¿Dos tratados diferentes y una sola negociación verdadera?

El TLC una moneda de tres caras

21/06/2007
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Muchas columnas sesudas y claras se han escrito sobre la actual situación del TLC con los Estados Unidos, una de las mejores es sin duda la que escribió recientemente el profesor Germán Umaña para el diario Portafolio pero no es la única. No hay muchas columnas que realmente puedan explicarles a los colombianos como hace su gobierno para presionar al Congreso de bolsillo que tiene, para que sin debate alguno haya aprobado un proyecto de tanta importancia como el Tratado, y más cuando el texto definitivo del mismo ni siquiera está claro.

Y nadie lo explica porque quienes defienden el Tratado a capa y espada lo hacen simple y llanamente porque tienen claro que el negocio es para ellos, que no importa que sectores de la economía nacional vayan a quebrarse o lesionarse con la aplicación del Tratado, no importa que el país se convierta de esta manera en una mísera (más) colonia del Imperio norteamericano, solo importan los muchos ceros a la derecha que esperan que se dibujen en sus balances.

Y el país feliz, el país contento con que el dueño de la finca siga gobernando con mano de hierro, o con cara de payaso, el país que se indigna con la oposición por defender lo correcto es la misma que aplaude a nuestros mediocres gobernantes que roban, se alían con la mafia y por si fuera poco convierten todo aquello en una broma que los medios de comunicación terminan de caricaturizar.

Por eso no hay futuro feliz en Colombia, porque la gente permanece indolente frente al atentado que se orquestó en las plenarias de Cámara y Senado y en el cual se aprobó un texto de un tratado comercial que a duras penas conocían los ponentes gobiernistas, pero que era muy claro para la oposición que demostró que este es un Congreso de Idiotas Admirables en el que solo unos pocos tienen la capacidad de usar su cerebro en beneficio del país, mientras las mayorías (curiosamente uribistas todas) la emplean en labores menos positivas para la nación: armar el próximo asalto electoral de la mano de los paramilitares o mafiosos, mirar como escapan de las investigaciones de la Procuraduría, o como obtienen un “presupuestito” del gobierno para tener algo que mostrar en sus regiones, o simplemente ir cada cierto tiempo a los consejos comunitarios para que se empapen de algo de la “popularidad” del presidente Uribe. Mientras tanto da vergüenza que en los Estados Unidos el parlamento tenga el Tratado en el congelador no sólo por los motivos que nuestros risibles medios de comunicación señalan todos los días, sino además porque sectores políticos consideran que detrás de estos TLC está el poder de ciertos grupos en los Estados Unidos, que dichos intereses atentan no sólo contra el bienestar general de los colombianos, sino también el de ellos mismos. Señales hay muchas: el Congreso norteamericano redujo la ayuda del Plan Colombia, la condicionó y la sometió a un sin número de certificaciones, a Álvaro Uribe ya no lo quieren ver “ni en pintura” por las oficinas de los parlamentarios gringos que ya lo perciben como lo que es: un lagarto que ostenta la dignidad presidencial, es decir, un gigantesco reptil que además de eso cansa --como lo dijo un asesor parlamentario norteamericano-- por su particular tonito al hablar el inglés, ese tan adorado sonsonete paisa en Colombia no cala en las tierras del Tío Sam, ni tampoco su peculiar forma de hacer política al menudeo que en Colombia encanta, pero que en Estados Unidos es una “muestra más del subdesarrollo latinoamericano”. Los gringos respetan más a opositores duros como Chávez (a quien se le tiene en alguna consideración en poderosos círculos en Washington) que a lamezuelas incondicionales como Uribe, finalmente es para ellos simplemente un empleado más, un súbdito.

Es posible que el TLC se apruebe acá sin debates parlamentarios a pesar de las innegables movilizaciones sociales, es posible que la mayor parte de la población siga en la total ignorancia o indiferencia frente a los complejos problemas que plantea la firma y aprobación del Tratado y aún es probable que la gente siga pensando que el único problema de este país siguen siendo las FARC, pero asimismo será posible (altamente posible) que en 10 años nuestro país no sea el que ahora conocemos, sino una siniestra sombra de pobreza y subdesarrollo en el cual Álvaro Uribe posiblemente sea percibido como otro de nuestros mediocres mandatarios, con una salvedad: será el peor de ellos.

Jairo Bautista
Asesor Cámara de Representantes Docente ESAP

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 67

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