La vida no se negocia
21/06/2007
- Opinión
Uno de cada diez trasplantes que se realizan en el mundo forma parte del tráfico internacional de órganos. El número de personas que necesita operarse y recurre al turismo de trasplante crece año tras año. Es ya una de las mayores preocupaciones de la Organización Mundial de la Salud. Como explica el Dr. Luc Noel, “los órganos son un bien de la Comunidad y no un negocio”. En cambio, las agencias hacen de la desesperación de los donantes y sus receptores un inmenso negocio, impune por el vacío legal de muchos países.
El trasplante es la mejor solución para algunas enfermedades, y en algunos casos la única. La insuficiencia renal crónica causa un millón de muertos al año, según la OMS. El riñón es el órgano más demandado. Sólo en Estados Unidos 95.000 personas esperan un trasplante. Sin embargo, se realizan poco más de 65.000 intervenciones al año en todo el mundo. Esta desproporción entre la oferta y la demanda se ha convertido en la oportunidad perfecta para los intermediarios del negocio.
Cualquier persona podría contactar, a través de Internet, con las agencias e intermediarios que articulan este negocio. Se anuncian en todas las lenguas y proponen al paciente paquetes que incluyen el viaje y la operación. También operan las redes multinacionales de tráfico de órganos. Una de ellas conectaba a tres países: los donantes procedían de Brasil, los receptores eran israelíes y la intervención se realizaba en Suráfrica.
Los riesgos a los que se someten el vendedor y el receptor del órgano son demasiado grandes. El primero vende una parte vital de su cuerpo porque ve en ello una forma de salir de la miseria, y el segundo quiere comprar entre 10 y 16 años de vida, la esperanza que ofrece un trasplante renal. En cambio, el destino del donante queda oculto tras una cortina de dinero, y el receptor no tendrá seguridad ni garantías en la operación; tampoco un seguimiento médico apropiado cuando regrese a su país. Además, a quien vende un órgano no le importa ocultar si ha tenido alguna infección o malos hábitos.
La mayor parte de los beneficios económicos que genera este negocio van a parar al intermediario. Según un informe de la organización Coalition for Organ-Failure Solutions, un donante surafricano recibe 500 euros por su riñón, y uno pakistaní cobra mil. A cambio, los receptores llegan a pagar a las agencias entre 48.000 y 296.000 euros.
En Estados Unidos y los países europeos hay leyes que regulan la donación de órganos, pero en muchos países aún están lejos. Sin embargo, las mafias de los transplantes de órganos se reducen a medida que los gobiernos de países como India, conocido hasta hace unos años como “el bazar del riñón”, cambian sus leyes. Pakistán, Egipto, China y Perú son los principales receptores de pacientes en la actualidad.
La solución es el fomento de las donaciones. El gobierno estadounidense se plantea la posibilidad de regular la compra de riñones de donantes vivos para acabar con el turismo de trasplante. En cambio, medidas como estas resultarían muy peligrosas, porque pueden favorecer la competencia y acabar con los valores de voluntariedad y altruismo que tienen que regir actos como este. Por ello urgen iniciativas destinadas a la sensibilización de la sociedad y a mostrar la importancia que su decisión puede tener en la vida de otros.
En Europa, un 81% estaría dispuesto a donar sus órganos; en cambio, sólo lo hace un 12% de las personas, por lo que es necesario afianzar esa voluntad. Para revertir la situación, la Comisión Europea ha propuesto que los Estados miembros refuercen su cooperación para fomentar la donación de órganos. En 2008, presentará una propuesta legislativa para establecer normas comunes a los 27 gobiernos europeos. Otra de las propuestas es la creación de una Tarjeta Europea de Donante de Órgano.
Los grandes problemas de las donaciones son los mismos en todo el mundo: la escasez de órganos y la gran necesidad de trasplantes. Si queremos poner fin a la compra venta de órganos es necesaria la colaboración entre todos los países. Es una atrocidad que en países como Israel y Arabia Saudí el gobierno alimente este negocio inhumano financiando los viajes de sus ciudadanos para agilizar las listas de espera. El dinero no puede estar por encima de la vida, porque la vida no tiene un precio.
José A. Fernández Carrasco
Periodista
El trasplante es la mejor solución para algunas enfermedades, y en algunos casos la única. La insuficiencia renal crónica causa un millón de muertos al año, según la OMS. El riñón es el órgano más demandado. Sólo en Estados Unidos 95.000 personas esperan un trasplante. Sin embargo, se realizan poco más de 65.000 intervenciones al año en todo el mundo. Esta desproporción entre la oferta y la demanda se ha convertido en la oportunidad perfecta para los intermediarios del negocio.
Cualquier persona podría contactar, a través de Internet, con las agencias e intermediarios que articulan este negocio. Se anuncian en todas las lenguas y proponen al paciente paquetes que incluyen el viaje y la operación. También operan las redes multinacionales de tráfico de órganos. Una de ellas conectaba a tres países: los donantes procedían de Brasil, los receptores eran israelíes y la intervención se realizaba en Suráfrica.
Los riesgos a los que se someten el vendedor y el receptor del órgano son demasiado grandes. El primero vende una parte vital de su cuerpo porque ve en ello una forma de salir de la miseria, y el segundo quiere comprar entre 10 y 16 años de vida, la esperanza que ofrece un trasplante renal. En cambio, el destino del donante queda oculto tras una cortina de dinero, y el receptor no tendrá seguridad ni garantías en la operación; tampoco un seguimiento médico apropiado cuando regrese a su país. Además, a quien vende un órgano no le importa ocultar si ha tenido alguna infección o malos hábitos.
La mayor parte de los beneficios económicos que genera este negocio van a parar al intermediario. Según un informe de la organización Coalition for Organ-Failure Solutions, un donante surafricano recibe 500 euros por su riñón, y uno pakistaní cobra mil. A cambio, los receptores llegan a pagar a las agencias entre 48.000 y 296.000 euros.
En Estados Unidos y los países europeos hay leyes que regulan la donación de órganos, pero en muchos países aún están lejos. Sin embargo, las mafias de los transplantes de órganos se reducen a medida que los gobiernos de países como India, conocido hasta hace unos años como “el bazar del riñón”, cambian sus leyes. Pakistán, Egipto, China y Perú son los principales receptores de pacientes en la actualidad.
La solución es el fomento de las donaciones. El gobierno estadounidense se plantea la posibilidad de regular la compra de riñones de donantes vivos para acabar con el turismo de trasplante. En cambio, medidas como estas resultarían muy peligrosas, porque pueden favorecer la competencia y acabar con los valores de voluntariedad y altruismo que tienen que regir actos como este. Por ello urgen iniciativas destinadas a la sensibilización de la sociedad y a mostrar la importancia que su decisión puede tener en la vida de otros.
En Europa, un 81% estaría dispuesto a donar sus órganos; en cambio, sólo lo hace un 12% de las personas, por lo que es necesario afianzar esa voluntad. Para revertir la situación, la Comisión Europea ha propuesto que los Estados miembros refuercen su cooperación para fomentar la donación de órganos. En 2008, presentará una propuesta legislativa para establecer normas comunes a los 27 gobiernos europeos. Otra de las propuestas es la creación de una Tarjeta Europea de Donante de Órgano.
Los grandes problemas de las donaciones son los mismos en todo el mundo: la escasez de órganos y la gran necesidad de trasplantes. Si queremos poner fin a la compra venta de órganos es necesaria la colaboración entre todos los países. Es una atrocidad que en países como Israel y Arabia Saudí el gobierno alimente este negocio inhumano financiando los viajes de sus ciudadanos para agilizar las listas de espera. El dinero no puede estar por encima de la vida, porque la vida no tiene un precio.
José A. Fernández Carrasco
Periodista
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
ccs@solidarios.org.es
www.solidarios.org.es
https://www.alainet.org/es/articulo/121844
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