Hacia un compromiso cristiano local, continental e internacional

03/06/2007
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En nuestra época los medios de comunicación nos muestran cotidianamente los avatares por los que atraviesan millones de seres humanos alrededor del mundo. En este contexto, el prójimo ya no es solamente quién se halla en nuestra cercanía, sino que ha pasado a ser aquél que habita en cualquier lugar del mundo. De no tomar conciencia de esta situación, los cristianos estaremos mal interpretando nuestros tiempos y avalando, por acción u omisión, políticas que promueven la exclusión social a nivel local, continental e internacional.

Desde hace casi cuatro décadas los cristianos somos concientes, luego de haberse llevado a cabo la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que la “evangelización debe estar en relación con los «signos de los tiempos”. No puede ser atemporal ni a histórica. En efecto, los «signos de los tiempos», que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden social, constituyen un «lugar teológico» e interpelaciones de Dios” – Medellín, Pastoral de elites, 13 -.

Ahora bien, los “signos de los tiempos” no solo deben discernirse en un ámbito local, nacional o continental, sino que hoy mas que nunca deben ser interpretados a nivel internacional ya que, con diferentes matices que dependen mucho mas de las particularidades del contexto donde son aplicadas que de sus fundamentos ideológicos, las políticas de opresión y exclusión social de las que son víctimas millones de hombres y mujeres son similares en todos los lugares del mundo.

De esta manera, y en tanto cristianos, en un mundo globalizado como el actual, ya no basta con que nos acerquemos a las personas mas sufrientes de nuestras comunidades, denunciando las diferentes formas de violencias y humillaciones de las que son objeto y no sujetos, ya que para el actual sistema político económico que impera en nuestras comunidades los que nada tienen, hace tiempo ya, perdieron su condición humana.

Así por ejemplo, al estar al tanto a través de los diferentes medios de comunicación de las diversas atrocidades que se cometen contra miles y miles de habitantes de Medio Oriente, los cristianos también debemos encontrar en ellos a nuestros hermanos. En efecto, si en los rostros de quienes sufren la humillación de ser procesados, perseguidos, encarcelados o maltratados podemos hallar el rostro de Cristo – cf. Mt. 25, 34 – 36 -, los cristianos tenemos el deber fraterno de estar junto a quién esta siendo oprimido o violentado en su condición humana, independientemente del lugar donde esta violación a los derechos humanos se produzca.

Desafortunadamente muchos cristianos tienen la firme convicción de que la realidad se circunscribe a lo que a ellos les ocurre. De esta forma, no logran dilucidar que, siendo el liberalismo un sistema globalizado, las perversiones que en nombre de él se comenten son, con diferentes expresiones, similares en todo el mundo y que, por ende, también merecen recibir idéntico rechazo, mas allá del lugar donde se desarrollen ya que, en última instancia, atentan contra la dignidad humana, la integración social y la equitativa distribución de las riquezas.

Por estas razones, resulta evangélicamente necesaria la existencia de un cristianismo que rechace radicalmente las actuales políticas de exclusión y persecución, y que promueva, allí donde estas políticas son implementadas, acciones cristianas de resistencia.

Más de cinco siglos de odio y muerte

Fue quizás a partir de la llegada de los europeos al continente americano cuando se pueden encontrar gérmenes de lo que hoy en día, en América, se conoce con el nombre de racismo, discriminación y / o intolerancia hacia lo diferente.

En efecto, por aquel entonces, al arribar al suelo americano, los europeos calificaron de “ bárbaros ” a todos los indígenas que habitaban estas tierras por el solo hecho de tener usos, costumbres y religiones que eran opuestas a las que practicaba la “ civilización ” europea.

Claro esta que, en este contexto, y dentro de la “historia negra” del cristianismo, se encontraron muchos creyentes que avalaron la colonización, exterminio y explotación de los pueblos originarios. En este sentido, “hay que reconocer con toda verdad los abusos cometidos debido a la falta de amor de aquellas personas que no supieron ver en los indígenas hermanos e hijos del mismo Padre Dios … y … pedir perdón a Dios por este «holocausto desconocido» en el que han tomado parte personas bautizadas que no han vivido según su fe” - Santo Domingo, 20 -.

En nuestros tiempos, y situándonos aproximadamente a partir de los mediados del siglo pasado, la historia se repitió como hace 500 años. En efecto, si bien en el S XX ya no se habló de “ bárbaros ”, los nuevos “ defensores ” de la civilización moderna, que establecieron su morada principal en los EE.UU., encontraron en el “ enemigo rojo ”, o comunista, el nuevo blanco para descargar su ira.

De ahí en mas, es bien conocido el empeño que tuvieron los sucesivos gobiernos estadounidenses, representantes de la nueva “ civilización liberal ”, por sembrar dictaduras sobre la faz de América Latina que tuviesen como objetivo exterminar a quienes se resistían a vivir en la humillación y en la indigencia, para que unos pocos se enriquecieran sobre la hambruna popular. Así mismo, son bien sabidos los nefastos resultados de exclusión social, miseria y humillación que trajeron aparejadas estas políticas.

Medio Oriente: ¿es la nueva morada del Mal ?

Claro esta que la lucha contra el enemigo comunista no se desarrolló únicamente en el territorio latinoamericano, sino que por el contrario se propagó, con un endemoniado ardor, por todo el mundo.

En este sentido, Medio Oriente fue uno de los tantos territorios escogidos para desarrollar esta “batalla libertaria”. En efecto, a partir de la segunda mitad del siglo pasado los diferentes gobiernos estadounidenses, y sus aliados, lograron colocar en el poder de los países de Medio Oriente a presidentes “ títeres ” con los que, por un lado, pudieron derrotar al “ diablo comunista ”, y por otro lado, consiguieron que sus empresas petroleras tuvieran acceso ilimitado al preciado “ oro negro ”, que mas que fuente de riqueza, por la codicia propia y ajena, se convirtió en la piedra sobre la cual se construyeron las calamidades en las que habitan los pobladores de Medio Oriente.

Ahora bien, en la última década del siglo pasado las potencias mundiales, “súbitamente ”, se percataron que los gobiernos que ellos a sangre y fuego habían impuesto no eran democráticos, no respetaban los derechos humanos y que, en última instancia, se comportaban como “ bárbaros ”, motivo por el cual se encontraron en la “ obligación ” de emprender un nuevo proceso de derrocamientos de los gobiernos que, poco tiempo atrás, ellos mismos habían colocado en el poder.

Así mismo, esta nueva escalada de violencia fue justificada por las superpotencias planteando que en Medio Oriente se encuentran de armas nucleares que atentan contra la paz y la seguridad mundial. Ahora bien, como con exactitud lo plantea Eduardo Galeano, “los dueños del monopolio nuclear ponen el grito en el cielo cuando India, Pakistán, o quien sea, realiza el sueño de la explosión propia, y entonces denuncian el peligro que el mundo corre: cada una de esas armas puede matar a varios millones de personas, y unas cuantas bastarían para acabar con la aventura humana en el planeta, y con el planeta también. Pero las grandes potencias jamás dicen cuando ha tomado Dios la decisión de otorgarles el monopolio, ni porque siguen fabricando esas armas”.

En última instancia, y detrás del proceder que tanto en Medio Oriente, como en el resto del mundo, realizan las grandes potencias, subyace en ellas la “delirante idea” de que fue el mismo Dios quién les encomendó la noble tarea de separar el Bien del Mal a nivel mundial y que, por ende, sus obras, en tanto que son frutos de un mandato divino, son incuestionables, y quién así no lo comprende merece ser castigado o exterminado de la faz de la tierra.

En este contexto, en tanto cristianos, debemos tener especial cuidado con aquellos falsos profetas modernos que en público se presentan como grandes benefactores de la humanidad, pero con sus obras – tales como Guantánamo, participación en Organismos Internacionales tan formales como ficticios, comercialización mundial de drogas y armamentos, etc. – se dan a conocer como fariseos, e hipócritas, que alzan el nombre de Dios injuriosamente para justificar sus abusos en el mundo en general, y, en la actualidad, en Medio Oriente en particular.

La necesidad de un cristianismo con conciencia social y mundial

Transitando los primeros años del S XXI, urge que dentro del cristianismo se produzca una profunda auto crítica hacia aquellos que, dentro de la religión, “ manifiestan poca o ninguna conciencia social, tienen mentalidad burguesa y por lo mismo no cuestionan las estructuras sociales … se preocupan por mantener sus privilegios que ellos identifican con el “ orden establecido ” … sin ninguna preocupación por la modificación del status quo … - y en donde – se encuentra con mayor frecuencia la separación entre fe y responsabilidad social. La fe – en ellos – aparece mas como una adhesión a un credo y a principios morales. La pertenencia a la Iglesia es mas de tipo tradicional y, a veces, interesada” – Medellín, Pastoral de elites, 6; 10 -.

Y, así mismo, en forma paralela, resulta prioritario que dentro del cristianismo, transformando las palabras en “ fuente de sabiduría ” para los creyentes, y convirtiendo las obras en “ ejemplos a imitar ” por nuestros hermanos, trabajemos cotidianamente para que surjan cada vez mas cristianos comprometidos con sus realidades locales, nacionales, continentales e internacionales, ya que tanto la fe como el amor a Cristo no se pueden comprender de manera a histórica y a temporal, sino que por el contrario tienen que ponerse en juego cotidianamente.

Ahora bien, de la lectura de estas palabras no debería concluirse que, por rechazar las invasiones que las potencias realizan en Medio Oriente, los cristianos debamos dejar en un segundo plano la denuncia de las sucesivas violaciones a los derechos humanos que algunos pobladores de Medio Oriente llevan a cabo contra sus compatriotas. Estos abusos deben ser rechazados, en forma abierta y enérgica, independientemente del contexto donde se desarrollen, y de la nacionalidad o la creencia religiosa de la víctima y del victimario.

Por el contrario, las palabras vertidas en los párrafos anteriores tienen como finalidad que los cristianos estemos prevenidos, tanto de las palabras como de los actos, de quienes gobiernan las superpotencias ya que en muchas ocasiones ellos, como falsos profetas, se disfrazan de ovejas pero en verdad son lobos voraces y rapaces – cf. Mt. 7, 15 – 20 -, que seducen al pueblo con promesas que tienen la misma consistencia que una pompa de jabón, y esconden detrás sus intereses mezquinos y egoístas que, claramente, contradicen el Plan de Dios de paz, justicia, amor y solidaridad para todos los hombres y mujeres que habitan la tierra.


Lic. Daniel E. Benadava.
Psicólogo

https://www.alainet.org/es/articulo/121522
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