Los musulmanes son hermanos, no enemigos, de los cristianos
16/04/2007
- Opinión
“ … El mundo se deshace … sin pañuelos de paz que lo despidan … los mundillos se atragantan de miedo, sin embargo millonan sin cesar los millonarios, con lágrimas de otros compran euros y con los euros compran armas, y con las armas fundan la basura de los cadáveres sin cruces … ” – Mario Benedetti –
En el transcurso de las últimas décadas aquél espacio geográfico que “genéricamente ” se denomina Mundo Islámico, ha sido considerado por la mayoría de las potencias mundiales como la nueva morada del mal, lo cual, en forma paralela, ha favorecido que en líneas generales la población occidental tenga una visión desacertada sobre el islamismo.
Estas distorsiones han sido fomentadas, en muchos casos, por países cristianos y occidentales que desoyen las Palabras de los Pastores que guían al Pueblo de Dios cuando éstos, en forma clara y concisa, plantean que los cristianos debemos construir un mundo de justicia social, paz, y libertad junto con los musulmanes ya que ellos adoran a un único Dios, misericordioso y todopoderoso, veneran a Jesús como profeta y, por ende, puede decirse que aprecian la vida moral y honran a Dios, sobre todo, con la oración, las limosnas y el ayuno – cf. Conc. Vat. II, Declaración “ Nostra aetate ”, 3 -.
Esta serie de posicionamientos “erróneos”, y en no pocas ocasiones \"mal intencionados” ya que detrás de ellos se ocultan intereses políticos y económicos, han conducido a muchos países occidentales, y cristianos, a crear contextos bélicos en Medio Oriente que han tenido como penosa consecuencia el exterminio de pueblos o ciudades enteras, lo cual constituye un crimen contra Dios y la humanidad que debe ser condenado con firmeza y sin vacilaciones – cf. Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 80 -.
Así mismo, a través de este sendero las grandes potencias occidentales han sembrado el suelo del mundo islámico con miles y miles de cuerpos musulmanes entre los cuales se encuentra el del ex dictador Saddam Hussein quién, luego de ser juzgado en un juicio que según numerosas agrupaciones de derechos humanos tuvo serias deficiencias, fue condenado a morir en la horca.
En relación con este hecho debe tenerse en claro que, en líneas generales, cualquier condena a muerte de una persona por su nacionalidad, religión, ideología o por cualquier otro motivo, debe ser cristianamente rechazada ya que Dios es el Señor de la vida, la cual es un don Suyo, y por ende, el hombre no puede – ni debe – decidir sobre la vida o la muerte de un ser humano – cf. Sto. Domingo, 215 -.
En particular, en relación a la condena a muerte en la que finalizó sus días Saddam Hussein debe tenerse en claro que, si bien es cierto que él cometió numerosos atropellos contra la vida de sus semejantes llevando adelante actos de gobierno que abiertamente deben ser rechazados, estando todavía vivo aún conservaba – como cualquier ser humano – la dignidad de toda persona y, de esta manera, Dios era el único que tenía la “ facultad ”, y el derecho, de examinar y juzgar la culpabilidad interna de Hussein y “ condenarlo ” – cf. Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 28 -.
Por estas razones, y teniendo en cuenta la catástrofe humanitaria que ha causado la incursión de las superpotencias occidentales en el mundo islámico, ha llegado la hora en que el pueblo cristiano en su conjunto le reclame a sus gobernantes que depongan su actitud bélica contra el Mundo Islámico ya que la misma genera miles de muertos; que utilicen su poderío económico y científico para ayudar al mundo a salir de las tinieblas hacia las que, en no pocas ocasiones, ellos mismos lo han conducido; y que favorezcan el transito de la humanidad en su conjunto hacia la luz, la paz y la fraternidad – cf. Rm. 13, 12 -
Lic. Daniel E. Benadava.
Psicólogo
En el transcurso de las últimas décadas aquél espacio geográfico que “genéricamente ” se denomina Mundo Islámico, ha sido considerado por la mayoría de las potencias mundiales como la nueva morada del mal, lo cual, en forma paralela, ha favorecido que en líneas generales la población occidental tenga una visión desacertada sobre el islamismo.
Estas distorsiones han sido fomentadas, en muchos casos, por países cristianos y occidentales que desoyen las Palabras de los Pastores que guían al Pueblo de Dios cuando éstos, en forma clara y concisa, plantean que los cristianos debemos construir un mundo de justicia social, paz, y libertad junto con los musulmanes ya que ellos adoran a un único Dios, misericordioso y todopoderoso, veneran a Jesús como profeta y, por ende, puede decirse que aprecian la vida moral y honran a Dios, sobre todo, con la oración, las limosnas y el ayuno – cf. Conc. Vat. II, Declaración “ Nostra aetate ”, 3 -.
Esta serie de posicionamientos “erróneos”, y en no pocas ocasiones \"mal intencionados” ya que detrás de ellos se ocultan intereses políticos y económicos, han conducido a muchos países occidentales, y cristianos, a crear contextos bélicos en Medio Oriente que han tenido como penosa consecuencia el exterminio de pueblos o ciudades enteras, lo cual constituye un crimen contra Dios y la humanidad que debe ser condenado con firmeza y sin vacilaciones – cf. Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 80 -.
Así mismo, a través de este sendero las grandes potencias occidentales han sembrado el suelo del mundo islámico con miles y miles de cuerpos musulmanes entre los cuales se encuentra el del ex dictador Saddam Hussein quién, luego de ser juzgado en un juicio que según numerosas agrupaciones de derechos humanos tuvo serias deficiencias, fue condenado a morir en la horca.
En relación con este hecho debe tenerse en claro que, en líneas generales, cualquier condena a muerte de una persona por su nacionalidad, religión, ideología o por cualquier otro motivo, debe ser cristianamente rechazada ya que Dios es el Señor de la vida, la cual es un don Suyo, y por ende, el hombre no puede – ni debe – decidir sobre la vida o la muerte de un ser humano – cf. Sto. Domingo, 215 -.
En particular, en relación a la condena a muerte en la que finalizó sus días Saddam Hussein debe tenerse en claro que, si bien es cierto que él cometió numerosos atropellos contra la vida de sus semejantes llevando adelante actos de gobierno que abiertamente deben ser rechazados, estando todavía vivo aún conservaba – como cualquier ser humano – la dignidad de toda persona y, de esta manera, Dios era el único que tenía la “ facultad ”, y el derecho, de examinar y juzgar la culpabilidad interna de Hussein y “ condenarlo ” – cf. Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 28 -.
Por estas razones, y teniendo en cuenta la catástrofe humanitaria que ha causado la incursión de las superpotencias occidentales en el mundo islámico, ha llegado la hora en que el pueblo cristiano en su conjunto le reclame a sus gobernantes que depongan su actitud bélica contra el Mundo Islámico ya que la misma genera miles de muertos; que utilicen su poderío económico y científico para ayudar al mundo a salir de las tinieblas hacia las que, en no pocas ocasiones, ellos mismos lo han conducido; y que favorezcan el transito de la humanidad en su conjunto hacia la luz, la paz y la fraternidad – cf. Rm. 13, 12 -
Lic. Daniel E. Benadava.
Psicólogo
https://www.alainet.org/es/articulo/120562
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