La derrota de Israel
- Opinión
La masacre israelí y la estrategia norteamericana
Frente al Cristo de la cruz y de las torturas, el Cristo de las bodas de Qana (Canaán) es una de sus imágenes más singulares y vitales en tanto reivindica el gozo de la vida como una de las dimensiones fundamentales de la condición humana. Una suerte de Cristo pagano y sensual, promotor de la fiesta y del carnaval.
¿Quién habría de pensar que casi dos milenios después, las huestes de la muerte habrían de asesinar a los comensales de la fiesta infinita en que Cristo multiplicaba sin cesar el pan y el vino?
La masacre de Qana (Canaán) cambió el curso de la guerra y precipitó el horror de la humanidad, derrotando la maniobra de Israel, EE.UU. y gran parte de Europa para dejar libre a las fuerzas terroristas del Estado de Israel.
La utilización de los dos soldados hebreos presos –acción ésta, de la captura de soldados, legítima en guerra– por Israel como justificación para el ataque brutal a Líbano no convenció a nadie. Solo un imaginario de delirante racismo puede creer que dos soldados valen un país entero. Por otra parte, Israel tiene en sus cárceles a cerca de diez mil soldados palestinos y libaneses, mil de los cuales son mujeres, niños y ancianos. El intercambio de prisioneros es un principio del derecho humanitario.
La acción israelí estuvo preparada desde mucho antes. Forma parte de una estrategia que luego de propiciar la retirada de las fuerzas armadas sirias del Líbano –las mismas que estuvieron allí por una decisión de la Liga árabe, con el consentimiento libanés y sin haber producido ninguna destrucción- pretendía retornar al sur libanés, controlar el río Litani y destruir a Hezbolá para preparar el ataque a Siria e Irán. La secretaria de Estado norteamericana, la inefable Condoleezza, se apresuró a respaldar a Israel y a señalar que junto a la invasión norteamericana de Irak, la acción de Israel iba a acelerar la modificación del mapa del Medio Oriente[1].
Esa estrategia demandaba una gran maniobra de distracción para darle tiempo a Israel para cumplir sus objetivos. Condoleezza viajó varias veces por la zona, visitó las capitales europeas, estuvo en una reunión internacional en Roma para crear la imagen de negociación, mientras en concreto boicoteaba todo pedido de inmediato cese al fuego.
Mientras tanto, Israel destruía la infraestructura vial, eléctrica, industrial de Líbano, devastaba decenas de aldeas y barrios enteros de Tiro, Baalbeck, Beirut, propiciaba el éxodo de cerca de un millón de libaneses y masacraba a cientos y miles de personas.
La masacre de Qana (Canaán) puso al mundo entero contra esa maniobra y obligó al gobierno libanés –reticente en principio- a condenar a Israel, rechazar el viaje de Condoleezza Rice y exigir que las Naciones Unidas resuelvan el cese de hostilidades. La Liga árabe, donde gobiernos como el egipcio o el jordano odian la resistencia árabe y a Hezbolá mientras se subordinan a EE.UU., se vieron obligados a reunirse, apoyar a Líbano y demandar la resolución de las N.U.
Las maniobras de EE.UU., con el apoyo encubierto de algunos países europeos, le dieron a Israel más de un mes para cumplir sus objetivos, al cabo de los cuales había destruido al Líbano sin afectar la fuerza de Hezbolá quien había logrado consolidar sus posiciones políticas en todo el país. Más aún, los intentos de invadir al Sur hasta el Río Litani, resultaron un fiasco y las tropas israelíes sufrieron importantes pérdidas en tanques, helicópteros, piezas de artillería y múltiples bajas.
El fracaso de la ofensiva de Israel los obligó a aceptar la resolución de las Naciones Unidas.
La derrota del Estado de Israel
Mas allá de las declaraciones de los círculos oficiales israelíes, la sensación de derrota se extiende por todo el espectro político hebreo y está provocando una gran conmoción interna. Amplios círculos del pueblo judío que apoyaron la guerra se preguntan porque el segundo ejército más poderoso del mundo –con una aviación, según los expertos, más efectiva que la norteamericana- no logró liquidar a Hezbolá, el gran objetivo, y ni siquiera liberar a los dos prisioneros, el pretexto de la invasión.
Poco antes de que la ONU resolviera el fin de las hostilidades, el ejército israelí en una muestra de prepotencia demencial –y fracasada-, declaró que Israel no podía perder su “capacidad disuasiva” y que tenía que lanzar todas sus fuerzas hasta eliminar a Hezbolá.
La tragedia de las potencias invasoras es que solo pueden gobernar por el terror, mostrando cada cierto tiempo su capacidad de aniquilación del adversario. Así le ocurría a la Alemania nazi hasta que la derrota de Stalingrado la mostró vulnerable y aceleró su derrota. Así le ocurrió a EE.UU. en Vietnam y le está ocurriendo en Irak. Así le ha ocurrido a Israel. Los pueblos invadidos y sometidos y las fuerzas guerrilleras que los defienden solo tienen que sobrevivir para derrotar al invasor. En la guerra de Vietnam, EE.UU. estuvo a punto de lanzar bombas nucleares “tácticas” pero se detuvo: podía sobrevivir una pareja de vietnamitas y recomenzar la resistencia.
En la guerra de los Seis Días de 1967 –veinte años después de la invasión a Palestina en 1947-48- Israel mostró el enorme poder de sus FF.AA. En 1982 volvió a mostrar su “capacidad disuasiva” de una manera atroz: destruyó Líbano y Beirut, causando tanto dolor que los palestinos, sin haber sido derrotados y sin que las fuerzas terrestres de Israel lograran penetrar en Beirut ni siquiera en su aeropuerto, se vieron obligados a retirarse para evitar la continuación de la masacre.
Esta vez, sin embargo, a pesar del apoyo desembozado de EE.UU. y encubierto de buena parte de la Unión Europea, no logró mostrar su “capacidad disuasiva”: Hezbolá mantuvo sus fuerzas y aumentó su apoyo, casi total en la comunidad shií y mayoritaria en las otras comunidades libanesas, incluida la de los cristianos maronitas.
Israel no podía repetir lo que hizo en 1982 porque los shiíes son la tierra misma de gran parte del Líbano y Hezbolá es la comunidad shií en armas.
Tal como lo dice el Iar-Noticias del domingo 13 de agosto, Israel “perdió la batalla militar terrestre, quedó como una potencia genocida serial ante el mundo, atraviesa una crisis interna de difícil pronóstico, y ha terminado con su mito de ‘Israel potencia’".
Para un ejército invasor, la pérdida de su “capacidad disuasiva” es fatal. Su vulnerabilidad fortalece la resistencia de los pueblos oprimidos e invadidos y precipita su crisis política interna. Los “halcones” del Ejército fueron derrotados y el gobierno de Olmert ha quedado en la cuerda floja con gastos por 5 mil millones de dólares. Bien puede fortalecerse la derecha integrista pero también la izquierda pacifista.
Pero la derrota de Israel va más allá de la pérdida (parcial) de su “capacidad disuasiva”. Su desprestigio en el mundo es cada vez mayor, y cada vez más numerosa la cantidad de gente que los compara con los nazis –y a los palestinos con los judíos de los campos de concentración-. El otrora pequeño David que habría derrotado al Goliat árabe en el 67, los herederos de los judíos del Holocausto, los creadores de los Kibutz, tienen ahora la imagen de un Estado terrorista y criminal, capaz de las peores atrocidades, portador de un racismo delirante -un judío vale mil palestinos-, militarizado hasta los huesos –un soldado israelí vale el pueblo de Líbano. Y lo que es peor, convertido en un peón de la estrategia norteamericana, una gigantesca base militar yanqui para “remodelar el mapa del Medio Oriente”, según las poco felices declaraciones de Condoleezza Rice, consolidar su dictadura planetaria y apropiarse de los recursos naturales de la zona –petróleo y agua-. Y todavía peor: un ejército criminal que ha perdido su “capacidad disuasiva”. Mas aún, Israel ha dejado de ser la tierra de promisión de los judíos del mundo –40 millones frente a los 5 millones de Israel-. Y son cada vez más los israelitas que abandonan Israel.
La actual derrota del Estado de Israel es una derrota histórica.
La victoria política de Hezbolá
El día en que Israel pregonaba que emplearía todo su ejército para ampliar su invasión a todo el Sur del Líbano hasta el Río Litani y más allá incluso, Hassan Nasralá, el líder de Hezbolá, anunció su aceptación del plan del gobierno de Líbano que incluía el ingreso del ejército libanés en los territorios controlados por su organización e invadidos por Israel. Una vez emitida la resolución de la ONU, anunció su aceptación a pesar de su desacuerdo sobre algunos puntos. Una demostración de gran madurez política mientras la dirección militar de Israel evidenciaba una desesperación delirante.
Durante toda la campaña, Hezbolá exhibió una extraordinaria inteligencia política y una gran capacidad militar defensiva. Sólo el apoyo del pueblo explica la velocidad para retirar las plataformas de lanzamiento de cohetes en menos de los 7 minutos que requerían los aviones israelíes para bombardearlos; y, los cientos de emboscadas que destruyeron tanques, helicópteros, piezas de artillería e incluso un buque de guerra.
Según las estadísticas del gobierno de Olmert, las bajas israelíes fueron de 159, 103 militares. En el lado libanés hubo de más de 1500 muertos, de los cuales, según las cifras israelíes, 180 fueron milicianos de Hezbolá. ¿Superior puntería de Hezbolá?
Hezbolá pretendió todo el tiempo concentrar sus acciones sobre el ejército, desde la primera acción de los dos soldados presos “Nuestros blancos no son los civiles, sino las fuerzas militares sionistas”, declaró su líder, Hassan Nasrallah. Robert Fisk señaló los ataques dirigidos “al centro de control de tráfico de Merón, una instalación militar ultrasecreta, denominado con el nombre en código ‘Apollo’, donde científicos militares israelíes trabajan dentro de cuevas y bunkers (...) controlando todo el tráfico aéreo que entre y sale de Beirut, Damasco, Amman y otras ciudades árabes”. ¿Superiores los servicios de inteligencia de Hezbolá?
Israel, en cambio, siguió la tesis de las dictaduras militares del Cono Sur, de que hay que asesinar 10 civiles para que muera un “terrorista”.
¿Quiénes son los terroristas? ¿Quiénes los civilizados?
La habilidad política de Hezbolá –prudencia, concentración de los ataques en objetivos militares, política conciliadora en el Líbano- le ha valido un reconocimiento en muchas regiones del planeta, aumentando su prestigio en el mundo árabe y musulmán para los cuales es la única fuerza –infinitamente más débil que Israel- que se solidariza con los palestinos y logra una gran victoria.
Las declaraciones de William Lind, director del Centro para el Conservadurismo Cultural de la Free Congress Foundation son contundentes al respecto:
“....demuestra una vez más que Hezbola puede enfrentarse a un ejército estatal en igualdad de términos (los chechenos son la única otra fuerza de guerra de cuarta generación que demuestra esta capacidad). En ambos sentidos, el contraste con los Estados árabes estará claro en las calles y llevará al mundo árabe y al más amplio mundo islámico más lejos del Estado. Hezbola ha logrado, pues, otras dos primicias. Con descargas de misiles que se adentraron en Israel respondió de forma efectiva a un bombardeo terrorista desde el aire, que el Estado cree es su monopolio. Se puede imaginar la resonancia que esto tuvo en todo el mundo entre quienes son bombardeados a menudo pero que nunca pueden bombardear a su vez. Y Hezbola atacó otro monopolio del Estado, los barcos, al atacar y destruir un barco de guerra israelí que contribuía al bloqueo (yo pongo en duda la afirmación de Israel de que el arma era un misil anti-buques C-801, que habría hundido una pequeña corbeta misil).
Los efectos de su acción son muy grandes: en Irak ha fracturado el poder de los clérigos shiíes obligando a sectores del gobierno pronorteamericano a condenar la agresión israelí, y propiciado la resurrección del ala radical de Muqtada al Sader que convocó una gigantesca movilización de rechazo a Israel y EE.UU., estimulando así la convergencia de shiies y sunitas en contra de la ocupación. De inmediato, las tropas norteamericanas los bombardearon e invadieron Ciudad Sader. En Egipto y Jordania, cuyos gobiernos prooccidentales son el peor obstáculo para la causa árabe y palestina, las consecuencias de la acción del Hezbolá han sido también enormes. Robert Fisk lo reconoce: “Sus líderes –nuestros líderes árabes ‘moderados’ prooccidentales, como el rey Abdulá de Jordania y el presidente Mubarak de Egipto–, pueden tener miedo. Pero sus pueblos no. Y una vez que un pueblo perdió su terror, no se le puede reinyectar el miedo”.
Irán, de mayoría shií y Siria, sunita y alauita, por su parte, han salido del aislamiento y la perspectiva de un ataque en su contra por EE.UU. o Israel ha sido debilitado[2]. Condoleezza Rice tiene razón: el mapa del Oriente Medio empieza a modificarse.
Por otra parte, Hezbolá está ganando la batalla de la paz. Tal como lo dice Robert Fisk:
“Hezbolá le ha robado protagonismo tanto a la Organización de Naciones Unidas como al gobierno libanés al dedicar cientos de millones de dólares -provenientes casi seguramente de Irán-a aliviar la devastación en el sur de Líbano y en los suburbios destruidos del sur de Beirut.
“Este masivo esfuerzo por la reconstrucción es sin costo para los miles de libaneses cuyos hogares fueron destruidos o dañados por el feroz asalto de cinco semanas sobre su país. Con esto, la guerrilla se ha ganado la lealtad de hasta los más escépticos miembros de la comunidad chiíta en Líbano”.
Soy ateo y laico. En el espectro del mundo árabe simpatizo con el Frente Popular y el Frente Democrático por la Liberación de Palestina, organizaciones de izquierda de bases cristianas. No estoy de acuerdo con el integrismo islámico. Sin embargo, creo que en esta fase, el nacionalismo laico no tiene muchas posibilidades de liderar la resistencia de las masas árabes a la opresión del poder imperial, a pesar de su importante presencia en muchas regiones y en la resistencia irakí. El Islam es, hoy por hoy, un espacio cultural privilegiado de unificación de la causa árabe y de las regiones no árabes, sobre todo si supera las diferencias de clan y religiosas que Occidente atiza.
Hezbolá ha ido más allá de una organización integrista y se ha convertido en la expresión política ya no sólo de los shiies libaneses sino de una gran mayoría del pueblo libanés, árabe y musulmán. Hamas, de bases sunitas, ganó democráticamente el gobierno de Palestina. Las dos organizaciones no tienen nada que ver con Al Qaeda que solo representa al wahabbismo intransigente de los jeques petroleros, repudiado por la gran mayoría del Islam y de los pueblos árabes, en especial de Irak y Palestina, y por los pueblos no árabes que adhieren al Islam, como Irán.
Creo que la política del Coronel Chávez de influir en el nacionalismo islámico es la correcta. Las declaraciones de Hassan Nasralá a los periodistas turcos Roza Çiodem Erdooan y Mutlu Þahin de La Haine lo confirman:
“El movimiento socialista, que había estado alejado de la lucha internacional por un tiempo considerable, al fin ha comenzado a convertirse nuevamente en una fuente de apoyo moral para nosotros. El ejemplo más concreto ha sido el de Hugo Chávez, el Presidente de Venezuela. Lo que la mayoría de los estados Musulmanes no hacen, fue hecho por Chávez que retiró su embajador de Israel. Además, el nos comunicó su apoyo a nuestra resistencia. Esto ha sido una fuente de apoyo moral a nuestra lucha. (...) Nosotros saludamos a los dirigentes y a los pueblos de Latinoamérica. Ellos han resistido heroicamente contra los bandidos norteamericanos y han sido una fuente de apoyo moral para nosotros. Ellos están guiando y mostrando el camino para los pueblos oprimidos. ¡Vaya, dense unas vueltas por nuestras calles! Usted será testigo de como nuestro pueblo ha abrazado a Chávez y Ernesto Che Guevara. Casi en todas las casas, usted se encontrara con posters del Che o Chávez”.
La invocación al movimiento socialista por Narralah muestra la dimensión política de Hezbolá que no puede ser reducido al integrismo islámico ni mucho menos. Tal invocación muestra la gran posibilidad de la confluencia entre la resistencia popular latinoamericana y la resistencia antimperialista islámica.
Julián Quito es escritor ecuatoriano.
[1] Para varios analistas, la guerra contra Irán a comenzado. Desde mediados del 2005, nos dice Scott Ritter “ se realizan vuelos estadounidenses sobre suelo iraní, utilizando aviones teledirigidos y otras posibilidades más avanzadas.” A la vez ha lanzado “varias operaciones ofensivas clandestinas dentro de Irán. Las más visibles de éstas son las acciones respaldadas por la CIA, emprendidas recientemente por los Muyahidìn el-Khalq, o MEK, un grupo opositor iraní, que solía ser dirigido por los temidos servicios de inteligencia de Sadam Hussein, pero que ahora trabaja exclusivamente para el Directorio de Operaciones de la CIA”. A la par “En el norte, en el vecino Azerbaiján, los militares de EE.UU. preparan una base de operaciones para una masiva presencia militar que precederá una importante campaña terrestre a fin de capturar Teherán”. Scott Ritter es el jefe de inspectores de armas de la ONU en Irak, 1991-1998, y autor de “Irak Confidential: The Untold Story of America’s Intelligence Conspiracy”, que será publicado por I B Tauris en octubre de 2006.
[2] William Lind, señala; “Si Israel ataca a Irán, puede darse la analogía con el “verano de 1914”, de forma catastrófica para Estados Unidos. Como he advertido muchas veces, la guerra con Irán (Irán ha declarado públicamente que consideraría un ataque israelí como un ataque de Estados Unidos) fácilmente costaría a Estados Unidos el ejército que ahora tiene desplegado en Iraq. Casi con toda seguridad conmocionaría la ya frágil economía mundial, y podría derrumbar el castillo de naipes. Un gobierno Bush que ha desdeñado la ‘estabilidad’ podría darse cuenta de lo alto que puede ser el precio de la estabilidad. Está claro lo que Washington tiene que hacer para evitar semejante resultado: distanciar públicamente a Estados Unidos de Israel mientras informa privadamente a Olmert de que (EEUU) no tolerará un ataque israelí a Irán Por desgracia, Israel es a Estados Unidos lo que Serbia era a Rusia en 1914. Este puede ser el más inquietante aspecto de la analogía del ‘verano de 1914’”.
Del mismo autor
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- La derrota de Israel 30/08/2006
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