para su población debido
a su opción democrática o, incluso, plutocrática. O que la
España democrática tiene 'mejor aire' que la España franquista.
Pero de experiencias empíricas, que además son discutibles, no
se sigue una regla moral. ¿Argelia tiene un 'mejor aire' desde
que existen elecciones allí, o sea desde la década de los
noventa? Uruguay no tiene el mismo éxito que Estados Unidos en
darle beneficios a su gente y también realizó una opción
democrática. De la enumeración de casos, a la vez empíricos y
abstractos, no se sigue una teoría sobre 'la' democracia, ni a
favor ni en contra. Menos un mandato moral.
La exégesis que propone el mandamiento es, además, pueril,
en el sentido de trivial. Las instituciones humanas, las mejores
y las peores, son siempre perfectibles, aunque 'perfectible' sea
objeto de interpretaciones diversas, discusiones y hasta de
guerras. "De todas las demás" formas de gobierno, remite a un
objeto al que se ha despojado de su sentido humano, es decir de
su inevitable objetivación. Un ojo que todo lo ha vivido y que
todo lo sabe juzga cualesquiera formas de gobierno no
democráticas de manera universal e inapelable y las condena a
formar parte de "todas las demás", denominación que expresa una
tautología. El ojo, por supuesto, no se pregunta nunca a sí
mismo qué prácticas lo constituyen y determinan lo que ve. Ni
explica, asimismo, en qué consiste lo democrático. Simpático,
desde el punto de vista de la inocencia metafísica, pero pueril
en términos sociohistóricos, o sea políticos.
El séptimo mandamiento contiene, sin embargo, un giro
peculiar: "…la mejor hasta ahora posible". Se introduce así la
posibilidad de la distinción política entre lo posible, lo
prohibido (imposible para el sistema) y lo no factible a la
experiencia. Aunque sea en su última línea, el heptálogo
contiene un programa político: habría que organizarse para
rechazar las actuales instituciones democráticas (por
politicistas, coercitivas y excluyentes) y para promover las
instituciones propias de un estilo de existencia democrático
(cultura democrática) que supere la escisión público/privado y
que tenga como eje la autonomía universal de los seres humanos y
de los ciudadanos. Buen programa. Pero sospechamos que no es el
que alienta en los peregrinos siete mandamientos que publicó
América Latina en movimiento.
Notas:
1) El texto es el siguiente: 1.- La tolerancia política ha de
terminar justo allí donde comienza una dictadura.
2.- La peor de las democracias es mil veces preferible a la
mejor de las dictaduras.
3.- Nunca justifiques ni defiendas una dictadura para los demás
si tú mismo (a) no quisieras vivir bajo ella.
4.- Nunca defiendas a una dictadura porque sea de izquierda, de
centro o de derecha. Toda dictadura significa la abolición de la
izquierda, del centro y de la derecha.
5.- En un conflicto entre una nación democrática y una dictadura
nunca tomes partido a favor de una dictadura. Eso siempre se
paga muy caro.
6.- Nunca justifiques una dictadura por algunos de sus "éxitos"
económicos o sociales. Recuerda siempre que Hitler terminó con
la desocupación en Alemania, que Stalin industrializó a la URSS
en pocos años y que Pinochet detuvo la inflación en Chile.
7.- La frase de Churchill: "La democracia es la peor forma de
gobierno, con excepción de todas las demás" no esolo un juego de
palabras. "La peor" significa que no es perfecta, es decir, es
siempre mejorable. "De todas las demás" significa que es la
mejor hasta ahora posible
(América Latina en movimiento, p. 25, Nº 383, abril 2004, Quito,
Ecuador).
Bibliografía:
Castañeda, Jorge J.: La utopía desarmada, Ariel, Buenos Aires,
Argentina, 1993
Dahl, Robert A.: La democracia y sus críticos, Paidós, 2ª
edic., Barcelona, España, 1993.
Harris, Marvin: Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de
la cultura, Alianza, Madrid, España, 1980.
Kirkpatrick, Jeane: "Dictaduras y dualidad de criterios", en
Estudios Públicos, nº 4-5, 1981, Centro de Estudios Públicos,
Santiago de Chile.
Macpherson, C.B.: La democracia liberal y su época, Alianza,
Madrid, 1982.
Mires, Fernando: "A propósito de la democracia", en América
Latina en Movimiento, Nº 383, abril 28, 2004, Quito, Ecuador.
https://www.alainet.org/es/articulo/110638?language=en
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