Mujeres guatemaltecas migrantes
09/04/2007
- Opinión
Puede calificarse de relevante la presencia de mujeres guatemaltecas trabajando en varios países de la comunidad internacional, en especial, Estados Unidos y el estado mexicano de Chiapas. No es un fenómeno nuevo y es un proceso vinculado a la acción femenina en diferentes áreas de la vida social. Paulatinamente, en forma autónoma -o con su familia- ejercen su libertad para trabajar. Un hecho vinculado a la feminización de la migración laboral.
La pobreza en el campo y las ciudades se ubica como la principal causa para que mujeres guatemaltecas busquen alternativas de desarrollo y mejoren sus condiciones de vida. La inmediata implicación socioeconómica lo constituye la migración en busca de un trabajo. Este aspecto se vincula a los principios de igualdad, seguridad, libertad, integridad y dignidad, los cuales deben prevalecer cuando ellas se encuentren trabajando en otra nación en forma documentada o indocumentada.
En ningún caso pueden aplicarse acciones de violencia contra ciudadanas de Guatemala -trabajando en un país diferente al suyo- pues, de ocurrir, se afecta la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. No existe ninguna legislación internacional con normas relativas a la subordinación de las mujeres con relación a los hombres porque ambos tienen las mismas capacidades para desempeñarse en el ámbito de la actividad laboral. Ninguna mujer guatemalteca en su país o el extranjero se encuentra fuera de los servicios de protección social, económica y política, ni pueden ser maltratadas por nadie, tengan o no la documentación migratoria. En el caso de mujeres trabajadoras domésticas o agrícolas de Guatemala en Chiapas, deben firmar contratos laborales para garantizar el pago de sus salarios y las prestaciones establecidas por las leyes.
Con el objetivo de fortalecer la organización social, diferentes sectores de la sociedad guatemalteca impulsan el principio de igualdad entre varón y mujer para respetar los derechos fundamentales de ambos. No marginar a las mujeres en la toma de decisiones significa fortalecer los valores humanos y evitar la intolerancia cultural. Asumir el rechazo a prejuicios con relación la inferioridad de la mujer implica anular cualquier ambiente hostil en contra de la emigración laboral femenina, pues son seres humanos en busca de trabajo sin afectar a la sociedad receptora.
Las mujeres guatemaltecas migrantes se han constituido en sujetos activos en el desarrollo de sus hogares en Guatemala y, en un elevado volumen, son responsables del mantenimiento de sus hijos e hijas, mande o no remesas familiares el esposo.
Investigaciones realizadas en Guatemala (Organización Internacional para las Migraciones, 1993) con relación a la migración laboral, ubicaron un reducido número de trabajadoras en Chiapas. Muchas de ellas laboraban en actividades agrícolas, pero aparecían como acompañantes en los registros de las delegaciones migratorias mexicanas. La situación actual ha variado: además de trabajar y obtener un salario en áreas de producción como el café, las trabajadoras guatemaltecas son requeridas por su destreza manual en el empaque de papaya y sembradíos de chile, entre otros.
Las mujeres guatemaltecas conocen las temporadas en las cuales se requiere su trabajo. Llegan a ejidos o fincas chiapanecas, junto a familiares o amigas como parte de las redes sociales de la migración laboral. En el campo, al realizar sus actividades, se colocan en la cabeza, para cubrirse del sol, un largo pañuelo (en Chiapas se llama paliacate). Se encuentran laborando después de romper ataduras sociales y culturales. Regresarán a sus lugares de origen y transmitirán sus experiencias.
Los factores culturales de identidad individual y de grupo, así como el sentimiento de pertenencia a una comunidad se encuentran presentes en el flujo migratorio de las trabajadoras. Además, tienen derecho a su especificidad espiritual y nadie debe interferir en la conservación de sus valores como parte de su cosmovisión.
Al permanecer fuera de sus casas, las mujeres guatemaltecas se integran a un proceso de adaptación cultural lento. Se trata de vivir en otra nación y fortalecer su experiencia migratoria. Las trabajadoras no ocasionan problemas económicos ni de desestabilización social o política en ninguna nación de destino. Pero la idea es regresar con el propósito de ayudar económicamente a hogares muy necesitados y, también, participar en las diferentes actividades culturales en sus lugares de origen.
La amplia presencia de mujeres guatemaltecas trabajando como parte de la migración laboral de carácter internacional, tiene el especial significado de anular expresiones de intolerancia y ocupar diferentes espacios sociales y económicos. Es la nueva realidad en Guatemala sujeta a lo establecido en los Acuerdos de Paz. En este aspecto debe destacarse lo expuesto por la escritora chiapaneca Rosario Castellanos: “Las mujeres estamos en proceso, no sólo de descubrirnos, sino de inventarnos”.
La pobreza en el campo y las ciudades se ubica como la principal causa para que mujeres guatemaltecas busquen alternativas de desarrollo y mejoren sus condiciones de vida. La inmediata implicación socioeconómica lo constituye la migración en busca de un trabajo. Este aspecto se vincula a los principios de igualdad, seguridad, libertad, integridad y dignidad, los cuales deben prevalecer cuando ellas se encuentren trabajando en otra nación en forma documentada o indocumentada.
En ningún caso pueden aplicarse acciones de violencia contra ciudadanas de Guatemala -trabajando en un país diferente al suyo- pues, de ocurrir, se afecta la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. No existe ninguna legislación internacional con normas relativas a la subordinación de las mujeres con relación a los hombres porque ambos tienen las mismas capacidades para desempeñarse en el ámbito de la actividad laboral. Ninguna mujer guatemalteca en su país o el extranjero se encuentra fuera de los servicios de protección social, económica y política, ni pueden ser maltratadas por nadie, tengan o no la documentación migratoria. En el caso de mujeres trabajadoras domésticas o agrícolas de Guatemala en Chiapas, deben firmar contratos laborales para garantizar el pago de sus salarios y las prestaciones establecidas por las leyes.
Con el objetivo de fortalecer la organización social, diferentes sectores de la sociedad guatemalteca impulsan el principio de igualdad entre varón y mujer para respetar los derechos fundamentales de ambos. No marginar a las mujeres en la toma de decisiones significa fortalecer los valores humanos y evitar la intolerancia cultural. Asumir el rechazo a prejuicios con relación la inferioridad de la mujer implica anular cualquier ambiente hostil en contra de la emigración laboral femenina, pues son seres humanos en busca de trabajo sin afectar a la sociedad receptora.
Las mujeres guatemaltecas migrantes se han constituido en sujetos activos en el desarrollo de sus hogares en Guatemala y, en un elevado volumen, son responsables del mantenimiento de sus hijos e hijas, mande o no remesas familiares el esposo.
Investigaciones realizadas en Guatemala (Organización Internacional para las Migraciones, 1993) con relación a la migración laboral, ubicaron un reducido número de trabajadoras en Chiapas. Muchas de ellas laboraban en actividades agrícolas, pero aparecían como acompañantes en los registros de las delegaciones migratorias mexicanas. La situación actual ha variado: además de trabajar y obtener un salario en áreas de producción como el café, las trabajadoras guatemaltecas son requeridas por su destreza manual en el empaque de papaya y sembradíos de chile, entre otros.
Las mujeres guatemaltecas conocen las temporadas en las cuales se requiere su trabajo. Llegan a ejidos o fincas chiapanecas, junto a familiares o amigas como parte de las redes sociales de la migración laboral. En el campo, al realizar sus actividades, se colocan en la cabeza, para cubrirse del sol, un largo pañuelo (en Chiapas se llama paliacate). Se encuentran laborando después de romper ataduras sociales y culturales. Regresarán a sus lugares de origen y transmitirán sus experiencias.
Los factores culturales de identidad individual y de grupo, así como el sentimiento de pertenencia a una comunidad se encuentran presentes en el flujo migratorio de las trabajadoras. Además, tienen derecho a su especificidad espiritual y nadie debe interferir en la conservación de sus valores como parte de su cosmovisión.
Al permanecer fuera de sus casas, las mujeres guatemaltecas se integran a un proceso de adaptación cultural lento. Se trata de vivir en otra nación y fortalecer su experiencia migratoria. Las trabajadoras no ocasionan problemas económicos ni de desestabilización social o política en ninguna nación de destino. Pero la idea es regresar con el propósito de ayudar económicamente a hogares muy necesitados y, también, participar en las diferentes actividades culturales en sus lugares de origen.
La amplia presencia de mujeres guatemaltecas trabajando como parte de la migración laboral de carácter internacional, tiene el especial significado de anular expresiones de intolerancia y ocupar diferentes espacios sociales y económicos. Es la nueva realidad en Guatemala sujeta a lo establecido en los Acuerdos de Paz. En este aspecto debe destacarse lo expuesto por la escritora chiapaneca Rosario Castellanos: “Las mujeres estamos en proceso, no sólo de descubrirnos, sino de inventarnos”.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
https://www.alainet.org/es/articulo/120449
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