Discriminación positiva en Chile:
¿Solución a la discriminación y desigualdad?
29/03/2006
- Opinión
Santiago de Chile
La tarde del 12 de marzo, frente al Palacio de Gobierno, en la recién inaugurada Plaza de la Ciudadanía, los vendedores ambulantes aumentaron gratamente sus ganancias, al ofrecer “la novedad del año”: bandas presidenciales, que las mujeres comunes y corrientes de Chile, lucían con orgullo, en la gran Alameda.
El “fenómeno Bachelet”, le llaman algunos; sus adversarios políticos: “la Michelle” y los más déspotas: “la Gordi”. Mirado desde una perspectiva de género, Michelle Bachelett, logró quebrar la lógica machista del escenario político, imponiendo su propio estilo para acceder a las esferas del poder. Sin embargo, comenzó a acomodarse: su imagen sufrió las modificaciones que impone el mundo masculino. Con vestidos formales, con sonrisas menos espontáneas y un discurso claramente delineado por sus asesores, llegó a la meta de convertirse en la primera mujer que accede a la presidencia de Chile.
Esta mujer, que se define a si misma como “socialista, separada y agnóstica”, fue investida con la banda tricolor. Entre sus primeras medidas, nombró un gabinete con paridad de género, sin embargo, el ministro de Interior, no fue menos simbólico, Andrés Zaldívar, militante del ala más retrograda de la Democracia Cristiana. Este partido, que brindó todo su apoyo al golpe de Estado liderado por Pinochet, es el mismo que impuso el término de “reconciliación” y “justicia en la medida de lo posible”, cuando se retomó la transición a la democracia. Sin olvidar el hecho, de que es el continuador y el mayor defensor del modelo económico impuesto por la dictadura.
Expectativas e indefiniciones
En Chile, especialmente las mujeres, han cifrado grandes expectativas en este nuevo gobierno, liderado por Michelle Bachelet. Ellas es el símbolo del matriarcado, y en esto, los medios de comunicación oficiales, han hecho muy bien su labor. En su propuesta de “Los 100 primeros días”, la Presidenta, en términos de paridad, no dice mucho sobre el tema de terminar con la diferencia de salarios entre hombres y mujeres, tampoco dice mucho de la discriminación de cobros a mansalva, que hacen las Isapres a las mujeres en edad fértil. Tampoco queda claro ante la opinión pública si esta mujer, ligada al mundo militar, “separada”, deje al Papá confiado de que el mundo católico chileno, no corre ningún peligro.
Sin ánimo de quitarle sus méritos a nuestra flamante Presidenta, la paridad de género, no es una idea nueva en Chile, el Banco Mundial, contemplaba en sus programas de financiamiento la imposición del enfoque de género, desde que asumieran los gobiernos del conglomerado concertacionista.
Hablando seriamente, las políticas económicas impuestas por el mercado, y defendidas por la Concertación, más que liberar a las mujeres en particular, han significado una mayor explotación. Las trabajadoras temporeras de la agroexportación, continúan con un régimen de esclavitud, sin previsión de salud, sin poder soñar siquiera con terminar su vejez con jubilaciones, ya no digamos dignas, sino de plano inexistentes, puesto que deberían trabajar 150 años para lograr una pensión de gracia por parte del Estado. A esto se agregan las extenuantes jornadas de trabajo, la exposición constante a plaguicidas, que no sólo afectan a su salud directamente, sino a sus hijos que pueden nacer con malformaciones congénitas, producto de los venenos con los que día a día conviven.
Por su parte, las productoras campesinas, convertidas por el modelo en “microempresarias”, tampoco cuentan con el apoyo de políticas agrarias, que sustenten sus cultivos tradicionales; de esta forma, el Estado impone sus propias líneas, y si ellas no son capaces de tener productos rentables para el mercado, terminan endeudadas con el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP) o con los bancos privados, que en el peor de los casos, embargan las pocas tierras que les van quedando.
Otros de tema, largamente debatido previo a las elecciones presidenciales, fue el de la flexibilización de horarios. En este aspecto, la Presidenta de Chile también manifestó su postura, sin embargo, la flexibilización no es otra cosa que empleos sin contratos, sin derechos a la salud, sin vacaciones y tan flexibles que se traduce en no tener horarios ni sueldo fijos, como el caso de las mujeres que trabajan por obra en sus casas, las que bajo un porcentaje de producción, hacen su propio sueldo, cubriendo de esta forma el alto porcentaje de cesantes en el país.
Otro ejemplo de desigualdad en términos de género y que no parece ser parte de la agenda nacional, es el de las trabajadoras de casa particular, espacio donde se desempeñan gran cantidad de mujeres del sector urbano, aunque no existen cifras oficiales, ni estadísticas que así lo demuestren. En este caso, aseguran las dirigentas de sindicatos de trabajadoras de casa particular, no existe fiscalización sobre las condiciones laborales, puesto que hay una relación laboral que parte desde la intimidad de un hogar. No existe la intención, al menos así se desprende de la propuesta que hace la Presidenta, de legislar al respecto, mientras tanto, los contratos irregulares, la falta de imposiciones, el aislamiento y la soledad en el que se desenvuelven estas trabajadoras conforman un terreno en el que se mezclan el abuso laboral y la violencia intra-doméstica.
¿Terminará con la herencia de la dictadura?
Alguien podría poner en cuestión, el hecho de que la Presidenta de Chile, recién comienza a gobernar, o tal vez plantear que los cambios son paulatinos y lentos en relación a los tiempos que vivimos. Por eso, y solo por eso, debería bastarnos haber logrado que en este país, conservador por esencia, gobierne una “mujer, socialista, separada y agnóstica”.
A mi juicio, no es poca cosa tener a una mujer ocupando el sillón presidencial, es una muestra de algo que está lejos de ser irrelevante. En este contexto, sin embargo, tampoco se puede dejar de lado, el hecho de que ella es representante de una coalición de gobierno, la “Concertación de Partidos por la Democracia”, que se ha convertido en la continuadora del modelo económico y político, heredado de la dictadura.
Entonces, tampoco resulta menor, los signos que vienen desde el poder judicial, cuyos jueces en estos últimos 16 años, han tenido una postura cauta en el terreno de los derechos humanos, sometiendo a procesos a quienes aparecen como responsables de los crímenes más relevantes, o por decirlo de otra forma, de los casos más simbólicos. Por eso, resulta extraño, que en una reciente sentencia de los tribunales, (en el caso Caravana de la Muerte) se modifique la línea sostenida hasta ahora, abriendo una nueva tendencia de resoluciones para la aplicación del secuestro calificado, que finalmente podría derivar en que no se apliquen condenas efectivas a los militares que se encuentran procesados en casos de violaciones a derechos humanos.
Podría pensarse que la suspicacia es demasiada, pero no se puede dejar de lado otro ejemplo de desigualdad y discriminación, como es el caso de los hermanos mapuche presos, procesados por la Ley Antiterrorista, que por estos días se encuentran en huelga de hambre, para exigir justicia y libertad inmediata. Como también queda pendiente “la deuda histórica” que se tiene con el pueblo mapuche, que claramente Lagos no pudo saldar.
Volviendo a la Presidenta, también se debe afirmar, que en ninguno de los temas conflictivos como los citados, ella ha tenido una postura clara, o más profunda, que permitan ir vislumbrando cuáles serán los cambios que esta mujer “socialista” aportará desde el poder de su investidura.
Si pensamos que la “Concertación”, aparecía ya desgastada en las últimas encuestas, producto de las prácticas corruptas impuestas en algunos ministerios, Michelle Bachelet, aparece como el salvavidas, que con su extrovertida personalidad limpia esta imagen y la vuelve a potenciar, para gobernar cuatro años más sin mayores contratiempos.
No queda claro, si los cambios serán profundos esta vez, o simples maquillajes orquestados por los medios de comunicación oficiales, con una figura renovada. La Constitución que nos rige a todos, es la impuesta por la dictadura, en el plano jurídico, aún no se termina con la Ley Antiterrorista, (uno de los primeros compromisos de la Concertación); el modelo económico solo ha favorecido a los grandes empresarios, y ha empobrecido a la mayoría de los y las chilenas, y, culturalmente, no hemos avanzado todo lo que las mujeres necesitamos.
La tarde del 12 de marzo, frente al Palacio de Gobierno, en la recién inaugurada Plaza de la Ciudadanía, los vendedores ambulantes aumentaron gratamente sus ganancias, al ofrecer “la novedad del año”: bandas presidenciales, que las mujeres comunes y corrientes de Chile, lucían con orgullo, en la gran Alameda.
El “fenómeno Bachelet”, le llaman algunos; sus adversarios políticos: “la Michelle” y los más déspotas: “la Gordi”. Mirado desde una perspectiva de género, Michelle Bachelett, logró quebrar la lógica machista del escenario político, imponiendo su propio estilo para acceder a las esferas del poder. Sin embargo, comenzó a acomodarse: su imagen sufrió las modificaciones que impone el mundo masculino. Con vestidos formales, con sonrisas menos espontáneas y un discurso claramente delineado por sus asesores, llegó a la meta de convertirse en la primera mujer que accede a la presidencia de Chile.
Esta mujer, que se define a si misma como “socialista, separada y agnóstica”, fue investida con la banda tricolor. Entre sus primeras medidas, nombró un gabinete con paridad de género, sin embargo, el ministro de Interior, no fue menos simbólico, Andrés Zaldívar, militante del ala más retrograda de la Democracia Cristiana. Este partido, que brindó todo su apoyo al golpe de Estado liderado por Pinochet, es el mismo que impuso el término de “reconciliación” y “justicia en la medida de lo posible”, cuando se retomó la transición a la democracia. Sin olvidar el hecho, de que es el continuador y el mayor defensor del modelo económico impuesto por la dictadura.
Expectativas e indefiniciones
En Chile, especialmente las mujeres, han cifrado grandes expectativas en este nuevo gobierno, liderado por Michelle Bachelet. Ellas es el símbolo del matriarcado, y en esto, los medios de comunicación oficiales, han hecho muy bien su labor. En su propuesta de “Los 100 primeros días”, la Presidenta, en términos de paridad, no dice mucho sobre el tema de terminar con la diferencia de salarios entre hombres y mujeres, tampoco dice mucho de la discriminación de cobros a mansalva, que hacen las Isapres a las mujeres en edad fértil. Tampoco queda claro ante la opinión pública si esta mujer, ligada al mundo militar, “separada”, deje al Papá confiado de que el mundo católico chileno, no corre ningún peligro.
Sin ánimo de quitarle sus méritos a nuestra flamante Presidenta, la paridad de género, no es una idea nueva en Chile, el Banco Mundial, contemplaba en sus programas de financiamiento la imposición del enfoque de género, desde que asumieran los gobiernos del conglomerado concertacionista.
Hablando seriamente, las políticas económicas impuestas por el mercado, y defendidas por la Concertación, más que liberar a las mujeres en particular, han significado una mayor explotación. Las trabajadoras temporeras de la agroexportación, continúan con un régimen de esclavitud, sin previsión de salud, sin poder soñar siquiera con terminar su vejez con jubilaciones, ya no digamos dignas, sino de plano inexistentes, puesto que deberían trabajar 150 años para lograr una pensión de gracia por parte del Estado. A esto se agregan las extenuantes jornadas de trabajo, la exposición constante a plaguicidas, que no sólo afectan a su salud directamente, sino a sus hijos que pueden nacer con malformaciones congénitas, producto de los venenos con los que día a día conviven.
Por su parte, las productoras campesinas, convertidas por el modelo en “microempresarias”, tampoco cuentan con el apoyo de políticas agrarias, que sustenten sus cultivos tradicionales; de esta forma, el Estado impone sus propias líneas, y si ellas no son capaces de tener productos rentables para el mercado, terminan endeudadas con el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP) o con los bancos privados, que en el peor de los casos, embargan las pocas tierras que les van quedando.
Otros de tema, largamente debatido previo a las elecciones presidenciales, fue el de la flexibilización de horarios. En este aspecto, la Presidenta de Chile también manifestó su postura, sin embargo, la flexibilización no es otra cosa que empleos sin contratos, sin derechos a la salud, sin vacaciones y tan flexibles que se traduce en no tener horarios ni sueldo fijos, como el caso de las mujeres que trabajan por obra en sus casas, las que bajo un porcentaje de producción, hacen su propio sueldo, cubriendo de esta forma el alto porcentaje de cesantes en el país.
Otro ejemplo de desigualdad en términos de género y que no parece ser parte de la agenda nacional, es el de las trabajadoras de casa particular, espacio donde se desempeñan gran cantidad de mujeres del sector urbano, aunque no existen cifras oficiales, ni estadísticas que así lo demuestren. En este caso, aseguran las dirigentas de sindicatos de trabajadoras de casa particular, no existe fiscalización sobre las condiciones laborales, puesto que hay una relación laboral que parte desde la intimidad de un hogar. No existe la intención, al menos así se desprende de la propuesta que hace la Presidenta, de legislar al respecto, mientras tanto, los contratos irregulares, la falta de imposiciones, el aislamiento y la soledad en el que se desenvuelven estas trabajadoras conforman un terreno en el que se mezclan el abuso laboral y la violencia intra-doméstica.
¿Terminará con la herencia de la dictadura?
Alguien podría poner en cuestión, el hecho de que la Presidenta de Chile, recién comienza a gobernar, o tal vez plantear que los cambios son paulatinos y lentos en relación a los tiempos que vivimos. Por eso, y solo por eso, debería bastarnos haber logrado que en este país, conservador por esencia, gobierne una “mujer, socialista, separada y agnóstica”.
A mi juicio, no es poca cosa tener a una mujer ocupando el sillón presidencial, es una muestra de algo que está lejos de ser irrelevante. En este contexto, sin embargo, tampoco se puede dejar de lado, el hecho de que ella es representante de una coalición de gobierno, la “Concertación de Partidos por la Democracia”, que se ha convertido en la continuadora del modelo económico y político, heredado de la dictadura.
Entonces, tampoco resulta menor, los signos que vienen desde el poder judicial, cuyos jueces en estos últimos 16 años, han tenido una postura cauta en el terreno de los derechos humanos, sometiendo a procesos a quienes aparecen como responsables de los crímenes más relevantes, o por decirlo de otra forma, de los casos más simbólicos. Por eso, resulta extraño, que en una reciente sentencia de los tribunales, (en el caso Caravana de la Muerte) se modifique la línea sostenida hasta ahora, abriendo una nueva tendencia de resoluciones para la aplicación del secuestro calificado, que finalmente podría derivar en que no se apliquen condenas efectivas a los militares que se encuentran procesados en casos de violaciones a derechos humanos.
Podría pensarse que la suspicacia es demasiada, pero no se puede dejar de lado otro ejemplo de desigualdad y discriminación, como es el caso de los hermanos mapuche presos, procesados por la Ley Antiterrorista, que por estos días se encuentran en huelga de hambre, para exigir justicia y libertad inmediata. Como también queda pendiente “la deuda histórica” que se tiene con el pueblo mapuche, que claramente Lagos no pudo saldar.
Volviendo a la Presidenta, también se debe afirmar, que en ninguno de los temas conflictivos como los citados, ella ha tenido una postura clara, o más profunda, que permitan ir vislumbrando cuáles serán los cambios que esta mujer “socialista” aportará desde el poder de su investidura.
Si pensamos que la “Concertación”, aparecía ya desgastada en las últimas encuestas, producto de las prácticas corruptas impuestas en algunos ministerios, Michelle Bachelet, aparece como el salvavidas, que con su extrovertida personalidad limpia esta imagen y la vuelve a potenciar, para gobernar cuatro años más sin mayores contratiempos.
No queda claro, si los cambios serán profundos esta vez, o simples maquillajes orquestados por los medios de comunicación oficiales, con una figura renovada. La Constitución que nos rige a todos, es la impuesta por la dictadura, en el plano jurídico, aún no se termina con la Ley Antiterrorista, (uno de los primeros compromisos de la Concertación); el modelo económico solo ha favorecido a los grandes empresarios, y ha empobrecido a la mayoría de los y las chilenas, y, culturalmente, no hemos avanzado todo lo que las mujeres necesitamos.
https://www.alainet.org/es/articulo/121048
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