G8: Entre el <I>“imperialismo visible” </I>y el <I>“colonialismo invisible”</I>
- Opinión
Entre los días 6 y 8 de junio del presente año se celebró en la ciudad de Heiligendamm, Alemania, la cumbre anual del Grupo de los Ocho –G8-, que se encuentra compuesto por Alemania, Canadá, Estados Unidos de América, Italia, Francia, Japón, Reino Unido y Rusia, los cuales son los países más ricos y poderosos del mundo.
En este marco es que el G8, en la cumbre que se llevó a cabo este año en Alemania, planteó la necesidad de “ayudar” a los países en vías de desarrollo en general y a las naciones del continente africano en particular, pero –como era de esperar– no hizo referencia alguna a la responsabilidad que le compete en la implementación de las políticas de opresión social que favorecieron la –re– producción de las situaciones de dependencia, económica y social, en la que se encuentran numerosos países pobres que están habitados por hombres y mujeres cansados en el alma de llevar a lo largo de sus vidas tanta ilusión deshilachada.
Ahora bien, en estos tiempos en los que de una forma u otra todos pueden acceder a una información general e internacional, el descrédito que sobre sus espaldas carga el G8 es abultado ya que, parafraseando a Eduardo Galeano, puede decirse que a través de sus intervenciones “diplomáticas” y militares alrededor del mundo, el G8 practica un “imperialismo visible”, mutilando militarmente cualquier intento que realice una nación en vías de desarrollo de llevar adelante políticas diferentes a las liberales, y un “colonialismo invisible”, a partir del cual difunde en la población de los países más postergados la idea de que su destino es la servidumbre y la obediencia.
Tal vez, un hecho que ejemplifica lo expuesto en el párrafo anterior es el que sufrió el pueblo chileno cuando, a comienzos de la década del \'70 del siglo pasado, fue blanco de una política de descrédito internacional y víctima de una asfixia económica que concluyó con el derrocamiento del gobierno socialista de Salvador Allende por parte de un grupo de militares chilenos financiado por los Estados Unidos. En dicho acontecimiento Henry Kissinger, que participaba del gobierno de los EE.UU. en la década de 1970, arrogándose el “derecho divino” de dictaminar sobre el Bien y el Mal, con absoluta impunidad planteó “... Yo no veo por qué tendríamos que quedarnos cruzados de brazos ante un país que se vuelve comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo ...”; y fue entonces que los EE.UU., junto con grupos de derecha chilenos, serviles y obedientes del gobierno norteamericano, dictaminaron la pena de muerte para la incipiente democracia que el pueblo chileno estaba intentando construir sin tener en cuenta los intereses del poder económico internacional.
Hoy en día, Venezuela corre el serio riesgo de recorrer el mismo sendero de muerte y exclusión social por el que transitó Chile, de la mano de los EE UU, el siglo pasado. En efecto, al igual que ocurrió décadas atrás con el gobierno chileno, en estos tiempos los grupos de poder económico se encuentran operando, de manera minuciosa y eficaz, procurando crear en la opinión pública sentimientos de descontento cada vez que el gobierno venezolano adopta políticas diferentes a las liberales. Así mismo, Venezuela está siendo, injustamente, catalogada de dictadura por haber decidido, en ejercicio de una facultad constitucional, no renovar la concesión que un grupo económico tenía para explotar un medio de comunicación que, a lo largo de los años, había sido utilizado para difundir y promover “fallidos” golpes de estado contra el presidente democrático Hugo Chávez.
Por supuesto, estos hechos tampoco son desconocidos para quienes habitan el continente africano, ya que ellos desde hace siglos son tomados como mano de obra esclava o barata por los países mas poderosos del planeta.
En definitiva, quizás todo lo expuesto hasta aquí sirva para que muchos hombres y mujeres que, en algunos casos de buena fe, creen todavía en los beneficios del modelo económico–político que promueve el G8, repiensen su postura ya que, más allá de los evidentes intereses que persiguen las naciones que integran el G8, no logra entenderse muy bien cual es el objeto de intentar aplicar una y otra vez las “recetas” neoliberales que, a lo largo de las últimas décadas y a través de todos los continentes, han generado desempleo, miseria, guerras mundiales y el extravío de la libertad individual y social en el mercado de consumo.
Por estas razones, a diferencia de los países que integran el G8 que, en su afán de imponer las políticas liberales, acrecientan su intervención militarista en el mundo, aumentan las injusticias sociales, y promueven excesivas desigualdades económicas que favorecen la existencia de luchas y violencias entre los hombres; es digna de ser imitada la actitud de muchos pueblos que buscan, a pesar de los pesares, y con todas las contradicciones que son propias de aquellos movimientos que procuran transformar las sociedades, construir sociedades mas fraternales, justas e igualitarias.
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