La juventud es la esperanza
Construyamos
01/10/2006
- Opinión
Cuando se funda la Sociedad Secreta "La Trinitaria ", Juan Pablo tenía apenas 25 años. Para Abril, Caamaño tenía 33. Jesús Cristo, también. Murió de treinta y tres, y antes logró cambiar el mundo. Gregorio Luperón tenía 24 años cuando se inició la Guerra Restauradora. Francisco Sánchez del Rosario apenas tenía 21 cuando se funda La Trinitaria Simón Bolívar, el Libertador, tenía 27 años cuando inició la guerra por la independencia de Venezuela. ¡Ay Carabobo!
Una vez Allende dijo: "Ser joven y no ser revolucionario es hasta una contradicción biológica". Y las generaciones de los 50's y 60's, que extendieron su brio hasta los años 70's, lo demostraron. Ser jóvenes fue ser rebeldes, fue anhelar un futuro mejor, y lucharon por el, y murieron también.
La Generación Luz, con Manolo y los expedicionarios de Junio como ejemplos, demostraron de lo que es capaz una generación cuando se dispone a conquistar su futuro, aunque pierdan. Luis Parish, Otto Morales, Amin, Amaury y los Palmeros, Homero Hernández y tantos otros y otras demostraron el arrojo, la dignidad. Demostraron que se puede caer también y ganar la eternidad.
Los que viven aún, y resistieron dignamente, también fueron, son un ejemplo. Se iniciaron como jóvenes, en su juventud hicieron los mayores aportes a la historia de la patria. No claudicaron, no se vendieron, y están ahí, como siempre; los mismos y mismas. Y es qué, durante la juventud, por sus características biológicas, por la energía natural que se posee, por la falta de compromisos onerosos, por el espíritu, y hasta por la necesidad de abrirse paso por la vida, es la etapa apropiada para emprender y dirigir los cambios del porvenir.
La esencia de la juventud también es contradicción, rebeldía. Los jóvenes deben buscar su propia identidad, diferenciados de sus padres, de la sociedad. Eso les hace buscar mecanismos de expresión alternativos, creativos y contrapuestos a la realidad. ¡Les brota la rebeldía!
La necesidad de abrirse un futuro por delante, sin tener que recordar o estar atados a episodios tristes o vergonzosos hace también de esa etapa de la vida, el elemento apropiado para los cambios. Y la juventud no es sólo un asunto de edad. Influyen cosmovisión, sentimientos, actitudes, sentido de pertenencia. ¡Hay también juventud acumulada! Pero el joven no está atado al pasado, mira al futuro con cierta esperanza, con cierta ingenuidad.
La vida lo espera y necesita que sea mejor. Le faltan decepciones, traumas. Le sobran esperanzas, anhelos y sueños. Así, las nuevas expresiones culturales, las nuevas ideas, la frescura y la alegría vienen de mano a revitalizar las luchas de los pueblos. Falta el miedo, falta la prudencia innecesaria.
Faltan compromisos, complicidades. Faltan odios y rencores. Sobra el arrojo, la inocencia precisa para empujar la carroza del destino. Claro, hay diversidad, y es precisamente esta diversidad la gestora de las transformaciones. Sobra el espíritu de aventura, la necesidad de andar y descubrir. Faltan las limitaciones, las fronteras impuestas por los otros, faltan los respetos. Por conservador que sea el joven o la joven, tiene en su esencia algo de soñador, algo de esperanza, de ansias de libertad. Le faltan penas, le faltan los pesares, las angustias del pasado, las desesperanzas que tienen los viejos. Le sobran las angustias del futuro, las incógnitas. Sabe que tiene el futuro por delante; sabe que deberá enfrentarlo, se preguntará cómo. El pesimismo no es precisamente la norma; como tampoco lo es pasividad. La norma más bien es la alegría, las ansias de libertad, la rebeldía. Por esas y otras cosas, por las que faltan, la juventud tiene un compromiso.
A diferencia de las generaciones anteriores, que tienen un compromiso con el pasado, las juventudes tienen un compromiso con el futuro. Cambiar las cosas en el presente, trastocarlas. Transformar la realidad parece una tarea únicamente de la población joven. El combate del futuro se libra en el presente. No podría ser de otra forma. La generación presente tiene la responsabilidad sobre la actualidad, ninguna otra.
Es el presente que nos pertenece. Cada generación tiene su tiempo y su espacio. Cada persona le toca una época, un tiempo que debe aprovechar. Nosotros, nietos de la derrota, podemos demostrar que no todo está perdido; abrazando los ideales de nuestros padres y abuelos, y de los forjadores de la patria dominicana, podemos hacer sus sueños realidad. Pero corresponde a la juventud aprovechar el tiempo, aprovechar el ahora, cambiar el rumbo del presente y dejar un futuro mejor. Corresponde a los jóvenes de ahora cumplir su papel histórico, su rol. El rol que una vez cumplieron Duarte y los trinitarios, Luperón y los Restauradores, Los Gavilleros, Los Expedicionarios y el 14 de Junio, Las Mirabal, los jóvenes coroneles y oficiales constitucionalistas, la resistencia heroica de los 60's y 70's, en fin… El rol de la vida. Vivir la vida dejando un rastro, y que sea una huella de dignidad y amor. República Dominicana exige un cambio, una transformación, una revolución.
La patria de ahora no es la de Duarte, necesitamos la "Otra". Ya Venezuela y Bolivia están en el camino del continente, en el de Martí, Bolívar y Gilbert.
La juventud es la esperanza, la "Otra Feria" demostró que es posible. Ahora resta construir " La Otra" República Dominicana, la de todo/as. Y si finalmente no nos determinamos nosotros a levantarla, por ahí vienen los niños, los que vienen detrás, que seguro enmendarán nuestro error.
Una vez Allende dijo: "Ser joven y no ser revolucionario es hasta una contradicción biológica". Y las generaciones de los 50's y 60's, que extendieron su brio hasta los años 70's, lo demostraron. Ser jóvenes fue ser rebeldes, fue anhelar un futuro mejor, y lucharon por el, y murieron también.
La Generación Luz, con Manolo y los expedicionarios de Junio como ejemplos, demostraron de lo que es capaz una generación cuando se dispone a conquistar su futuro, aunque pierdan. Luis Parish, Otto Morales, Amin, Amaury y los Palmeros, Homero Hernández y tantos otros y otras demostraron el arrojo, la dignidad. Demostraron que se puede caer también y ganar la eternidad.
Los que viven aún, y resistieron dignamente, también fueron, son un ejemplo. Se iniciaron como jóvenes, en su juventud hicieron los mayores aportes a la historia de la patria. No claudicaron, no se vendieron, y están ahí, como siempre; los mismos y mismas. Y es qué, durante la juventud, por sus características biológicas, por la energía natural que se posee, por la falta de compromisos onerosos, por el espíritu, y hasta por la necesidad de abrirse paso por la vida, es la etapa apropiada para emprender y dirigir los cambios del porvenir.
La esencia de la juventud también es contradicción, rebeldía. Los jóvenes deben buscar su propia identidad, diferenciados de sus padres, de la sociedad. Eso les hace buscar mecanismos de expresión alternativos, creativos y contrapuestos a la realidad. ¡Les brota la rebeldía!
La necesidad de abrirse un futuro por delante, sin tener que recordar o estar atados a episodios tristes o vergonzosos hace también de esa etapa de la vida, el elemento apropiado para los cambios. Y la juventud no es sólo un asunto de edad. Influyen cosmovisión, sentimientos, actitudes, sentido de pertenencia. ¡Hay también juventud acumulada! Pero el joven no está atado al pasado, mira al futuro con cierta esperanza, con cierta ingenuidad.
La vida lo espera y necesita que sea mejor. Le faltan decepciones, traumas. Le sobran esperanzas, anhelos y sueños. Así, las nuevas expresiones culturales, las nuevas ideas, la frescura y la alegría vienen de mano a revitalizar las luchas de los pueblos. Falta el miedo, falta la prudencia innecesaria.
Faltan compromisos, complicidades. Faltan odios y rencores. Sobra el arrojo, la inocencia precisa para empujar la carroza del destino. Claro, hay diversidad, y es precisamente esta diversidad la gestora de las transformaciones. Sobra el espíritu de aventura, la necesidad de andar y descubrir. Faltan las limitaciones, las fronteras impuestas por los otros, faltan los respetos. Por conservador que sea el joven o la joven, tiene en su esencia algo de soñador, algo de esperanza, de ansias de libertad. Le faltan penas, le faltan los pesares, las angustias del pasado, las desesperanzas que tienen los viejos. Le sobran las angustias del futuro, las incógnitas. Sabe que tiene el futuro por delante; sabe que deberá enfrentarlo, se preguntará cómo. El pesimismo no es precisamente la norma; como tampoco lo es pasividad. La norma más bien es la alegría, las ansias de libertad, la rebeldía. Por esas y otras cosas, por las que faltan, la juventud tiene un compromiso.
A diferencia de las generaciones anteriores, que tienen un compromiso con el pasado, las juventudes tienen un compromiso con el futuro. Cambiar las cosas en el presente, trastocarlas. Transformar la realidad parece una tarea únicamente de la población joven. El combate del futuro se libra en el presente. No podría ser de otra forma. La generación presente tiene la responsabilidad sobre la actualidad, ninguna otra.
Es el presente que nos pertenece. Cada generación tiene su tiempo y su espacio. Cada persona le toca una época, un tiempo que debe aprovechar. Nosotros, nietos de la derrota, podemos demostrar que no todo está perdido; abrazando los ideales de nuestros padres y abuelos, y de los forjadores de la patria dominicana, podemos hacer sus sueños realidad. Pero corresponde a la juventud aprovechar el tiempo, aprovechar el ahora, cambiar el rumbo del presente y dejar un futuro mejor. Corresponde a los jóvenes de ahora cumplir su papel histórico, su rol. El rol que una vez cumplieron Duarte y los trinitarios, Luperón y los Restauradores, Los Gavilleros, Los Expedicionarios y el 14 de Junio, Las Mirabal, los jóvenes coroneles y oficiales constitucionalistas, la resistencia heroica de los 60's y 70's, en fin… El rol de la vida. Vivir la vida dejando un rastro, y que sea una huella de dignidad y amor. República Dominicana exige un cambio, una transformación, una revolución.
La patria de ahora no es la de Duarte, necesitamos la "Otra". Ya Venezuela y Bolivia están en el camino del continente, en el de Martí, Bolívar y Gilbert.
La juventud es la esperanza, la "Otra Feria" demostró que es posible. Ahora resta construir " La Otra" República Dominicana, la de todo/as. Y si finalmente no nos determinamos nosotros a levantarla, por ahí vienen los niños, los que vienen detrás, que seguro enmendarán nuestro error.
https://www.alainet.org/es/articulo/117354
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