Más allá de las fronteras
17/08/2006
- Opinión
El anuncio del gobierno norteamericano de revisar si “limita,
suspende o retira” las preferencias comerciales que otorga en el
marco del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) a tres
países latinoamericanos: Argentina, Brasil y Venezuela,
representa un gesto de presión política para hacerlos partícipes
del modelo de integración regional propuesto por Estados Unidos.
El SGP es un mecanismo a través del cual los países desarrollados
(especialmente Estados Unidos, la Unión Europea y Japón) ofrecen
acceso preferencial a sus mercados a productos de países
subdesarrollados, vía la exención de impuestos y derechos
aduaneros. Este trato preferencial y unilateral de parte de los
países industrializados, otorgado durante más de tres décadas, ha
sido utilizado muchas veces como instrumento de intimidación
política sobre los países beneficiarios.
El fracaso de las negociaciones multilaterales en la OMC, y el
reconocimiento de los países industrializados que sólo podrán
conformar un sistema de comercio—bajo las pautas que desean—si
éste se construye a partir de la firma de tratados bilaterales,
están dando lugar a que algunos de los países que otorgan estas
preferencias amenacen con retirarlas. Específicamente, Estados
Unidos ha anunciado que revisará si continuará otorgándolas a
doce países, entre ellos, los tres latinoamericanos mencionados.
El justificativo para tal revisión consiste en aducir que se
intenta mejorar el reparto de las exenciones arancelarias, como
lo pide el Congreso norteamericano para renovar el programa que
vence a fines de este año. Este cambio de reglas ha sido
interpretado por algunos de los gobiernos latinoamericanos
aludidos, como una amenaza por su postura contraria a la
conformación del ALCA (en los términos que propone Estados Unidos)
durante la Cumbre Presidencial de las Américas realizada en Mar
del Plata en noviembre de 2005, y la resistencia del G-20 a
aceptar los planteamientos de la Unión Europea y Estados Unidos
en la OMC.
El presidente Kirchner ha señalado que Argentina es un país
soberano y que una eventual suspensión por parte de Estados
Unidos de tales preferencias comerciales responde a “sanciones
propias de las viejas teorías del imperio romano hacia aquellos
países que no comulgan con sus políticas.”
Lo cierto es que Estados Unidos presiona y avanza en la
consolidación de un sistema económico que no puede lograr a
través de la OMC. Para ello, parte fundamental de su estrategia
consiste en sabotear el avance de las negociaciones
multilaterales en ese ámbito y culpar de su fracaso a la
“necedad” de los países subdesarrollados que “exigen poner fin a
los subsidios agrícolas, pero se niegan a abrir sus mercados de
servicios, compras gubernamentales y productos industriales…”
Asimismo, se amenaza con eliminar las preferencias arancelarias—
que antes concedió unilateralmente con fines políticos o de
impulsar las exportaciones de los países de menor desarrollo—si
no aceptan la implementación y/o consolidación de un cuerpo de
reformas legales en varios ámbitos de la economía, que afectan el
tejido institucional de las naciones que se someten.
En América del Sur, Chile ha sido el primer país funcional a esta
sagaz estrategia del gobierno norteamericano. La sorprendente
decisión del presidente Alan García en el Perú de impulsar en
octubre en Washington la firma del TLC en el congreso
norteamericano, permite la configuración, junto a Colombia, de
“un eje del Pacífico”, en el que Ecuador es aún una carta
indefinida. La incorporación de Chile como estado asociado a la
Comunidad Andina (el mismo estatus que tiene ese país en el
Mercosur), facilita la política norteamericana en la región y
debilita la capacidad de negociación conjunta sudamericana. Con
estas características de la CAN, Bolivia no tiene mucha afinidad
política con ese bloque.
La posición de los países andinos coadyuva con la presión del
gobierno norteamericano que se expresa en su oferta de firmar TLC
con los países más pequeños del Mercosur. Es el caso de Uruguay y,
en menor medida, Paraguay. En el primer país, las negociaciones
se producen a hurtadillas y el gobierno ha tenido que reconocer
recién, a raíz de declaraciones de las autoridades
norteamericanas, que lo que se está negociando es un TLC
“clásico” y no la ampliación de acceso al mercado norteamericano
como durante varios meses el gobierno del Frente Amplio divulgó.
La posición del “eje del Pacífico”, aunque en el lenguaje
diplomático se adorne de retórica, facilita la configuración de
un sistema económico y de integración regional que promueve
Washington.
Ariela Ruiz Caro (ariela@independiente) es una economista y
consultora internacional peruana, y contribuye frequentemente al
Programa de las Américas en www.ircamericas.org.
Fuente: Programa de las Américas del International Relations
Center (IRC) www.ircamericas.org
https://www.alainet.org/es/articulo/116618
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