Las heroínas del desierto: mujeres migrantes mexicanas
10/07/2006
- Opinión
El pasado mes de junio 2006, dos integrantes de Ciepac viajaron a la frontera de México con Estados Unidos, a fin de iniciar el rodaje de un video-documental sobre las causas estructurales de la migración. Viajaron a la frontera con el estado de Arizona, la zona de mayor peligro para los migrantes indocumentados, pues se trata de atravesar durante 3, 4 ó más días un desierto en donde las temperaturas durante los meses de mayo a septiembre pueden alcanzar los 50 grados centígrados. Desde el 1 de octubre, 2005, hasta la fecha de la redacción de estas líneas, 99 personas han muerto(1) (de las que se tiene registro), tan sólo en las cercanías de los 626 km que dividen México del estado de Arizona, de los 3,141 km que México comparte con EEUU. Desde 1994, han muerto más de 4 mil personas a lo largo de esta frontera, la mayor parte en el estado de Arizona.
Ciepac pudo entrevistar a una veintena de personas, entre migrantes, paramilitares, intelectuales, activistas en general. A continuación presentamos los testimonios de dos mujeres extraordinarias, y al mismo tiempo representativas del común de las historias que se escuchan de los migrantes que han ingresado a EEUU sin documentos. Su historia es la de millones de mexicanos y centroamericanos. La pregunta obligada al leer estos sencillos pero sinceros relatos, ¿hasta cuándo aguantará la gente antes de que estalle la ira?
Ciepac entrevistó a Sandra y Yanet del lado de Estados Unidos, horas antes de que sus familiares, ya radicados en ese país, las condujeran a su destino final. Es decir, habían sobrevivido la azarosa travesía por el desierto, pero a duras penas. Sus relatos estremecen, no sólo por el temple demostrado en condiciones de vida o muerte, sino además por los motivos que dan por haber arriesgado su vida, por las opiniones que externan sobre la clase política de su país y por la poca esperanza que demuestran en el futuro de México, mientras esa clase política permanezca controlando el destino de la nación. Sandra, de Michoacán, 28 años de edad, se vio obligada a viajar a EEUU, con seis meses de embarazo, por la falta de oportunidades en su lugar de origen. Pagó un terrible precio al perder a su bebé cuando, tras dos días de ambular por el desierto, se le terminó el agua y sufrió deshidratación. Yanet, de Escuintla, Chiapas, 32 años de edad, sobrevive milagrosamente 24 días en el desierto, sola, abandonada por el coyote que la guiaba, tras una caída que le significó la fractura del tobillo derecho. Logra salvarse, arrastrándose a gatas durante semanas por las calientes y espinosas arenas del desierto hasta llegar a una carretera.
Nos hemos reservado los apellidos de las mujeres para no arriesgar su permanencia en EEUU.
Testimonio de Sandra
Sandra: Mi nombre es Sandra, vengo de Jacona, Michoacán. Quería, según yo, conocer Estados Unidos [sonríe con tristeza] pero me fue muy mal, la pasada está muy difícil. A uno le dicen que no está difícil, que nada más son dos noches, que llevemos un garrafón de 4 litros de agua. Pero no, no alcanza, se queda uno a veces sin agua. Así me pasó a mí. Nos quedamos 4 días caminando, día y noche, y dos días nos quedamos sin agua. Yo venía embarazada y mi bebé se me murió en el estómago. Seis meses tenía mi bebé.
Pregunta: Coméntanos ¿por qué tuviste que salir?
Sandra: No hay trabajo. Teníamos que buscar cómo mantener a la familia. No hay nada. El trabajo en las congeladoras nada más es temporal, dos o tres meses y ya se acaba. Vivía con mi mamá, dos hermanas menores que yo y un bebé de ocho meses. Yo, como era la mayor, tenía que ayudar a las menores. Mi mamá no quería que viniera. Me estaba apoyando con lo del embarazo. Pero de todas maneras era otra boca, otra carga, más gasto y yo sin trabajo, mis hermanas estudiando y mi mamá era la única que trabajaba. Y lo que ella trabajaba no nos alcanzaba. No hay hombres en la familia, somos puras mujeres, más que el niño de ocho meses.
P: Platícanos ¿cómo te conectaste con la persona que te cruzó por el desierto?
Sandra: Al dichoso coyote lo conocimos en Jacona, ahí nos conectó, a una muchacha que venía de Zamora, a uno primo de ella y a mí. Nos trajeron más adelante de Guanajuato a agarrar el autobús, ahí nos conocimos los 13 que veníamos. Nos trajeron a Sonora, nos tuvieron en una casa en lo que restó del día que llegamos. Nos dijeron que teníamos que comprar comida, que manzanas, naranjas, muchos dulces y nada más el garrafón de agua y una botella de litro y medio. Y que el camino iba a ser nada más de dos noches y un día. Resulta que no, fue más. Nos quedamos sin agua. Yo me deshidraté y fui a dar al hospital. Hasta eso no me dejaron a medio camino, me ayudaron a salir a la carretera. Ahí vimos a la patrulla. Ellos corrieron, me jalaron mi mochila, perdí mis documentos, todos los teléfonos de mi familia. Cuando desperté ya estaba en el hospital. Fue ahí cuando los doctores me dijeron que el bebé ya estaba muerto. Se había ahogado por la deshidratación. Está muy difícil la pasada. Mucho mucho muy difícil.
P: ¿Te acuerdas por dónde pasaste?
Sandra: Por Altar, Sonora, nos trajeron por el cerro. Por donde, dicen, descargan la droga. Por donde la traen dizque los "burros", [personas contratadas por los narcotraficantes a fin de cargar droga a cuestas; es el llamado "tráfico hormiga"], no sé qué sea eso [sonríe]. Por ahí nos pasaron.
P: ¿De Altar a Sásabe? [pueblo fronterizo]
Sandra: Sí, de hecho cuando íbamos a cruzar estaban pasando marihuana, que no podíamos pasar, pero de todas manera los coyotes dijeron que no había problema, y nos pasaron por ahí. De hecho, antes de salir de la casa, llegó la noticia de que a un compañero de ellos, lo habían agarrado con una muchacha que le había cortado los pies y los había golpeado a los otros dos coyotes. Y ellos aún así nos arriesgaron a pasar así.
P: ¿Qué les dirías a las personas que vean este testimonio?
Sandra: Que lo piensen muy bien y que no les crean a los coyotes. Porque no dicen la verdad. Ellos dicen que es muy facilito pasar, pero no es cierto, es muy difícil. Mucho muy difícil es.
P: Cuéntanos un poco sobre la fábrica de Coca-Cola donde trabajabas.
Sandra: Bueno, en Coca-Cola nos pagaban poco pero era trabajo seguro, de aguas y secas. Con eso le ayudaba a mi mamá, a pagar la renta, todo, con mis hermanas. Ahí trabajé 7 años, 4 meses. Hasta que la cerraron. Ganaba 661 pesos a la semana.(2) Pero si trabajábamos tiempo extra, otras ocho horas, nos salía la semana 1,000, 1,100, 1,200 pesos, dependiendo del tiempo que trabajáramos. Pero eso era de 6 de la mañana a 10 de la noche. Seis días a la semana. Y a veces el domingo, de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Pero eso lo pagaban un poco más. Pero después cerraron la empresa, nos quedamos sin trabajo y ya no teníamos dónde trabajar. Por eso me vine para acá.
P: Cuando cerraron la embotelladora ¿te indemnizaron?
Sandra: Sí, pero en eso se enfermó mi abuelito, tuve que usar la liquidación para pagar la operación. Tenía cáncer de vesícula. En el Seguro Social nada más me facilitaron lo que era el médico El hospital y demás medicamentos lo tuve que pagar por fuera. Porque en el hospital me daban dos, tres meses para operarlo y la operación era urgente. Y ahí se fue la liquidación que me dieron en Coca-Cola. Fueron 16 mil pesos por dos días de cuarto nada más. No fue en el Seguro, porque no había lugar. Y el medicamento para el cáncer cuesta caro. 2,400 pesos cada medicamento me costaba. .
P: ¿Qué piensas hacer ahora?
Sandra: Pues ya que estoy aquí echarle ganas a trabajar, juntar un poco de dinero e irme a vivir con mi familia de nuevo. Pero no lo volvería a hacer. La verdad, no.
P: La gente que vea este testimonio tuyo, pues tal vez diga que está muy difícil cruzar y decida no hacerlo por arriesgado, pero, entonces, ¿qué hacer?
Sandra: Si el gobierno de allá, de México, nos apoyara, en abrir fuentes de trabajo, a lo mejor no debe de pasar todo esto. Pero al contrario, se está cerrando todo, el campo ya no produce nada, las fábricas están cerrando, todo está cerrando. Los trabajos en tiendas pagan 450 pesos la semana, más uno tiene que pagar pasaje y comida. No alcanza.
P: Cuéntanos un poco, de la decisión que tuviste, tan valiente, de venirte para acá.
Sandra: Pues lo estuve pensando porque, mucha gente dice que aquí gana dinero y muchas cosas, pero no nos dicen todo lo que tiene que pasar antes para ganar dinero. La cruzada. Por el desierto, es muy difícil, muy pesada. Y lo que me obligó fue la necesidad. No tenía trabajo. Lo que mi mamá trabajaba no nos alcanzaba. Teníamos que pagar renta, luz, comida, no alcanzaba. Mi mamá trabaja en casa con un doctor haciéndole el quehacer. Le paga 400 pesos la semana. Es de lunes a sábado. De renta pagamos 1,500 pesos [al mes]. La luz nos llega de 300, 200, dependiendo. Y con lo que ganaba mi mamá no alcanzaba. Mis hermanas, una acaba de cumplir 15, la otra 16.. Ellas no trabajan, ganaron una beca para seguir sus estudios. [Llora].
P: En otras partes de México, tal vez en la capital, ¿hay trabajo o tampoco hay trabajo?
Sandra: No hay mucho, y lo que hay, piden estudios. Y yo con trabajos terminé la primaria.
P: ¿Te hubiera gustado seguir estudiando?
Sandra: Sí, por eso la oportunidad que no tengo se la estamos dando a mis hermanas. Una ya está en bachilleres, pero lo quiere dejar porque no alcanza. Por eso tomé la decisión de venirme para acá. [Se seca las lágrimas con la mano]. Mi mamá no quería que viniera. Mis hermanas, al contrario, también me apoyaban. Pero de todos modos tenía que hacer algo, no podía estar sin trabajo. Y luego pues el bebé de ocho meses necesitaba pañales, necesitaba leche. Está todo eso muy caro allá. Por eso tenía que hacerlo y venirme para acá.
P: ¿Cuántos años tienes Sandra?
Sandra: 28. 28 años tengo. [Llora]
P: Sandra, ¿cuánto le pagaste al coyote?
Sandra: Gracias a Dios nada, porque se lo iba a pagar hasta que me entregaran a mis tíos. Pero pues nada más lo que gasté en el pasaje de allá pa` acá y el poquito de dinero que tenía en la mochila que se me perdió, nada más. Le tenía que haber pagado 800 dólares, pero nada más me iba a llevar hasta Phoenix y ahí iba a ir mi...familia a recogerme.
P: Cuéntanos eso que nos has contado antes, de por qué no quieres votar.
Sandra: Porque vota uno y de todas maneras el gobierno nos friega. Es lo único que hacen. Quitarnos el poco trabajo que tenemos. Cada día nos aumentan más las cosas y el salario no sube y si aumenta, aumenta un pesos o dos pesos al día.
P: ¿Qué vamos a hacer con el país, Sandra?
Sandra: Verlo cómo se destruye. No hay de otra. Porque aunque queramos hacer algo el gobierno no nos deja. No nos ayuda, no nos apoya, en nada.
P: Sandra, ¿qué le dirías a Fox o a Lázaro Cárdenas [Batel, gobernador de Michoacán] que decían que era tan bueno, si los tuvieras por delante?
Sandra: Que no fueran tan inhumanos y abrieran fuentes de trabajo. Y otras cosas...[se ríe], que no nos robaran tanto, porque cada día nos aumentan más los impuestos, suben las cosas y el salario sigue igual. No aumenta nada. En lo que ellos sí comen bien, uno se tiene que traspasar.
P: ¿Qué les dirías a las personas de Estados Unidos que no tratan bien a los migrantes, a los que se ponen en la frontera, has oído hablar de ellos?
Sandra: Sí. Que se pongan en nuestro lugar. Ellos están en un país donde sí hay trabajo. Nosotros no. Y que no nos trataran tan mal cuando pasemos de este lado. Aunque no todos son iguales, hay gente que trata bien a uno de inmigrante.
P: Allá en Michoacán, ¿se escucha hablar de una cosa que se llama el Tratado de Libre Comercio?
Sandra: Muy poco.
P: No sé si has escuchado que Fox anda por el extranjero. Se da el lujo de ir a muchos países y ahí canta loas de México, del progreso, del avance, las fuentes de trabajo...
Sandra: ¿Cuáles? ¿Las que cerró? ¿Las empresas que ha cerrado? Solamente que ésas Porque trabajo no lo hay..
P: Y ¿por qué anda diciendo esas cosas?
Sandra: Pues por mentiroso. Por quedar bien con los demás, aunque con su propio país quede mal.
P: ¿Algún político no es mentiroso?
Sandra: Son los peores mentirosos, prometen muchas cosas y a la hora de llegar a donde llegan, ya no cumplen nada, todo se les olvida.
P: ¿Por qué mienten tanto y por qué la gente los sigue votando, si siempre es lo mismo?
Sandra: De todas maneras quede quien quede, siempre nos jode. Ahora, si no votamos, de todas maneras nos agarran el voto.
P: ¿Quién?
Sandra: Muchos dicen que el PRI, otros que no. Pero sí es cierto, que hasta los difuntitos votaron. Una vez. Sí, después de 10 años de muerto, salió a votar. Mi bisabuelo. Pues llegó un papel a la casa de mi abuelita, diciendo que mi abuelito fuera a votar, no sé qué, pero él ya tiene 10 años de muerto. A la hora de la hora, resulta que sí votó.
P: Tu situación y de tu familia allá en Michoacán, ¿es compartida por mucha gente?
Sandra: Sí, hay mucha gente que está igual, o hasta peor se podría decir. Hay mucha gente que se adeuda y la deuda la orilla a hacer muchas cosas. Como venirse para acá, muchos se quitan la vida, nada más por las deudas. Ahí por donde vivía se daba mucho en las pláticas. Entre los vecinos, dicen que fulanito ya se mató, o que se fue para Estados Unidos porque las deudas lo estaban acabando. Pero de todos modos no se podía hacer nada.
P: Sandra, ¿tú que le dirías al presidente de EEUU, que es el hombre más poderoso del mundo?
Sandra: Pues que nos diera oportunidad de trabajar, nada más eso. Trabajar aquí un tiempo y ya después regresar uno a su país, de donde uno fuera.
P: Sandra, y ¿por qué el gobierno de EEUU no deja abierta la frontera, para que la gente pase, haga su dinero y luego se vuelva para ya no tener que venir para acá?
Sandra: No sé.
P: Algo más que quieras decir?
Sandra. Nada más que lo piensen bien, antes de cruzar para acá, porque está muy difícil. Uno viene a veces con la ilusión de que le va a ir bien, pero no sabe uno con lo que se va a topar acá. Eso sería todo.
Testimonio de Yanet
Yanet: [comentando la entrevista a Sandra] Vivió más peor, porque perdió su hijo, imagínese perder un hijo, ay no, ahí sí me muero yo, de llanto.
Pregunta: Dinos tu nombre, de dónde eres, por qué saliste de Chiapas.
Yanet: Primero que nada soy de Chiapas y me quiero dirigir en especial a las mujeres, que... lo piensen más que nada... para decidir salir de sus casas [llora]... que es muy difícil, salir del desierto y más cuando se padece de alguna enfermedad, como la presión. Yo no pensé que esto me fuera a suceder a mí, ya había intentado otras veces y nunca me había sucedido, que me dejaran los coyotes, abandonada en unos cerros, que no conoce uno, y pasando día a día, sin agua, rogándole a Dios encontrar agua. Y sobre todo fracturada del pie. Días que encontraba [agua] y había días que no. Sobre todo el agua, que había necesidad de buscar plantas, y gracias a Dios encontré, pues eran tunas o no sé qué eran, pero yo las comía. De día era muy fuerte el sol, perdía fuerza, no tener agua, pero gracias a Dios, con la ayuda de Él, fui encontrando, aunque sea agua echada a perder. Hasta que llegue a un charco, ahí estuve cinco días, con la esperanza de que pasara alguien, y no pasaba [llora], a veces gritaba, que me ayudaran, y no había nadie [solloza]. Me colocaba yo piedras en el estómago, porque no había agua, para volver a agarrar fuerza, me acostaba yo en la arena, me trataba yo de enterrar, ya no me importaba como venía, [llora] me espinaba. Y así pasaban los días. A lo lejos escuchaba yo que pasaba el tren, veía yo luces, por eso me guiaba yo, y volvía, así en el día a caminar, pero por mis rodillas, porque con los pies no podía. Y es que me daba fiebre y me dolía mi pie de noche. Y bajaba yo a los arroyos para buscar agua, entre la basura, lo que fuera, pero con la esperanza de encontrar agua. Y así fui. No me daba por vencida. Hasta que llegué a carretera, gracias a Dios. Así fue como estoy aquí.
P: Nos puedes decir cómo fracturaste...¿fue el tobillo?
Yanet: Sí, al bajar uno de los cerros, se me bajó la presión, vieron los muchachos, que me agarraban, y me decía, uno de ellos, era uno de los coyotes, me decía "¡ya señora!, usted no sirve para caminar..¡échele ganas caminando!" Yo les decía que me soltaran, que yo iba a caminar a como yo pudiera. Y en una de esas me jaloneó uno de ellos y pisé una piedra y se me dobló mi pie y me tronó muy feo, y ahí ya no pude caminar. Ya no pude. Y me empezaron a decir ellos que yo ni para caminar servía. Y así me dejaron en un arroyo, ahí me quedé. Al siguiente día, con una botellita de agua de medio litro, se me terminó el agua. Así decidí caminar con mis rodillas porque no tenía cómo, porque con mi pie no podía, estaba muy inflamado, se me puso todo verde, todo verde, conforme fueron pasando los días se me fueron poniendo moradas las rodillas. Así caminaba en las piedras porque no me quedaba de otra. Como a los tres días pasaron unos muchachos y me subieron a un cerro, una lomita, era carretera de terracería, pero ni aún así me vio la migra. Era muy difícil, para las mujeres es muy difícil.
P: Pero ¿esos hombre también te dejaron?
Yanet: Me dejaron, me dijeron que no me podían echar la mano, porque pesaba mucho.
P: Y los muchachos ¿también eran migrantes, o eran de acá?
Yanet: Eran migrantes también, pero no llevaban mucha agua, me dejaron poquito. Tampoco ellos llevaban mucho agua. Me dijeron que no me podía ayudar más porque iban muy lejos y no me podían cargar todo el camino, porque a ellos les faltaba mucho.
P: Entonces ¿te quedaste al lado de un charco de agua, unos cinco días?
Yanet: Sí, cinco días con esperanza de que cruzara alguien, gritaba pidiendo ayuda para que me escuchara alguien, pero nadie. De noche hacía yo fogatas, para ver si me veían, pero no. Nadie me vio. Pasaban los aviones cerca, pero nada, nadie me vio.
P: Y ¿cómo es que saliste entonces?
Yanet: Por todos los arroyos que venía yo pasando, salía yo hacia las partes más altas a ver, por más o menos ver dónde estaban ubicados los ranchos que se veían, así fue que me vine guiando, y el ruido de los camiones, porque esos se oían lejos, y por medio de esos ruidos, y esas luces, según de la ciudad, con eso me venía guiando.
P: ¿Y cuanto estuviste en el desierto?
Yanet: Pues desde el 2 de mayo hasta el 26 [de mayo] que me recogieron,
P: ¿Sola?
Yanet: Sola...sola, tratando de buscar agua, días que encontraba, días que no, los garrafones vacíos, no había nada de comida, nada.
P: Cuéntanos cómo fue que te encontraron.
Yanet: Llegué a carretera, pasaban los carros y no, no, no me daban ayuda, hasta que pasó un señor, mexicano también, y me preguntó si yo venía de mojada, y le contesté que sí, pero que yo no podía caminar, y me dijo, "No se preocupe m`hija, le voy a pedir ayuda a una ambulancia, y sí, llegó el señor como a los 15 minutos, ahí estaba el señor, con su esposa y su hija, así fue como llegué al hospital. Pero es muy difícil, el desierto, es muy difícil. A mí ya no me importaba si hubiera piedras, espinas, lo que hubiera, ...era llegar. Es muy difícil.
P: ¿Qué mensaje les mandas a las mujeres de Chiapas, pues tampoco tienen mucha esperanza allá en su tierra, qué les dirías?
Yanet: Que aunque sea dura la vida [empieza a llorar] sigan, que no lo intenten, pues si esta vez me salvé ....ya no. Quizá fue un milagro de Dios, no sé, pero ni tiempo me daba para llorar, yo no pensaba en .... yo lo que quería era llegar, saber de mi mamá, de mis hermanos [llora], eso era lo que me importaba, no me importaban ni las piedras, ni las espinas, quería llegar, saber de mi mamá. Que aunque me volvieran a decir que me regalarían lo que fuera, no sé qué, ya no pasaría, es muy duro. No. Los coyotes le hablan a uno muy bonito, y a la hora hablan bien feo, bien grosero a uno.
P: ¿Cuáles son tus planes, te quieres quedar aquí, o regresar a Chiapas?
Yanet: Por el momento trabajar, no mucho tiempo, unos tres, cinco años, irme a mi tierra y no volver jamás a Estados Unidos. Porque de ésta vez me salvé, pues la otra no creo.
P: Nos puedes contar cómo fue que te decidiste a venir por acá?
Yanet: Bueno, ahora sí, el huracán, los desastres que ha pasado Chiapas. No hay trabajo. Al menos yo no tenía dónde trabajar. En el campo, no se puede. Al menos en mi casa sólo mi papá trabaja. Mis hermanos al campo se dedican, ayudan a mi papá. Nosotros no podemos trabajar. ¿En qué trabajamos? No tenemos dónde trabajar. Y luego mi papá ya está grande. Está enfermo. No toda la vida estará él con nosotros, tenemos que aprender a trabajar. Por eso decidí venirme a trabajar por acá, pero no pensé vivir lo que viví, en el desierto. Es muy difícil.
P: Cuéntanos eso que viste una casa, una foto.
Yanet: Del rancho?
P: Sí.
Yanet: Sí, fue el primer rancho que me encontré, pensaba pedir ayuda ahí, pero me dio miedo, porque empecé a buscar agua ahí, y llegué a dar a una foto que tenía...habían tres hombres, pero estaban armados, tenían muchas armas...o sea en la foto se veía que tenían muchos tiros, aquí [se señala el pecho], así, [como si fueran cananas que cruzaran el pecho], como que eran cherifes, como migración, pero se veían como muy malos en la foto, y me dio miedo. Pensaba pedir ayuda ahí, quedarme ahí esa noche, pero me puse a pensar, quien quita y era gente matona, no sé, mejor me salí, decidí caminar, y a partir de ahí, ya habían muchos ranchos, así fue que salí a carretera, pero no, no sé, si sea gente buena, no sé, no sé. Ahí [en la foto] tenía un hombre que se llamaba ¿qué? William, sí, William, porque estaba en inglés, William Robinson, algo así tenían apellidos en inglés. O sea, yo por la foto me dio miedo. No sé qué tipo de gente sería.
P: Y todo esto a gatas caminando ¿verdad?
Yanet: Sí, caminando de rodillas, como niño, lo que nunca hice de niña, ahora de grande [se ríe].
P: ¿Y te ponías una cobija en las rodillas?
Yanet: Sí, la cobija, puse unas vendas, encontré unas vendas tiradas, usadas, y me las puse en las rodillas para que no me lastimaran las piedritas de la arena. Porque se me metían en las rodillas, se me clavaron y así fue como se me fue formando la llaga.
P: ¿Nos puedes enseñar cómo te quedaron las rodillas?
Yanet: [descubre las rodillas y revela una enorme llaga redonda en cada una]. Pues ya se me cicatrizaron, todo esto [señala la rodilla] se me puso morado, todo, todo, pero como fueron pasando los días [en el hospital] se me fue borrando. Aquí [señala la pierna] se me hizo una herida también pero conforme fueron los días se me fue cicatrizando. Y aquí [señala la pierna y el tobillo enyesados] todavía me duele, porque al final ya no podía caminar con esto también [señala las dos espinillas]. Traté de usar dos palos como muletas pero me caí de espaldas, así decidí mejor ya no. Me dolía mucho mi rodilla. Pero gracias a ellas estoy aquí. Esto también [señala el tobillo no enyesado] se me fracturó al principio pero un señor que iba con nosotros de los emigrantes sabía sobar, y el fue que el que me sobó, si no, se me hubieran quedado fracturados los dos tobillos.
Posdata:
De Sandra supimos posteriormente que llegó bien a su destino. De Yanet no supimos ya nada, aparte que habían llegado por ella personas de confianza y que estaba en buenas manos. Subrayamos que de las tragedias aquí relatadas son responsables los gobernantes de México y Estados Unidos. Las políticas económicas impulsadas por ambos países desde mediados de los 80 han destruido millones de empleos. Pero de las 4 mil muertes que han ocurrido a lo largo de la frontera desde 1994, el responsable mayor es el gobierno de EEUU, y específicamente la Patrulla Fronteriza, o Border Patrol, pues en ese año comenzaron los operativos destinados a "sellar" ciertos puntos de cruce frecuentados por migrantes indocumentados. Los operativos han tenido éxito y han obligado a los migrantes, y a los coyotes que los guían, a buscar rutas más alejadas de la vigilancia de la migra pero también más peligrosas.
Documentos dados a conocer a la opinión pública de parte de la Patulla Fronteriza revelan que esta estrategia mortífera, que ha llevado a los migrantes a cruzar montañas y desiertos inhóspitos, estaba fríamente calculada, pues se sabía que las condiciones climáticas de extremo frío y calor, acabarían con la vida de muchos de ellos. Pero que tales muertes serían un "incentivo" a que otros no cruzaran.
Tan frío es el cálculo de costo-beneficio hecho por la Patrulla Fronteriza que a menudo sus integrantes logran detectar la presencia de uno, dos o tres migrantes, perdidos en el desierto y a punto de morir, pero no los rescatan, según relatos de activistas estadounidenses, pues no vale la pena, ni el esfuerzo, de "asegurar" a tan pocos migrantes. Sólo van detrás de grupos más nutridos. De ahí se explica cómo Yanet pudo hacer fuegos durante la noche a fin de que se notara su presencia, pero sin éxito, sorprendentemente, en una de las fronteras más vigiladas del mundo.
La inhumanidad de esta cacería parece no tener límites cuando de la Patrulla Fronteriza se trata. En ambos casos la migra trasladó a Sandra y Yanet a un hospital de Arizona. Pero no regresó por ellas cuando fueron dadas de alta, pues hubiera tenido que cubrir el costo de la hospitalización de cada una. El frío cálculo de costo-beneficio que hace la migra permitió que salieran libres Sandra y Yanet y continuaran su viaje a su destino final. Les deseamos mucha suerte y un pronto y seguro retorno a México, para que ayuden a construir un país donde el gobierno responda a las necesidades del pueblo y su gente goce del derecho a no tener que migrar para sobrevivir.
Agradecemos profundamente el apoyo de Border Links, www.borderlinks.org, de Tucson, Arizona, que hizo posible el viaje de CIEPAC a la frontera.
Notas: (1)http://regulus.az starnet.com/borderdeaths/search.php. La página se consultó para este boletín el 9 de julio, 2006.
(2)Equivalentes a unos US$57, con un tipo de cambio aproximado en estas fechas de US$1 = MX$11.50.
Fuente: C I E P A C, Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria, A.C.
http://www.ciepac.org/
https://www.alainet.org/es/articulo/115971
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