Ni un chele má$!

13/11/2006
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  • Opinión
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Es conocida nuestra posición a favor de un sistema impositivo basado fundamentalmente en cargas fiscales a las grandes ganancias y a la gran propiedad.

Impuestos directos progresivos y con sentido de equidad: cada vez más altos para los que más ganan, mayores cargas para los más ricos, mayores impuestos para la intermediación y la especulación financiera y menores para las empresas productivas.

Tendrá que llegar el momento en que concluya la era del predominio abrumador de los impuestos al consumo, indiscriminados y abusivos respecto a los sectores de bajos y medianos ingresos.

Tendremos que conquistar el derecho del pueblo a disponer de un sistema fiscal diseñado para aportar a una justa y equitativa distribución del ingreso nacional y al desarrollo integral del país. De un sistema, que en el contexto de su competencia económica, forme parte de los instrumentos superadores del empobrecimiento del pueblo y del atraso y la dependencia del país.

Esa meta pendiente precisa además de cambios fundamentales en la política de gastos, destinados a superar la hipertrofia burocrática-clientelista, la corrupción, el dispendio, lo privilegios, el tráfico de influencia, el empleo irracional de los fondos públicos, los gastos superfluos y la evasión de impuestos por los sectores poderosos.

Pero ambas cosas, fundamentales en todo debate serio sobre reforma fiscal, son ilusorias en el contexto de gobiernos como el que actualmente dirige el proceso de recolonización neoliberal del país y la perversión y corrupción de sus instituciones.

Aquí no está planteada una reforma fiscal como proclaman el presidente Leonel Fernández, sus colaboradores y los mecanismos interventores tipo Fondo Monetario Internacional (FMI). Mucho menos está planteada una reforma fiscal desde una posición soberana.

Nada de eso.

Aquí nos quieren imponer más tributos bajo los condicionantes del FMI y de un gobierno corrupto, a la vez que pretenden eliminar los subsidios a la electricidad y al gas propano.

Los impuestos serían indirectos, al consumo y, en consecuencia, afectarían indiscriminadamente a todo el mundo, y muy especialmente, a consecuencia de una drástica relatividad, a los (as) que han sido empobrecidos (as) y los (as) que están en vía de serlo.

La eliminación de los subsidios encarecería significativamente la electricidad y el gas propano que consume la pobresía y los sectores medios empobrecidos.

Pero lo peor de todo esto es que no existe la menor garantía de que los dineros que ingresen por nuevos impuestos y por lo que se economice el Gobierno eliminando esos subsidios, van a ser bien empleados.

Más aun, existe la seguridad de que esos fondos serán robados, derrochados e irracionalmente invertidos o gastados.

Esa fue la historia del primer gobierno de Leonel y es la historia del actual. Ha sido además la historia de la partidocracia gobernante desde hace ya muchas décadas.

Y ahora con la construcción del METRO de la capital, la reelección, el Cártel de Obras Públicas, las “botellas” (empleos supernumerarios) ampliadas y multiplicadas, la impunidad de la corrupción pasada y presente, podemos asegurar que todo será peor, mucho peor.

Por eso Danilo Medina, que aspira a la presidencia y que ve su proyecto obstruido por la repostulación de Leonel Fernández, abandona el barco que se hunde. El haría lo mismo que Leonel si estuviera en la Presidencia, pero piensa (con cierta razón) que ahora él no tienen porque cargar con las cuentas de otro, que por demás le quiere cerrar el paso.

El destino de los nuevos impuesto nada tendrá que ver con políticas de desarrollo, justicia y bienestar social ¡Nada, absolutamente nada!

En tal contexto sería más que tonto, estúpido, ponerse a debatir sobre la reforma fiscal o sobre tipos de impuestos.

Lo único justo y responsable en este contexto es negarse rotundamente a aceptar nuevos impuestos.

¡Ni un centavo más!
¡Ni un chele colorao!

Ningún tipo de impuesto más para beneficio de un gobierno corrupto y de una partidocracia mafiosa, insensible y entreguista.

¡Hay que enfrentar con energía tal pretensión!

Nota: el “chele” es la denominación criolla del centavo de cobre, por eso lo de “colarado” o “colorao”.
https://www.alainet.org/es/articulo/118257
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