OMC: Guión previsible de un desenlace anunciado
20/12/2005
- Opinión
Con el guión previsible de mostrar la unidad entre sus 150 miembros,
anunciando alguna conclusión común, aunque el tema central haya sido
pospuesto para un Hong Kong II en Ginebra 2006, concluyó la “VI
Reunión Ministerial de la OMC” (13 al 18 de diciembre). Y lo hizo en
medio del desconcierto de la mayoría de miembros participantes por los
resultados de la misma y en una ciudad sacudida por la militarización,
aplicada para “proteger” la sede de las voces ciudadanas de
resistencia, que merecieron de lejos mayor eco que las conclusiones
del cónclave.
Pero la versión oficial dice que la reunión no fracasó esta vez, sino
que obtuvo logros modestos, pues no reeditar el colapso de Cancún
(2003) y no echar leña al fuego en las dudas sobre la viabilidad de
la estrategia OMC, eran considerados desde el inicio como potenciales
logros.
Los anuncios de eliminar los subsidios a las exportaciones agrícolas
hasta el 2013; de liberar una cuota de imposiciones (llamada de quota
free, duty free) para 97 productos de las 50 naciones más pobres; y de
suspender hasta el 2008 los subsidios a la exportación algodonera de
Estados Unidos, que fueron presentados como los logros de la reunión,
están lejos de constituir la conclusión de la Ronda de Doha, llamada
del desarrollo, que era el primer motivo de la reunión y que fue
pospuesto hasta abril del 2006.
Doha colocó la agenda de: la promoción del desarrollo sustentable; la
reducción de la pobreza e incremento del empleo; las mejoras en la
gobernabilidad internacional; y el crecimiento económico,
especialmente de los países en desarrollo, objetivos que debían,
paradójicamente, encaminarse a través de la adopción de medidas para
mejorar el comercio y la inversión mundial. Según las conclusiones de
la VI Reunión, todos estos grandes temas pendientes deberán
encaminarse en los próximos cuatro meses.
Para muchos de los países llamados pobres, la concreción de la
mencionada Ronda es indispensable para su inserción plena no sólo en
las dinámicas de la OMC sino en aquellas del mercado y sus
competencias. Pero la principal inconveniencia radica en pretender
que el desarrollo podrá lograrse a través de esa vía.
Aún bajo esa perspectiva, la disparidad entre los países miembros es
la piedra angular de las dificultades. El regateo por piezas entre
economías que no tienen el más mínimo equivalente, como es el caso de
la producción algodonera que enfrentó a los más pobres de África del
Oeste (Benin, Burkina Fasso, Chad y Malí), congregados en el Grupo de
los 4 –G4- con los Estados Unidos, demuestra que la libertad comercial
no puede sustraerse de las disparidades estructurales e históricas.
En este caso, si los primeros pidieron que los Estados Unidos
retiraran sus subsidios a las algodoneras domésticas, cuyo dumping
pone en peligro la existencia de los pequeños, apenas lograron que
hasta el 2008 el gigante del algodón sólo suspenda los subsidios a la
exportación.
Por ese mismo motivo, luego de más de 100 horas de discusiones, la
reunión se mantuvo entorpecida en el abordaje del tema de las tarifas
de las importaciones agrícolas y la eventual apertura de los mercados
de los grandes a los productos de los países en desarrollo. Pues el
ardor con el que protegen su agricultura doméstica de la competencia
internacional los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, dista
mucho del ultimátum de liberación total que estos quieren imponer a
los otros.
Estas inconsistencias, llamadas de estrategias de negociación, alejan
la posibilidad de los consensos y propician las imposiciones de
fuerza. Así por ejemplo, mientras el Grupo de los 20 países en
desarrollo -G20-, liderado por Brasil y la India, inició la reunión
con la postura de no adelantar sobre liberalización de servicios y
comercio de bienes manufacturados si no se avanzaba en agricultura,
la Unión Europea en cambio postuló que no hará concesiones en
agricultura si los países en desarrollo no hacen lo propio en
servicios y bienes industriales.
Es claro que para ello se olvidó que se suponía que la Ronda de Doha
debía colocar al centro la oportunidad para que, justamente, los
países en desarrollo pudieran incrementar sus oportunidades de
competir, entre otros superando la pobreza.
No obstante, el G20 aceptó el documento final con pretextos de unidad,
al igual que lo hicieron el Grupo de los 90 (países pobres) y el de
los 33 (sobre productos especiales en agricultura). El canciller
brasileño, Celso Amorim, sustentó este cambio de ruta en la necesidad
de hacer compromisos para desbloquear el proceso, y más aún se mostró
entusiasta con las conclusiones sobre agricultura, una área de gran
preocupación para los países pobres. ”No sólo tenemos una fecha para
terminar con los subsidios sino también un acuerdo sobre las
subvenciones a las exportaciones agrícolas, la mayoría de lo cual
deberá realizarse hasta 2010”, dijo.
Sobre servicios, que es otro de los capítulos polémicos, la tónica de
los debates puede ilustrarse por las discusiones sobre el
controvertido “Anexo C”, entre cuyas propuestas figuraba la
posibilidad de que un país pueda ser obligado a responder a pedidos
comerciales de grupos o países, aunque no quiera o no le interese la
propuesta. Venezuela encabezó la oposición a tal desatino, el Grupo
de los 90 la atenuó en un texto alternativo, y Cuba, Filipinas y
Venezuela dejaron sentada su preocupación sobre el controversial
borrador, cuyos desarrollos son parte de lo postergado.
En suma, si hay que rescatar algo del desarrollo de la reunión en
cuestión es el mantenimiento de las alianzas entre países del Sur, que
si bien no expresan desacuerdos de fondo con la propuesta de la OMC,
por lo menos permiten un cierto balance geo-político. Al respecto el
ministro de comercio de la India Kamal Nath, señaló que el mayor logro de
los países en desarrollo es el de mantener y mostrar su unidad. “No
estamos tratando de crear una confrontación Norte/Sur, pero esta
unidad entre los países del Sur es indispensable para el mantenimiento
del multilateralismo”, señaló.
La resistencia desde el fondo
Para la Vía Campesina, movimiento que encabeza la resistencia frente a
la OMC, el principal problema de Doha y de los tropiezos de la OMC
radica en colocar al mercado como el gestor del desarrollo y líder de
la llamada globalización, o en otras palabras de colocar a la
humanidad al servicio del capital, dice su coordinador, el indonesio
Henry Saragih.
De allí que la resistencia que los movimientos sociales expresan es un
asunto de fondo, tiene que ver con lo que no es negociable: las
personas, los pueblos, el medio ambiente, el planeta y la vida, que no
pueden ser puestos en subasta comercial, como sucede con la propuesta
sobre agricultura en curso. Pues al impulsar una visión mercantil de
la agricultura, la OMC pone en peligro la propia viabilidad del modo
de vida campesino para transformarlo en una simple industria de
producción de alimentos sin campesinado.
Eso explica el por qué de la resistencia frontal de este movimiento
frente a la OMC, que se expresó en Hong Kong y previamente en Cancún,
Seattle, y otros espacios, en los cuales el ente mundial pretende
tomar decisiones que alienan las posibilidades de vida en el campo,
señaló el líder hondureño Rafael Alegría, a la vez que acotó que este
movimiento no cesará de luchar para que la agricultura quede fuera de
la OMC.
De forma alternativa a la Reunión Ministerial distintos movimientos
sociales del mundo organizaron una significativa agenda de
resistencia, que comprendió actividades de reflexión, cultura y
movilizaciones. Estas últimas, además de poner en jaque la reunión
ministerial, pues miembros de esta se sintieron amenazados por la
masividad de la protesta, lograron dar a conocer de manera amplia sus
propuestas alternativas y los motivos de la resistencia.
Una amplia gama de movilizaciones pacíficas tales como acciones de
sensibilización en los lugares de gran contingencia pública, marchas
temáticas, y expresiones culturales, desplegadas principalmente por el
movimiento campesino, ganaron la opinión favorable de la población
local, inicialmente reticente a esto y orgullosa de ser parte de la
llamada “capital del libre comercio”.
No obstante como la libertad que se defiende para el comercio no es
aplicable para las personas, no tardó en expresarse la represión
contra las movilizaciones pacíficas, se militarizó la ciudad e impuso
la censura contra la expresión divergente. En los dos últimos días de
la Reunión Ministerial, cerca de mil doscientas personas fueron
cercadas, arrestadas, encarceladas e incomunicadas, la mayoría
miembros de la Vía Campesina.
Aún así, hasta el último momento las movilizaciones continuaron. Más
aún, al interior del cerco policial, en la cárcel y en todos lados se
escuchaba el grito “Fuera, fuera la OMC” o “La OMC mata campesinos”,
dicho en decenas de idiomas diferentes.
- Irene León, desde Hong Kong, China.
https://www.alainet.org/es/articulo/113909
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