La Sociedad de la Información: La retórica en acción

19/01/2005
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Contrariamente a lo que repiten a saciedad los profetas del ciberespacio, el enfrentamiento contemporáneo alrededor del proyecto de la llamada sociedad de la información no se da entre tecnófilos y tecnófobos, ni tampoco entre "globalófilos" y "globalifóbicos", sino entre quienes creen en el milenarismo tecnoglobal y quienes luchan para lograr un control democrático del espacio informacional y comunicacional. Ubicar el reto ante las nuevas tecnologías digitales bajo este ángulo del ensanchamiento de la democracia permite evitar el doble escollo a la vez del angelismo y del Apocalipsis. Conceptos interesados Debo confesar que las apelaciones de "Sociedad de la Información" y "Sociedad del Conocimiento", que tienden cada vez más a formar parte de un cierto sentido común, están lejos de ser inocentes. De hecho, la expresión "Sociedad de la Información" es el resultado de una historia marcada por numerosas controversias. Es precisamente lo que he tratado de demostrar al trazar su genealogía en Historia de la Sociedad de la Información publicada en 2002 (Barcelona, Paidos). La idea de sociedad regida por la información, por el "dato", está anclada en el proyecto de la modernidad occidental. Es muy anterior entonces a la invasión del lenguaje informático y de la noción contemporánea de "información". En el transcurso del siglo XVII y XVIII se entroniza a la matemática como arquetipo de la razón, como modelo de razonamiento y de acción útil. Tiempos donde de reaviva el grial de un "lenguaje universal", de la "Biblioteca de Babel", un tema recurrente en la obra de Jorge Luis Borges. La idea se despliega con el proceso de industrialización y se confunde con los avances del pensamiento de lo cifrable y de lo medible como norma de perfectibilidad de la sociedad, como parámetros del universalismo. Se confunde también con la evolución de las doctrinas de la organización y reorganización de la sociedad. Nada extraño entonces encontrar al fundador de la economía política clásica, Adam Smith, al filósofo del "industrialismo", Claude-Henri de Saint-Simon, al inventor de la primera doctrina de la organización científica de la división del trabajo, Frederick Winslow Taylor, en los precursores del proyecto tecnográfico de una "sociedad funcional", una sociedad gerenciada por virtud del saber positivo. La noción misma de Sociedad de la Información se gesta paulatinamente a partir del fin de la segunda guerra mundial. Una serie de neologismos se encarga de anunciar la promesa de una nueva sociedad: managerial, poscapitalista, poshistórica, posindustrial, tecnotrónica, etc. Todos preparan el advenimiento de la "Sociedad de la Información" que se institucionaliza definitivamente a partir de los años setenta. La esperanza que, al salir del conflicto, el inventor de la cibernética, Norbert Wiener, pone en el potencial emancipador de las tecnologías de la inteligencia artificial ("Hacer que nunca más se vuelva a repetir la barbarie de Bergen-Belsen e Hiroshima") se ve rápidamente truncada por los enfrentamientos de la guerra fría y las primeras aplicaciones de estas invenciones a las redes de protección del espacio aéreo. El proyecto de una "nueva sociedad", configurada por las nuevas máquinas de información, se vuelve parte integrante de las tensiones entre los dos sistemas de valores. Desde la mitad de los años cincuenta el auge de estos neologismos en la ciencia política estadounidense corre parejo con las tesis de los "fines" o "crepúsculos": de la edad de la ideología, de lo político, de las clases y de sus luchas, de los intelectuales protestatarios y, por ende, del "compromiso", en provecho del auge de un intelectual volcado hacia la toma de decisión. En la nueva sociedad prometida, el pensamiento managerial, el positivismo gerencial, sustituirá a lo político. En los años setenta, con el perfeccionamiento de los "métodos objetivos" para explorar el futuro, empezaron a multiplicarse los best- sellers de anticipación de la sociedad tecno-informacional, sinónima de pleno empleo, de fin del Estado-nación, de democracia interactiva. En la sociedad de los futurólogos, la fractura ya no se daría entre ricos y pobres, entre comunismo y socialismo, sino entre Antiguos y Modernos (según los mitos acuñados por Alvin Toffler). A partir de los años setenta, la noción de Sociedad Informativa saldrá a los think tanks y de los medios académicos para convertirse en principio operacional en manos de los gobiernos de los grandes países industriales. El término "Sociedad del Conocimiento", de aparición más reciente, que ambiciona colmar las carencias y las ambigüedades de la noción de "Sociedad de la Información", es también problemático. El uso de la noción genérica de "conocimiento" es tan proteiforme como el recurso a la de información. Consensual a poco costo, esta semántica tiene el defecto de esquivar la cuestión de la pluralidad de los saberes y de sus protagonistas: los saberes fundamentales o sabios, los saberes aplicados de los expertos y los contraexpertos, los saberes ordinarios surgidos de las múltiples vivencias de la cotidianidad. Uno de los aportes mayores de la ruptura epistemológica que, en los años ochenta, han significado el nuevo paradigma del "retorno al sujeto" en las ciencias humanas y sociales es precisamente la rehabilitación de los saberes procedentes de las experiencias vividas. De ahora en adelante, este nuevo régimen de verdad repercute ineludiblemente en las maneras de acercarse a la producción y la circulación de las otras dos fuentes de saberes. Así lo están entendiendo, por ejemplo, los nuevos movimientos sociales para otra mundialización al definirse como "movimientos de educación popular" y al buscar nuevas formas de alianzas sociales entre intelectuales y actores de la sociedad civil organizada, formas inéditas de intercambios mutuos de los saberes en todas sus variantes. A la noción singular y unívoca de "conocimiento", prefiero la expresión alternativa "Sociedad de los saberes para todos y por todos" para designar el proyecto de sociedad equitativa, sacando provecho de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. Esta denominación tiene por lo menos el mérito de contrarrestar la tendencia lancinante que se observa en las esferas del poder llamado global al retorno de las concepciones difusionistas –de arriba abajo- de la producción y distribución del "conocimiento" en las estrategias de las construcción de los macro-usos de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. La retórica de la innovación digital sirve de coartada para remozar visiones neo-imperiales y etno-céntricas de la reestructuración del orden mundial. He aquí, por ejemplo, cómo el gurú del management Peter Drucker, en su libro La sociedad postcapitalista, caracteriza la "Sociedad del Conocimiento" (Knowledge society): "El hombre instruido del mañana deberá contar con que viva en un mundo globalizado que será un mundo occidentalizado". Hablar en la "Sociedad del Conocimiento" sin caer en mitologías sobre el poder redentor de las tecnologías implica reconocer que los sistemas de producción y circulación de los saberes atraviesan una crisis profunda, estructural. Lo atestiguan las embestidas desreguladoras en contra de la idea del servicio público en los sistemas de enseñanza y de investigación. Un buen índice seria el número de huelgas que últimamente han ocurrido bajo todas las latitudes para defenderlo. Globalmente, se pueden decir que las innovaciones tecnológicas se han vuelto arma decisiva en la guerra a que entregan los grandes grupos para la conquista de los mercados, desde aquellos de alta tecnología hasta los de la industria farmacéutica pasando por los de los organismos genéticamente modificados. El proceso de producción de los conocimientos está atrapado en una dinámica que fija una escala de prioridades actuando en función del aumento dela competitividad de las empresas. La visión gerencial de la sociedad ha naturalizado el acercamiento acrítico de los focos de elaboración y transmisión de los saberes al pragmatismo empresarial La apropiación por la valorización capitalística de la materia gris y de la creatividad con fines de integración es uno de los retos mayores del proyecto ultraliberal de construcción de la arquitectura reticular global. La nueva tecn-utopía busca a alianza entre la "imaginación" de los "intelectuales" y el "realismo" de los managers. Paradójicamente, este lenguaje maniqueo deja ver los prejuicios del antiintelectualismo que la nutre. Lecciones de la CMSI La preparación de la "Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información" (CMSI) sirve como revelador de los contrastes entre proyectos de sociedad. Tanto la reuniones intergubernamentales al nivel de áreas regionales (Bávaro, Bamako, Beirut, Bucarest, Tokio) como las tres prepcoms organizadas en Ginebra en la sede de UIT donde la sociedad civil ha sido convidada a hacer escuchar su voz. Incluso, por el estatuto mismo del sistema de Naciones Unidas, esta oferta no concierne a la participación en las decisiones, y no está exenta del riesgo de recuperación, la experiencia es rica en enseñanzas que trascienden la cuestión puntual de la Sociedad de la Información . Es un índice de la búsqueda de mecanismos según los cuales los ciudadanos tratan de organizarse prefigurando una esfera pública transnacional, aún embrionaria. Es en si un gran avance si se recuerda su ausencia completa en las reuniones o cumbres del G-7 que acuñaron la noción de "Sociedad global de la Información". La primera enseñanza reside en los protocolos acordados para esta participación. Un "buró de la sociedad civil y de las ONG" se constituyó para asegurar la relación con el "buró de la delegaciones gubernamentales". El hecho de que en este buró de la sociedad civil estén representadas una veintena de "familias" o tipos de organizaciones (desde los think tanks, la comunidad científica y los movimientos sociales hasta los jóvenes, los grupos definidos por el género, los minusválidos pasando por los pueblos indígenas, las ciudades y poderes locales, etc.) sugieren la dificultad de circunscribir las nociones de "sociedad civil" y " organización no gubernamental" que rigen en las instituciones internacionales. Por lo demás, los intereses comerciales también están presentes a través de los observadores mandados por empresas transnacionales llamadas a desempeñar un papel clave en la realización de la Sociedad de la Información y que el sistema de Naciones Unidas corteja desde la entrada en la era de la des-regulación, momento en que aprovechó para desmantelar el Centro sobre las sociedades transnacionales que había dotado de una función crítica en los años setenta, años en que se pensaba en términos de regulación posible. ¡La confusión no la ambigüedad que es susceptible de aquejar el manejo del complejo tablero de representantes e intereses en la preparación en la Cumbre no tardó en saltar a la vista cuando los organizadores se propusieron alinear una tras otra las diversas proposiciones hechas por cada sector sin distinguir ni jerarquizarlas! La segunda lección, más previsible quizás, reside en las posturas de presencia . Por un lado, el discurso sobre la flexibilidad y el espíritu competitivo de la empresa, la necesidad de reducir la función de la política estatal a la de crear el entorno más favorable a las inversiones gracias a exenciones fiscales y la supresión de las barreras reglamentarias. Este economicismo se acomoda muy bien con la visión pragmática y tecnicista de la comunicación inherente a la institución anfitriona, la UIT, órgano técnico del sistema de la Naciones Unidas. Por otro lado, una filosofía anclada en el desarrollo sostenible y el derecho a la comunicación que se declina a través de los derechos humanos, la memoria de las experiencias participativas de las tecnologías anteriores (muy especialmente, la radio), la transparencia, la alfabetización, la educación y la investigación, la diversidad cultural y lingüística, el uso del software libre, la disminución de los costos de conexión, la participación efectiva en el gobierno por Internet y a todas las instancias donde se juega la regulación internacional del ciberespacio (OMC; Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, OMPI, o el ICANN). A la reivindicación de la seguridad del derecho a la comunicación para el ciudadano se opone la obsesión del imperativo de la seguridad de las redes globales amenazadas por el terrorismo. En filigrana de esta vertiente menos publicitada de la "Sociedad de la Información" están legislaciones adoptadas a raíz de los atentados del 11de septiembre del 2001 y los proyectos de cruzamiento del conjunto de los bancos de datos y otros yacimientos de informaciones sobre los ciudadanos (seguridad social, tarjeta de crédito, cuentas bancarias, perfiles judiciales, datos sobre viajes aéreos, etc.). Tercer tipo de enseñanzas: la preparación de la Cumbre ha acelerado la diseminación administrativa de la noción de Sociedad de la Información, sin por ello levantar la confusión que la aqueja. Hay gobiernos que se amoldan sobre el discurso convenido y confían en el determinismo técnico para perpetuar una nueva versión de las estrategias de " modernización". En efecto, para echar las bases de una estrategia equitativa en la materia, hay por lo menos que acatar las lógicas regresivas de concentración de los ingresos que van a la par con la concentración de los usos de las tecnologías. Como observan los investigadores argentinos Martín Becerra y Guillermo Mastrini, la carencia de una tradición de servicio público y de intervención d e las autoridades públicas en la gestión de las actividades de información y de comunicación no preparan a un aprovechamiento beneficioso del "salto informativo". La incorporación en la agenda política del tema de las nuevas tecnologías se convierte, entonces, por lo menos en los sectores reformadores, en ocasión para iniciar un debate de fondo sobre la técnica, la sociedad, la desigualdades y las libertades individuales, y cataliza la reflexión sobre la incompatibilidad del modelo de desarrollo inscrito en los dogmas ultraliberales con los escenario de una "sociedad de los saberes por todos y para todos". Una última lección que traigo a colación es la que se ha visto emerger de las conferencias continentales. Un primer ejemplo es la conferencia asiática de Tokio, que se realizó a principios de 2003 y que mostró la zanja que separa la posición de Japón, adepto de la doctrina estadounidense del free flow of information a ultranza, y un bloque compuesto por China, India, Indonesia, Irán, Malasia y Pakistán. El segundo procede de las reuniones de los países latinoamericanos, entre otras la de Bávaro, en República Dominicana, que se ha desarrollado en la misma época. Han vuelto a la superficie las reivindicaciones del "derecho a la comunicación" apoyadas en los años setenta por el movimiento de los países no alineados, a favor de un nuevo orden mundial de la información y de la comunicación, pero que la liberalización y la privatización salvaje de la economía y de las redes, habían alejado de la escena internacional en los dos últimos decenios. Sólo la leyenda negra tejida alrededor de ese período cuya influencia paraliza la posibilidad de un inventario crítico del pasado y de sus contradicciones, impide que se aprecie en su justo valor este momento pionero y original de la construcción de la larga memoria de las luchas para la democratización de la comunicación. En la agenda del movimiento social Apoyándose en la logística de las nuevas redes de la militancia y los Foros sociales mundiales, continentales o nacionales, el movimiento de la altermundialización ha progresivamente incorporado la controversia sobre el rumbo tecno-informacional en el debate sobre las razones estructurales de las disparidades socioeconómicas. La experiencia del Foro Social Mundial de Porto Alegre es muy instructiva al respecto. En los dos primeros encuentros (2001 y 2002), la problemática de la comunicación y de sus tecnologías ha sido tratada en forma dispersa y, para decirlo, sin posicionamiento explícito del movimiento social. En cambio, en la tercera edición del evento en 2003, los medios, la información, la cultura, la diversidad, las nuevas formas de la hegemonía y las opciones a la mercantilización constituyeron uno de los cinco ejes principales alrededor de los cuales se estructuraron las mesas redondas del Foro. A la iniciativa de Le Monde Diplomatique, se lanzó en Observatorio Internacional de los Medios (Media Watch Global). Su objetivo: "emprender todo tipo de acción con vistas a promover y garantizar el derecho a la información de los ciudadanos en todos los países". Dicho Observatorio está destinado a desmultiplicarse a través de Observatorios Nacionales compuestos a igual proporción de periodistas, investigadores y usuarios. Premonitorio, este proyecto de "perennización", de establecimiento permanente, de un lugar propicio a la crítica constructiva en un dominio cada vez más estratégico está en empatía con el salto de conciencia de las opiniones públicas que se pudieron observar durante la crisis iraquí a través de las protestas en contra de las estrategias manipuladoras del campo de la guerra y en la manifestaciones multitudinarias de febrero y marzo de 2003 a favor de la paz. La legitimidad nuevamente conquistada del envite comunicacional significa un avance importante en el pensamiento del movimiento social. Durante largo tiempo, en efecto, el acercamiento instrumental a los medios, las redes y la cultura ha dificultado la formalización de una reflexión de conjunto sobre su papel en las estrategias de cambio social. De más está decir que el reconocimiento reciente del carácter central de la problemática de los modelos de implantación social y de operación de las tecnologías de comunicación y de información dista mucho de ser el hecho de la mayoría de los componentes de los movimientos, aunque todos manejan con destreza las nuevas herramientas digitales. Esta legitimación se debe mucho al trabajo pionero de redes sociales comprometidas desde hace varios años en el sector, como la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), la World Association For Christian Communication (WACC), la Asociación Mundial de las Radios Comunitarias (AMARC), o la agencia Inter Press Service, fundada en Roma en los años setenta, que vincula horizontal y directamente los países del tercer mundo, en una perspectiva de descolonización de la información. Todas esas redes sociales hacen escuchar su voz en los lugares donde se dibuja la arquitectura de la Sociedad de la Información. Lejos de dejarse abusar por los discursos convenidos sobre la brecha digital, estas redes han aceptado la invitación de la UNESCO y de la UIT a participar en la reuniones preparatorias de la Cumbre Mundial, sin dejar de organizar sus propios seminarios y lanzando en noviembre de 2001 la Campaña "Derechos de Comunicación en la Sociedad de la Información" (CRIS). Todas estas iniciativas y demandas son unas de las múltiples expresiones de la nueva filosofía de la acción colectiva sobre la gestión de los bienes comunes de la humanidad (la cultura pero también la educación, la salud, el medio ambiente y el recurso "agua") según la cual el servicio público, la excepción y la diversidad cultural deben prevalecer sobre los mecanismos del mercado. Son precisamente estos principios democráticos que el nuevo ciclo de negociaciones sobre los "servicios" en el marco de la OMC no ha dejado de hostigar. Es una prueba más de que no hay que olvidar que el destino de la cultura y de la llamada "sociedad del conocimiento" se juega en múltiples lugares de las instituciones internacionales. Un tren puede ocultar otro tren. * Armand Mattelart, comunicólogo belga, es docente de la Universidad de París VIII y autor de numerosos libros. Publicado en América Latina en Movimiento, No. 385-386, edición especial, Foro Social de las Américas, ALAI, 20 julio 2004
https://www.alainet.org/es/articulo/111210
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