Golpear hasta la muerte

04/10/2006
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La irresponsabilidad de la institucionalidad del Estado ha permitido y fomentado una cultura de violencia contra las mujeres. Según los investigadores del Ministerio Público y de acuerdo a algunas evidencias encontradas en la escena del crimen; la muerte de Patricia, se produjo cerca de la media noche. Fue atacada brutalmente con una estatuilla de bronce, por un hombre que había logrado ingresar a la casa sin violentar puertas, ventanas ni cerrojos. Los golpes fueron tan contundentes y fuertes que e rompieron las cervicales, así su cabeza fue desprendida del resto del cuerpo, no sin antes resistirse y luchar por su vida, pues en sus manos quedaron restos de piel y cabellos de su agresor. El tipo, igual como ingresó a la casa, así salió, a pesar de que esta mujer y su hijo vivían en un condominio cerrado con garita de seguridad custodiada por tres guardias. La víctima, brillante profesional de la pediatría, trabajadora incansable, responsable y dinámica, así la recuerdan su familia y compañeros/as de trabajo, apenas cifraba los treinta y seis años. Dejó en la orfandad a un pequeño de 6 años, quien lamentablemente fue testigo de la muerte violenta de su madre, aunque se ocultó debajo de la cama por indicaciones de ella, al escuchar ruidos extraños previos al ataque. El niño, pidió estar a solas con el cadáver de su madre, su abuela lo permitió, solamente para decirle: levántate mamá aunque sea sólo un rato, quiero estar contigo. Ambos eran entrañables, pues su condición de madre soltera le había hecho dedicarle tiempo, atención y cuidados muy amorosos a su hijo. Respetables lectores, no es un relato de ciencia ficción, es lamentablemente un hecho de horror recientemente sucedido en Guatemala (como otros muchos más), y publicado en algunos medios de comunicación, en el cual perdió la vida una indefensa mujer en manos de un hombre que la asesinó a golpes y sin piedad. Su desventaja física no fue tomada en cuenta, tampoco sus gritos de clemencia y auxilio, los vecinos los escucharon, sin embargo, no quisieron intervenir, probablemente por miedo. La versión acá descrita fue relatada por una tía de la médica asesinada violentamente. Seguramente éste será otro expediente archivado por el Ministerio Público por falta de pruebas, para agregarse a la larga estadística de casos no resueltos. Lo comentado se suma a los más de 417 casos registrados de mujeres asesinadas, además de los/as 430 niños y niñas y cerca de 3 mil hombres, lo cual hace que éste se perfile como uno de los años con mayores tasas de asesinatos. A falta de investigación criminal y comprobación en el ámbito judicial de móviles y responsables, tanto la Policía Nacional Civil como el Ministerio Público, han formulado la hipótesis que más del 70% de mujeres víctimas de muertes violentas están asociadas a las maras, lo cual, de ser cierto, no justificaría violencia alguna en contra de esas mujeres. Pareciera ser que cobra vida una suerte de aprobación cuando se asesina a mujeres (y en el caso de hombres también) a quienes se asocia a la delincuencia, a las maras o a ilícitos; con lo cual se ha contribuido a legitimar la violencia. Para el caso de las mujeres, éstas están expuestas a la violencia producto de la delincuencia y la criminalidad y también, en muchos casos, a la violencia intrafamiliar, la cual ha sido casi invisibilizada. Recientemente CS Sondea, realizó una encuesta a una muestra de 534 personas de sectores medios, sobre la violencia en contra de las mujeres, el interés era conocer la percepción que los/as ciudadanos/as, tienen sobre el tema, en la intención de recabar insumos para los análisis que realiza la organización. El instrumento fue discutido por el equipo de analistas así como también el contenido de las preguntas. Los resultados de dicho sondeo, bien pueden alarmarnos. Permítanme comentar algunos de ellos. De los encuestados (hombres y mujeres) el 58% conoce casos de mujeres que han sido golpeadas o abusadas, lo cual es un porcentaje alto, sin embargo un 24% cree que cuando las mujeres reclaman sus derechos se exceden y abusan. Es irónico pensar que exigir derechos es excederse, mientras que no es excederse el violentar a las mujeres. Cerca del 70% asoció la violencia hacia las mujeres, a actitudes machistas y al consumo de drogas o alcohol por parte de los hombres, a pesar de que éste representa un porcentaje alto, también incluyeron la provocación y la infidelidad de las mujeres, como indicadores asociados a prácticas violentas por parte de los hombres. Sobre esto último es necesario hacer varios comentarios. Por un lado, en el imaginario colectivo de buena cantidad de hombres, la mujer es de su propiedad, como lo podría ser cualquier objeto, lo cual implica, entre otras cosas, que debe serle fiel, principio que no está asociado a un código valórico normativo sustentado en la confianza y el respeto, sino más bien en un instinto de apropiación de la otra. Planteo esto ya que la fidelidad, por ejemplo, no es recíproca, en términos de cómo se la analiza y aplica a las mujeres y cómo a los hombres. Por otra parte, se justifica la violencia, toda vez que si la mujer provoca se le puede violentar y las provocaciones van desde las cosas más simples hasta las más complejas, a la luz de cómo interpretan hombres y mujeres también, el tema de la violencia. En ello el proceso de socialización de ambos géneros ha contribuido a la construcción de mitos y prejuicios asociados al ejercicio de la violencia, aprobándola y justificándola en muchos sentidos. De alguna manera la variable provocación, a la cual se aludió en la encuesta, se correlaciona con otra pregunta referida a la culpabilidad. Se preguntó si los hombres golpeadores de mujeres son siempre culpables, un alarmante 45% sostiene: a veces. En pocas palabras, esto quiere decir que se justifica la violencia en contra de las mujeres, en tanto que son ellas las que la provocan, y quien la ejerce no siempre es el responsable. Otros porcentajes reveladores de la percepción de los/as ciudadanos/as respecto del tema que nos ocupa los tenemos en que un 40% opinó que a las mujeres les gusta que las golpeen. En contraposición a ello podríamos argumentar que cualquier ser humano con una salud mental equilibrada, no puede aceptar ni gustarle que lo/a violenten. Lo que sí puede suceder es que muchas mujeres soportan la violencia intrafamiliar, por ejemplo, por razones económicas, de dependencia emocional, por terror, por no saber a dónde acudir ni a quién solicitar auxilio y otras, tolerando incluso, toda la vida, la violencia ejercida por sus parejas o esposos. Con relación al miedo un 48% opinó que esta variable influye sustantivamente en que las mujeres no presenten denuncias. Sin embargo, cerca del 50% cree que las mujeres deben denunciar agresiones de sus parejas o compañeros de hogar. Aunque, por otro lado, un 25% opinó que las actuaciones de violencia intrafamiliar provocadas por los hombres deben ser resueltas entre la pareja, antes que pensar en presentar denuncia al Ministerio Público o a la Policía Nacional Civil, con lo cual, desde nuestra perspectiva, puede ponerse en peligro la vida misma de las mujeres. Un asunto de fondo en cómo se percibe la violencia intrafamiliar, tiene que ver con que ésta se tipifica como asunto privado, en consecuencia no se considera como delito las agresiones físicas ni emocionales propinadas por el esposo o compañero. Lo anterior es grave ya que algunas mujeres mueren en manos de sus propios compañeros de hogar. Un 36% de los/as encuestados/as opinó que en caso que la agresión del hombre hacia la mujer sea por primera vez, debe dársele la oportunidad de rectificar sin denuncia. El problema es que los hombres que agreden físicamente a una mujer, aun cuando sea por primera vez, continuarán haciéndolo y justificando sus actuaciones. Diversos estudios psicológicos dan cuenta de eso, por ello es que los casos en los que se hace evidente la violencia intrafamiliar (aunque sea verbal) deben ser atendidos por profesionales especializados, no es posible que la propia familia o el agresor, aun con la mejor buena voluntad puedan, por sí solos, modificar estas conductas. La decisión de cambio y la voluntad de hacerlo son importantes, como lo es identificar que la violencia intrafamiliar es un problema que afecta al agresor y a la agredida o agredidos, cuando se hace extensivo a otros miembros de la familia, sin embargo no es suficiente para transformar conductas agresivas y violentas internalizadas, el proceso de socialización y aprendizaje. La revisión y análisis de los resultados de la encuesta de CS Sondea nos muestran desde la percepción ciudadana de buena parte de encuestados; que la violencia puede ser justificada. El otro elemento sobre el cual hay que poner atención es que el fenómeno de la violencia en contra de las mujeres, es analizado con superficialidad, al considerar que ésta es corregible a voluntad. Aunque el sondeo en cuestión, tomó una muestra relativamente pequeña, es muy probable que los resultados no difieran sustantivamente de ampliarse al resto del país. De cara a esta situación podemos plantear que la irresponsabilidad de la institucionalidad del Estado ha permitido y fomentado una cultura de violencia contra las mujeres, por ejemplo la falta de resultados en la investigación criminal para dar con los responsables y sancionarlos en correspondencia con el delito cometido. Otras instituciones también tienen responsabilidad, como el sistema educativo nacional, en tanto que a éste compete trabajar contenidos curriculares basados en valores y principios, como respeto y tolerancia. Estos sólo son ejemplos, pues el Estado es el responsable de asumir y practicar valores democráticos que fomenten la cultura de paz y se erradique la violencia en general y la practicada en contra de las mujeres. Ana Margarita Castillo Chacón - Investigadora de Incidencia Democrática. Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
http://www.i-dem.org
https://www.alainet.org/es/articulo/117423

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