Las nuevas mentiras del G8
11/07/2005
- Opinión
Cuando el mundo todavía está sacudido por los repudiables atentados terroristas en pleno centro de Londres, los jefes de Estado del G8, el grupo de los ocho países más ricos del planeta, integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Inglaterra, Japón, y Rusia, finalizan su reunión anual en Escocia con mediáticos anuncios. Se comprometen, una vez más, a aumentar la asistencia a los países más pobres. Hablan de llevar la ayuda hasta 50 mil millones de dólares en el 2010 y efectivizar la condonación de la deuda externa de 18 naciones, que solo representan al 5 % del total de pobres.
Por primera vez ratifican con su firma los compromisos escritos, como si el hecho de que lo firmen hace que, por arte de magia, esas promesas se cumplan, cuando en realidad dependen de una voluntad política, que esas potencias no han tenido, de encaminarse verdaderamente a eliminar la pobreza en el mundo. Sino todo lo contrario, han forzado políticas que llevaron a más pobreza y a la creación de nuevas y más deudas.
Nada nos hace pensar que esta promesa no seguirá los pasos de la iniciativa lanzada en 1996 para los países pobres altamente endeudados, que preveía un "supuesto alivio de la deuda" a cambio de la imposición de reformas económicas neoliberales, lo que condujo al programa a un rotundo fracaso. No sólo no disminuyeron sus deudas externas, sino incluso que crecieron sus intereses, regidos por el círculo vicioso del endeudamiento, alivio, más endeudamiento, y por ende, también aumentaron la pobreza y el hambre.
Estos nuevos anuncios siguen la misma línea. La propuesta de condonación de las deudas por 40 mil millones de dólares, va atada al proceso de privatización de las empresas estatales africanas y a que los países que están atrasados en el pago, se pongan al día para poder acceder a ese "beneficio". La siniestra lógica es: ¡primero pague, que después se lo cancelamos!
Una vez más, el G8 "pretende solucionar" la dramática situación de hambre que viven los países mas endeudados imponiendo sus intereses económicos, lo que en la práctica implica seguir saqueando los recursos de los pueblos, que dicen pretender ayudar pero que terminan extorsionando y violando sus derechos humanos fundamentales.
Puede considerarse un avance, que se incluyan en la cancelación, deudas reclamadas por organismos financieros internacionales, lo que demuestra que esas deudas si podían ser canceladas, aunque por años esos organismos rechazaran esa posibilidad.
Si el G8 verdaderamente quiere aportar una solución viable para el desarrollo de los países del Sur, debe cancelar incondicionalmente el 100 % de todas las deudas y plantearse la reparación y restauración de todo lo que han girado hacia el Norte. Porque en realidad somos los pueblos del Sur los acreedores de una enorme deuda histórica, social y ecológica, y ellos, los organismos financieros internacionales: el FMI, el Banco Mundial, la OMC, los gobiernos del Norte y sus multinacionales: ¡los verdaderos deudores!
Es necesario que los pueblos del Sur nos planteemos con mayor fuerza la noción de que nosotr@s somos l@s acreedores, y empecemos a construir mecanismos que nos permitan cambiar el discurso hegemónico sobre la deuda, demostrar fehacientemente su ilegitimidad y fundamentar realmente cuanto nos deben.
Frente a la presión de la movilización de millones de personas, las potencias del G8 se comprometieron a desembolsar 50 mil millones de dólares anuales para el desarrollo de los países más pobres, de los cuales unos 25 mil millones irían para Africa. Pero no dicen, que esas cifras salen de dinero que ya estaba comprometido, tan sólo 20 mil millones de dólares será dinero fresco. Esto demuestra una vez más con la hipocresía que se manejan.
Por eso, desde distintos movimientos y redes globales reclamamos un cambio real que se encamine hacia una verdadera redistribución de la riqueza. No puede seguir tolerándose que el 12% de la población mundial disponga del 40% de la riqueza. Mucho menos teniendo en cuenta que con tan solo el 0,7 % del PBI de los países más desarrollados, se podría erradicar definitivamente la pobreza del mundo.
Habría que avisarle a Mr. Bush, que con lo que gastó en dos meses de guerra en Irak, miles no morirían de hambre en un mundo con pan para tod@s, pero profundamente injusto.
- Pablo Herrero Garisto es miembro de Diálogo 2000 JS/A
https://www.alainet.org/es/articulo/112424
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