Deconstruyendo para construir esperanza: una perspectiva desde las iglesias
24/11/2004
- Opinión
Pretendo hacer una contribución al debate iniciado por Helio
Gallardo y Leonardo Boff en cuanto al desengaño, la esperanza
y los empobrecidos y empobrecidas como sujetos en la
construcción de la esperanza,
http://alainet.org/active/show_text.php3?key=7134 y
http://alainet.org/active/show_text.php3?key=7114,
respectivamente. A la luz del trabajo de acompañamiento y
solidaridad que se gesta desde las iglesias que componen el
Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), entiendo que
podemos hacer algunas precisiones en cuanto al rol de las
iglesias en América Latina y el Caribe, mas allá de algunos
señalamientos escuetos en cuanto a que las iglesias se
constituyen en "refugio, el lugar donde beben alguna
esperanza, aunque, milagrera, apartada de los procesos
históricos y de los compromisos de cambio social."
Tengo que formular algunas preguntas en cuanto a los
"procesos históricos y de los compromisos de cambio social".
¿A qué le llamamos "procesos históricos"? ¿A los procesos que
se insertan en las dialécticas de la sociología del conflicto
que ha caracterizado a la visión de lucha de clases en el
continente? ¿Es que solamente existe una manera de construir
la historia? ¿Qué significa para nosotros "el compromiso de
cambio social"? ¿Desde dónde partimos para aseverar que algo
constituye o no "cambio social"?
Desde los textos sagrados cristianos encontramos que el
profetismo tenía una doble misión: denunciar la injusticia y
proclamar la salvación. Ambos aspectos iban unidos:
resistencia–denuncia, salvación–esperanza. Definitivamente,
cuando las iglesias pierden esa capacidad profética de la
resistencia y de la alternativa de vida, estaríamos hablando
de "la sal que pierde su sabor" (Mateo 5:13). Ahora, también
se debe reconocer el testimonio de aquellas iglesias y
cristianos/as que en momentos difíciles han sabido dar
testimonio de fe ante la opresión y la violación de los
derechos humanos. Por otro lado, y esto es lo que me gustaría
añadir al debate, es que tenemos que tener en cuenta los
momentos en los que la alegada búsqueda de justicia se volvió
ideológica o cuando nos volvemos cautivos de nuestras propias
culturas o cosmovisiones.
Asimismo, aquellos y aquellas que llamamos "excluidos",
poseen más identidades que la genérica de "excluidos" que
nuestra reflexión pretende atribuirles. Los "excluidos" son
productores de cultura, de lógicas y de modos de
enfrentamiento de la realidad que nos instan a nunca olvidar
el limite y la precariedad de los procedimientos de análisis
que seleccionamos. Pienso, a manera de ejemplo, en la teoría
de la "huelga social", dominante en algunos sectores de
iglesias pentecostales e independientes. Bajo dicha teoría se
establece que esas iglesias no participan de ningún proceso
político, llámese "elecciones", referéndums o acciones
concertadas de diversa índole. Desde nuestra perspectiva eso
puede significar alienación, pero para ellos es toda una
protesta a los valores imperantes así como el llamado a la
construcción de una sociedad alternativa. Porque en esas
mismas iglesias vemos proyectos locales de alimentación,
desarrollo y participación comunal que muy bien podrían
asemejarse a toda la construcción de alternativas de base que
gestan hoy en día los movimientos sociales. Todavía cabe
decir que esa multitud considerada excluida, descartable por
el sistema, no piensa así de sí misma. Ellos no se
autodenominan con esa categoría, o por ignorar la lógica o
por hacer poco caso de ella. Lo cierto es que proliferan los
movimientos de cuidado de la vida de la niñez, de la salud,
de las mujeres y de trabajos informales.
La labor pastoral de las iglesias en América Latina y el
Caribe se genera en medio de una vocación de amor y ternura
hacia los necesitados y necesitadas de Dios. En ello también
se genera subversión para sembrar y cosechar esperanzas. No
podemos subestimar la ternura del acompañamiento y la
solidaridad demostrados en el culto cristiano, en las
sanidades y en el compartir de bienes espirituales y
materiales. Para quienes hemos vivido procesos de sanidad muy
cercanos a nuestra experiencia vital, más allá que rotularlo
cómo "milagrería", ésta ha significado un volver a la vida,
una manifestación del poder liberador de Dios que irrumpe en
la historia humana y la redime desde el cuerpo y la renueva
para caminar hacia nuevos horizontes de vida individual,
familiar y comunitaria. Esto, dado que, si bien estoy de
acuerdo en el planteamiento sobre lo que significa ser
"empobrecido y empobrecida", tal y como lo plantea Helio
Gallardo, hay que tomar en consideración que, en ocasiones,
las propias circunstancias sociopolíticas y socioeconómicas
en nuestro continente han generado tales grados de exclusión
que nuestra gente ha podido perder el sentido de la
construcción de su propio presente y futuro. A tal fuerza
penetra la injusticia y la dominación que termina alienando a
nuestras mayorías empobrecidas. Aquí es que entiendo
fundamental el trabajo comunitario, y en medio de éste, el
testimonio de las iglesias.
También se dan procesos interesantes de reflexión y acción
que las iglesias promueven alrededor del mundo. En ello
tenemos que señalar los acuerdos entre sectores amplios como
la Fraternidad Teológica Latinoamericana, el CLAI,
organizaciones confesionales metodistas, presbiterianas y
reformadas, luteranas, evangélicas y pentecostales, que,
desde sus respectivos cónclaves y reuniones, vienen
formulando declaraciones en torno al carácter pecaminoso del
presente sistema así como el llamado a la búsqueda de
alternativas. Nos parece que ya es hora de que se reconozca
el aporte silencioso que muchas iglesias están haciendo, que
trascienden nuestros estrechos parámetros.
No pretendo idealizar a las iglesias. Reconozco que algunas
de ellas contribuyen a la alienación y a la construcción de
anti-valores. Sin embargo, tampoco se puede minimizar lo que
ocurre al interior de éstas. En tiempos en que la fascinación
del imperialismo parece cegarnos, estamos llamados y llamadas
a volcar nuestra mirada en todos aquellos sectores sociales
que han sido ignorados por las visiones tradicionales de
lucha y que, en silencio, construyen la justicia y la paz
desde lo humilde y lo pequeño. Es hora de deconstruir
nuestros modelos angostos de pensamiento sobre lo que se
constituye o no en la búsqueda de alternativas, buscar
alianzas de mayor amplitud, en un ánimo de verdadero diálogo,
entendiendo el lugar específico de reflexión y acción que se
genera en la pluralidad de expresiones de vida alternativa
que se gestan en el continente, sin pretender necesariamente
acomodarlas a cierto tipo de incidencia sociopolítica. Esto
puede conllevar la revisión del lenguaje, mayor inclusividad
en la construcción de propuestas y la consideración de otras
aproximaciones que, dentro del paralelismo que les puede
caracterizar, significarían el caminar juntos y juntas hacia
el mismo horizonte.
* Angel Luis Rivera Agosto, Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI)
https://www.alainet.org/es/articulo/110964?language=en
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